Europa

Ciberdesastre para la defensa francesa (y europea)

Por Giuseppe Masala* –
Como hemos visto en los últimos años, el sistema de defensa francés, entendido tanto como aparato militar-industrial como Fuerzas Armadas en sentido estricto, atraviesa un momento de crisis muy grave, en nuestra opinión comparable a la elusión alemana de la Línea Maginot, iniciada el 10 de mayo de 1940 y que costó a Francia la derrota y la ocupación nazi.

En efecto, en los últimos años hemos visto cómo Francia ha perdido esencialmente el control de la llamada Françafrique, lo que se ha visto corroborado tanto por la retirada militar de países como Níger, Burkina Faso, Malí y Senegal, como por el sustancial fin del franco CFA. Hay que señalar, sin embargo, que esta retirada no se produjo como una opción política autónoma de París, sino debido al efecto de acontecimientos adversos en el tablero geopolítico, baste señalar que Francia en estos países fue sustancialmente sustituida, tanto comercial como militarmente, por empresas y unidades militares de la Federación Rusa.

Pero a este enorme desaire diplomático, militar, comercial y monetario sufrido en África, hay que añadir amargas derrotas industrial-militares que ponen en duda la calidad de los productos de la industria militar francesa. Nos referimos en primer lugar al fiasco sufrido por el sistema antiaéreo franco-italiano SAMP-T, que debía ser la respuesta europea al sistema estadounidense Patriot, pero que, en la batalla aérea de Ucrania contra las fuerzas rusas, no estuvo a la altura de las expectativas al sufrir numerosos fallos (incluidos los informáticos) y no poder hacer frente ni siquiera parcialmente a los furiosos ataques de las fuerzas de misiles rusas. Un hecho que ha sido subrayado por innumerables órganos de prensa occidentales, empezando por el Wall Street Journal estadounidense.

Por si estos desastres no fueran suficientes, hay que añadir que en el breve conflicto entre Pakistán e India en mayo de este año, hasta tres cazabombarderos Rafale de fabricación francesa fueron supuestamente derribados por J10-C pakistaníes de fabricación china armados con misiles aire-aire, también chinos. Fue una derrota colosal para París, que vio cómo se destruía el producto estrella de su industria aeroespacial y que ha intentado mitigar los daños admitiendo la pérdida de un solo cazabombardero; una admisión que, en cualquier caso, atestigua el hecho de que la tecnología aeroespacial china (aunque mucho más barata) es ahora igual (si no superior) a la francesa.

Sin embargo, lo peor para el aparato de seguridad francés estaba por llegar. El 23 de julio, la web de ciberseguridad Cybernews publicó una noticia que hizo temblar las cancillerías de medio mundo: el Grupo Naval, el mayor constructor naval de Francia, habría sufrido un grave ataque de hackers y filtrado documentos de primera importancia para la seguridad nacional; los piratas informáticos afirmaban haber accedido al código fuente de los sistemas de gestión de combate (CMS) utilizados por los submarinos y fragatas franceses.

Según los hackers, los datos robados por el Grupo Naval no sólo se referían a los sistemas CMS, sino también a datos de red, documentos técnicos con distintos niveles de restricción, máquinas virtuales utilizadas por los programadores del Grupo Naval e intercambios de mensajes confidenciales entre los técnicos de la empresa. Para demostrar que lo que afirmaban era cierto, los hackers adjuntaron a su denuncia una muestra de 13 GB de datos extraídos de lo que habían robado en su ciberataque.

Según los expertos que analizaron los datos divulgados, el ataque tuvo éxito y el material divulgado no sólo era original, sino también de gran importancia, hasta el punto de que la noticia apareció en el Financial Times y, en consecuencia, en los principales medios de comunicación occidentales. Esto llevó a la empresa a pronunciarse públicamente sobre la circunstancia, admitiendo que todos sus recursos están actualmente dedicados a verificar la propiedad de los datos publicados por los presuntos piratas informáticos.

