No podemos ocultar de la juventud y de los trabajadores angoleños la verdad: la verdadera salida para vuestro país no será armónica y solo podrá venir de la expropiación del patrimonio de aquellos que dilapidaron las riquezas nacionales en provecho propio, es decir: a) los dirigentes del MPLA, que se transformaron en los nuevos burgueses nacionales, como Isabel dos Santos; b) el imperialismo europeo y estadounidense, a través de petroleras como Shell y Exxon-Mobil; c) y la gran burguesía portuguesa y brasileña que actúan de forma predatoria en territorio angoleño, como es el caso de la familia Santa, de la Odebrecht y de la Red Globo.
Estas empresas tienen que ser transformadas en estatales, sus ganancias canalizadas para el Estado y aplicadas en salud, educación, saneamiento básico y, consecuentemente, en generación de empleos. De la misma manera los bancos, que están en manos de especuladores angoleños y portugueses, deben pasar a manos del Estado y que este provea créditos para los pequeños agricultores para la compra de semillas y adobos, para fomentar con esto la agricultura.
Pero para que eso sea posible es preciso sacar al MPLA del control del Estado y exigir la salida de todos sus miembros, la constitución de un Gobierno Provisorio, electo a partir de las asociaciones barriales, sindicatos y entidades del movimiento que llamen a la realización de una Asamblea Constituyente que elija a sus constituyentes sobre la base de la representación regional y política independiente, y que elaboren una nueva Constitución que establezca un nuevo gobierno para el país, que pase a defender los intereses de la clase trabajadora y de los sectores que hasta ahora fueron los más explotados de la sociedad.
En la lucha por libertades democráticas, es preciso exigir que ellas sean totales y reales. Para eso, es preciso libertad para la legalización de todos los partidos que así lo quieran –incluso con la posibilidad de candidaturas independientes; libertad total de reunión, con la disposición de predios públicos para que se realicen allí; libertad de prensa, con provisión de materiales para posibilitar impresión de materiales y de internet para la realización de lives y salas de debate; fin de toda policía, con punición ejemplar a los agentes de Estado que abusaron de su autoridad y la investigación de los crímenes, como la masacre de 1977.
La UNITA no es una alternativa
Ningún partido burgués en Angola será alternativa para la juventud y para la población pobre del país, ni la UNITA ni el CASA-CE.
La Unión Nacional para la Independencia Total de Angola, más conocida por su acrónimo UNITA, que fue fundada en 1966 como una disidencia del Frente Nacional por la Liberación de Angola, por Jonas Savimbi, hoy es el segundo mayor partido de Angola, y el mayor partido de oposición del país. Durante la guerra civil fue apoyada militarmente por el imperialismo norteamericano y por el régimen racista de apartheid del África de Sur. Después abandonó la lucha armada, convirtiéndose en un partido político.
En 2012, Abel Chivikuvuku rompió con la UNITA y fundó la CASA (Convergencia Amplia de Salvación de Angola), que obtuvo 6% (8 diputados). En las elecciones de 2017, la UNITA casi duplicó otra vez el número de asientos en el parlamento, pasando de 32 para 51 diputados, siendo que la CASA-CE disminuyó de 8 a 6 diputados. La UNITA hoy no reivindica ni siquiera el “nacionalismo de izquierda y el socialismo humanitario” que supuestamente un día reivindicó Savimbi, y asumió una ideología y un programa totalmente de “derecha” y una política más liberal, totalmente ligada a la inversión de los capitalistas imperialistas europeos y norteamericanos, capitaneada por Isaías Samakuva.
Recientemente, en el mes de agosto, la UNITA, la CASA-CE y algunas organizaciones burguesas más lanzaron una “Declaración Política” por un “Amplio Frente Patriótico para la Alternancia”, donde hacen una serie de denuncias verdaderas sobre la situación económica y política que existe en el país, donde hay caos económico y miseria para los trabajadores y la población más carente, y donde no hay democracia para que los trabajadores construyan y mantengan sus organizaciones, mientras el MPLA viene dilapidando los recursos nacionales.
El problema es que como salida proponen un “Programa de Emergencia Nacional” con la intervención de agencias internacionales y, desde el punto de vista económico, la utopía de “masificación de microempresas y sostén de las pequeñas y medianas empresas” como salida para el desempleo. Desde el punto de vista político, solamente pequeños cambios, que dejarán todo como está, como afirma su propio manifiesto: “La alternancia que proponemos es la que levanta antes que nada la bandera de la reconciliación entre todos nosotros. (…) en la que todos los angoleños convivan en armonía, gobernantes y gobernados, ricos y pobres, afortunados y desafortunados, ex gobernantes, obreros y campesinos, militares y policías, empleados públicos. Todos en armonía, rumbo a la construcción de una nueva Nación”.No en vano ya anunciaron “total disponibilidad” para establecer un entendimiento con el gobierno en relación con la legislación electoral para las autarquías.
No tenemos dudas de que la conquista de libertades democráticas, incluso limitadas, representarían un importante paso al frente en relación con los más de 45 años de dictadura del MPLA. Sin embargo, los problemas estructurales del pueblo pobre y de la clase trabajadora en Angola no serán resueltos con las propuestas presentadas por la UNITA, que responden a un sector empresarial ávido por saciar el mercado financiero, mientras el pueblo carece de pan, luz y agua.
