El 1 de julio el Partido Comunista de China cumplió cien años. La cifra es impactante para una organización política y más si ese siglo transcurrió en medio de grandes luchas contra poderosos enemigos imperialistas y socios nativos. Éstos querían que China siguiera siendo semicolonial y colonial, semifeudal y feudal, o a lo sumo, con un desarrollo capitalista dependiente. Nunca liberada, socialista y pujante como es.
De aquel I Congreso fundador, en una barcaza en la zona de Shanghai, con 12 delegados en nombre de 50 comunistas en medio de 400 millones de habitantes, al poderoso partido de hoy, en el poder desde 1949, con 95 millones de militantes en una nación de 1.400 millones de chinos y chinas, media un tramo apasionante de la historia.
“El gigante dormido de Asia”, que Napoleón aconsejaba no despertar, despertó del “largo sueño embrutecedor a que nos sometieron” (diría Ernesto Che Guevara en referencia cubana y latinoamericana). Despertó y se puso a andar. Incluso anda por el espacio, donde tres astronautas chinos están desde el 17 de junio pasado, en la misión Shenzhou-12, construyendo una estación espacial. Volverán pronto y sanos a casa.
Una de sus prioridades socialistas fue la salud de la población. Y en esta pandemia lleva colocadas 1.330 millones de dosis de vacunas a su gente. También las ha provisto a 120 países, como señaló el presidente cubano Miguel Díaz Canel en la Conferencia Internacional de Partidos celebrada virtualmente el 6 de julio, con discurso de base del anfitrión Xi Jinping.
El mayor logro de este partido centenario ha sido sacar de la pobreza a 800 millones de sus ciudadanos, en los últimos 40 años. Así lo reconoció el nada comunista Banco Mundial. Es una hazaña extraordinaria. En el planeta, por el contrario, crecen la pobreza, el desempleo y la desigualdad, por acción y omisión del imperialismo y sus satélites, con sus políticas de explotación, deuda externa, bloqueos y guerras.
PRIMERA MENTIRA
Una gran mentira fue que China había fabricado el COVID-19 en un laboratorio de Wuhan y por acción deliberada o accidente lo había difundido. El calumniador serial fue el entonces presidente de EE UU, Donald Trump, que llamó “virus chino” al coronavirus y acusó al gobierno de Xi de ocultar y demorar la información.
Falso. China informó inmediatamente a la Organización Mundial de la Salud de la aparición de aquel brote, que derivó en epidemia y en el mundo durante 2020 ascendió a pandemia. Sus científicos, en coincidencia con los de la OMS, llegaron a la conclusión que no fue una creación de laboratorio sino de un virus de origen animal que pasó al hombre y derivó en contagios masivos.
China luchó al principio en soledad contra el virus. Lo hizo en forma excelente, disponiendo medidas de aislamiento total en Wuhan y la provincia, con acatamiento y solidaridad de su pueblo. El gobierno, PCCh y Ejército Popular de Liberación actuaron al unísono, construyendo nuevos hospitales en tiempo récord y fabricando sus vacunas y poniendo todos los recursos económicos necesarios.
Esa política socialista frenó en seco la pandemia. Al día de hoy contabiliza 91.966 contagios y sólo 4.636 muertos (Argentina cuenta 4.613.019 enfermos y 97.904 fallecidos).
SEGUNDA MENTIRA
La segunda mentira es que en China no hay democracia sino una dictadura, porque no hay otros partidos políticos ni prensa independiente. Quienes así acusan creen que el único y mejor modelo de democracia es el de Estados Unidos, que es una plutocracia, o gobierno de los ricos, como acertadamente la definió Fidel Castro. Esa seudo democracia es bipartidista; entre republicanos y demócratas, si bien hay algunas diferencias, son más las coincidencias en defensa de Wall Street, el Pentágono, la CIA, la dominación mundial, el gasto en armamento incluso nuclear, la violencia racista, la corrupción, el bloqueo a Cuba y tantas otras materias.
En China hay un sistema político de democracia popular, fundado por el Partido Comunista, como lo reconoce el artículo 1 de la Constitución Nacional. Y es funcional a las diferentes clases y capas sociales como lo demuestra la erradicación de la pobreza arriba mencionada.
Esta mentira oculta que hay otros partidos patrióticos que tienen su representación en Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino (CCPPCh). Son ocho: el Comité Revolucionario del Kuomindang de China, la Liga Democrática de China, la Asociación para la Construcción Nacional Democrática de China, la Asociación para la Promoción de la Democracia de China, el Partido Democrático Campesino y Obrero de China, el Zhigongdang de China, la Sociedad Jiusan y la Liga de Autonomía Democrática de Taiwan.
TERCERA MENTIRA
La tercera mentira, ideada por Washington y motorizada en junio pasado por Canadá y otros aliados en el Consejo de Derechos Humanos (CDH) de la ONU en Ginebra, es que Beijing viola los derechos humanos en Hong Kong y los de la minoría uigur de la zona autónoma de Xinjiang.
