Es el caso de la Unión Europea, que se construyó como respuesta política a una realidad que ya no existe -el bloque socialista- y que, ante la ausencia de su fuerza vital, se embarcó en un errático proceso de ampliación, destinado sobre todo a provocar a Rusia, crear las condiciones para la expansión de la OTAN y responder a la creciente necesidad de los monopolios de nuevos mercados y nuevas fuentes de mano de obra cualificada y barata, como es el caso de Europa del Este.
En este marco y en respuesta a las mismas necesidades, la UE reedita una vez más una receta ya ampliamente conocida por los pueblos del Sur. Mientras se reconoce ampliamente que los criterios presupuestarios contenidos en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento constituyen un estrangulamiento de la inversión pública y son responsables de la visión a corto plazo que ha dejado a los Estados miembros rehenes del autoritarismo financiero de Bruselas, en un momento en que el bloque europeo pierde cada vez más terreno frente a las economías con las que tiene que competir, el poder supranacional no electo de la UE vuelve a proponer, esta vez a todos los europeos, algo que ninguno de estos pueblos votaría jamás: austeridad para los próximos cuatro años (como mínimo).
Lo que aparece en el horizonte, sin ningún debate nacional en profundidad, tras ser aprobado por el Consejo y el Parlamento Europeo, es un paquete de austeridad global, a escala europea, aplicable a casi todos los países de la Unión, al que se le ha dado el pomposo nombre de «Nuevo Marco de Gobernanza Económica» y que se basa en instrumentos como el «Análisis de Sostenibilidad de la Deuda» y los «Planes Fiscales Específicos» por Estado miembro, que se desarrollarán en el marco de un periodo de ajuste de 4 años, ampliable a 7. Si el Pacto de Estabilidad no fue suficiente para llevar a la mayoría de los países a la austeridad, esta vez la autocracia de la UE trabaja para no dejar a nadie atrás. Cada país debe acabar con toda evidencia o recuerdo de que un Estado social ha funcionado alguna vez con enorme éxito.
Por eso hay que decir que «¡viene de perlas! En un momento en que los países deberían estar invirtiendo de forma absolutamente decidida en industrialización, innovación y conquista de un lugar en lo alto de la cadena tecnológica del futuro, como están haciendo China y Rusia y para lo que Estados Unidos se está endeudando brutalmente, ¿qué deciden hacer los contables de Bruselas? Aplazar la carrera, poniendo en entredicho los objetivos que ellos mismos se han fijado para 2030 y 2050.
Una vez más se repite la historia de los países bien educados y ahorradores frente a los que no saben gobernarse. Pero esta vez, a excepción de cinco países (Chipre, Suecia, Estonia, Dinamarca e Irlanda), todos los demás tendrán que apretarse el cinturón y recortar 100.000 millones de sus presupuestos públicos ya en el primer año de ajuste. Por cierto, 100.000 millones es más o menos lo que la UE ha ofrecido al régimen de Kiev hasta la fecha (en enero de 2024 eran 85.000 millones de euros, según el Instituto Kiel). Y cualquiera de esos afortunados países es importante para la financiación del presupuesto europeo plurianual.
Asumiendo que esta destrucción económica masiva es la continuación de un proceso que comenzó con las subprime, a partir de las cuales las economías europeas tuvieron que pagar las pérdidas de los bancos americanos, y continuó con el conflicto OTAN/Rusia en Ucrania, que no sólo ha privado a los países europeos de importantes factores de producción, a bajo precio y con garantía de calidad y cantidad… ¿Cómo debería actuar la Unión Europea, sobre todo sabiendo que en los EE.UU. de Biden, la aplicación de la Ley de Reducción de la Inflación está muy avanzada, con un vasto programa de inversiones en áreas tecnológicas clave como los vehículos eléctricos, las baterías de litio, los paneles fotovoltaicos y los semiconductores?
