Cuando Cris Corral llegó a la Ciudad Autónoma de Ceuta de la mano de la organización No Name Kitchen el pasado marzo, no se encontró como esperaba una ciudad, sino dos, dos espacios sociales y económicos segregados en los que la realidad era bien distinta. La ciudad pegada a un límite (entre España y Marruecos pero también entre la Unión Europea y el espacio extracomunitario), ese rincón de África rodeado de vallas y de mar, se enfrentaba a una situación extraña, ajena a su realidad: una frontera cerrada, vidas transfronterizas desgajadas de su cotidianeidad y para muchas, de su modo de vida.
“Cuando llegué, tenía solo esa idea de la valla, que Ceuta es solo la valla y luego te das cuenta que no es solo la valla, que hay otra vallas, algo que se refleja en la segregación espacial en la ciudad. De un lado el barrio cristiano, y luego los barrios con población musulmana, cuanto más pegados a la frontera, más pobres, más marginalizados”, para la activista el Príncipe es un exponente claro de esto: la marginalización de su población, también de personas que después de muchos años siguen indocumentadas y que “ahora, con esta situación, están mucho más vulnerabilizadas”.
No Name Kitchen, la pequeña organización que se despliega en algunos puntos calientes de la fortaleza Europa, aterrizaba con un pequeño proyecto en la ciudad autónoma: su objetivo, acompañar a menores y extutelados atrapados en el limbo del enclave africano. Cuando llega a sumarse al proyecto, Corral encuentra un escenario poco habitual en la ciudad autónoma: “la frontera llevaba un año y medio cerrada, se notaba un poco el clima de agotamiento”. Cuando hablamos al teléfono semanas después la situación ya ha cambiado radicalmente: miles de personas han cruzado la frontera y han sido devueltas sin ninguna garantía por parte de España.
“A mí me parece que con todo esto se ha intentado crear miedo. De un lado estaban los discursos de invasión, y por otro lado, población local que lleva mucho tiempo y aún está indocumentada también ha tenido miedo de salir a la calle porque las devoluciones se estaban haciendo de manera arbitraria”, chicos sin papeles con miedo de ser devueltos: “Se ha creado un malestar social increíble a raíz de esto”, resume Corral.
Y después, dos actitudes ante ese miedo: una encarnada por la extrema derecha, que viene tiempo agitando el escenario ceutí: “Cada vez que sale algo, por ejemplo, cuando se vacunó a las personas del CETI, pues ya estaba ahí Vox con su discurso de odio: ‘¿por qué a ellos primero y no a la población ceutí?’, aprovechan cualquier excusa en la que poder meter un discurso de odio para crear conflicto, incendiar las redes”. Por otro, el miedo al avance de estos discursos y con ellos al empeoramiento de una situación ya bastante complicada.
En el lado opuesto de la narrativa, hace tres años se creó El Foro de Ceuta, un medio local que tiene por objetivo abordar lo que pasa en la frontera sur, desde una perspectiva de derechos humanos y con enfoque feminista. “Nos caracterizamos por ese enfoque de derechos humamos y por eso nos comprometemos a no dejar pasar ciertas cosas, no blanquear un discurso que desde algunos medios sí ha podido llegar a blanquearse”, apunta Paloma F. Coleto, una de las periodistas de este joven medio digital.
Y es que la valla, la frontera, el límite tan bien trazado por un doble sistema de muros, fuerzas de seguridad de ambos lados, una sofisticada red de video vigilancia, es el centro de atención de los medios de comunicación fuera de Ceuta. Sin embargo de las fronteras internas, llena menos eco: un escenario de profunda segregación fuera del foco mediático y durante mucho tiempo también del discurso político, que difumina las diferencias bajo una invocación “romántica” de la convivencia.
Convivencia-ficción
De “romanticismo” habla Mohamed Mustafá, asesor de la formación política Caballas, partido ceutí de carácter localista. Este politólogo es a menudo convocado para contestar a una pregunta recurrente en los último tiempos: ¿cómo ha sido posible la irrupción de la extrema derecha con tanta fuerza en la ciudad?, Vox colocó a su diputado en el Congreso en las últimas elecciones e impuso seis representantes en la asamblea ceutí.
Mustafá impugna la pregunta misma, “si situamos la irrupción de la derecha con la aparición de Vox, estaríamos equivocándonos, estaríamos haciendo un análisis miope, porque la extrema derecha, o los votantes que sustentan a Vox Ceuta, antes pertenecían al Partido Popular”. Y es que, como recuerda Mustafá, el PP llegó a contar con 19 diputados de 25, así que para el experto no hay duda: “ese electorado estaba dentro de este partido”.
