El globalismo europeo se enfrenta a un declive estratégico, y de supervivencia, evidenciado por la pérdida de la guerra híbrida en sus dos frentes más críticos: el enfrentamiento contra Rusia por un lado, y la disputa contra Donald Trump por otro. Desde PIA Global venimos señalando que la guerra proxy en Ucrania es la columna vertebral del proyecto globalista europeo, el motor que sostiene un modelo caracterizado por el militarismo y el belicismo exacerbado.
Ese sostenimiento forzado para perpetuar la guerra ha derivado en una profundización de la crisis del propio proyecto globalista: una crisis que arrastra a los Estados europeos en su interior, erosiona la unidad regional, desgasta la legitimidad de las instituciones comunitarias y desplaza a Europa como actor relevante en el nuevo tablero mundial. En otras palabras: el globalismo europeo está perdiendo la guerra híbrida que él mismo inició y apostó a liderar.
Ucrania, el sostén proxy y la derrota expuesta
Mantener activa las tensiones en Ucrania fue, desde antes incluso de la Operación Militar Especial (OME), una prioridad absoluta. Las elites belicistas europeas han boicoteado de manera sistemática cualquier intento de acuerdo o negociación: desde el incumplimiento de los Acuerdos de Minsk hasta la obstrucción de diálogos en los que ni siquiera participaba, por su fama de bloquear avances o imponer condiciones irreales.
El episodio más reciente expuso crudamente la desesperación de este bloque europeo: la reacción frente al acuerdo de 28 puntos impulsado (léase impuesto) por Donald Trump. El globalismo europeo respondió con rechazo inmediato, sin debate, sin evaluación del escenario militar actual y sin considerar el colapso político interno que atraviesa Ucrania, en especial a su principal referente y actor: Volodimir Zelensky y su círculo íntimo.
Tanto la propuesta de 29 puntos de Trump y el rechazo globalista no es casual. Llega en simultáneo al mayor escándalo de corrupción del país, que deja a Zelensky completamente vulnerable y derrumba tres pilares claves del discurso europeo:
- la supuesta credibilidad democrática del gobierno ucraniano,
- la transparencia del uso de la ayuda financiera,
- la narrativa de que Ucrania está lista para ingresar a la UE.
A esto se suma un dato crítico: Energoatom está integrada en el mercado energético europeo. Su corrupción tiene impacto directo en la seguridad energética de la UE.
Al mismo tiempo, Rusia mantiene la ventaja en el campo de batalla, reduciendo el margen negociador de Kiev y de Europa. Frente a este escenario, la respuesta globalista fue automática y previsible: más militarización, más escalada y más endeudamiento.
La reacción europea al acuerdo impuesto por Trump puede ordenarse en varios ejes:
1. Militarización interna y reactivación de la economía de guerra
Alemania, Francia e Italia reabren el debate del servicio militar.
Alemania y Francia bajo el argumento de la “autonomía estratégica”, buscan reactivar sus industrias militares y sobrevivir a la crisis económica, para lo cual necesitan sostener el clima de amenaza y enemigo permanente. Alemania debate un ambicioso proyecto para reforzar el ejército y, en las últimas semanas, ha llamado al servicio militar voluntario, mientras que Francia contempla 10 meses de servicio militar obligatorio.
Italia también debate la posibilidad de incluir alguna forma de servicio militar, con el ministro Crosetto admitiendo la necesidad de reflexionar sobre el número de fuerzas armadas y una “reserva” desplegable en caso de crisis.
Mientras tanto, la presión para elevar el gasto militar se intensificó: la OTAN exige el 2% como mínimo, mientras que el secretario general de la OTAN, Mark Rutte ya exige abiertamente del 5% del PBI destinado a defensa, en un contexto donde las economías europeas están en recesión o estancamiento.
Simultáneamente aumentan las acusaciones de falsas banderas y operaciones encubiertas en los países bálticos y en Polonia, especialmente en la frontera con Bielorrusia, utilizadas como herramienta de presión para justificar mayor presencia militar y nuevas capacidades de respuesta rápida. El SVR ruso acusó además a Francia de enviar personal militar a Ucrania.
2. Infraestructura militar y negocio
La Comisión Europea anunció medidas para avanzar hacia un “Schengen militar” que reduzca tiempos de permisos y facilite el movimiento de tropas e infraestructura militar dentro de Europa. Un guiño directo al lobby industrial-militar.