¿Cómo deberían actuar los líderes políticos europeos si miran a China y ven una inversión masiva en industrias clave, principalmente convirtiendo la economía de industrias de bajo valor a industrias de alto valor añadido; si miran a EE.UU. y ven el mismo tipo de inversión, con total desprecio por los niveles de deuda pública, que ya han superado el 133% del PIB; si miran a Rusia, India y ven un esfuerzo desesperado por recuperar el terreno perdido y unirse a las economías desarrolladas? Qué se esperaría que hicieran si les preocupara, como dicen que les preocupa cuando persiguen votos, la sanidad, la educación, la vivienda, la transición digital y la descarbonización? ¿Apostarían por más austeridad económica?
Es increíble cómo las decisiones tomadas por los órganos de la UE, ya sea por la burocrática Comisión Europea, el Consejo Europeo o el Parlamento Europeo, están profundamente alineadas con las necesidades de EEUU, en un camino de creciente apropiación del mercado que parece no tener fin. Si EEUU tenía todo que ganar con el conflicto ucraniano, Europa tenía todo que perder, ¿y qué hizo la autocracia europea? Se lanzó de cabeza e hipotecó todo nuestro futuro.
Si para EEUU este conflicto ha supuesto más venta de armas, la apropiación de tierras y propiedades ucranianas por los monopolios, la viabilidad de la industria del gas de esquisto y «buenos empleos para los trabajadores estadounidenses», como dice Blinken, para Europa sólo ha supuesto perjuicios, bien reflejados en el hundimiento del motor económico alemán, cuyas empresas huyen ahora a EEUU y China. Todo bajo el pretexto de la seguridad contra el malvado gobierno ruso o bajo el pretexto de la «sostenibilidad y el crecimiento», como ahora con el paquete de austeridad aprobado. En la UE, el nivel de propaganda es absolutamente proporcional al daño causado por sus políticas.
Después de todo esto, ¿qué necesitaría ahora EE.UU., dado que ya tiene el control absoluto del acceso al mercado europeo y ha conseguido atraer a la mayoría de los descerebrados dirigentes nacionales hacia la «descarbonización» de China y el «desacoplamiento» de Rusia? Lo que más interesaría a EE.UU. sería que la UE renunciara a apoyar la economía con fondos públicos, que renunciara a los objetivos de descarbonización y, con ello, que renunciara al desarrollo de tecnologías digitales y ecológicas que pudieran competir con las tecnologías estadounidenses en el mercado europeo e internacional. Si a EE.UU. le molesta tanto la feroz competencia de China, no hay nada más útil que ahuyentar a otro competidor, más aún cuando se alegra de hacerlo.
Es importante decir que quizá ni siquiera los EE.UU. esperaban tanto. De un plumazo, la propia UE está desarmando a los Estados miembros del arma de la inversión pública, que ya estaba en entredicho con el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (que no hizo sino adelgazar relativamente a los Estados europeos) y que ahora se ha incrementado con el nuevo marco de gobernanza económica de la UE. Pero no se detuvieron ahí. Como se portan muy bien, la tecnocracia europea ha aprobado fórmulas contables que, sobre todo, desarman a los países que son el motor económico de la «construcción europea». Así, según las reglas establecidas en este nuevo plan de ajuste fiscal, Francia, Italia, Alemania, Bélgica y Holanda tienen que hacer los mayores recortes presupuestarios, entre 6.000 y 26.000 millones de euros al año. En otras palabras, los países que más contribuyen al PIB y al presupuesto plurianual de la UE son precisamente los que más recortarán. No podría ser mejor.