Por el contrario, el Estado francés ha mantenido un elocuente silencio sobre el asunto, indicativo del nivel de preocupación ante lo que sin duda constituye una importante amenaza para la seguridad nacional. Al fin y al cabo, según todos los expertos, el acceso al código fuente del CSM no puede dejar de suscitar el más alto nivel de alarma, tratándose de complejos códigos informáticos diseñados para apoyar operaciones militares proporcionando una plataforma integrada para la gestión de la información, la toma de decisiones y el control de armas y sensores. Y es precisamente en el control de las armas donde radica el punto de mayor preocupación, dado que en este caso concreto estamos hablando del control de las armas de submarinos que -como es bien sabido- en el caso francés embarcan también misiles balísticos nucleares.

Así pues, nos encontramos ante un asunto que socava gravemente la capacidad de combate de la marina francesa y potencialmente también su disuasión nuclear. También hay que tener en cuenta que, incluso si los daños fueran teóricamente limitados, el Estado francés se enfrenta a un enorme daño de imagen para su ciberseguridad y su armada: ¿quién comprará sistemas navales franceses sabiendo que el código fuente del CSM podría estar potencialmente comprometido?

Además, ¿puede la defensa francesa tener la duda, aunque sea remota, de que sus sistemas de armamento naval, incluidos los nucleares, podrían incluso verse potencialmente comprometidos?

En el plano político, este ataque no sólo golpea a Francia, en el plano fundamental de la seguridad y de su autonomía estratégica, sino que golpea a toda Europa y a su voluntad de autodeterminarse también en el plano militar, liberándose así del Gran Hermano del otro lado del Atlántico.

Pero, ¿quién podía tener interés en lanzar semejante ataque contra Francia, además, sin tener en cuenta los riesgos a los que se exponía?

En opinión de quien esto escribe, difícilmente podrían haber sido hackers independientes -los inconformistas de la Red- quienes llevaran a cabo semejante ataque. Mucho más probable es ver la longa manus de algún Estado detrás de los hackers. ¿Pero quién?

Ciertamente, los grandes adversarios de Occidente, China y Rusia, pueden estar deseosos de dar una demostración de fuerza a sus adversarios. Pero también es cierto que tanto Pekín como Moscú son muy conscientes de que atacar la disuasión militar de un país adversario -especialmente en el actual escenario de enormes tensiones geopolíticas- podría provocar una respuesta militar directa de París, algo que no excluye el Libro Blanco «Défense et Sécurité Nationale – 2013» en circunstancias similares.

El análisis de los intereses estadounidenses es curioso. Es cierto que Francia es un aliado de Washington, pero también es un aliado incómodo, que siempre ha reivindicado su autonomía estratégica y militar. Además, Francia es el pivote que -al menos en teoría- puede garantizar la autonomía militar europea. Una capacidad que tras este ciberataque está ampliamente cuestionada. Esto no puede dejar de complacer a Washington, que ve ahora derribado un adversario comercial en la esfera del rearme europeo y que, sobre todo, convierte ahora en retórica vacía cualquier hipótesis de desvinculación de Europa de las barras y estrellas, incluida la protección militar.

También hay que tener en cuenta que EEUU no es nuevo en comportamientos sin escrúpulos con vasallos europeos. No hay más que pensar en el escándalo Datagate que estalló en 2013 por las revelaciones del agente de la NSA Edward Snowden, que contó cómo EEUU también espiaba las comunicaciones de los líderes europeos.

Nótese cómo este ataque al Grupo Naval explicaría también la increíble claudicación de la UE en materia de aranceles comerciales surgida con el acuerdo anunciado por Trump y von der Layen durante la cumbre de Escocia. Una Europa que se encuentra entre la espada y la pared, incapaz de cualquier movimiento político autónomo sólo puede someterse a los EE.UU. ante los ojos del mundo de una manera humillante. El ataque de hackers a la defensa francesa lo ha demostrado.

Pero se trata sólo de hipótesis escolásticas. Mucho mejor para todos creer que fue el inquilino del Kremlin quien movió los hacks.

*Giuseppe  Masala, economista y escritor.

Artículo publicado originalmente en lAntidiplomatico.

Foto de portada: Un empleado de la Agencia Nacional de Seguridad de los Sistemas de Información de Francia (ANSSI).

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