
Los ex miembros de las FARC-EP Iván Márquez (Luciano Marín Arango), El Paisa (Hernán Darío Velásquez Saldarriaga) y Romaña (Henry Castellanos Garzón), firmaron un comunicado este lunes para solicitar al Gobierno colombiano deje e sabotear el proceso de paz, y ponga en inmediata libertad al excomandante de esa organización, Jesús Santrich, acusado falsamente por un montaje judicial, quien permanece encarcelado desde hace meses con riesgo de ser extraditado a los EEUU.
Según datos de Indepaz y Marcha Patriótica, luego de la firma del acuerdo de paz han sido asesinados en Colombia 702 líderes sociales y 135 excombatientes de las FARC.
En el marco de un nuevo aniversario, el Consejo Político Nacional del partido fariano recordó aquel 27 de mayo de 1964, cuando 48 campesinos dirigidos por Manuel Marulanda (alias Tirofijo) junto a Jacobo Arenas decidieron tomar las armas para enfrentar la ofensiva del Estado colombiano apoyada por los Estados Unidos. Las FARC-EP surgieron en una América Latina atravesada por la campaña anticomunista liderada por Estados Unidos, potencia imperial que intentaba eliminar todo movimiento revolucionario o de rebeldía en el continente.
A continuación reproducimos el texto íntegro del comunicado de los ex dirigentes guerrilleros:
La larga marcha iniciada en Marquetalia en 1964 por Manuel Marulanda Vélez y sus compañeros de armas continúa hoy, luego de 55 años de esfuerzos incesantes, librando la más dura batalla por la patria del futuro, la que mantiene viva la esperanza de paz con justicia social, democracia verdadera y soberanía.
Hemos estado muy cerca de la victoria; hemos contemplado los colombianos el vislumbre de la paz que iluminó por un instante las conciencias. Los campesinos volvieron a soñar sus tierras tituladas; las familias volvieron a imaginar la posibilidad de vida digna, con empleo, alimentación, vivienda, salud, agua y transporte público; la juventud reincidió en la ilusión de colegios y universidades con educación gratuita y de calidad como derecho humano; mucha gente sintió que era posible la reforma de las costumbres políticas y el fin de la corrupción; y hasta los militares y los policías alcanzaron a sentir, como en una ensoñación, los primeros pasos de la paz bajo el silencio de las armas.
Nunca habíamos rozado o palpado como lo hicimos los linderos de la solución política negociada, como primer paso hacia la construcción de la Colombia del futuro.
Pero una vez firmado el Acuerdo de la paz de La Habana, la atmósfera de Colombia se cargó de convulsiones y catástrofes. Una larga hilera de muertos, de líderes y excombatientes asesinados, deincumplimientos y perfidias del Estado, de montajes judiciales, y la misma política social sin corazón, apaciguaron, o más bien, aplazaron por ahora la euforia nacional. No puede tener más fuerza que la nación en masa una derecha fundamentalista, de rancias castas aferradas a sus privilegios –que por temor a la verdad del conflicto y al fin de su impunidad- prefiere sabotear el más tierno sentimiento que anida en el corazón de todos los colombianos, el de la paz.
Algo nos dice que Colombia tiene por dentro la fuerza material y espiritual suficiente para sobreponerse a toda adversidad y derrotar la melancólica pretensión de impedir nuestro abrazo como hermanos. Nuestra fuerza está en la unidad y la movilización de las conciencias. Esa es la potencia transformadora que debemos echar a andar. Si queremos paz, tenemos que luchar por ella. Y debemos recomenzar arrancando de raíz la enredadera jurídica santanderista sembrada de mala fue para obstruir el camino de la paz. Es necesario desvertebrar los infames montajes judiciales y desterrar para siempre la traición y la perfidia del Estado.
Es hora de encadenar la mala fe y el abuso de autoridad y los atentados impunes contra el derecho a la paz. No olvidemos que el Fiscal Martínez Neira declaró su guerra jurídica cuando la guerra con las armas había terminado tras la firma del acuerdo de paz. Eso es perfidia y maldad.
Que la embajada de los EEUU en Bogotá cese la intromisión en un asunto tan vital y tan sagrado como el de nuestra paz interna. El descaro del señor Whitaker desbordó todos los límites arrojando al olvido la compostura diplomática. Mientras el embajador de esa nación ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Jonathan Cohen, pide en Nueva York respeto a la autonomía de la JEP, el señor Kevin Withaker, embajador en Bogotá, conspira para destruirla. ¿Acaso no sentimos en nuestra epidermis la humillación de la patria? Si se nos ha extraviado el decoro, recuperémoslo para ponerlo a pelear por el respeto a la soberanía de Colombia.