De hecho, es de nuevo el inevitable ministro de finanzas alemán, esta vez el Sr. Christian Linder, quien más ha presionado en este sentido. Algunos dicen que es ese trauma de la inflación alemana de la Primera Guerra Mundial, pero no se engañen. Alemania es un país totalmente ocupado y es hoy una nación deconstruida, sin voluntad propia y totalmente alineada con las estrategias de Washington. Baste decir que su canciller observa la destrucción de la fuente de energía para su industria -el Nord Stream- y permanece en silencio. ¿O qué decir de su trabajo como chico de los recados en el viaje a China? Decir que ni siquiera fue recibido en el aeropuerto por un alto cargo del Estado chino refleja su falta de importancia y lo que los chinos piensan hoy de la clase política de -todavía es- la mayor potencia de Europa.
Lo cierto es que, con el nuevo marco de gobernanza económica, la mayoría de los Estados miembros se verán obligados a aplicar recortes presupuestarios masivos. La deuda tendrá que reducirse anualmente en un 1% del PIB para los países con deuda elevada (más del 90% deuda/PIB) y en un 0,5% para los países con deuda media (60%-90%). El límite de déficit del 3 por ciento establecido en los tratados se complementa con la salvaguarda de resistencia al déficit defendida por Alemania, es decir, Christian Linder, que significa que los países tendrán que seguir reduciendo sus déficits estructurales hasta que caigan por debajo del 1,5 por ciento del PIB. No bastaba con endurecer el techo del 3 por ciento, ahora es aún más estricto. Todo porque el Sr. Linder, licenciado en Ciencias Políticas pero economista de profesión, dice que «el dinero prestado no puede generar crecimiento a largo plazo», lo cual es técnicamente incorrecto.
Si el Sr. Linder tuviera razón, ninguna empresa, familia u organización se endeudaría para invertir. De hecho, ese es el secreto de la banca capitalista. Coger depósitos de los que ahorran para prestárselos a los que los necesitan para invertir.
Pero hay una última prueba de que estas políticas financieramente autoritarias no funcionan, ni siquiera económicamente. Las reglas presupuestarias europeas que han estado vigentes hasta ahora y que han presidido la crisis del euro, han sido incapaces de reducir la deuda de los estados miembros, sino que sólo han contribuido a reducir el gasto público y, en consecuencia, a provocar la caída de la demanda interna, el descenso de la producción económica y, como vemos, el aumento de la deuda pública. La misma deuda que ahora se pretende reducir, de nuevo, de la misma manera, con el mismo método.
Pero hay una última prueba de que estas políticas financieramente autoritarias no funcionan, ni siquiera económicamente. Las reglas presupuestarias europeas que han estado vigentes hasta ahora y que han presidido la crisis del euro, han sido incapaces de reducir la deuda de los estados miembros, sino que sólo han contribuido a reducir el gasto público y, en consecuencia, a provocar la caída de la demanda interna, el descenso de la producción económica y, como vemos, el aumento de la deuda pública. La misma deuda que ahora se pretende reducir, de nuevo, de la misma manera, con el mismo método.
Como consecuencia de esta política y de los problemas sociales creados y no resueltos, volvemos a convivir con la extrema derecha y el fascismo en nuestros parlamentos, en los grandes medios de comunicación, en las fake news y en las redes sociales. Ha vuelto el discurso anticientífico, pero enmascarado de pseudociencia, como ahora vemos explicado en este nuevo ajuste fiscal promovido por la UE, para ser aplicado en el peor momento posible.
Así que veamos cómo funcionan estas magníficas cabezas pensantes: si la pinza del 3% no ha funcionado, ha destruido valor, contraído la economía europea y creado problemas sociales, de los que han trepado el fanatismo de extrema derecha y el fascismo, ¿qué hacen? ¡Aplican el torniquete aún más fuerte! ¿Alguien puede entender algo así? Si en la primera ronda el paciente estuvo a punto de morir, en esta ronda debe morir definitivamente. Es una especie de «Gran Hermano» versión a escala europea del excelente libro de Michael Hudson «Killing The Host – how financial parasites and debt bondage destroy the global economy».
