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África: pandemia, saqueo y desigualdad. Una realidad que no posee vacunas

Escrito Por Beto Cremonte

Por Beto Cremonte*-
No resulta extraño que los países africanos solo se convierten en noticia, casi siempre de manera efímera, cuando algunos de sus habitantes huyen de la miseria y las guerras y en ese periplo mueren en el medio del mar o se hacinan en condiciones infrahumanas en las fronteras comunitarias. Aunque la pandemia marcó un cambio de paradigma informativo con respecto al continente madre, hoy el Covid-19 también es noticia africana.

Hoy con casi un 10% del total de la población vacunada, poco se dice en los medios de información hegemónicos de las restricciones y la negación de vacunas para África. Sin embargo sí es noticia cuando cierran las fronteras del mundo al mudo africano ante una nueva cepa con un posible origen en este continente.

En un principio, allá por un ya lejano 2020 se estableció una errónea idea de que el virus de la pandemia era “democrático” porque afectaba a todo el mundo sin distinción de países ni clase social. Y esto claramente fue un cuento de hadas, una utopía o simplemente un engaño más de los poderosos ricos. Lo cierto, por el contrario, es que la difusión de la enfermedad y, sobre todo, el tratamiento y la respuesta a la misma ha conocido fronteras y, por supuesto, ha sido muy diferente dependiendo del estatus social de cada cual. Los países postergados económicamente siguieron su derrotero sumergidos en una pobreza endémica que la vieron agravarse a medida que la pandemia avanzaba y las respuestas no llegaban.

Se sabe que el principio del fin de la pandemia comenzó en el proceso de producción, distribución y aplicación de las vacunas anti covid. Muchos países y laboratorios privados, algunos con participación estatal, lograron en un tiempo récord producir diferentes tipos de vacunas que atacan Sars cov-2 (y sus variantes). Primer paso logrado. Luego se instrumentaron los medios para poder acercar esas vacunas a la población, los planes vacunatorios variaron según los estados, las sociedades y el acceso a las vacunas. Paso dos cumplido.

Con respecto a la vacunación deberíamos señalar que se ha cumplido con creces, que quizás los porcentajes de personas vacunadas no se acerquen al total de la población, pero si a una enorme mayoría. Aquí las ultra derechas y los movimientos anti vacunas jugaron un papel preponderante creando teorías conspirativas alrededor primero de la pandemia y luego en torno a las vacunas. Entonces podemos decir que el paso tres estaría casi cumplido.

Ahora bien, estos párrafos anteriores no incluyen al continente africano. Ni la producción, ni la distribución y por supuesto mucho menos los planes de vacunación que idearon los países ricos incluyeron a África.

REUTERS/SIPHIWE SIBEKO  –   Marchan para exigir el despliegue de las vacunas contra la enfermedad del coronavirus (COVID-19), en Pretoria, Sudáfrica, el 25 de junio de 2021

La vacuna y el status de pobreza

Si ponemos el foco en el proceso de vacunación, en los denominados países ricos, aun con sus diferencias y disparidades que existen entre ellos, dicho proceso se encuentra muy avanzado. Los números avalan esta teoría. Incluso ya hay países que están estableciendo una segunda dosis de refuerzo. Por ejemplo en la Unión Europea el porcentaje de la población completamente vacunada es del 67%. Porcentajes que nada tienen que ver con la situación de la mayor parte del continente africano (y del Sur global). Con la excepción de Marruecos y Túnez, donde la población que al menos ha recibido una dosis es, respectivamente, del 65,7% y 51,3%, el resto de los países africanos está muy muy lejos de esos números. En el África Subsahariana, como ejemplo opuesto a lo anterior, la mayoría de los habitantes se encuentra masivamente expuesta a la enfermedad, con ratios inferiores al 10%, destacando el caso extremo de la República Democrática del Congo donde ni siquiera llega al 1% de la población vacunada.

Hay que tener en cuenta, además, que no se trata sólo del coronavirus. Sus habitantes están expuestos a otras enfermedades relacionadas con la pobreza, el hambre y la insalubridad, que provocan cada minuto muerte y sufrimiento. 

Con solo indagar en algunos datos que sirven para ilustrar esta dramática situación alcanzaría para dar cuenta de esto. Según el Banco Mundial, la desnutrición afectaba en 2019 en los países de África Oriental y del Sur al 24,5% de la población y al 14,6% en África Occidental y Central; en la Unión Europea, sólo el 2,5%. El gasto público en salud era, en 2018, para las dos zonas de África consideradas, del 2,7% y el 0,8%, respectivamente, mientras que en la UE suponía el 7,3%. Estos datos son más que suficientes para dejar de creer que la pandemia igualaría sociedades.

Las enfermedades, cualesquiera que fuesen, van de la mano de la pobreza, y esto en un continente postergado y sumido en la pobreza masiva como lo es África, no es un dato menor.

Si aplicamos el criterio más severo de medición de la pobreza utilizado por el BM (población que tiene un ingreso por debajo de 1,90 dólares diarios) el 40% de la población que habita el África Subsahariana, unos 436 millones de personas estaría por debajo de ese indicativo. Si consideramos el índice de 3,20 dólares, también utilizado por el BM, los pobres representan el 67%, lo que equivale a 719 millones de personas. Y si la métrica utilizada, algo menos exigente, son los 5,5 dólares, más de tres cuartas parte de la población, el 86%, es pobre, esto es, 928 millones de personas. 

