África Análisis del equipo de PIA Global

Aranceles y asimetrías: El legado comercial de Trump en África

Escrito Por Beto Cremonte

Por Beto Cremonte*-
La imposición de aranceles a diversos países de África, bajo el argumento de proteger la industria estadounidense y presionar por reformas internas en esas naciones, generó una ola de respuestas que oscilaron entre la indignación diplomática y la adaptación estratégica.

No obstante, algunas excepciones como Burkina Faso y Somalilandia —y el desconcertante caso de Lesoto— ofrecen claves reveladoras sobre las motivaciones geopolíticas y comerciales detrás de esta política.

El viraje proteccionista: lógica de los aranceles

El presidente Donald Trump anunció la implementación de aranceles globales significativos, marcando un cambio notable en la política comercial de Estados Unidos.

Se impuso un arancel base del 10% a todas las importaciones, con tasas recíprocas más altas—hasta el 54%—dirigida a países según los desequilibrios comerciales percibidos y las barreras existentes.

Esta medida provocó un caos inmediato en los mercados financieros globales, con fuertes caídas en las acciones de EE.UU., Europa y Asia, debilitamiento del dólar estadounidense y aumento en los precios del oro, ya que los inversores buscaron refugios seguros.

La administración justificó estas decisiones basándose en supuestas violaciones a los derechos humanos, prácticas laborales deficientes o inestabilidad política en los países afectados. Sin embargo, analistas africanos sostienen que la motivación real respondía más a criterios estratégicos que éticos, con un enfoque en la competencia con China en el continente y el interés por desincentivar modelos de desarrollo que escaparan del control de Washington.

En su afán por renegociar la posición de EE.UU. en el comercio global, Trump implementó un enfoque punitivo que incluyó la revisión de acuerdos multilaterales y la imposición de aranceles a productos provenientes de países considerados “beneficiarios desleales”. En el caso africano, estos aranceles se concentraron en naciones que históricamente gozaban de acceso preferencial al mercado estadounidense a través de la Ley de Crecimiento y Oportunidades para África (AGOA, por sus siglas en inglés).

AGOA, implementada en 2000, fue diseñada para fomentar el desarrollo económico y la gobernanza en el continente mediante incentivos comerciales. Sin embargo, durante el gobierno de Trump, al menos nueve países africanos vieron revocadas parcial o totalmente sus preferencias arancelarias. Entre los principales afectados se encontraban Camerún, Etiopía, Mali, Sudán y Zimbabue, cuyas exportaciones textiles, agrícolas y minerales se enfrentaron de pronto a una nueva batería de tributos.

Entre la crítica y el pragmatismo

Desde la Unión Africana hasta bloques subregionales como la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC), las reacciones no se hicieron esperar. Las críticas giraron en torno a la naturaleza unilateral de las medidas, que no contemplaban el impacto social y económico de cerrar el acceso a mercados clave. Países como Etiopía, por ejemplo, perdieron acceso a importantes canales de exportación de confecciones, afectando a miles de trabajadores, en su mayoría mujeres jóvenes.

 “EE.UU. predica la libertad de mercado, pero utiliza herramientas punitivas que contradicen su discurso”, afirmó en 2020 la entonces ministra de Comercio de Ghana, Nana Owusu-Afriyie. Para muchos gobiernos africanos, los aranceles fueron una señal de que la política exterior de Trump priorizaba intereses domésticos incluso a costa de décadas de cooperación.

No obstante, también hubo respuestas de tipo pragmático. Algunos países buscaron acercamientos comerciales con potencias emergentes como China, India y Turquía, mientras otros aceleraron sus compromisos con el Área de Libre Comercio Continental Africana (AfCFTA). Esta red intra-africana busca precisamente disminuir la dependencia de mercados volátiles como el estadounidense.

Burkina Faso y Somalilandia: ¿por qué quedaron exentos?

Uno de los aspectos más llamativos fue la exclusión de países como Burkina Faso y Somalilandia de la lista de sancionados. En el caso de Burkina Faso, diversas fuentes coinciden en que su colaboración estrecha con Estados Unidos en materia de seguridad fue clave. El país del Sahel, enfrentado a una expansión yihadista en su territorio, se convirtió en un socio estratégico en la lucha antiterrorista. Esto le granjeó una posición especial, blindando temporalmente sus relaciones comerciales con Washington.