Esa campaña viene de lejos, desde las acusaciones de una “masacre de Tiananmen” en junio de 1989. Esa revuelta estudiantil, que portaba réplicas de la Estatua de la Libertad de Nueva York, buscaba el derrocamiento del socialismo. Fue casi en simultáneo con la caída del muro de Berlín, en noviembre de aquel año, donde EE UU, el papa polaco anticomunista y la Alemania capitalista lograron disolver la República Democrática Alemana, con la complicidad de Mijail Gorbachov y Boris Yeltsin.
Esa maniobra no prosperó en China. Chocaron contra la muralla china, en parte por las reservas revolucionarias potenciadas en la década de la Revolución Cultural y las advertencias de Mao Tsé Tung contra los riesgos de restauración del capitalismo, en polémica con Nikita Kruschev y sus tesis antistalinistas del XX Congreso del PCUS en 1956.
De la “masacre” de 1989 no pudieron mostrar ni una sola foto de los “centenares y miles de estudiantes asesinados”. No hubo tal cosa. El único video de esos acontecimientos muestra un manifestante que se para frente a un tanque. Y el tanquista dobla para no atropellarlo. De los masacrados, cero imagen o prueba.
De Hong Kong no dicen que fue robada por los ingleses luego de imponer a China la Guerra del Opio entre 1840-1842. Fue recuperada por China en 1997 con el justo criterio de “un país, dos sistemas”. Se permitía por otros 50 años el capitalismo en esa plaza financiera, pero marcando sus límites. Hong Kong es parte de China, no del Reino Unido. Y la nación socialista es el poder central, cuyas leyes deben respetarse.
La uigur, de Xinjiang, es una de las 60 etnias que coexisten junto a la mayoritaria han y goza de todos los derechos. Como en buena medida son musulmanes, hubo allí algunos pocos núcleos terroristas, estimulados por Al Qaeda, Estado Islámico o Daesh, inicialmente armados por los EE UU para destruir Irak, Siria, etc. Eso llevó a Beijing a combinar educación, ayuda social y Centros de Formación Profesional, junto con investigaciones antiterroristas sobre grupos más reducidos.
Pero no hubo represión masiva y mucho menos “genocidio”. Ese gran invento fue rechazado por 64 países en el CDH con una declaración que subrayaba “que Hong Kong, Xinjiang y Tíbet son asuntos internos de China”. En Canadá se descubren sus horrendos crímenes contra pueblos originarios. Fue derrotado en Ginebra en su moción antichina, igual que sus aliados de EE UU, Reino Unido, Alemania, Japón, Francia e Italia.
No casualmente, sumando la Rusia zarista, son las mismas potencias que avasallaron a China y la colonizaron desde el siglo XIX hasta un glorioso 1 de octubre de 1949, cuando nació una nueva China gestada por el comunismo y su civilización de 5000 años.
CUARTA MENTIRA
La cuarta mentira es que China no sería socialista sino capitalista, con las empresas privadas como hegemónicas. Sus avances serían sólo por la economía capitalista, con el defecto del “partido único”. Esta denigración del socialismo es de fuentes imperiales, pero con matices es retomada por supuestos “izquierdistas”. Unos y otros se basan en algunos elementos ciertos, pero se equivocan en lo esencial.
Efectivamente, desde la “política de apertura y reforma” iniciada en 1978, en la economía china existen formas de propiedad privada y actúan muchas empresas extranjeras. Al principio éstas fueron localizadas en las Zonas Económicas Especiales de la zona costera y con facilidades para exportar aprovechando los bajos salarios de la mano de obra china.
Esa situación fue cambiando. China no exporta más en forma mayoritaria zapatillas, juguetes o textiles de baja calidad. Sus innovaciones científicas y tecnológicas son impresionantes, como lo refleja sus redes de 5G. Sus obreros ahora ganan mejores sueldos. “En sectores no privados, el crecimiento real ajustado a la inflación del salario promedio de los trabajadores urbanos aumentó 6,8 por ciento para llegar a 90.501 yuanes (12.758 dólares), según el Buró Nacional de Estadística, publicado el 16/05/2020 por Spanish. xinhuanet. Esos 12.758 dólares supondrían en Argentina un salario mensual de 1.063 dólares, o sea 180.000 pesos mensuales, según la cotización actual del “blue”.
¡Y en nuestro país el salario promedio es de 280 dólares, equivalentes a 41.000 pesos! Así lo informó el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) y lo publicó I-Profesional el 20/06/2021: “cerca del 60% de la población ocupada en Argentina percibió un ingreso promedio de $40.000 al término del primer trimestre del 2021”.