El 19 de noviembre, mediante un comunicado de prensa, la Comisión Europea anunció un nuevo paquete de medidas para avanzar hacia la construcción de un «Schengen militar», vinculado a la transformación de la industria europea de defensa. El primer objetivo es reducir los plazos de los permisos y simplificar los procedimientos para el cruce de fronteras por parte de los soldados comunitarios.
Bruselas aprobó el Programa Europeo de Industria de Defensa (EDIP), dotado de 1.500 millones de euros para el período 2025-2027. El plan busca consolidar un complejo industrial-militar comunitario, con 300 millones dirigidos directamente a Ucrania y la posibilidad de redireccionar fondos no utilizados hacia otros proyectos militares. El objetivo estratégico es crear una base industrial de defensa europea capaz de sostener una “economía de guerra” a largo plazo.
A esto se suma la construcción de nuevas arquitecturas de seguridad, orientadas a reforzar de forma permanente el flanco oriental:
- la Iniciativa Europea de Defensa contra Drones,
- el proyecto “Vigilancia del Flanco Oriental” / Centinela Oriental,
- el Escudo Antidrones,
- y el Plan de Acción del Escudo Espacial Europeo, que militariza el dominio espacial como extensión directa de la OTAN.
3. Coalición de los dispuestos
La “Coalición de los Dispuestos” reaccionó al plan de Trump con fuerte rechazo, viéndolo como una capitulación forzosa. En su lugar, promueven la continuidad del apoyo militar y la creación de una fuerza de disuasión europea, reafirmando el apoyo militar y la necesidad de garantías de seguridad para Ucrania.
Tras la videoconferencia de la Coalición, Macron confirmó que Francia y el Reino Unido, los dos miembros principales, establecerían un grupo de trabajo para coordinar las garantías de seguridad para Ucrania, con la participación de Estados Unidos, y que los países europeos trabajarían en proporcionar apoyo financiero continuo.
Por otro lado, los puntos de acuerdo rechazados por la UE y Zelenski se resumen en una propuesta de 24 puntos que exige condiciones imposibles:
- fronteras pre-2014,
- ingreso a la OTAN,
- tropas europeas en territorio ucraniano,
- alto el fuego sin intercambio territorial.
Por un lado la coalición de los dispuestos promueve la continuidad del apoyo militar y la creación de una fuerza de disuasión europea para contrarrestar la rendición implícita en la propuesta de Trump, mientras que la UE plantea un contraplan diseñado para que no prospere.
4. Maniobras militares de gran escala
El último año ha estado dominado por las mayores maniobras de la OTAN desde la Guerra Fría, que han sido el foco de la intensificación del belicismo globalista. Se destacan los ejercicios militares:
- Steadfast Defender 2024
- Defender Europe 25 (Swift Response e Immediate Response)
- Quadriga 2025
- Steadfast Dart 2025
- Sea Shield 25
- Breeze 2024.
Steadfast Defender 2024 fue el mayor ejercicio de la OTAN desde 1988 (más de 90.000 efectivos), ensayando el despliegue de refuerzos masivos desde Norteamérica hacia el flanco oriental (Países Bálticos, Polonia, Rumanía) para contrarrestar una invasión rusa simulada. Defender Europe 25 y sus fases Swift Response 25 (SR25) e Immediate Response 25 (IR25), enfocados en el despliegue rápido y la interoperabilidad en el flanco este. Maniobras en el Mar Negro (Sea Shield 25 y Breeze 2024), ejercicios navales, liderados por Rumanía y Bulgaria, que demuestran la conversión de losa estos países como la punta de lanza de la OTAN en una zona crítica.
Todos estos ejercicios no son solo rutinarios sino que son una respuesta directa contra Rusia, enfocada en el este europeo. Casi todos se desarrollan en países fronterizos con Rusia o Bielorrusia, países Bálticos, Polonia, Rumanía, o en los nuevos miembros nórdicos, Finlandia y Suecia. Además, los escenarios están explícitamente diseñados para ensayar la defensa contra un “adversario próximo”, es decir Rusia, incluyendo el despliegue de tropas, el movimiento logístico de equipo pesado y la respuesta en múltiples dominios (tierra, mar, aire, ciberespacio).
Hay que recordar también que en paralelo a estos ejercicios que simulan una guerra contra rusia, la OTAN está construyendo en Rumanía (Constanza) la que será la base militar más grande de toda Europa, con capacidad para 10.000 militares, una clara señal del compromiso a largo plazo con la militarización del flanco oriental de cara al Mar Negro.