MOGADISCIO, SOMALIA – MAYO 16, 2019: Unos 9.000 refugiados provenientes de Somalia, Kenia y Etiopía viven en un campamento cerca de la ciudad de Doolow de la región de Gedo, en Mogadiscio, Somalia, el 16 de mayo de 2019. Los habitantes de Mogadiscio y otras regiones cercanas luchan contra las duras condiciones de la guerra civil. 16 de mayo de 2019. (Cem Genco – Agencia Anadolu)

La comunicación de la pandemia

Los grandes conglomerados que hegemonizan los canales de comunicación e información vieron en la pandemia una oportunidad más para establecer su poderío. Todo lo que sabemos (y lo que no) está ahí, en los medios de comunicación. Entonces nos enteramos de cómo va la fabricación de la vacuna, de cuanta población accede a ella, de los casos positivos y muertes que va dejando la pandemia alrededor del mundo. Bueno, no de todo el mundo. África no es noticia salvo en alguna situación particular.

En contadas ocasiones los grandes medios de comunicación se hacen eco de la realidad africana, solo se convierten en noticia, cuando las personas que huyen de la miseria y las guerras se hacinan en condiciones infrahumanas en las fronteras comunitarias, convertidas en muros inexpugnables; o cuando fallecen intentando alcanzar territorio europeo; o cuando vemos amenazado el suministro de gas natural; o también cuando aparecen variantes del virus en personas que proceden de alguno de estos países (como ha sucedido recientemente con Omicron en Sudáfrica). 

Los medios de comunicación tampoco se hacen eco del saqueo al que están sujetos los territorios y las empresas africanas y las grandes empresas multinacionales con asiento en África para hacerse con minerales, tierras raras, y otros materiales, muy abundantes en algunos países el continente, que son estratégicos para la revolución digital que está planteando el primer mundo. Las condiciones en las que se llevan adelante estos procesos muchas veces aplicando condiciones de trabajo que podemos calificar de esclavistas. Tampoco se informa de que los países africanos, que son responsables de una pequeña parte de las emisiones globales de dióxido de carbono, sufren las consecuencias más devastadoras del cambio climático y de la degradación de los ecosistemas.

Deuda, pobreza y enfermedad, una trampa que mantiene encadenados a cientos de millones de personas en un continente cada vez más olvidado por propios y extraños.

Casos de contagio en África según la OMS (situación al 20/4/2020)

De lo dicho a lo hecho

Se habla y se habla, pero no se hace casi nada, podría ser una frase que grafica sucintamente lo que ocurre en África y que además representa una situación de verdadera emergencia para proteger la salud de los que habitan la miseria y se ven continuamente amenazados o están atrapados por la enfermedad.

Algunas iniciativas multilaterales de escasa incidencia como el programa COVAX, Mecanismo de Acceso Global a las Vacunas COVID-19 y acciones unilaterales de algunos gobiernos buscan zanjar estas diferencias, pero solo esconden la inactividad y la ausencia de instituciones globales con voluntad de hacer frente a la pandemia en los países pobres. 

El negocio detrás de la pandemia es evidente. Farmacéuticas, laboratorios, empresas vieron, en la desgracia de otros, una extraordinaria oportunidad de un negocio rentable desde la mera necesidad. Y es en los países poderosos y ricos donde mejor germinan estas semillas del poder económico detrás del Covid.

Es realmente necesario y urgente que se pase de los dichos a los hechos, todo un continente lo espera. Sin dudas que las acciones deben apuntar más allá de la pandemia, África necesita de planes integrales que no solo contemplen los problemas que trajo el virus del Sars Cov-2. La pobreza, la desigualdad (en todos los aspectos imaginables), la violencia, el terrorismo y las guerras que producen miles y miles de refugiados y desplazados son problemas endémicos que no se solucionan con la preocupación de un puñado de filántropos que desparraman algunas migajas, sobras de su riqueza, en el continente africano.

Sólo con hechos concretos y duraderos en el tiempo es que los gobiernos africanos dispondrán de vacunas suficientes y margen financiero para combatir la pandemia, enfrentar otras enfermedades crónicas, reducir la pobreza, y empezar a escribir una nueva hoja de ruta que les lleve a un desarrollo social, inclusivo y sostenible. Sin que se involucren definitivamente aquellos organismos que pueden garantizar y hacer posible el cambio del paradigma africano, la realidad no cambiara y seguiremos viendo en los medios de comunicación las noticias que ellos elijan que veamos, la realidad africana seguirá muy lejos de las pantallas y las páginas de los poderosos.

*Beto Cremonte es periodista, Comunicador Social y docente en la Facultad de Comunicación Social de La Plata (U.N.L.P), estudiante avanzado de la Tecnicatura Universitaria en Comunicación Pública y Política de la Universidad Nacional de La Plata (U.N.L.P)

Acerca del autor

Beto Cremonte

Docente, profesor de Comunicación social y periodismo, egresado de la Unlp, Licenciado en Comunicación social, Unlp, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS Unlp