Colaboraciones Nuestra América

Argentina: dolarización y cierre del Banco Central; propuestas para la desintegración nacional

Por Rodolfo Pablo Treber*. Especial para PIA Global. –
Desde hace mucho tiempo, el debate político en la Argentina encuentra a los temas económicos, monetarios y financieros, como los principales problemas a resolver sin que surjan propuestas de solución lógicas, ni debidamente fundadas.

Sucede que, tanto en los discursos como en los hechos, han naturalizado como algo estanco e inamovible que la Argentina debe someterse eternamente a ser una factoría proveedora de materias primas a los países industrialmente más desarrollados. En otras palabras, se han resignado, y/o acomodado, a discutir diferentes formas de administración de una Argentina colonia, que solo debe dedicarse a aumentar sus exportaciones, en detrimento de su mercado interno y la calidad de vida de su población.

Es ahí, en ese contexto de resignación, posibilismo y ausencia de debate profundo sobre el modelo de desarrollo nacional, donde nacen y se hacen fuertes las delirantes ideas de solución en base a la destrucción de lo propio.

Por eso es importante remarcar que tanto la dolarización como el cierre el Banco Central son propuestas que solo agravarían los problemas de la economía local dado que significan una profundización de la destrucción del aparato productivo nacional y achicamiento del Estado que se vienen dando desde hace 46 años.

Respecto a la dolarización, la inestabilidad de precios en la economía argentina se comenzó a dar a partir de la liberación y privatización de su comercio exterior. Desde ese momento, tanto las exportaciones realizadas por multinacionales acopiadoras de granos (Cofco, Dreyfus, Cargill, Bunge, ADM), como las importaciones de cámaras del sector, automotrices internacionales y cadenas de comercialización, se realizan en dólares estadounidenses.

Como consecuencia de esto, todo producto del mercado interno resulta pasible de ser exportado por lo que tiene su precio directamente vinculado al tipo de cambio, y el resto lo hace de forma indirecta por su relación en la estructura de costos de producción y logísticos (combustibles, energía, etc.).

Por lo tanto, en nuestra economía, privada y totalmente transnacional, el Dólar funciona como patrón o respaldo del Peso argentino. Así, la moneda local es solo un reflejo de la extranjera dominante, y su precio se define según la cantidad de dólares en reserva del BCRA.

Esta subordinación política anula la soberanía monetaria, la capacidad de emitir, ya que está condicionada por la cantidad de dólares que ingresan al país y tiene impacto directo en el precio de conversión peso/dólar, el cual influye en la variación de los precios internos.

Esta dependencia a una moneda que no manejamos, que no emitimos, tiene graves consecuencias económicas que se traducen en devaluaciones permanentes e inestabilidad en los precios internos.

La vinculación directa entre economías tan dispares, creada por un comercio exterior en manos extranjeras, produce devaluaciones constantes que, al trasladarse directa o indirectamente a un aumento de precios, lastima al pueblo argentino.

Ejemplo claro de lo mencionado es que las casas se fabrican 100% en el país, pero ladrillos, cemento, arena, y todos los materiales de la construcción son susceptibles de compra/venta al exterior; por lo que, desde las empresas, imponen el precio Dólar del comercio exterior para no perder rentabilidad y asegurar sus ganancias. Lo mismo se repite en cada uno de los sectores productivos del país, y se ve agravado por la enorme cantidad de insumos y bienes importados que existen y tienen su precio, directamente, en moneda extranjera.

Entonces, el dólar es la causa de los problemas de la economía argentina, nunca puede ser su solución.

Una dolarización conllevaría nefastas consecuencias. La primera e inmediata sería la destrucción del poder adquisitivo, dado que las divisas existentes alcanzarían para un salario promedio aproximado de 70 dólares mensuales, monto con el cual el 90% de la población quedaría debajo de la línea de la pobreza. La segunda, es que en el corto plazo todas las empresas nacionales comenzarían a competir mano a mano con la industria extranjera; por lo que se terminaría por destruir todo el entramado productivo nacional, ocasionando una desocupación masiva. Y, finalmente, anularía toda capacidad de respuesta de parte de los gobiernos de turno ya que la emisión, tasa de interés y condiciones políticas las impondrían los Estados Unidos. Esto es la anulación total de la soberanía nacional.

La solución real, el conflicto a enfrentar, es totalmente opuesto al debate actual: Hay que reconquistar soberanía y pesificar la economía nacional.

Banco Central de la República Argentina: Un pilar necesario para el desarrollo productivo.

Haciendo foco en la administración del ahorro argentino, la banca y las finanzas, es importante reconocer que la generación, atesoramiento y distribución del dinero constituyen una herramienta poderosa que puede ser utilizada tanto para favorecer o detener la producción. Basta para ello, que conceda (o no) créditos a la industria, o que haga viable (o no) los pagos de intereses según la tasa que aplique. En consecuencia, un plan de producción y generación de empleo está supeditado, en gran parte, a la banca.