5. Escalada en la retórica y doctrina militar
La escalada discursiva se cristalizó con las declaraciones del jefe del Comité Militar de la OTAN, almirante Giuseppe Cavo Dragone, quien afirmó en Financial Times que la OTAN evalúa acciones preventivas contra Rusia bajo el argumento de “defensa frente a ataques híbridos”.
Según el almirante italiano, el «ataque preventivo» puede considerarse una «acción defensiva». «Sin embargo, esto va más allá de nuestra forma habitual de pensar y actuar», observó. «Quizás deberíamos actuar de forma más agresiva que nuestro adversario. Las preguntas se refieren al marco jurídico, a la jurisdicción: ¿quién lo hará?», añadió.
El nuevo Defence Readiness 2030 de la Unión Europea funciona como la pieza estructural que permite materializar esta escalada doctrinal. Mientras la OTAN avanza hacia una retórica abiertamente agresiva, Bruselas despliega un plan para reorganizar la economía europea en clave de preparación bélica permanente. El documento propone asegurar cadenas de suministro militares, reforzar la movilidad de tropas dentro del territorio europeo, consolidar reservas estratégicas y ampliar la capacidad industrial para sostener conflictos prolongados. En la práctica, el Readiness 2030 convierte la narrativa de autonomía estratégica en un marco de economía de guerra encubierta, donde la UE asume el rol de sostén logístico, industrial y financiero de la doctrina militar definida por la OTAN.
6. Financiación bajo presión y uso ‘ilegal’ de activos congelados
En los mismos días que se dio a conocer el caso de corrupción en Ucrania, von der Leyen envió una carta urgente a los Estados miembros reclamando una solución para financiar los 135.000 millones de euros que Ucrania necesita entre 2025 y 2027. Propone tres opciones:
- aportes bilaterales,
- deuda conjunta europea,
- préstamos garantizados con activos rusos congelados.
El 3 de diciembre, la Comisión Europea presentó a los Estados miembro el plan Defence Readiness 2030, que busca asegurar el financiamiento a Ucrania para 2026-2027 y reordenar las prioridades industriales y militares del bloque. El borrador reactiva la opción de confiscar activos rusos congelados o utilizar sus beneficios financieros para crear un fondo de préstamos destinado a Kiev. Aunque este mecanismo podría aprobarse por mayoría cualificada, enfrenta objeciones internas: Bélgica ha frenado discusiones clave y el Banco Central Europeo advirtió que la operación podría violar la prohibición de financiación monetaria, comprometiendo su mandato y la estabilidad jurídica del sistema financiero europeo.
El BCE declaró que “la propuesta de la CE viola su mandato”, informa el FT citando a sus interlocutores. Afirmaron que la propuesta de la CE “equivale a proporcionar financiación directa a los gobiernos, ya que el banco central cubriría las obligaciones financieras de los Estados miembros”. Esta práctica, conocida como “financiación monetaria”, está prohibida por los tratados de la UE, ya que conduce a una elevada inflación y a la pérdida de confianza en el banco central, señala la publicación.
7. Continuidad de las sanciones contra Rusia
Aún cuando el daño para Europa ha sido mayor que para Moscú, la UE redobla sanciones energéticas.
Mientras el globalismo europeo reacciona con más belicismo, Putin advierte que si Europa quiere iniciar la guerra, Rusia está preparada, pero que no sería una guerra “quirúrgica” como la ucraniana. Ante esto, ni Von der Leyen ni Rutte reaccionaron con una postura firme que respondiera directamente a la amenaza. Rutte se limitó a comentarios irónicos y a exigir el aumento del gasto de defensa al 5% del PIB, mientras que Von der Leyen insistió en la necesidad de la preparación y la disuasión europea.
El posible acuerdo de “finalización” de la guerra en Ucrania impulsado e impuesto por Donald Trump es la evidencia más contundente del fracaso del globalismo belicista que dominó la política exterior europea en los últimos años. Si la guerra termina bajo un diseño estadounidense, específicamente en manos de Trump sin ningún tipo de consulta a los europeos, el saldo estratégico es inequívoco: la OTAN queda derrotada en su propia guerra proxy y la Unión Europea aparece como una estructura incapaz de sostener las consecuencias de sus propias decisiones.
La pregunta implícita ante un escenario de posible fin de guerra ucraniano en manos de Trump es: ¿podría este acuerdo significar el inicio de la desintegración de la UE y la OTAN?
