El jueves 7 de abril, la Asamblea General de la ONU suspendió la membresía de Rusia del Consejo de Derechos Humanos por 93 votos a favor, 24 en contra y 58 abstenciones.
“La decisión se adoptó en una resolución en la que la Asamblea General ‘expresa su grave preocupación por la actual crisis humanitaria y de derechos humanos en Ucrania, en particular por los informes de violaciones y abusos de los derechos humanos y de violaciones del derecho internacional humanitario por parte de la Federación de Rusia’. Tales violaciones incluyen “abusos sistemáticos” de los derechos humanos”, explican desde el sitio web de la ONU.
De acuerdo a la ONU, la Asamblea General llegó a esa decisión a partir de las declaraciones de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, y la última actualización sobre la situación hecha por la Misión de Observación en Ucrania el 26 de marzo de 2022.
Expresan desde la ONU, “la resolución, copatrocinada por 58 Estados, recuerda que la Asamblea General tiene el derecho de suspender la membresía del Consejo de Derechos Humanos de un país que “cometa graves y sistemáticas violaciones de los derechos humanos”.
Gennady Kuzmin, representante ruso ante la ONU, dijo allí que la resolución de la Asamblea General “supone continuar con el neocolonialismo de Estados Unidos en las relaciones internacionales” y añadió que “una parte de los Estados miembros son sus subordinados”. Además dijo, «rechazamos las acusaciones falsas contra nosotros, basadas en eventos escenificados y en falsificaciones ampliamente difundidas».
Al parecer las ‘graves y sistemáticas violaciones de los derechos humanos’ por parte del ejército ucraniano junto a sus grupos de mercenarios contra la población de Donbass durante 8 años no es motivo suficiente para tomar las mismas acciones contra el gobierno ucraniano. Al parecer, la persecución y represión al pueblo rusoparlante de Ucrania por parte del gobierno ucraniano no es suficiente motivo. No sólo que son ignorados estos crímenes, sino que además omiten la participación de los países externos que se encargan de financiar y armar a los grupos que cometen los asesinatos en el Donbass (varios votaron a favor de la suspensión).
La difusión de las imágenes de la ‘masacre de Bucha’ que conduce a la suspensión de Rusia en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU revela varias aristas para analizar y demuestra una de las formas del guerrerismo imperial.
En primer lugar podemos mencionar que este accionar por parte de la ONU no es nuevo, sólo viene a recordarnos y evidenciar que el papel de los organismos internacionales responde a los intereses de ciertos actores, al bloque occidental EEUU-OTAN-Reino Unido.
Luego de que el gobierno ucraniano difundiera las imágenes de Bucha, acusó inmediatamente a Rusia de cometer crímenes de guerra y violar los derechos humanos, contando con un gran apoyo de líderes y medios hegemónicos occidentales. Rusia enseguida negó ser responsable, expresó sus argumentos y solicitó una reunión urgente con el Consejo de Seguridad de la ONU, pedido que fue rechazado en el acto por Reino Unido quien preside el Consejo. Es decir, que no se pudo llevar adelante el pedido de reunión ruso en la ONU, pero sí movilizar a la mayoría de líderes mundiales a una Asamblea General para realizar una votación y una condena sobre hechos aún no investigados. Se decide sobre la culpabilidad de Rusia sobre los hechos de Bucha sin haber asignado un equipo de investigación que recopile y analice lo sucedido.
“Desafortunadamente, el hecho de que la comisión o el consejo de derechos humanos no espere a que se dé la información pertinente de la investigación que está haciendo la comisión independiente y la Corte Penal Internacional (CPI) está implicando que no se le está dando la posibilidad a Rusia de llegar al trasfondo de la situación», dijo Claudia Serrano, doctora en estudios latinoamericanos en entrevista con Sputnik.
La forma en que procede la ONU y la mayoría de los países que votaron contra Rusia es prueba sobre la única vara que existe para decidir a quiénes y qué hechos se investigan, cuáles muertos valen más, qué pueblos merecen apoyo y cuáles el silencio y la complicidad, quiénes merecen justicia y quiénes el olvido. Porque al fin y al cabo, estas son decisiones políticas intencionadas que responden a los intereses de quienes lideran y manejan las instituciones que dicen fomentar la democracia, la libertad y la justicia a favor de los pueblos del mundo. Pues, una vez más, queda demostrado que los principios y valores que dicen defender sólo valen para ciertos actores de poder, no para los pueblos.