El Banco Central de la República Argentina fue diseñado a comienzos de la década de 1930, y formalmente constituido en 1935, ante la necesidad de planificar el crédito y la inversión nacional en un contexto geopolítico donde la destrucción industrial, que produjo la primera guerra mundial, impedía a los países desarrollados disponer de excedentes de producción para vender al resto del mundo. Así, la Argentina gobernada por un liberalismo feroz, se veía obligada a iniciar un proceso de industrialización por sustitución de importaciones. Sí, el mismo liberalismo fue quien tuvo que crear el BCRA para planificar la inversión y producción.

Luego, en 1946, durante el primer gobierno de Perón, se nacionaliza la totalidad del BCRA (que hasta el momento estaba manejado por un grupo de bancos privados) con el fin de profundizar y federalizar la industrialización. Resulta que, hasta ese momento, las inversiones productivas solo iban a los sectores más rentables y no consideraban el interés popular, ni el objetivo principal de generar empleo.

Así, desde la planificación estatal de los recursos financieros, se llevó a cabo el proceso de industrialización, desarrollo, generación y distribución de riquezas más grande de la historia argentina.

Para la industria naval se crea en 1948 el Astillero Río Santiago que se perfecciona y complejiza en 1953 con la creación de A.F.N.E (Astillero y fábricas navales del Estado), dando luz a un proceso que llevaría a que la Argentina tenga la 5ta flota mercante más grande del Mundo para la década del 70.

También se crean las bases sólidas de la industria automotriz y aeronáutica. El 30 de noviembre de 1951 se crea en Córdoba la Fábrica de Motores y Automotores y el 28 de marzo de 1952 se crea Fábrica Militar de Aviones IAME Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado.

Con la planificación económica desde el BCRA se hicieron las inversiones necesarias para el inicio de la industria siderúrgica nacional a través de la obra del General Savio, se potenció el desarrollo de YPF, y se creó Gas del Estado con grandes obras de infraestructura que expandieron como nunca la producción energética.

Todo esto, más la construcción de miles de viviendas, escuelas, rutas y hospitales, no hubiera sido posible sin el BCRA y la administración nacional y centralizada de los recursos financieros.

El BCRA, hoy.

Inevitablemente, para iniciar un proyecto de industrialización que recupere el trabajo para los argentinos, se precisan abundantes capitales de inversión. Esto es ir en búsqueda de inversiones extranjeras, que luego concluyen en condicionamientos, pérdida de soberanía y una fuga de capitales exponencialmente mayor al ingreso inicial, sino que, por el contrario, significa rescatar los recursos económicos del pueblo argentino que, hoy, están parasitados en el mundo especulativo o en manos de la banca privada y transnacional.

En este sentido, y diametralmente opuesto a lo que el interés nacional indica, el sistema financiero argentino se encuentra dedicado exclusivamente a la especulación financiera. Para fundamentar esto, solo hace falta decir que la base monetaria (el total de billetes emitidos en manos del público más lo depositado en bancos) actualmente es de 7,7 billones de pesos, mientras que lo depositado en instrumentos financieros, “leliqs, notaliqs y pases pasivos del BCRA”, suma 23 billones de pesos (un 300% respecto a la Base Monetaria) cobrando una tasa de interés del 133% anual. Ese enorme volumen de dinero no tiene contacto alguno con la economía real y genera una emisión, por intereses, de 2,5 billones de pesos mensuales, 84,000 millones por día (datos al 09/11/23), mientras se denuncia que no hay plata y se generan recortes en educación, salud y vivienda para cumplir con las metas de ajuste fiscal que impone el FMI.

A la vista está, que mientras la economía nacional está en crisis, el mundo financiero, totalmente desligado de la economía real, sigue obteniendo abultadas ganancias. Pero también queda expuesto que, de tomar la decisión política de administrar esos recursos, contamos con los fondos suficientes para afrontar los problemas urgentes de la coyuntura y orientar el ahorro del pueblo argentino a un modelo de desarrollo productivo que genere puestos de trabajo genuinos.

Por eso, como contraposición a la idea de cerrar el BCRA, que hundiría cualquier posibilidad de desarrollo y agravaría los actuales problemas de desinversión y acumulación de riquezas, necesitamos, más que nunca, recuperar el rol histórico del Banco Central para orientar el enorme caudal de dinero, hoy destinado a la especulación financiera, al crédito a la inversión con fines productivos y que, nuevamente, sea el pilar de la planificación económica y la industrialización nacional.

La dolarización y el cierre del BCRA son propuestas concretas para la desintegración nacional.

El fortalecimiento del peso argentino a través de la industrialización y la administración nacional del sistema financiero, forman parte de una agenda patriótica para frenar el saqueo e impulsar el desarrollo económico. Es responsabilidad nuestra, de la militancia, organizarse para torcer esta realidad y que vuelvan a ocupar el centro del debate político en la Argentina.

Rodolfo Pablo Treber* Analista económico que trabaja para el Banco Central de Argentina.

Foto de portada: Revista Caras y caretas, número 2.222, correspondiente al mes de Mayo del 2008, página 49, ISSN 0327-6384, en la ciudad de Buenos Aires, Argentina.

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