Otros efectos notables y destacables de la coyuntura después de la primera guerra mundial o “primera postguerra”, además de algunos ya referidos, que se deben considerar en el entendimiento de la proteica obra de Gramsci, hacen referencia al fenómeno persistente hasta hoy, de la diferenciación conceptual que hizo entre “Oriente y Occidente” y las sociedades contenidas en esta distinción:
En Occidente; paralelo a la pérdida de Hegemonía de Inglaterra como la potencia político-militar y financiera dominante durante los siglos XVIII, la mayor parte del siglo XIX e inicios del XX, y su sustitución gradual tanto en Latinoamérica como en el resto de países europeos occidentales, por la potencia estadounidense madurada y vencedora en la atroz guerra primera, que da inicio al reemplazo a la decadente y (doble) moralista “era victoriana” inglesa, para imponer el American Way of Life, no solo el modo “fordista” (taylorismo) de producir en la industria en expansión (en especial la industria militar) como en los negocios, las finanzas, en toda la cultura, en la ideología y en la manera de pensar norteamericana, sino sobre todo, en el militarismo postguerra-yankee-de-secesión, incubado en West Point, convertido ahora en eje principal y soporte de la coalición de países occidentales que pretendieron derrotar a la Revolución Bolchevique de 1917, imponiéndole una espantosa y cruel guerra civil, la que finalmente (para triunfo de la historia) fue derrotada por el ejército rojo.
La euforia triunfal de los primeros años, pronto sufriría su primer golpe con la famosa crisis financiera (crack) de Wall Street en 1929, con todas sus secuelas deletéreas en la mayoría de los países occidentales, que, en Europa, conduciría al triunfo del Fascismo y a la segunda gran guerra mundial. Desarrollos todos estos que no escaparon al análisis de Gramsci.
En Oriente; donde se incluyó a Rusia soviética, China, Japón y otros países muy poblados que iniciaban su despertar anticolonial como la India, Indonesia y la indochina, con desarrollos económico sociales y civilizatorios y Estatales, bien diferentes a los realizados por las burguesías europeas con las instituciones creadas mediante la revolución democrático-burguesa-liberal; el análisis sociológico o antropológico todavía muy impregnando de los prejuicios colonialistas y eurocéntricos que dominaban el espectro intelectual predominante en occidente eran realmente bastante limitado, o eran secreto de Estado de las respectivas cancillerías coloniales que aumentaba su limitación, y a pesar de que hacía dos siglos el fenómeno cultural de la ilustración europea que había generalizado esta topología geográfica había pasado, se seguían considerando estas sociedades asiáticas como países “despóticos”:
El tan mentado “despotismo oriental antidemocrático” que todavía se arguye, donde no existe la Democracia (entendida esta como la única forma de democracia en desarrollo y expansión promovida a rajatabla por el American Way of Life).
El mundo conocido se dividió en dos bloques geográfico ideológicos y políticos opuestos y antagónicos y, una frontera arbitraria tazó una profunda zanja ideológico-política, sustentada en el anterior concepto-ficción de Democracia en auge, desde el Mar Báltico hasta el mar Negro, separando a los países democráticos (Occidente) de los países despóticos o antidemocráticos (Oriente) y con esta división se inició una nueva etapa de hegemonía geoestratégica Imperialista en el mundo en globalización que perdura hasta hoy, sumergiendo a la humanidad en un estadío de guerra permanente por imponer el concepto de Democracia (o los tres poderes de Montesquieu) instaurada por las revoluciones democráticos burguesas y liberales del siglo XVIII.
Gramsci obviamente concernido con la revolución china de Sun Yat-Sen en 1911, se ocupó también de esta temática; de esta herencia histórica tan beligerante y guerrera, que amplió no solo de la observación directa de su realidad, de sus lectura predilectas especialmente de Maquiavelo, como también a través de la Internacional Comunista, las discusiones con sus camaradas internacionalistas que incluían las referencias al Oriente y al Occidente en las descripciones históricas de Hegel y a las argumentaciones, más recientes de Kautsky, basadas en las teorías de la guerra del general prusiano Clausewitz, hasta llegar a sustentar su tesis dialéctica definitiva de que la política se convierte en guerra y viceversa, y, confirmar la confluencia del pensamiento de Maquiavelo con el teórico de la guerra moderna (Clausewitz) sobre la centralidad del “azar” en la guerra, como de la importancia de la “virtud” (talento, inteligencia, maña, etc) del príncipe moderno o partido que la dirige.
