Los apologistas de «Israel» siempre utilizan la falsa acusación de antisemitismo contra los defensores de los derechos humanos y la soberanía palestina. Recientemente, grupos que se autodenominan «Judíos por la Democracia» y la mula sin cabeza llamada «sionistas de izquierda», aprovecharon dos situaciones diferentes para volver con este tipo de acusaciones.
Acusar a alguien o a algún movimiento de ser antisemita es una forma conveniente de intimidar a los críticos o de desviar la atención de los verdaderos problemas creados por el apartheid israelí en Palestina. Debemos reiterar la clara distinción entre antisemitismo, por un lado, y la crítica legítima a las políticas degradantes y opresivas de «Israel» y los sionistas contra los movimientos de resistencia y solidaridad palestinos.
La más reciente víctima de esta sórdida campaña movida por los sionistas «Judíos por la Democracia» fue la periodista, escritora y activista por la paz, Lucia Helena Issa, por haber participado en un directo en TV247 en enero de este año, en el que denunció el tráfico de mujeres, la explotación de la prostitución y la pederastia por parte de una red de criminales judíos israelíes. Ello llevó a la muerte de la brasileña Kelly Fernanda Martins, de 26 años, asesinada tras denunciar a la banda internacional de explotación de la prostitución.
Después de estas acusaciones, que han sido plenamente probadas por los medios de comunicación israelíes y brasileños, los exponentes de la comunidad sionista en Brasil comenzaron a atacar a la periodista con acusaciones de «antisemitismo», «racismo» y «negacionismo», porque tuvo el valor de denunciar a los implicados en estos crímenes, no por ser judíos, sino por ser bandidos y criminales.
Estos dueños de las medias verdades no se molestan en decir quiénes son los semitas. Se convence a la gente de que los semitas serían sólo los judíos, cuando en realidad los semitas son los adeptos de las tres grandes religiones monoteístas, como los hebreos (judíos), los árabes (cristianos y musulmanes), los asirios (cristianos) y otros pueblos originarios del norte de la península arábiga, y no sólo los judíos o israelíes.
El antisemitismo que se ha popularizado como «odio a los judíos» es un fenómeno ligado a la historia europea, y no a la historia de los árabes, musulmanes y cristianos de otras regiones del mundo. El argumento sobre la existencia de este «odio a los judíos» fue utilizado por el fundador del sionismo, Theodor Herzl, para defender el derecho de los judíos a la autodeterminación y la existencia de un Estado nacional judío en tierras que pertenecían milenariamente a los palestinos, basándose en la fantasiosa tesis de una «tierra sin pueblo, para un pueblo sin tierra».
Los palestinos siempre han convivido con los judíos desde antes de 1948, lo que atestigua que la acusación de antisemitismo que se hace a los movimientos de resistencia es una distorsión de lo que realmente ocurre en la actualidad. Son los palestinos los que sufren a diario con la violencia y la falta de respeto a su condición humana por parte de los supremacistas judíos israelíes del apartheid, por el simple hecho de ser árabes palestinos y ser los dueños de la tierra codiciada por los usurpadores judíos sionistas.
El antisemitismo es una de las repugnantes formas de racismo dirigidas contra los seres humanos, ya sean judíos, musulmanes, cristianos, de otras religiones o incluso sin religión, negros, descendientes de asiáticos, gitanos, etc. Por esta misma razón, hay que enfrentarse a todas las formas de prejuicio y racismo y eliminarlas.
Hay muchos judíos e israelíes, conscientes de los crímenes practicados por el colonialismo sionista, que se avergüenzan de lo que «Israel» ha hecho en su nombre. No parece ser el caso de estos llamados «judíos por la democracia», con su falso discurso de apoyo a los derechos del pueblo palestino, mientras le niegan el derecho a la resistencia.
El otro episodio que trajo esta discusión a la palestra y dominó el debate en los medios de comunicación y en las redes sociales, fue cuando el influencer digital brasileño de Flow Poadcast, conocido como Monark, defendió el derecho a existir del partido nazi en Brasil, que fue seguido por el diputado de derecha Kim Katiguiri (DEM-SP). Y poco después, con el gesto de saludo nazi realizado en directo por el comentarista de Jovem Pan, Adrilles Jorge.
Es habitual que los sionistas utilicen los horrores del holocausto ocurridos en Europa como un arma ideológica indispensable y conveniente a su favor en esta política de creación de disfraces y distorsión de los hechos, cuando se sabe que el movimiento sionista colaboró activamente con el nazismo, el más feroz enemigo que tuvieron los judíos, según el escritor de origen judío Norman G. Filkelstein, en su libro La industria del holocausto.
El nazismo es una ideología supremacista de derecha, fascista y racista, al igual que el sionismo es una ideología racista y supremacista judía, que ha practicado un régimen de apartheid contra el pueblo palestino durante siete décadas. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) llegó a aprobar, en 1975, la Resolución nº 3379, que equiparaba el sionismo al racismo, con el voto incluido de Brasil. La resolución fue revocada en 1991 por la presión del lobby judío y del gobierno de Estados Unidos.
Para los sionistas, cualquier movimiento o persona que defina a Israel como apartheid o denuncie sus crímenes contra la humanidad es antisemita. Las víctimas más frecuentes son el Movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) a Israel; las ONG de derechos humanos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch (HRW), los políticos, los académicos, los movimientos antisionistas, e incluso las Agencias de la ONU como UNRWA y UNICEF.
Para reflexionar: dado que el sionismo es una ideología racista y supremacista de derechas, ¿parece factible tener, dentro de ella, una posición «de izquierdas» o «democrática»? Se trata de una enorme contradicción que los grupos autodenominados «sionistas de izquierda» y «judíos por la democracia» tienen que afrontar para defender esta ideología y cerrar filas con los apologistas de la política de «Israel».
Hay que distinguir claramente entre antisemitismo y crítica legítima a las políticas de apartheid de Israel contra los palestinos. Las fuerzas de resistencia palestinas, así como los movimientos y personas solidarias con la lucha del pueblo palestino, son acusados a menudo de antisemitismo por los apologistas de Israel. La lucha que se libra en muchos frentes y que saldrá victoriosa es contra el apartheid y el proyecto colonial de la supremacía judía, y no contra los judíos por serlo.
*Sayid Marcos Tenório es historiador y especialista en Relaciones Internacionales. Es colaborador de PIA Global, vicepresidente del Instituto Brasil-Palestina (Ibraspal) y autor del libro Palestina: del mito de la tierra prometida a la tierra de la resistencia (Anita Garibaldi/Ibraspal, 2019. 412 p). Twitter: @HajjSayid