Los 27 líderes europeos se reúnen este lunes en el castillo de Limont, cerca de Bruselas, en la primera cumbre informal de 2025. Será también la primera de la era Trump 2.0, la primera en la que participará un primer ministro británico tras el brexit y la única hasta la fecha dedicada exclusivamente a la Unión Europea de la Seguridad y la Defensa. De la cita no se esperan grandes decisiones, pero sí una hoja de ruta para poner las piedras de la que será la gran prioridad del bloque comunitario en los próximos años.
La Unión Europea llega a su primera cita conjunta del año en medio del estancamiento de su economía, con el repliegue proteccionista de buena parte del mundo, con el triunfo de los populismos de uno a otro rincón y con la debilidad de liderazgos en el eje franco-alemán. Pero sobre todo bajo la amenaza de un Donald Trump más agresivo, imprevisible y expansionista que durante su primer mandato.
En su carta de invitación a los mandatarios, el presidente del Consejo Europeo, Antonio Costa, les interpela a responder tres preguntas: ¿cuáles deberían ser las capacidades de defensa que debemos desarrollar de forma colaborativa con carácter prioritario? ¿Estamos de acuerdo en gastar más y mejor juntos? ¿Cómo podemos seguir fortaleciendo y profundizando las alianzas existentes y cuáles deberían ser nuestras prioridades con socios que no pertenecen a la UE?
Crear la UE de la Seguridad y la Defensa fue el gran sueño frustrado de los padres fundadores. Pero este ha sido el tema que históricamente genera más recelos entre los gobiernos nacionales, resistentes a ceder competencia sobre el control de su seguridad y sus fronteras. Los nuevos vientos que soplan a nivel global están revirtiendo la tendencia. Países tradicionalmente frugales, como Dinamarca, se están abriendo a un mayor gasto y a una mayor integración europea para capear las amenazas que llegan del exterior. Pero la radiografía que dibuja el mapa comunitario devuelve una imagen muy diferente en cada Estado miembro.
Hay países, como Polonia, que sienten la amenaza de Rusia en sus fronteras y ya destinan más del 5% de su Producto Interior Bruto (PIB) en partidas de defensa. Otros como Austria, Irlanda y Malta ni siquiera forman parte de la OTAN. Algunos como España tienen la mira puesta en la vecindad sur y están siendo presionados para elevar sus presupuestos con fines militares. Y otros como Hungría no quieren ni oír hablar de ayudas millonarias para enviar armamento a Ucrania.
La tendencia en la UE y en la Alianza Atlántica camina hacia el aumento de estas partidas. Aunque el porcentaje se decidirá en la cumbre aliada que se celebra el próximo mes de junio en la capital económica neerlandesa, es uno de los debates que monopoliza la agenda y los titulares de la UE. “Corresponde a la OTAN decidir, pero estoy seguro de que durante la cumbre de La Haya en junio habrá decisiones para elevar el criterio de gasto hasta, al menos, el 3% o incluso un poco más (…) No tenemos que elevar nuestro gasto en defensa por Trump, sino por Putin, por lo que está haciendo”, afirmó esta semana el comisario de Defensa, Andrius Kubilius.
Entre 2021 y 2024, el dinero destinado a estas partidas ha aumentado en la UE más de un 30%. Y la sensación que se impone, con pocas voces críticas en contra, es la de que continúa sin ser suficiente. “La defensa está ahora en el corazón de la agenda europea. La dirección es clara: habrá más gasto y tiene que haberlo. Todos están de acuerdo con eso”, reconoce una fuente europea que equipara la situación actual con una operación a corazón abierto: “Puede salvar la vida, pero requiere de muchas habilidades”.
Con el consenso fijado en que hay que gastar más y mejor en la industria bélica, el gran dilema que se abre ahora es el habitual y más farragoso: el del dinero. Los líderes europeos están llamados el lunes a debatir cómo movilizar la financiación privada y qué instrumentos europeos son aptos para ello. Además de buscar el encaje en el Marco Financiero Plurianual (MFP), que concluye en 2028, y adecuar esa nueva prioridad en los futuros presupuestos.
Por último, existe un escollo legal. El Artículo 41.2 de los tratados prohíbe destinar presupuesto europeo a la compra de armas. “Los gastos operativos derivados de la aplicación del presente capítulo también correrán a cargo del presupuesto de la Unión, excepto los relativos a las operaciones que tengan repercusiones en el ámbito militar o de la defensa y los casos en que el Consejo decida, por unanimidad, otra cosa”, estima. Tras la irrupción de la guerra en Ucrania, la UE utilizó el Fondo Europeo para la Paz, un instrumento ad hoc, para canalizar y financiar las ayudas individuales de los Estados miembros.
*María G. Zornoza, periodista.
Artículo publicado originalmente en Público.es
Foto de portada: Soldados sostienen la bandera de la Unión Europea. Parlamento Europeo.