Pocas dudas quedan que el dirigente del Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba fue una de las figuras más emblemáticas de un sindicalismo de línea combativa y al mismo tiempo claramente democrática en las décadas de 1960 y 1970. Toda su acción como dirigente gremial, y al mismo tiempo, como cuadro político de relevancia y con peso propio, se extendió a lo largo de casi veinticinco años, en los que la clase obrera argentina llevó adelante grandes luchas que forjaron el espíritu y la conciencia de un importante conglomerado social en el cual los sectores proletarios actuaban coordinadamente con un activo estudiantado y sectores medios que se sentían identificados con las propuestas transformadoras de la época.
El Gringo Tosco, estaba convencido de la necesidad de construir una política obrera de carácter independiente, por lo que su acción estuvo dirigida hacia la elaboración de herramientas que aporten a la clase trabajadora elementos claramente de emancipación con objetivos socialistas. Desde su inicial involucramiento en la actividad sindical como delegado interno en la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (EPEC) mostró un perfil que se diferenciaba claramente con aquellas derivadas de concepciones burocráticas. Estas posturas lo distanciaban de un sindicalismo dialoguista que estaba representado por el metalúrgico Augusto Timoteo Vandor que planteaba formas de diálogo con la dictadura militar.
Vandor expresaba una forma de desarrollo de la actividad sindical sujeta a estrategias políticas que buscaron desgastar y debilitar la capacidad del gobierno de Arturo Illia, que de por sí poseía en su génesis una debilidad estructural producto de haber accedido al gobierno con el 25,3 por ciento de los votos en un contexto de proscripción del peronismo. La concepción de Vandor lo llevó a considerar que, ante el exilio de Perón y su imposibilidad de regresar al país, se daban las condiciones para construir un “peronismo sin Perón” donde su liderazgo gremial cumpliría una función central y determinante.
Desatadas las fuerzas antidemocráticas, que decidieron poner fin al gobierno de Illia, se produjo una confluencia entre los sectores de las Fuerzas Armadas con posturas más reaccionarias, la Iglesia y el sindicalismo que estaba referenciado en Vandor como figura representativa. Ello se tradujo en una inexistente resistencia al golpe militar de junio de 1966, mezcla de apatía y de apoyo a las fuerzas que derribaron la experiencia del radicalismo en el gobierno.

Esta complicidad de importantes sectores del sindicalismo permitirá que la dictadura de Onganía tome rápidas medidas que condujeron a mayores niveles de represión y de penurias para los sectores subalternos. Se suceden los cierres de ingenios azucareros tucumanos con las consecuencias sociales que esto acarrearía, la intervención de las universidades y la disolución de todas las agrupaciones estudiantiles que desarrollaban su acción militante en los diferentes claustros y se agudizan las formas de censura y acoso contra aquellos sectores que planteen posiciones de mayor radicalidad.
En Córdoba y Tucumán es donde comienzan a manifestarse aquellas voces que se erigirán en una incipiente respuesta opositora a la dictadura militar e irán conformando un espacio que en gran medida se aglutinará en la CGT de los Argentinos (CGTA) desde donde se impulsarán diferentes instancias de lucha en alianza con el estudiantado y con un sector de la Iglesia que conformará el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo.
Los años que siguieron y que significaron momentos de grandes luchas contra las dictaduras de Onganía, primero, y luego también de Levingston y Lanusse, fueron también el tiempo en el cual Agustín Tosco fue definiendo con mayor autonomía su espacio dentro del entramado sindical argentino convirtiendo al Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba en un espacio atípico donde confluían múltiples actores que, desde una mayor radicalidad política e ideológica expresaban posturas claramente transformadoras.
La figura de Tosco quedó indisolublemente asociada a la histórica rebelión obrera y estudiantil conocida como el Cordobazo, del mes de mayo de 1969, por el papel central que le tocó ocupar en la coordinación y dirección de dicha insurrección urbana, que significaría el comienzo del fin de la experiencia dictatorial de Onganía. Tras la represión, Tosco y los principales líderes de la revuelta, serían detenidos y condenados por un tribunal militar, en el caso de Tosco a una pena de ocho años y cuatro meses de prisión y trasladado a la cárcel de Rawson de la cual sería liberado en diciembre de 1969, o sea siete meses desde su detención, y ello en gran medida por la lucha de la clase obrera cordobesa y por la creciente debilidad de Onganía que tras un supuesto mensaje de pacificación y unión nacional buscaba sofocar la acción activa de amplios sectores populares.

Al llegar a Córdoba y en medio de una asamblea multitudinaria Tosco diría:
“Esta situación de encontrarnos aquí es la emoción más grande que hemos podido experimentar en nuestras vidas, no lo olvidaremos jamás; no se pueden olvidar cosas que tocan profundamente los sentimientos de los seres humanos. Nosotros queremos decir aquí, entonces, que nuestra libertad, que la libertad de todos los compañeros estudiantes y ciudadanos condenados por los consejos de guerra de la dictadura, que la libertad de los compañeros arrestados bajo estado de sitio, no es producto de la benevolencia del régimen, no una gracia del dictador que usurpa el poder. Nuestra libertad es el triunfo de ese pueblo maravilloso, que no declinó en ningún momento hasta vernos en libertad”
Posteriormente, Tosco integraría el Comando de Lucha de la CGT Córdoba y, en marzo de 1971 participaría activamente de las jornadas de protesta que se popularizarían con la denominación de el “Viborazo”, durante las cuales los obreros de las principales ramas industriales protagonizaron enfrentamientos con las fuerzas de seguridad desde formas más coordinadas y organizadas con la participación activa de las organizaciones guerrilleras que comenzaban a desarrollar acciones de mayor envergadura gracias a la inserción en los sectores obreros .