Pero más allá de quedar atrapados en un “presentismo” que imposibilita análisis más complejos, Mustafá considera necesario indagar en las raíces de la segregación social ceutí, y su relación con la reacción racista. El problema remite a los mismos orígenes de la democracia española, y para Mustafá, tiene que ver con la falta de reconocimiento y consideración tanto de Melilla como de Ceuta: “Nos hemos sentido ninguneados. Ceuta y Melilla son incómodas para los gobiernos de Madrid, porque hay una histórica reivindicación por parte de Marruecos hacia esas dos ciudades. Además Marruecos es un vecino preferencial para España”, algo que, considera Mustafá ha impedido dotar a los enclaves de una mayor autonomía asumiendo que esto implicaría el enfado de los vecinos del sur. “En Ceuta hubo movilizaciones en los años 90 para que se constituyese en Comunidad Autónoma y eso derivó en un híbrido administrativo que no existe, un camino de en medio: el de las ciudades autónomas. Es algo que no ampara la Constitución española y que nos ha generado muchísimos quebraderos de cabeza a la hora de poner en marcha iniciativas administrativas”.
Con unas cifras récord de paro juvenil, de pobreza, o de abandono escolar, a Mustafá le cuesta asimilar que “desde un despacho de Madrid se gestiona la educación, cuando Ceuta es un espacio sociocultural absolutamente diferente al resto de España y requiere de personas que sepan cuál es su idiosincrasia y sus demandas”. Empleo es otra de las competencias que pertenecen al Estado, en una ciudad que cuenta con unas altísimas cifras de desempleo especialmente juvenil.
Para Mustafá este “ninguneo”, por parte del Estado hace a la gente sentir como “ciudadanos de segunda”. Pero es una ciudadanía de segunda que engloba a otra ciudadanía de segunda: la de la población musulmana: “esos indicadores sociales no afectan de forma homogénea a la ciudad plural que es Ceuta, sino que afecta de forma decisiva sobre un colectivo determinado que es el colectivo musulmán, aquí algo falla”, apunta Mustafá. Algo que se nota claramente en el empleo. Hay una gran parte de la sociedad que es funcionaria, en su mayoría cristianos, y una gran parte que se dedica a los servicios, en su mayoría musulmanes. Así estos últimos prestan sus servicios a la clase media funcionaria blanca. Mustafá afina la descripción del problema: prácticamente no hay profesorado musulmán, y en el único sector público donde hay presencia musulmana, el ejército, las personas musulmanas se concentran en los estratos más bajos.
“La situación de Ceuta como ciudad fronteriza presenta además una serie de desafíos especiales. Si nos acercamos a esta realidad desde una perspectiva feminista, podemos señalar cómo la existencia de un mercado laboral fuertemente marcado por la división sexual ha situado, durante muchos años y antes del cierre de la misma debido a la crisis sanitaria, a las mujeres transfronterizas en los espacios y actividades de mayor precariedad agudizando tanto la desprotección frente a los abusos como las violaciones de los derechos humanos”, denuncia por su parte Miriam, de la Plataforma Feminista de Ceuta.
Sin embargo, a la segregación en la ciudad se le suma la impugnación de los derechos humanos como enfoque: “Se está dando un discurso en el que defender los derechos humanos quiere decir que eres de izquierda radical. Se normalizan determinados ataques, actitudes xenófobas, supremacistas, racistas, de aporofobia”, apunta Coleto desde el Foro de Ceuta: “Estamos pasando unos límites que son muy peligrosos para los mismos cimientos de la democracia”, señala la periodista en un contexto en el que ha devenido habitual escuchar discursos de odio no velados hacia musulmanes, migrantes o feministas.
Resistencia ante una emergencia política
Mujer, musulmana, con velo, la líder del grupo MDyC, Fatima Hamed Hosseini, se ha hecho viral varias veces por sus contundentes respuestas a los diputados de Vox: “Le da igual dinamitar Ceuta con tal de que su líder, el líder de las mamandurrias a nivel nacional, saque algún tipo de rédito”, decía hace pocos días. Más sorprendentes fueron las palabras del diputado del PP Yamal Dris, que en un gran rifirrafe, llamó “sinvergüenza fascista” a su par de la formación ultraderechista, Carlos Verdejo. Tal es el clima que la formación de Abascal ha impuesto en las instituciones.
Mustafá llama a no basar todas las conclusiones en el presente, en las provocaciones de Vox o la respuesta de las distintas formaciones. Él tiene su teoría sobre la génesis de esta intensificación de la derecha: en una sociedad tan desigual como la ceutí, hay una parte de la población local que se resiste a que las personas de origen marroquí tengan los mismos derechos que los demás. Llevan luchando contra ello desde 1986. “En ese año es cuando los colectivos musulmanes de Ceuta y Melilla, tras varias manifestaciones, logran alcanzar la nacionalidad: era una lucha ciudadana por los derechos civiles que alcanzábamos por primera vez. Eso marca un punto de inflexión”. Mustafá recuerda que quienes se manifestaban sin embargo, para evitar que esto se concretara, fue Alianza Popular, un par de partidos de extrema derecha, y también gente del PSOE.
Sin embargo, hay un punto que Mustafá considera como el más álgido: “es cuando los colectivos musulmanes empiezan a participar en política, y eso sucede en la década de los 90”. Ahí las cosas empiezan a tensarse, un pueblo marginalizado convirtiéndose en sujeto político despertaba suspicacias. Tres décadas después, y volviendo al presente, tenemos a un PP menos beligerante con la comunidad musulmana: necesita de sus votos también. “Ha ido modulando su discurso en función de sus intereses, habla de una convivencia romántica, con la que forzosamente tienes que estar a favor, porque quién va a estar en contra de la convivencia”.