Más intrigante aún fue el caso de Somalilandia, un territorio no reconocido internacionalmente como Estado independiente. A pesar de ello, la administración Trump facilitó relaciones comerciales limitadas con esta región del Cuerno de África, en lo que muchos interpretaron como una jugada geoestratégica para contrarrestar la influencia china en el puerto de Berbera, clave para el control del Mar Rojo. Si bien Somalilandia no tenía gran volumen de exportaciones a EE.UU., su tratamiento diferenciado evidenció el uso político de los incentivos comerciales.

Lesoto: el caso más llamativo

Pero si hubo un caso que capturó la atención de analistas y diplomáticos por igual, ese fue el de Lesoto. Este pequeño país enclavado dentro de Sudáfrica, cuya economía depende en gran medida de la industria textil y de las remesas, fue inicialmente incluido en la lista de países sujetos a aranceles. Sin embargo, tras una fuerte presión de empresas estadounidenses con plantas de producción en el país, la decisión fue revertida en un giro inesperado.

Firmas como Levi Strauss y The Gap, que operan fábricas en Lesoto mediante subcontratistas, alertaron sobre el impacto negativo de los aranceles tanto en el empleo local como en sus propias cadenas de suministro. La presión conjunta de actores del sector privado y organismos de cooperación internacional terminó por convencer a la Casa Blanca de que Lesoto debía ser excluido de la medida.

Esto reveló otra cara de la política comercial de Trump: su permeabilidad ante intereses corporativos. En este caso, más que criterios geopolíticos o de gobernanza, fue la presión empresarial la que dictó el destino de Lesoto frente a los aranceles.

Flujo Comercial y Balanza de importaciones y exportaciones entre EE.UU. y África

Las relaciones comerciales entre Estados Unidos y África han experimentado fluctuaciones significativas en la última década. Según datos de la Oficina del Representante de Comercio de Estados Unidos (USTR), el comercio total de bienes entre EE.UU. y África se estimó en $71.6 mil millones en 2024. Las exportaciones de bienes de EE.UU. a África en 2024 fueron de $32.1 mil millones, un aumento del 11.9% ($3.4 mil millones) respecto a 2023. Las importaciones de bienes desde África totalizaron $39.5 mil millones, un incremento del 1.9% ($0.8 mil millones) en comparación con 2023.

En un contexto global cada vez más competitivo, África intenta consolidar su lugar en el comercio internacional. Y aunque Estados Unidos sigue siendo un socio importante para varias economías africanas, el vínculo bilateral continúa marcado por asimetrías estructurales que dificultan el desarrollo de un intercambio verdaderamente equitativo. Mientras el continente exporta principalmente materias primas y productos agrícolas, importa tecnología, bienes manufacturados y alimentos procesados. Esta dinámica, aunque no nueva, plantea interrogantes sobre el futuro de una relación que muchos consideran clave, pero que otros ven como una oportunidad aún no capitalizada.

En 2023, el comercio bilateral entre Estados Unidos y África alcanzó los $44.9 mil millones de dólares, según datos del U.S. Census Bureau. De ese total, África exportó productos por un valor de $16.7 mil millones, mientras que importó bienes estadounidenses por $28.2 mil millones. La balanza claramente inclinada a favor de Washington refleja un patrón histórico de relaciones económicas desiguales.

Este desequilibrio no es solo una cuestión de cifras. Para muchos analistas africanos, representa un síntoma de un modelo comercial que aún no ha logrado traducirse en desarrollo sostenible para el continente. “Seguimos enviando materias primas y comprando productos terminados. No es una relación que potencie nuestras capacidades locales”, señalaba recientemente un economista del African Trade Policy Centre.

Lo que África exporta: materias primas y potencial sin procesar

La canasta exportadora africana hacia EE.UU. se compone en su mayoría de petróleo crudo, gas natural, minerales estratégicos y productos agrícolas, en una repetición del patrón extractivista que ha definido gran parte de su historia comercial.

Nigeria y Angola lideran la exportación de hidrocarburos. Argelia se destaca por el gas natural. La República Democrática del Congo es clave en el suministro de cobalto y cobre. Sudáfrica, por su parte, exporta platino, oro y productos mineros refinados. En el sector agrícola, Costa de Marfil y Ghana despuntan con el cacao, mientras que Etiopía y Ug y Uganda mantienen su relevancia en el mercado del café.

