Durante la reunión de la Convención sobre la Prohibición de Minas Antipersona, conocida como la Convención de Ottawa. Ambos gobiernos utilizaron el encuentro como plataforma para buscar respaldo internacional, evidencia del deterioro acelerado de sus relaciones bilaterales.
La delegación camboyana, encabezada por el ministro senior Ly Thuch, aprovechó la presencia de actores humanitarios de peso para denunciar lo que considera un grave incumplimiento por parte de Bangkok. En una reunión paralela con Gilles Carbonnier, vicepresidente del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Ly Thuch expresó su preocupación por la situación de 18 soldados camboyanos detenidos por Tailandia desde hace 125 días.
Según Phnom Penh, estas detenciones son “ilegales” y contravienen no solo acuerdos bilaterales, sino también compromisos de derecho internacional que ambos países han reconocido.
Ly Thuch pidió al CICR que vigile de cerca el estado físico y jurídico de los soldados, y exigió su liberación inmediata. Además, solicitó que la organización ejerza mayor presión sobre el gobierno tailandés para que cumpla los compromisos asumidos en el marco de los acuerdos de paz que rigen la convivencia fronteriza entre ambas naciones.
Una disputa fronteriza que busca ganar aliados externos
El recurso simultáneo de ambos países al foro internacional revela un intento por influir en la opinión global y legitimar sus respectivas narrativas. Para Camboya, el caso de los soldados detenidos se ha convertido en un símbolo de su esfuerzo por demostrar que Tailandia estaría violando las obligaciones asumidas en el proceso de desminado y cooperación fronteriza. Para Bangkok, en cambio, la estrategia consiste en presentar a Camboya como un actor que intenta politizar un foro técnico con fines de presión diplomática.
La disputa, históricamente vinculada a zonas minadas y territorios cuya delimitación sigue siendo frágil, vuelve a resurgir en un momento en que ambas capitales buscan apoyo externo para reforzar sus posiciones.
La reunión de la Convención de Ottawa, concebida para avanzar en la erradicación de minas antipersona, se convirtió así en un escenario donde dos países del Sudeste Asiático compiten por credibilidad, simpatías y respaldo político.
Mientras Ginebra se convierte en el nuevo teatro de esta disputa, queda claro que Tailandia y Camboya han pasado de manejar sus tensiones de manera bilateral a internacionalizarlas abiertamente. Un gesto que, lejos de apaciguar el conflicto, podría amplificarlo y atraer a nuevos actores al ya delicado equilibrio del Sudeste Asiático.
*Foto de la portada: Reuters