Agitando la “islamofobia”
Lejos del discurso de la convivencia entre culturas que enarbola, en varias ocasiones, el Partido Popular no ha ocultado un sustrato racista. Han sido las y los ceutíes, manifestándose, los que han tenido que reencaminar la marcha. En los carnavales de 2006 una chirigota cantó un tema en el que afirmaba que Hitler se había equivocado, dando entender que a quien tenía que haber gaseado era a los musulmanes. Fueron aplaudidos por autoridades del PP y ganaron la competición. “Se montó una de las manifestaciones más numerosas que recuerdo en la ciudad en contra del racismo”, rememora Mustafá. Pero el tema se cierra en falso “tuvimos que llevarlos al juzgado donde fueron condenados, eran policías locales en su mayoría, las personas que deberían cuidarnos”, el gobierno del PP “manda la patata caliente sobre el tejado de la justicia, no hay un cierre institucional, no se marcan unas líneas rojas que no se puedan traspasar”.
Sin embargo, ante la ruidosa llegada de Vox a la campaña para la Asamblea y sus ataques abiertos a una parte de la ciudadanía ceutí, el PP promete que no se aliará con este partido. Pero tras un pacto fallido con el PSOE, se apoyan en la formación ultraderechista: “Acuerda unos presupuestos que son anti musulmanes, antifeministas, anti igualitarios, y todos los antis que se te puedan ocurrir”, resume Miriam, “le quita subvenciones a asociaciones dirigidas a personas musulmanas, quita subsidios a organizaciones que luchan por la igualdad de género y contra la violencia”. Paralelamente, los discursos dan cada vez más miedo, evoca esta feminista. “Durante este año de legislatura los ataques a la población musulmana en todos los plenos son inaguantables. A los partidos de la oposición se les acusa de pro marroquíes siempre”.
En febrero de 2020 El Foro de Ceuta publica unos mensajes de whatsapp atribuidos a los líderes de Vox, textos tremendamente insultantes e islamófobos. “En lugar de remar para atrás, la cúpula del partido dice que esos mensajes no son verdad. Fatima Hamed se va a la fiscalía y les denuncia por delitos de odio”, cuenta la periodista. El 28 de febrero una gran manifestación al grito de convivencia fuerza al PP a romper con Vox y volver a acercarse al PSOE.
En un momento en el que Vox se ve acorralado, su estrategia es profundizar el ruido y los insultos en la Asamblea, reflexiona Coleto. Se asiste a un nuevo punto de inflexión, “llega una crisis migratoria como nunca se había vivido en esta ciudad ni en este país. Vox aprovecha esto para soltar su discurso del odio y no contentos con eso el líder de Madrid viene y acusa a la población ceutí de ser infiltrados, pro marroquíes, quintacolumnistas de Mohamed VI y que han permitido esta ‘invasión de moros’. Y así estamos”, concluye la periodista.
Mirando al futuro
Como ya han dejado claro en la calle y en la asamblea, el discurso de Vox no convence ni engaña a gran parte de la población ceutí, es el caso de la Plataforma Feminista: “Lo que sí tenemos claro como movimiento es que los conflictos o dificultades que se plantean en nuestra Ciudad o involucran a las ‘minorías’ no se deben tanto a las diferencias culturales o a la falta de integración como quieren en muchas ocasiones las posiciones más extremas hacernos ver, sino a una situación real de segregación y apartheid social”, apuntilla Miriam.
“Si queremos tener una sociedad basada en los principios de libertad e igualdad, es importantísimo llegar a un entendimiento, a una condición previa, que es la de la justicia social”, defiende Mustafá que destaca la urgencia de atajar los desfases a través de políticas públicas que requieren a su vez un análisis previo, identificar cuáles son estos problemas: “La solución pasa por entender que Ceuta es diversa. Aquí las políticas que se deben implementar nada tienen que ver con las que se implementen en Murcia. Tenemos que ser los ceutíes los que propongamos la solución”, insiste el asesor de Caballas. “O entendemos que Ceuta es diversa y en su diversidad tiene que conformar un cuerpo social único o estamos abocados al fracaso y a chocar una y otra vez, como si nos encontrásemos en el Día de la Marmota”.
Miriam apunta en la misma línea: “Es necesario hacer frente a los discursos de odio mediante contra narrativas y narrativas alternativas que fomenten la convivencia y apuesten por la consecución de una sociedad libre de estigmas, partiendo de la necesidad de establecer cauces de diálogo entre las diferentes realidades aquí vividas”.
Nota:
* Madrileña, Diplomada superior en Antropología Social y Política por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Periodista especializada en género, con predilección hacia los Sures del mundo. Colaboradora de espacios y medios comprometidos con la transformación social. Socia fundadora de la organización argentina Comunicación para la Igualdad, de la que es docente especializada en género y comunicación.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/