Crisis del modelo globalista liberal europeo
La arquitectura político-institucional de la Unión Europea atraviesa una crisis profunda. Los escándalos de corrupción, la pérdida de legitimidad social y la incapacidad de construir consensos internos han erosionado la autoridad de Bruselas. Al mismo tiempo, la élite dirigente, es decir la Comisión Europea de Úrsula von der Leyen y las principales potencias, Francia y Alemania, y también Reino Unido, se ha convertido en una de las voces más activas a favor de la militarización, apostando por decisiones cada vez más centralizadas y menos democráticas. El régimen de sanciones contra Rusia terminó exponiendo sus propias contradicciones: lejos de debilitar decisivamente a Moscú, impuso a los Estados europeos costos económicos y estratégicos mucho mayores y profundos.
Las disputas internas abrieron espacio para fuerzas opositoras de distinta naturaleza. En distintas elecciones nacionales han ganado terreno partidos que rechazan la agenda belicista y el alineamiento automático con Washington. Suelen agruparse bajo etiquetas de “soberanismo” o “nacionalismo”, con programas que oscilan entre visiones fuertemente xenófobas y discursos que invocan un pragmatismo geopolítico orientado al mundo multipolar. Este arco heterogéneo también ha recibido apoyo explícito desde sectores trumpistas en Estados Unidos, lo que evidencia que EEUU despliega su guerra híbirda en varios frentes: como señaló el entonces candidato a vicepresidente de los Estados Unidos, J. D. Vance, “el enemigo no es Rusia; la amenaza está dentro de Europa”.
La ruptura acelerada de los vínculos energéticos, económicos, políticos y en todas las esferas con Moscú consolidó la dependencia estructural de Europa hacia Estados Unidos. Con la administración Biden esto se disimuló bajo la retórica del “frente común”; con Trump es explícito y transaccional: Europa “debe pagar” por su seguridad. El resultado ha sido un proceso de subordinación estratégica: compras masivas de energía más cara y contaminante y aumento a la compra de armamento estadounidense, acuerdos arancelarios negociados en condiciones desfavorables y un retroceso de la autonomía industrial europea.
Las dos potencias que históricamente encarnaron el proyecto globalista-liberal, Alemania y Francia, se encuentran en pleno declive. En Alemania, las sanciones contra Rusia, el sabotaje de los Nord Stream y las políticas industriales agresivas de EEUU (IRA, CHIPS Act) destruyeron los cimientos de su modelo exportador basado en energía barata y manufactura competitiva. El país enfrenta desindustrialización, recesión, fractura política, ascenso de la AfD y una agenda de “economía de guerra” que incluye reformas legales, aumento del gasto en defensa y ahora incluso el llamado al servicio militar voluntario. Todo esto tensiona al extremo a la ya debilitada coalición gobernante.
En Francia, la crisis venía gestándose desde antes. La exclusión de París del pacto AUKUS fue un golpe directo a su proyección indo-pacífica y a su industria militar. Macron, que había diagnosticado la “muerte cerebral de la OTAN”, terminó replegado en una línea belicista dependiente de Washington. A la erosión de su margen estratégico se sumó el derrumbe de la influencia francesa en África, donde los procesos soberanistas del Sahel expulsaron a París y renegociaron, en términos soberanos y anticoloniales, las condiciones de acceso a recursos clave como el uranio y el oro, mientras se desarrollan políticas para desarticular la dependencia monetaria y financiera dependiente de Francia. En paralelo, la política interna entró en espiral: protestas masivas, rechazos parlamentarios, cinco gobiernos caídos y la convocatoria a elecciones anticipadas reflejan la descomposición del bloque macronista.
En este escenario, la élite globalista europea insiste en representar a Rusia como el enemigo absoluto. Pero la dinámica estratégica muestra algo más complejo: Europa se encuentra atrapada en una doble presión, externa desde Washington e interna por el deterioro de su sistema político, que acelera la quiebra de su propio modelo y proyecto. Ante la pérdida de margen, la respuesta ha sido profundizar el camino que los llevó hasta este punto: más sanciones, más endeudamiento, más militarización, más retórica antirusa y políticas rusófobas, más centralización autoritaria, más aislamiento y más decisiones que se mueven en el borde (o por fuera) del marco jurídico europeo. La crisis del globalismo europeo no es sólo económica o institucional: es, sobre todo, la crisis de un proyecto que ya no logra sostener su lugar en el nuevo orden internacional.
*Micaela Constantini, periodista y parte del equipo de PIA Global.
Foto de portada: Copyright © 2025 The Associated Press.