A esto se suma una modesta exportación de textiles y prendas de vestirLey de Crecimiento y Oportunidades, beneficiada por el African Growth and Opportunity Act (AGOA), que desde el año 2000 otorga acceso preferencial al mercado estadounidense a ciertos productos africanos. Sin embargo, el volumen de estas exportaciones sigue siendo bajo, y su impacto en las economías locales es limitado.

Lo que África importa: tecnología, manufactura y alimentos procesados

Del otro lado del intercambio, África importa desde EE.UU. una amplia variedad de productos de alto valor agregado:

  • Maquinaria pesada, vehículos, aeronaves y tecnología de punta.
  • Equipos médicos y farmacéuticos, claves para el sector salud.
  • Productos agrícolas procesados, como trigo, maíz, arroz y especialmente pollo congelado, de gran demanda en África Occidental.

Esta dependencia de insumos y tecnología estadounidense resalta las limitaciones de la producción industrial africana, aún en proceso de consolidación, y muestra cómo el continente continúa ligado a cadenas de valor en las que participa en los eslabones más débiles.

A pesar de las ventajas que ofrece el AGOA, y del creciente interés de EE.UU. por frenar la influencia de China en el continente, África no ha logrado diversificar su oferta exportadora hacia el mercado estadounidense. En parte, esto se debe a barreras estructurales: falta de infraestructura, bajo acceso al financiamiento, regulaciones complejas y escasa inversión en transformación industrial.

Además, recientes medidas proteccionistas por parte de Washington —como la imposición de aranceles a productos textiles de países como Etiopía tras su salida del AGOA— han sembrado dudas sobre la estabilidad y previsibilidad de las políticas comerciales estadounidenses hacia África.

Industrializar, diversificar, negociar mejor

Desde una perspectiva africana, el desafío no es menor. Si el continente quiere sacar provecho real de su relación comercial con Estados Unidos, necesita apostar por la industrialización, el desarrollo de cadenas de valor regionales y el fortalecimiento del comercio intraafricano bajo el marco del AfCFTA (Área de Libre Comercio Continental Africana).

También es clave que los países africanos puedan negociar desde posiciones más sólidas, exigiendo mejores condiciones de acceso y apoyo real a sus industrias nacientes.

El comercio entre África y Estados Unidos no está condenado a la desigualdad. Tiene potencial para ser un vínculo estratégico que promueva el desarrollo, la innovación y la transferencia tecnológica. Pero para que eso ocurra, África debe dejar de ser vista —y de verse a sí misma— únicamente como un proveedor de materias primas.

Se necesita una nueva narrativa comercial, construida desde África, que ponga en el centro el valor agregado, el empleo local y el crecimiento inclusivo. Solo entonces el intercambio con Estados Unidos podrá dejar de ser una oportunidad perdida y convertirse en un motor real de transformación continental.

Consecuencias a largo plazo

A cinco años del fin de la presidencia de Trump, las secuelas de estas medidas aún se hacen sentir. Si bien la administración Biden ha intentado restaurar ciertos lazos y extender AGOA, la confianza entre muchas naciones africanas y Washington se ha erosionado. La idea de que el acceso al mercado estadounidense puede ser usado como arma de presión política ha generado una mayor búsqueda de independencia estratégica en el continente.

Además, el episodio abrió un debate profundo sobre el rol de África en el comercio global. ¿Hasta qué punto debe el continente depender de decisiones unilaterales de potencias externas? ¿Es viable construir un modelo de desarrollo que priorice los vínculos regionales y la autosuficiencia?

Para muchos observadores, la era Trump marcó un punto de inflexión. Si bien las relaciones comerciales entre África y Estados Unidos no se rompieron, sí cambiaron de forma. Lo que está en juego ahora no es solo el volumen de exportaciones, sino la dignidad con la que los países africanos puedan negociar su inserción en el mundo.

*Beto Cremonte, Docente, profesor de Comunicación social y periodismo, egresado de la UNLP, Licenciado en Comunicación Social, UNLP, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS UNLP.

Acerca del autor

Beto Cremonte

Docente, profesor de Comunicación social y periodismo, egresado de la Unlp, Licenciado en Comunicación social, Unlp, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS Unlp

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