Con un discurso falaz y nada novedoso, Estados Unidos intensificó, en los últimos meses, su histórica compulsión por el crimen.
Ahora la víctima es Venezuela y, a través de ella, toda América Latina. La excusa que esgrimen es la de defender a los ciudadanos estadounidenses de la droga que supuestamente (y sin prueba alguna) Caracas envía a territorio estadounidense.
El propósito a corto plazo es derrocar al gobierno democráticamente electo de Nicolás Maduro y colocar en su lugar a otro que se deje manejar dócilmente por Washington. En el delirio megalómano de Donald Trump, si él lograra poner fin a 25 años de gobierno bolivariano obtendría el triunfo que necesita, con urgencia, en estos momentos de crisis interna. Su fantasía imagina dos éxitos: uno, eliminar un modelo que, como el de Cuba, es un intolerable ejemplo de soberanía, y dos, saquear a gusto los valiosos recursos venezolanos de petróleo, gas, oro, entre otras riquezas.
Sin embargo, a mediano plazo, el acoso a Venezuela tiene un objetivo mucho más ambicioso e involucra a toda América latina. Lo dice con claridad el documento de Estrategia Nacional de Defensa 2025 (National Defense Strategy 2025) del —ahora— Departamento de Guerra. Los tres puntos principales de este documento son:
1) Elevar la defensa contra las amenazas externas e internas tanto del país y sus fronteras como de las Américas y el Caribe;
2) reactivar las estrategias de defensa que EE.UU. tenía durante la Guerra Fría y asegurarse la esfera de influencia. Para esto, es fundamental una mayor presencia y operaciones militares en todo el continente americano especialmente en América Central y el Caribe.
3) si bien debe priorizarse el territorio nacional y la región, China no deja de ser una prioridad. Se debe reequilibrar el énfasis puesto en el Indo-Pacífico y gestionar la competencia con China principalmente en las áreas periféricas del continente americano.
Consciente de su pérdida de influencia y de poder global, EE.UU. necesita cumplir con objetivos mucho más vitales. En este aspecto, el asedio a Venezuela busca amenazar a Brasil y, a través de él, obstaculizar la dinámica de los BRICS y, por lo tanto, debilitar a China. Se trataría de un movimiento de pinzas o doble envolvimiento para rodear al enemigo y vencerlo: desde el Norte, Venezuela (y tal vez Colombia) y desde el sur, Argentina, con un gobierno dispuesto a todo (desde insultar al presidente Lula da Silva hasta mandar tropas a la frontera como hizo la exministra y ahora senadora Bullrich usando como excusa los episodios violentos que tuvieron lugar en la favela de Río de Janeiro a fines de octubre pasado). Bolivia, Perú y Paraguay, países que responden a Washington, completarían el cerco.
Desde esta perspectiva debe analizarse la acelerada militarización de América Latina, la ampliación del radio de acción del Pentágono y la política de impunidad total que desplegó Donald Trump desde que asumió en la Casa Blanca hace apenas 10 meses.
“Las acciones en el Mar Caribe son una amplificación del derecho (que se arroga) EE.UU. de matar a quien quiera, cuando quiera y donde quiera”, señaló el historiador Greg Grandin, profesor en la Universidad de Yale y ganador del premio Pulitzer, durante una entrevista en el programa estadounidense “Democracy Now”. “Es una historia larga. En el período posterior a la Guerra Fría, EE.UU. expandió lo que se entendía como noción de ‘legítima defensa’ e intensificó sus acciones. (…) En muchos sentidos esto de poner precio a la cabeza de Maduro evoca la invasión a Panamá en diciembre de 1989. Lo están tratando de forma muy similar a como trataron a Manuel Noriega”.
América Latina, en la mira
El 13 de noviembre, el actual ministro de Guerra (ex presentador de televisión y oficial de la Guardia Nacional), Pete Hegseth, anunció el lanzamiento de la operación militar “Lanza del Sur”, dirigida por el Comando Sur. El plan abarca a 31 países del territorio latinoamericano. “El objetivo es eliminar a los narcoterroristas de nuestro continente y proteger nuestra patria de las drogas que están matando a nuestra gente”, escribió Hegseth en su cuenta de X. “El continente es el vecindario de EE.UU. y lo protegeremos. El presidente ordenó actuar y el Departamento de Guerra está cumpliendo”, agregó.
En los últimos meses, Ecuador y Argentina han sido cómplices activos de la progresiva ocupación colonial-militar del Pentágono en nuestra región. Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional de EE.UU. se reunió en Ecuador con el presidente Daniel Noboa los primeros días de noviembre. Ambos visitaron las bases militares de Manta y Salinas para “consolidar la cooperación técnica” (léase la cesión de ese espacio al Pentágono) con la excusa del combate al narcotráfico.
La hipocresía no puede ser mayor. La Noboa Trading, la multimillonaria empresa de la familia presidencial, desde hace años es acusada reiteradamente de transportar toneladas de cocaína hacia Europa en los cargamentos de banana. Las pruebas son muchas e irrefutables, pero, aun así, pareciera que Trump no se enteró o evalúa que esto no es narcotráfico.
El gobierno de Ecuador, además de admitir la tropa estadounidense en su territorio, concretó, en marzo de 2025, un negocio de entrenamiento y provisión militar con Erik Prince, el dueño de la empresa privada de mercenarios Academi (antes Blackwater). Esta corporación tiene acusaciones gravísimas como la de masacrar civiles en Irak y Afganistán. Los mercenarios implicados fueron condenados a prisión, pero luego indultados por Trump.