La solidaridad del mundo ya empieza a sentirse en este triste Macondo establecido en el norte de Sudamérica. El poderoso diario estadounidense The New York Times ha alzado su voz de alerta sobre la desintegración de la paz de Colombia por ausencia de compromiso del gobierno del presidente Duque frente al cumplimiento de los acuerdos. Ha advertido en sus editoriales el increíble y furtivo retorno de los falsos positivos a través de instrucciones operativas a unidades militares y ha señalado al expresidente Álvaro Uribe como el principal obstáculo para la paz. Debiera este hombre reflexionar con la mano en el corazón. Es que ser enemigo de la paz es lo más absurdo y aberrante que pueda existir en una mente humana. Por otro lado, 79 congresistas del partido Demócrata de los Estados Unidos, han pedido a la Casa Blanca suspender todo apoyo a los saboteadores de la paz.
Siempre nuestro Comandante en jefe Manuel Marulanda Vélez, pensó que la dura realidad de Colombia se puede cambiar su a la lucha por nuestro futuro como nación, se involucran los militares, que al fin de cuentas son pueblo uniformado. Y a ellos escribía: “nosotros mantenemos invariable nuestro llamado urgente a los mandos militares bolivarianos y patriotas, a que se nieguen a servir de verdugos de su propio pueblo, y a no defender más los intereses y privilegios de los politiqueros oligarcas, corruptos y mafiosos de este país, que tanto daño han causado y seguirán causando mientras el ejército los apoye en el poder”. “El futuro de Colombia –estimaba Marulanda- no puede ser de guerra indefinida, ni de expoliación de las riquezas de la patria, ni puede continuar la vergonzosa entrega de nuestra soberanía a la voracidad de las políticas imperiales del gobierno de los Estados Unidos. Ustedes y nosotros estamos en mora de sentarnos a conversar en serio para dirimir nuestras diferencias mediante el intercambio civilizado de opiniones hacia la solución definitiva de las causas políticas, económicas y sociales generadoras del conflicto interno para bien de las futuras generaciones de compatriotas».
Con los militares colombianos se puede construir patria. El Libertador Simón Bolívar, al fundar el ejército lo erigió en “defensor de la libertad. Sus glorias –precisaba- deben confundirse con las de la república; y su ambición debe quedar satisfecha al hacer la felicidad de su país”. “Yo sigo la carrera gloriosa de las armas –afirmaba Bolívar- solo, para obtener el honor que ellas dan: por libertar a mi patria, y por merecer las bendiciones de los pueblos”. En el fondo los militares y los policías están de acuerdo con Bolívar y también quieren escuchar esas bendiciones del pueblo.
La victoria de la paz no nos la puede arrebatar el miedo de unos individuos a la verdad y a la responsabilidad sobre lo sucedido en el conflicto. El pueblo colombiano debe actuar hoy con el arrojo y decisión del coronel Rondón en la batalla del Pantano de Vargas, si quiere salvar el más elevado de todos los derechos, el de la paz, que significa, y no solamente, sino vida digna.
Urge reflexionar desde ya, sobre cómo avivar colectivamente –dejando a un lado diferencias insustanciales-, la llamada de la esperanza de un nuevo gobierno amoroso con su pueblo, integrado por gente virtuosa y honrada, que destapone la autopista de la vida que conduce a la paz.
A 55 años del surgimiento de las FARC en Marquetalia y la continuación de la lucha por la paz, va nuestro abrazo lleno de afecto a todo el pueblo colombiano. El legado de Manuel sigue vivo. Tengamos siempre en cuenta que LA UNIDAD NOS ABRIRÁ LOS CAMINOS DE LA ESPERANZA.
Desde la distancia un abrazo para Simón Trinidad condenada a 60 años de prisión en los Estados Unidos por un montaje judicial colmado de mentiras del expresidente Uribe. Pedimos libertad inmediata para Jesús Santrich, negociador de paz de las FARC-EP injustamente detenido por el régimen. El caballo de troya del montaje judicial concebido por el fiscal y el embajador gringo para atacar por la espalda al proceso de paz, ya no resiste la mirada de la razón. Frenen ya ese abuso de autoridad. Que el Estado cumpla el acuerdo y proceda a liberar a los combatientes de las FARC-EP que aún se encuentran tras las rejas. A los familiares de los caídos, nuestras más sentidas condolencias.
Por FARC: Walter Mendoza, Edinson Romaña, Aldinever Morantes, Oscar Montero (El Paisa), Iván Márquez
Mayo 27 de 2019