Pedro Luis Pedroso Cuesta, Representante Permanente de Cuba ante Naciones Unidas, en su intervención durante la votación de la Asamblea General expresó:
“Desde que se inició el proceso de negociaciones sobre la construcción del nuevo Consejo que sucedería a la Comisión de Derechos Humanos, Cuba se opuso a la cláusula de suspensión de la membresía, debido al serio riesgo de que la misma fuese utilizada por determinados países que privilegian el doble rasero, la selectividad y la politización de los temas de derechos humanos
Hoy es Rusia, pero mañana puede ser cualquiera de nuestros países, particularmente naciones del Sur que no se pliegan a los intereses de dominación y que defienden con firmeza su independencia.
No fue casualidad que los más entusiastas promotores de la cláusula de suspensión de la membresía, cuando se negociaba la construcción del nuevo Consejo de Derechos Humanos, fueron naciones desarrolladas con demostrada tendencia a acusar a países del Sur que no se ajustan a sus supuestos modelos de democracia, mientras permanecen en silencio cómplice ante flagrantes violaciones de derechos humanos en países occidentales.
Podrá esta Asamblea aprobar algún día una resolución suspendiendo la membresía de Estados Unidos en el Consejo de Derechos Humanos, por poner solo un ejemplo?
Todos sabemos que eso no ha sucedido ni sucederá, a pesar de sus violaciones flagrantes y masivas de los derechos humanos, como consecuencia de invasiones y guerras de rapiña contra Estados soberanos, en función de sus intereses geopolíticos. Han ocasionando la muerte de cientos de miles de civiles, que denominan “daños colaterales”; millones de desplazados, y vasta destrucción en toda la geografía de nuestro planeta, pero esta Asamblea jamás ha suspendido ninguno de sus derechos.
También sabemos todos que no se aplicará la cláusula de suspensión contra el Estado que ha impuesto contra Cuba, por más de 60 años, un criminal bloqueo económico, comercial y financiero que constituye, sin dudas, la más prolongada, flagrante, masiva y sistemática violación de los derechos humanos de todo un pueblo y un verdadero acto de genocidio contra todo un país”.
Además, el expresidente de Bolivia, Evo Morales dijo “la expulsión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos es una acción hipócrita de escarmiento de EE.UU. y la OTAN, que pretenden obligar a los países del mundo a alinearse detrás de su cultura política de invasiones, muerte y armamentismo», señaló el antiguo mandatario boliviano, quien calificó la medida de «doble moral del intervencionismo yanqui».
Por otro lado, para poder lograr este tipo de acciones como la condena mundial y la suspensión de un país, en este caso de Rusia, del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, se requiere de un trabajo previo, de distintas tácticas, y aquí nos enfocaremos específicamente en la guerra de la información.
Si bien podríamos escribir un libro argumentando este punto, mencionaremos algunos ejes importantes. Cuando más arriba nos preguntamos quiénes deciden a qué países y qué hechos se deben investigar y cuáles condenar, podemos ir respondiendo que dependerá de qué lado se encuentra situado ese país, ¿del ‘bando democrático’, o del ‘bando autoritario’?. El año pasado se llevó a cabo la autodenominada Cumbre de la Democracia en donde se determinó y estableció la retórica de que el mundo se encontraba dividido entre países democráticos y países autoritarios (poniendo el énfasis en los líderes de cada país, tratando de personificar ‘el mal’), y para aquellos países aliados no democráticos se los consideraba como ‘democráticos en transición’, o autoritarios que están trabajando sobre su democracia… Durante mucho tiempo se trabajó sobre la construcción de Putin (incluso sobre el mismo pueblo ruso) como líder autoritario, frío, calculador, incluso se lo comparó con Hitler; versus un Zelensky que lucha por su patria, que está junto al pueblo y que resiste.
También se construyó la idea del enemigo: Rusia, y junto a ella, China, y esto no sólo quedó en evidencia en cada titular de los medios occidentales y en los ejercicios militares que se practicaron durante el 2021 desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro, sino también en las reuniones del G7, en la reunión de Ministros de Relaciones Exteriores de la OTAN en Riga, en la mencionada “Cumbre de la Democracia”, en la Brújula Estratégica europea, o en el recién elaborado Concepto Estratégico de la OTAN.
Esta es una forma simplista de querer construir la idea de que una guerra (con su enorme complejidad) se trata de una disputa entre ‘buenos y malos’ (democráticos y autoritarios), como si las guerras no se trataran de complejos procesos sociohistóricos que requieren un poco más de análisis y voluntad de comprensión. No obstante, esta manera de determinar lo discursivo entre buenos y malos en un conflicto presente está intencionalmente construido.