Hay muchas lecciones que aprender de toda esta locura:
- Lo que le está pasando a Argentina con Milei (lo que le pasó a Chile con Pinochet), que ha aumentado la pobreza en más de un 50%, ha mantenido la inflación por las nubes y sólo ha dado ganancias a los más ricos, tiene más admiradores en Europa de los que algunos quieren admitir;
- Hoy en día, los partidos políticos que constituyen el poder europeo son los partidos de la sumisión y, en esencia, no difieren entre sí (aparte de los miembros del grupo «La Izquierda» y los «Verdes», todos los demás grupos principales votaron a favor de este desastre);
- La política económica europea es actualmente una prolongación de la estadounidense, pero no desde una perspectiva constructiva, sino destructiva, para dejar espacio a la primera;
- Los resultados sociales, medioambientales y políticos de estas políticas financieras autoritarias están impidiendo a los Estados miembros desarrollar sus condiciones de vida y de trabajo y amenazan cada vez más el Estado del bienestar y el modo de vida que queda;
- A la vista de los resultados conocidos de estas políticas, insistir en profundizar en ellas significa estar de acuerdo con sus resultados, independientemente del discurso que se adopte después;
- Una vez más, la Unión Europea aparece como rehén de los conglomerados financieros globalistas y norteamericanos, que hacen de la usura de los Estados una de sus estrategias de acumulación preferidas, demostrando que no es la dimensión europea la que nos salva de este secuestro, sino la voluntad política que no existe;
- También demuestra que la Unión Europea es hoy más un ancla que obstaculiza el desarrollo de los Estados que un motor de su desarrollo.
Esta receta profundamente perjudicial, ensayada caso por caso durante la crisis de las hipotecas de alto riesgo, pasa ahora de su fase puntual, de caso por caso, en la que se ensayó y perfeccionó, a su aplicación global, convirtiéndose en política oficial de la UE. Si en la primera fase se culpó a los propios Estados miembros y a sus gobiernos de malos gestores y derrochadores, lo que repercutió negativamente en la calidad de las democracias occidentales, esta vez se culpará a las «normas europeas», lo que agravará la sensación de impotencia de los ciudadanos y con ella su frustración. Esta frustración tenderá a alimentar, ante todo, la demagogia neofascista.
Este efecto es innegable y es el resultado de los diversos choques que ha recibido la UE y de los efectos que estos choques han tenido en el deterioro de las condiciones de vida de la población. El hecho es que si nos fijamos en las previsiones de crecimiento del propio FMI, de todo Occidente, la UE es la que menos crece (con unas previsiones del 0,8% para 2024 y del 1,2% para 2025). Rusia, EEUU y sobre todo China e India crecen más, mucho más.
Si la historia nos dice que el «Estado mínimo», la contracción, la austeridad, impiden el crecimiento, el desarrollo, y sólo tienen el efecto de acelerar la concentración de la riqueza en la cima, no hay argumento que pueda esgrimirse a favor de este plan de austeridad. Gestionar en función de las posibilidades sólo nos lleva al encogimiento, a la cobardía, a la pequeñez. Gestionar en función de las necesidades nos hace crecer, asumir riesgos y llegar más lejos. Este coraje, esta visión, no existe en la política de los Estados miembros, y menos aún a escala europea.
Es fácil recortar y dejar caer, lo difícil es hacerlo crecer, cuando todo haría pensar que sólo se puede recortar. Hoy, en la UE, estamos recortando directamente. Cuanto más necesita invertir Europa, más se garantiza que no lo hará, lo que demuestra que no hay medida europea que no se ajuste a la forma americana.
*Hugo Dionísio, Abogado, investigador y analista geopolítico. Es propietario del blog Canal-factual.wordpress.com y cofundador de MultipolarTv, un canal de Youtube dedicado al análisis geopolítico. Desarrolla su actividad como activista de los derechos humanos y sociales como miembro de la junta directiva de la Asociación Portuguesa de Abogados Demócratas. También es investigador de la Confederación General de Trabajadores Portugueses (CGTP-IN).
Artículo publicado originalmente en Strategic Culture.
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