Además, la UNITA también representa un sector sumiso a la política imperialista tanto norteamericana como europea. Aunque se oponga al MPLA, la UNITA también se beneficia del actual régimen dictatorial, resintiéndose apenas por recibir una porción menor de la “torta”. Por ser un partido burgués, la UNITA representa –y es constituida– por parte de las clases sociales pudientes, y que viven muy bien, mientras la mayoría del pueblo angoleño vive en la inseguridad de no saber cómo será el día de mañana.
Construir una nueva dirección de la juventud, de los trabajadores y los pobres
En 2015, 17 jóvenes estaban reunidos para leer y discutir un libro sobre desobediencia pacífica, el libro era de Gene Sharp, “From Dictatorshipo to Democracy”; por eso, ellos fueron acusados de participación en una “tentativa de golpe de Estado”. El más conocido entre ellos era el músico Luaty Beirão, que, cuatro años antes, entusiasmados con la Primavera Árabe, llamó en un show al derrocamiento de José Eduardo dos Santos. Por eso fue preso varias veces, llegando a ser agredido y torturado.
Por el crimen de 2015, ellos quedaron conocidos como los “15+2”, fueron acusados de “crimen de actos preparatorios para la práctica de rebelión (…) y atentado contra [a esa altura] el Presidente de la República u otros miembros de Órganos de Soberanía”.
La acusación recayó sobre 17 personas, de las cuales 15 estuvieron en prisión y dos –ambas mujeres– en libertad provisoria. También son llamados el Movimiento Revolucionario de Angola o simplemente los “revús”.
Muchos de estos 17 jóvenes activistas acusados se destacan hasta hoy en la organización de actos públicos y manifestaciones en defensa de la libertad, contra el gobierno del MPLA, y son una referencia para centenas de jóvenes que continúan luchando para derrocar la dictadura corrupta.
Junto con los sectores más explotados de la sociedad y los obreros, por ejemplo de las industrias petroleras, deben construir la verdadera alianza para construir una alternativa para el proceso de transformación social que Angola y los demás países africanos precisan: una verdadera Revolución Socialista con la clase trabajadora y la juventud en su vanguardia.
Para alcanzar este objetivo, a diferencia de una política policlasista deben aplicar el método que nos fue presentado en el Programa de Transición, que propone la lucha combinada, y dialéctica, por las cuestiones “democráticas”, con el combate por el socialismo. O sea, combinar “la lucha por las tareas de la democracia burguesa con la lucha socialista”. Utilizando las consignas democráticas como reivindicaciones transitorias y tareas de la revolución socialista no separadas y distintas, sino derivadas una de las otras.
Nuestros hermanos en el continente africano realizaron revoluciones, como las que ocurrieron en Angola, Mozambique, África del Sur, etc. Revoluciones que, de contenido, eran socialistas, sea por los enemigos que enfrentaban o por las necesidades que estaban planteadas, aunque se presentasen con una forma democrática. Revoluciones victoriosas, pero que no avanzaron en dirección al Socialismo porque sus direcciones impidieron que estas revoluciones cuestionasen la explotación capitalista; por eso, no llegaron a la expropiación de la burguesía.
Procesos revolucionarios continúan ocurriendo en todos los continentes. El desafío que está planteado para el proletariado y para el pueblo pobre en África es el mismo que tenemos que solucionar en América del Sur y en el resto del mundo: superar las direcciones reformistas y no revolucionarias y construir un verdadero partido revolucionario del proletariado, que lleve a la clase trabajadora a liberarse definitivamente de sus cadenas.
En Angola, los “revús” son el embrión de donde nacerán los núcleos de las organizaciones revolucionarias.
Solidaridad internacional de la clase trabajadora
Para eso será necesaria la solidaridad de la clase trabajadora internacional, principalmente la portuguesa y la brasileña. Particularmente, la historia de la lucha por la independencia de liberación esta intrínsecamente ligada a la Revolución Portuguesa de 1974.
En 2016, cuando varios activistas fueron presos por la dictadura, luego de aproximadamente un año en la prisión fueron liberados a través de una amnistía. La detención de los activistas generó una ola de apoyo internacional, al que se asociaron artistas, músicos, escritores, periodistas y políticos. Con vigilias y manifestaciones en Angola, pero también en Lisboa, Berlín, Londres y Bruselas. Incluso se crearon grupos de apoyo en las redes sociales y circularon petitorios en internet, en portugués e inglés, en los que se pedía la liberación de los activistas.
A pesar de que Chico Buarque de Holanda firmó la petición por su liberación, prácticamente nada se supo sobre eso en el Brasil, como tampoco circulan informaciones sobre la lucha de nuestros hermanos angoleños, y eso tiene un motivo fundamental: la burguesía brasileña gana, y mucho, con los negocios provenientes de la dictadura angoleña. Empresas como Petrobras, bancos como BNDES, corporaciones como Odebrecht y la Red Globo, son algunos ejemplos. Es por eso que desde la dictadura de los generales y contratistas, pasando por los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso (FHC), Lula y Dilma, y llegando hasta los gobiernos de Temer y de Bolsonaro, nadie osa hablar contra la dictadura de Angola. Entra un gobierno y sale un gobierno en el Brasil y la explotación y el apoyo a la represión continúan los mismos en relación con este país de nuestros hermanos africanos.
Eso tiene que cambiar para que la lucha de hoy en Angola sea victoriosa.
Artículo publicado en Liga Internacional de los Trabajadores y fue editado por el equipo de PIA Global