Elegido Secretario Adjunto de la CGT de Córdoba y acompañado por el dirigente peronista Atilio López será determinante para generar diferentes instancias de lucha y participación democrática que ante la continuidad represiva lo condujeron nuevamente a la cárcel. Primero en Villa Devoto y posteriormente a Rawson donde permaneció hasta septiembre de 1972
Para ese entonces, Tosco ya se había convertido en el dirigente sindical de izquierda más importante de Argentina, postulando un sindicalismo de liberación, al que entendía como antiburocrático, superador de los meros horizontes reivindicativos y partidario de la unidad popular antiimperialista y anti oligárquica. Junto a ello, sostenía objetivos socialistas al plantear la necesidad de una transformación revolucionaria de las estructuras que conduzcan a socializar los principales medios de producción y ponerlos bajo control de la sociedad
Tosco fue enemigo del apoliticismo de la clase obrera y sostuvo muchas veces que la lucha de los trabajadores no podía limitarse a lo “estrictamente gremial”. En ese sentido y desde el periódico sindical afirmaba: “Quien se proclama apolítico, sustenta en la práctica la política de la reacción. Porque la política es la concepción general que se tiene de la organización económica, social y cultural de la sociedad a la que se pertenece”. Y aclaraba para que no existan confusiones acerca de su postura por la unidad obrera y contra el sectarismo político : “el sindicalismo, por agrupar a compañeros de distinta ideología política partidaria, religión, filosofía, etc., no debe embanderarse con determinado partido, credo religioso o cualquier otra parcialidad, que pueda dividir en la lucha por objetivos que son comunes a todos. Cada compañero tiene, no solo el derecho sino el deber, de pensar políticamente y la opción de estar afiliado o no, de ser militante o no, de una agrupación política.”
En sus últimos años de vida afianzó su relación con los sectores de la izquierda revolucionaria, particularmente con el PRT-ERP, con quienes había compartido la prisión en Rawson y que incluso habían propuesto ser parte de la operación de fuga que se produciría en agosto de 1972 a lo que Tosco se opuso al considerar que su libertad debía ser producto de un proceso diferente, sin que ello signifique que no apoyara, como lo hizo, la coordinación interna que facilitó la fuga parcial de los guerrilleros y que derivó en la evasión de los principales dirigentes revolucionarios hacia Chile y la detención de un grupo mayor que no logró el objetivo y terminaron siendo fusilados en Trelew, provocando una conmoción nacional y que Tosco condenaría abiertamente hasta el último de sus días reivindicando a cada uno de los guerrilleros asesinados a sangre fría.
Ya en libertad, participaría activamente en el Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS) conformado por el PRT-ERP, el FRP del salteño Armando Jaime y diferentes organizaciones de la izquierda revolucionaria. Rechazaría la propuesta de ser candidato presidencial por dicho espacio considerando que enfrentar al peronismo podía no ser el mejor camino y por el contrario distanciarse de las masas que claramente apoyaban el retorno de Perón a la escena política luego de largos años de exilio y proscripción.
En sus dos últimos años de vida, su oposición al curso adoptado por los gobiernos peronistas y al accionar de las bandas ultraderechistas y la parapolicial Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) que lo había colocado en sus listas negras, lo encontraron a Tosco defendiendo a los presos políticos y las libertades democráticas, al mismo tiempo que enfrentaba la nueva Ley de Asociaciones Profesionales, la legislación represiva contenida en las reformas al Código Penal y los zarpazos reaccionarios que, desde el golpe policial del Navarrazo, en febrero de 1974 (con el que se impuso el derrocamiento del gobierno de Obregón Cano-López), sumían a la provincia de Córdoba en un territorio hostil a la militancia gremial y política.
Al estudiar las concepciones ideológicas de Agustín Tosco, se descubre a un militante convencido del carácter emancipatorio que debía asumir la clase obrera y de la necesidad del socialismo como objetivo superior. En su acción práctica se trasluce un conductor neto, arrollador y transparente, un orador brillante, constreñido a las exigencias de la democracia obrera a contrapelo de las concepciones burocráticas.
Su legado presenta múltiples aspectos y no será extraño ver el modo creativo y crítico en que el mismo será recuperado por nuevas generaciones de militantes obreros clasistas, democráticos y antiburocráticos. Su compromiso con un mundo más justo sigue siendo ejemplo de entrega altruista y debiera servir de referencia ineludible a cada dirigente popular que sostenga la transformación de la sociedad como necesidad de justicia.
Notas:
*Historiador y colaborador de PIA Global.