En un movimiento cargado de simbolismo histórico y político, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Lin Jian, rescató la obra maestra del periodista uruguayo Eduardo Galeano —Las venas abiertas de América Latina— para responder a las recientes declaraciones del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent. Durante una visita a Argentina, Bessent acusó a China de realizar inversiones “depredadoras” en países del Sur Global, especialmente en América Latina, afirmando que Pekín estaría tomando el control de los recursos minerales a cambio de deudas insostenibles. La respuesta china fue contundente: “Las venas abiertas de América Latina fueron causadas por el saqueo y la dominación histórica de Estados Unidos, que no tiene autoridad moral para criticar la cooperación entre China y los países latinoamericanos.”
Al citar a Galeano —aunque de forma indirecta— el gobierno chino no solo defendió su estrategia de inversión internacional, sino que también se posicionó ideológicamente en el centro de la disputa geopolítica entre la potencia tradicional de Occidente y la fuerza emergente de Oriente. En lugar de limitarse a una defensa tecnocrática, Lin Jian apeló a la memoria histórica colectiva, trayendo a la superficie siglos de pillaje colonial, golpes de Estado patrocinados por Washington y políticas neoliberales impuestas por instituciones financieras bajo control estadounidense.
Este gesto chino, realizado en el contexto del segundo mandato de Donald Trump, revela mucho más que una disputa comercial. Es una guerra de narrativas. Por un lado, Estados Unidos intenta mantener su influencia histórica en América Latina con el viejo discurso de la defensa de la “democracia” y el “libre mercado”. Por el otro, China se posiciona como un socio estratégico del Sur Global, ofreciendo inversiones en infraestructura, tecnología y energía —con una retórica de respeto mutuo, no intervención y beneficio recíproco.
La elección de Galeano como referencia implícita es especialmente poderosa. Su libro clásico, publicado en 1971, inspiró a generaciones de intelectuales y denunció el imperialismo histórico que drenó las riquezas de la región en favor de las potencias del Norte. Fue censurado por dictaduras militares y se convirtió en un símbolo de la lucha por la soberanía y la justicia social. Al llevar esta obra al centro del enfrentamiento contemporáneo, la diplomacia china no solo desafía el discurso estadounidense, sino que también reclama un lugar legítimo en el alma política de América Latina.
En este momento convulso que atravesamos, China parece comprender que, en tiempos de disputas globales por recursos e influencia, conquistar corazones y mentes es tan importante como firmar contratos comerciales. Y, al recordarle al mundo que fue el imperialismo quien abrió las venas de América Latina, Pekín da un paso audaz hacia la consolidación de su liderazgo simbólico, ideológico y estratégico en el Sur Global.
Leonardo Attuch*. Periodista y editor jefe de Brasil 247
Este artículo ha sido publicado originalmente en el portal Brasil 247
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