En un seminario dictado en 2015 en la Universidad Nacional de Córdoba le pregunté sobre las proporciones de las economías al especialista en Estudios sobre China contemporánea, Gustavo Girado, a cargo de un posgrado en la Universidad Nacional de Lanús. Su respuesta fue que “el 70 por ciento de la economía china es estatal y el 30 por ciento es privada”. Uno de sus libros, muy recomendable, es “¿Cómo lo hicieron los chinos?” (2017, editorial Astrea).
En la medida que el país socialista se sigue apoyando en lo que Mao llamaba “las tres varitas mágicas” (Partido, Frente y Ejército, con el primero dirigiendo a las otras dos), se puede creer que el socialismo tiene larga vida por delante.
¿China acepta y promueve la inversión extranjera? Sí, pero esa no es una desviación del marxismo-leninismo, ya que Lenin y Stalin también lo hicieron en la Nueva Política Económica (NEP) entre 1918 y 1921. ¿Qué hay desigualdades salariales y de clases en China? Sí. El socialismo es una sociedad de transición, donde hay clases, capas y diferencias, con contradicciones entre campo y ciudad, diferencias entre trabajo manual e intelectual. Hay lucha de clases y no está definido si en definitiva triunfará el socialismo completo, el comunismo, o si “las fuerzas decuplicadas de la burguesía derrocada”, diría Lenin, lograrán una restauración del capitalismo.
Eso último lo consiguieron en la URSS formalmente en 1991 y en realidad desde antes, con la dupla de la perestroika y la glasnot. Eso no pasó en China donde su partido festejó sus primeros cien años forjando un socialismo de características chinas y luchando fuerte contra la corrupción. Si bien es inevitable que esos logros no sean admitidos por los imperialistas, es lamentable que no lo entiendan ciertos “izquierdistas”, trotskistas, dogmáticos y otros desviados del marxismo. ¡China es socialista, carajo!
QUINTA MENTIRA
La quinta mentira es que China es imperialista y practica el hegemonismo sobre países africanos, asiáticos y latinoamericanos. La calumnia cae por su propio peso porque el socialismo asiático ha sido solidario con otros países, comenzando por la ayuda política y militar al pueblo de Corea a ganar su guerra contra el invasor yanqui entre 1950 y 1953. Muchos Voluntarios del Pueblo Chino dieron sus vidas allí, incluso un hijo del presidente Mao.
En la lucha contra el COVID-19 los médicos chinos, sus insumos y vacunas han ayudado a más de un centenar de países; Argentina recibió insumos y luego millones de Sinopharm y de CanSino, que han salvado miles de vidas.
Los pueblos africanos fueron ayudados con obra pública y trenes, por ejemplo, entre Yibuti y Etiopía, que mejoraron sus condiciones de vida. En la Conferencia Internacional por el Centenario hablaron líderes de Sudáfrica, Congo, Namibia, Zimbabue, etc, reflejando esa relación fraternal donde ganan las dos partes, tan diferente al mal trato dispensado a África en los años de colonialismo e imperialismo.
Desde 2013 Beijing viene impulsando la iniciativa de la Franja Económica de la Ruta de la Seda y la Ruta Marítima de la Seda del Siglo XXI, que incluye conexiones ferroviarias, proyectos de infraestructura, puertos, carreteras y oleoductos. O sea, una red transnacional de comercio e inversión y desarrollo económico de largo plazo, que podría abarcar al 60 por ciento de la población mundial y a más de un tercio de la economía global. No son palabras vacías. Desde 2013 China invirtió más de 60.000 millones de dólares en países a lo largo de la Franja y la Ruta. En 2017, la inversión directa alcanzó 14.360 millones de dólares, el 12 por ciento del total de la inversión exterior del país.
Los que mienten con que es un país imperialista no pueden desmentir que EE UU tiene 872 bases militares alrededor del mundo (76 en América Latina y el Caribe), en tanto China no tiene ninguna y no invade países. Sólo dispone desde 2017 de una base logística en Yibuti, el cuerno de África, para dar apoyo logístico a los chinos que participan en misiones de Naciones Unidas, como “cascos azules”, en Malí y Sudán del Sur, y a los que operan contra la piratería en el golfo de Adén y la costa de Somalia.
China no practica la beneficencia y quiere que ganen las dos partes. Por eso los militantes revolucionarios argentinos, que aspiramos a construir un socialismo con características sanmartinianas, apoyamos a Beijing y agradecemos su ayuda, pero siempre pensamos con cabeza propia.
Por ejemplo, sus créditos por 5.000 millones de dólares para construir las dos represas hidroeléctricas en Santa Cruz, son bienvenidos porque aumentarán la capacidad eléctrica nacional, dan empleo y servirán a la producción.
En cambio, un banco como ICBC, un pulpo agroexportador como COFCO y la participación china en Panamerican Energy, no son necesarios para el proyecto de una Argentina liberada y camino al socialismo.
Notas:
* Periodista y referente del Partido de la Liberación de Argentina
Fuente: Colaboración