El intento gramsciano de profundizar en esta temática histórico geográfica dual, hasta llegar a su fondo dialéctico estuvo basado en la pregunta que como estratega comunista se hacía constantemente, era argumentar por qué la revolución bolchevique había triunfado y sostenido el Poder del Estado alcanzado en una sociedad “Oriental”, mientras que el Movimiento de los Consejos en el norte de Italia, en una sociedad Occidental, que el Partido por él fundado había dirigido y sustentado (Bienio Rojo) había sido derrotado e incluso había dado paso al surgimiento del Fascismo de Mussolini.
Y ahí es donde está el gran logro teórico práctico de Gramsci:
Llegar con la máxima profundidad posible y con conceptos novedosos como Sociedad Civil, Estado Moderno, Hegemonía, Coerción, ataque frontal o guerra política de movimientos, estrategia de desgaste o guerra política de posiciones, etc (entre los más conocidos) para explicar la diferencia, la diversidad, la complejidad, de una sociedad como la Rusa zarista, donde a pesar del desarrollo capitalista demostrado por Lenin, no había desarrollado a plenitud y con profundidad una revolución democrático-burguesa liberal con su institucionalidad y su superestructura compleja y, la sociedad civil (diferente de la sociedad política Estatal) seguía siendo “gelatinosa” poco desarrollada, con un aparato Estatal de coerción y represión preponderante, aunque en descomposición por el fraude, la corrupción y la violencia extraeconómica, fácil de derrocar con un ataque frontal fulminante como el realizado por los Bolcheviques en 1917.
Frente a una sociedad occidental con alguna historia de desarrollo institucional y superestructural demo-burgués, donde la sociedad civil también había adquirido cierto desarrollo o robustez y, la clase dominante (frente al proletariado y clase subalternas), y dirigente (frente a las otras fracciones burguesas y aliados como los terratenientes) el Estado si bien usaba la Coerción como último recurso, basaba su Hegemonía o su dominación en el Consenso, dándose un equilibrio entre el Estado y la sociedad civil, y en donde la estrategia política para su derrocamiento era más complicada y difícil, exigiendo una estrategia de desgaste, de reforma intelectual, moral y cultural, y un avance combinado hasta que el proletariado unido (no solo en alianza) sino formando un verdadero Bloque de Poder Anti-hegemónico, pudiera llegar al Poder del Estado, a tomar sus aparatos de Hegemonía y Coerción, y retenerlo.
Lo que sí debe quedar claro es, la complejidad del pensamiento dialéctico “abierto” de Gramsci, en constante lucha, cambio y superación, en ningún caso escolástico, dicotómico, estanco, o de Tipos Ideales inmutables weberianos como han pretendido hacer con su obra los deformadores y revisionistas de derecha y de izquierda:
La sociedad civil en Oriente no es opuesta a la sociedad civil del Occidente, simplemente son diferentes y en cada una de ellas los explotados y los dominados por el capital, deben tener en cuenta estas diferencias para establecer una adecuada estrategia política anti hegemónica y emancipadora definitiva.
Hoy en día, ha pasado mucha agua por debajo de los puentes desde que se conocieron las recomendaciones analíticas de Gramsci, y el mundo actual globalizado del capitalismo robótico y digitalizado es cada día más diverso y complejo.
Sin embargo, como una pesadilla sin fin vuelve a aparecer el fantasma de una guerra atómica entre potencias rivales del “Oriente despótico” y dictatorial (obviamente para la propaganda contra China y Rusia) enfrentadas al “Occidente democrático” de la Troika capitalista del sistema global del imperialismo (EEUU, Europa y Japón con sus aliados y Estados cipayos) agrupados en esa pavorosa máquina de guerra llamada OTAN (de la cual forma parte Colombia), que, después de varias décadas de haber sometido al globo al experimento, en Yugoslavia, en Afganistán, en Irak, Siria, Oriente próximo, en Libia, Yemen, Somalia, en Cuba, Centroamérica, Colombia, Venezuela, etc, donde como su nombre lo indica, se usan “todos los medios de lucha”, procedimientos y medios de guerra, legales e ilegales, convencionales o irregulares, legítimos e ilegítimos, etc, que posea un Estado, es decir de Hegemonía y Coerción, tenemos que definitivamente agradecer eternamente a Gramsci por haber legado a sus descendientes y seguidores dos conceptos que considero básicos en este momento:
UNO, que el Estado es un Híbrido: Un centauro como lo concibió Maquiavelo hace más de 500 años, mitad razón humana y mitad fuerza bruta.
DOS, que la Política se convierte en Guerra y viceversa, y, como dije arriba, confirmar la confluencia del pensamiento de Maquiavelo con el teórico de la guerra moderna (Clausewitz) sobre la centralidad del “azar” (fortuna) en la guerra, como de la importancia de la “virtud” (talento, inteligencia, maña, etc) del príncipe moderno o partido, que la dirige.
Nota:
*Médico, antropólogo y ensayista colombiano, exiliado político y colaborador de PIA Global