Hay varios libros sobre las oscuras andanzas de esta empresa para la guerra. En uno de ellos, “Blackwater, el auge del ejército mercenario más poderoso del mundo”, el estadounidense Jeremy Scahill revela cómo los mercenarios son enviados a realizar operaciones secretas en países donde EE.UU. no mantiene una guerra. Scahill obtuvo grabaciones en las que Prince aseguraba que fue contratado por la Casa Blanca para enviar mercenarios armados a luchar en Nigeria, Yemen, Somalia y Arabia Saudita con el objetivo de “combatir la influencia de Irán en la región”.
Ahora Blackwater está en Ecuador. Por si esto no alcanzara, Noboa informó que además contará con el apoyo de Israel para el suministro de inteligencia. Para blanquear esta militarización impuesta por Washington, el ecuatoriano llamó a una consulta popular el pasado 13 de noviembre. El cachetazo a Noboa fue categórico: más del 60% de los ecuatorianos no aprobó la presencia de fuerzas militares extranjeras en el país. Aunque, según la Constitución, el referéndum debería ser suficiente y definitivo, ahora Noboa dice que va a llevar la propuesta a la legislatura.
En la misma línea, Javier Milei, desde su asunción en diciembre de 2023, a espaldas de la voluntad popular, está consintiendo una amplia intervención militar estadounidense en nuestro territorio, especialmente, en la estratégica isla de Tierra del Fuego y la Patagonia. A pocos kilómetros de la base militar de la OTAN en Malvinas, la ubicación del territorio fueguino es clave para la ruta que une los océanos Atlántico y Pacífico y para el acceso a la Antártida.
El presidente argentino fue explícito en su discurso ante la Asamblea general de la ONU en septiembre de 2024. “A partir de este día sepan que Argentina va a abandonar la posición de la neutralidad histórica que nos caracterizó y va a estar a la vanguardia de la lucha por la libertad”.
Un mes antes, Argentina se había sumado oficialmente a las Fuerzas Marítimas Combinadas (CMF por sus siglas en inglés) compuesta por 46 países que, voluntariamente y bajo un comandante de EE.UU. y un vicecomandante del Reino Unido vigila la circulación de algunas de las vías comerciales más importantes del mundo sobre todo en Oriente Medio.
Con las visitas de los dos últimos jefes del Comando Sur (generala Laura Richardson y luego almirante Alvin Holsey) a Tierra del Fuego, también quedó en evidencia la entrega al Pentágono del control estratégico de nuestro territorio y nuestro mar.
A diferencia del ecuatoriano Noboa, a Milei ni si quiera le interesa dar visos de legalidad a lo que es claramente una entrega de la soberanía. En agosto pasado, por ejemplo, se realizaron ejercicios militares en Ushuaia entre el Cuerpo de Marines de EE.UU. y la Brigada de Infantería de la Marina Austral de la Armada Argentina.
Según refiere Guillermo Carmona, ex secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur de la Cancillería argentina, “el hecho se conoció por un posteo realizado el 24 de agosto en la cuenta de la red X de US Marine Corps Forces, South. El ejercicio se realizó el 12 de agosto en Ushuaia. La noticia no fue publicada en las redes sociales de la Armada Argentina hasta el 1º de setiembre”. Los medios de comunicación lo ignoraron por completo.
Como explica Carmona en su portal “Atántico Sur”, “el ejercicio militar no contaba con el aval parlamentario que la legislación nacional exige para el ingreso de tropas extranjeras. En las escuetas comunicaciones oficiales no hubo lugar para explicaciones sobre cuál de las excepciones previstas por la ley 25.880 de ingreso y egreso de tropas –por cierto, altamente restrictivas- justificaba el ingreso de los militares estadounidenses sin autorización del Congreso”.
El 11 de noviembre, Milei volvió a violar abiertamente la Constitución argentina en relación con su soberanía e integración territorial. En esa fecha se concretaron los ejercicios militares entre el Pentágono y las fuerzas argentinas en tres puntos clave: Mar del Plata, Puerto Belgrano y Ushuaia.
Para Carmona, más allá de la ilegalidad, esta injerencia estadounidense esconde un plan estratégico: “La elección de las ubicaciones (Mar del Plata, Puerto Belgrano y Ushuaia) no es casual. La estrategia apunta a que la Argentina funcione como el ‘caballo de Troya’ en un traslado de las tensiones del Atlántico Norte al Sur, contradiciendo los consensos regionales que buscan mantener esta zona como un espacio de paz.”
La situación para el pueblo argentino se vuelve más y más peligrosa. No sería extraño que el presidente Milei decidiera colaborar con EE.UU. en el asedio a Venezuela aun sabiendo que países vecinos como Brasil y Colombia se oponen terminantemente a las provocaciones de Trump. Incluso, no sería de extrañar que Milei ponga en riesgo la vida de varios argentinos y los envíe a combatir en una guerra que no nos pertenece.
Más allá de las opiniones que unos y otros puedan tener de Venezuela, es fundamental evitar cualquier agresión en Latinoamérica y el Caribe y luchar por preservar a la región zona de paz. Se trata del único lugar en el planeta que no tiene guerras interestatales y así debe seguir para siempre.
Telma Luzzani* Periodista, escritora y analista de política internacional.
Este artículo ha sido publicado originalmente en el portal tektonikos
Foto de portada: Tektonikos