La guerra de la información no sólo se trata de sesgar la información o de censurar (ambas utilizadas también en la crisis ucraniana), sino que principalmente la clave se encuentra en interpelar las emociones de las personas. Esto permite no sólo recopilar datos sobre qué tipo de emociones se despiertan, en qué grado o cómo se expresan ante ciertos hechos, también sirven para prever y proyectar futuras reacciones e incluso provocar acciones individuales o colectivas.
Por lo tanto, se puede analizar cómo los hechos sucedidos en el ataque al teatro de Mariupol, o en el hospital de maternidad sirvieron para tomar la temperatura respecto a las reacciones de la opinión pública, especialmente la occidental.
Por supuesto que las imágenes de cuerpos muertos repartidos por las calles de una ciudad interpelan y generan emociones: enojo, impotencia, bronca, tristeza, dolor… Pero al parecer no generan dudas sobre quién perpetró los hechos, no se necesitan pruebas ni investigación para determinar una condena porque el escenario ya estaba preparado.
En conclusión, una de las formas de accionar del guerrerismo imperial tiene que ver con la utilización de las instituciones como los organismos internacionales que permiten materializar y reforzar el trabajo realizado previamente a través de la guerra de la información que incluye tácticas como la deslegitimación, la construcción de la opinión pública, los dispositivos de cancelación, las operaciones psicológicas… con el objetivo de mantener la situación en un estado de guerra constante.
Pues la guerra no comenzó cuando Putin decidió el 24 de febrero comenzar con la Operación Militar Especial en Ucrania… o acaso no existía guerra mientras el ejército ucraniano junto a los batallones nazis bombardeaba y asesinaba a la población de Donbass?; o no existía el estado de guerra mientras la OTAN avanzaba hacia el Este europeo violando todo tipo de acuerdos de seguridad europeo?; o no existía el estado de guerra mientras el eje occidental fomentaba la desestabilización en los países frontera a Rusia (Kazajistán, Bielorrusia, Ucrania, Georgia, Armenia, Azerbaiyán, en el Mar Negro, en el Mar Báltico)?; o no existe un estado de guerra mientras se aplican sanciones unilaterales año tras años?
La guerra, como ya hemos mencionado anteriores veces y se encuentra detallado en el Manual Breve de Geopolítica, sirve “como dispositivo de expansión imperialista cuyo fin es alcanzar sus objetivos económicos y financieros capaces de sostener el propio sistema. (…) Las guerras no han sido momentos excepcionales en la historia de la humanidad sino algo que la atraviesa con toda su complejidad”.
No por casualidad estos crímenes sucedieron en Ucrania, justo cuando se estaba avanzando sobre las conversaciones de paz, cuando se hablaba de la posibilidad de declaración de neutralidad de Ucrania, o de la renuncia a ingresar a la OTAN por parte de Ucrania.
¿A quiénes beneficia la continuidad de la guerra? A Ucrania y a Rusia, claramente no. A Europa que se ve sumida en múltiples crisis (energética, abastecimiento, alimentaria, desplazados y refugiados, política interna, comercial…) claramente no, aunque siga apoyando ciegamente los lineamientos de Washington.
La continuidad de esta guerra (aunque no tome la forma belicista de guerra armada entre dos países -Rusia, Ucrania-) beneficia al complejo industrial militar estadounidense, a los organismos de crédito (que ya no necesitan destrozar la infraestructuras de países enteros para endeudarlos en su reconstrucción como en guerras anteriores), a los especuladores financieros, y por supuesto a un amplio bloque de poder estadounidense que busca frenar el avance de Rusia hacia Europa occidental, busca frenar cualquier tipo de acuerdo entre Rusia y los países de Europa, principalmente Alemania y Francia. Podemos ver cómo luego de años de duras sanciones contra el Nord Stream II y una fuerte oposición alemana ante los ataques de Washington al proyecto del gasoducto, hoy lograron frenarlo por completo, aunque eso implique profundizar las múltiples crisis en la misma Alemania y en Europa en general. También logra frenar el avance del cinturón y la ruta de la seda china hacia Europa, y los avances y acuerdos económicos entre China y Europa.
No obstante, también podemos ver que las formas de responder de Rusia ante diversos ataques no sólo no permitieron que los objetivos de desestabilización de su país se logren, sino que aceleraron los procesos y proyectos euroasiáticos e incluso están haciendo tambalear los esquemas actuales del sistema unipolar estadounidense y demostrar que otra forma de “orden mundial” es posible: el multipolarismo.
Micaela Constantini, periodista, parte del equipo de PIA Global.
Foto de portada: Una panorámica de la Asamblea General durante la sesión de emergencia sobre Ucrania en la que se votó la suspensión de la membresía de Rusia en el Consejo de Seg. ONU/Manuel Elias