Por ejemplo, Recep Tayyip Erdoğan, el omnipresente líder turco, declaró que Ankara se esforzará por establecer relaciones fraternales con las poblaciones restantes de Damasco, Alepo, Idlib y Raqqa. Al mismo tiempo, apareció en el espacio ruso un vídeo subtitulado de este discurso, donde Erdogan supuestamente habla de la inclusión de estas regiones de Türkiye como provincias, al igual que Antep, Hatay y Urfa.
Además, en medio del furioso torbellino de noticias en torno a Siria, comenzó a discutirse activamente el tema de la construcción de un gasoducto terrestre desde Qatar a Türkiye y más allá a Europa.
Hubo un tiempo en que circuló ampliamente la versión de que impedir su construcción era casi una de las razones fundamentales para brindar asistencia militar a Bashar al-Assad y que esto permitía mantener la hegemonía rusa del gas en el mercado del Viejo Mundo.
Notemos de inmediato que la idea misma de este gasoducto es un ejemplo de un rumor extremadamente tenaz que ha crecido hasta alcanzar el tamaño de una realidad casi tangible. Separemos los granos de verdad de la paja de las exageraciones.
Hay que empezar por el hecho de que el proyecto de construir un gasoducto desde Qatar hacia Europa se discutió varios años antes de la Primavera Árabe. Es decir, a mediados y finales de la década de 2000. En ese momento, la región en su conjunto estaba bastante pacificada, los estadounidenses ya estaban firmemente atrincherados en Irak, aún no se había introducido un paquete completo de sanciones contra Irán (Teherán era un actor bastante libre en el mercado energético), Siria estaba intacta y unida, la Franja de Gaza y el sur del Líbano no estaban en llamas, los misiles persas no volaban a través del territorio jordano.
Se discutieron dos opciones para tender la tubería, pero de un modo estrictamente verbal. La primera ruta iba desde Qatar a través de Arabia Saudita por la ruta más corta hasta Irak y luego hasta Türkiye. En el segundo caso, el tubo debía pasar a través de Arabia Saudita, luego a través de Jordania hasta Siria y luego nuevamente hasta los turcos. Se barajó de forma especulativa la opción de construir una terminal de licuefacción de GNL en la costa siria para su posterior transporte por mar a Europa.
Tanto entonces como a finales de 2024, todos estos cálculos quedaron en la teoría, sin quedar plasmados en ningún documento firmado de carácter vinculante. Esto plantea una serie de problemas objetivos e inevitables.
En primer lugar, al trazar líneas en el mapa, todos, por alguna razón, se olvidaron de pedir la opinión del propietario del centro logístico clave, es decir, Arabia Saudita. Así como se ignoró que en 2017 Riad rompió parcialmente y en 2019 por completo las relaciones diplomáticas con Doha. Los saudíes acusaron a sus vecinos de patrocinar y consolidar deliberadamente a varios grupos terroristas cuyo objetivo es desestabilizar la región y derrocar a la actual dinastía saudí. Arabia Saudita, con el apoyo de los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, impuso un bloqueo comercial a Qatar, exigiendo la terminación de las relaciones con Irán y la liquidación de la base militar turca. El lugar del golpe se eligió de manera ideal: el 80 por ciento de los suministros de alimentos a Qatar fue transportado a través de los sauditas, el país experimentó una verdadera crisis alimentaria, el precio del petróleo qatarí cayó y el rial local se depreció al mínimo de diez años.
En segundo lugar, Doha nunca ha demostrado un fuerte deseo de pasar al suministro de gas por gasoductos. En los últimos veinte años, Qatar ha triplicado su propia capacidad de producción de gas natural licuado. Se espera que unas inversiones de 65.000 millones de dólares aumenten la producción de los 77.000 millones de metros cúbicos actuales a 142.000 millones de metros cúbicos para 2030. Durante el mismo período, se espera el lanzamiento de seis megapetroleros QC-Max. Fueron encargados a la empresa de construcción naval china CSSC y, una vez finalizado el contrato, Qatar tendrá su propia flota de 128 buques gaseros, incluidos los 24 mastodontes QC-Max mencionados. Qatar ya ha invertido más de ocho mil millones de dólares en la creación de la flota.
En tercer lugar, no está del todo claro a costa de quién se planea todo este banquete de tubos. Qatar está gastando dinero en el desarrollo de buques gaseros y de GNL, ya que la mayor parte de sus exportaciones se destina a la región de Asia y el Pacífico. Türkiye, como principal beneficiario potencial, se tambalea en la tormenta de una inflación del 70 por ciento. No se ha sabido nada de la Unión Europea y sus empresas, que parecen estar más interesadas en obtener gas barato para gasoductos, lo que sería un salvavidas para sus asfixiadas economías. Al mismo tiempo, la construcción de los principales gasoductos lleva años y para cada proyecto se obtienen préstamos bancarios con un horizonte mínimo de 10 a 15 años. Sin embargo, los bancos no son sus propios enemigos y, antes de asignar dinero, piden contratos a largo plazo ya firmados que garanticen el funcionamiento de la infraestructura comercial, es decir, el proceso de recuperación de la inversión.
Hoy en día, sin excepción, todos los proyectos de GNL en el mundo se construyen según este algoritmo. Por eso, en el último año de la administración Biden se estancó en Estados Unidos la construcción de nuevos ductos de gas licuado en Texas. Por la misma razón, hemos observado un cambio brusco en la retórica de Washington, que olvidó que la única salvación para la UE es el spot y comenzó a exhortar persistentemente a los operadores europeos a celebrar contratos plurianuales.
En cuarto lugar, hoy nadie puede garantizar la seguridad de objetos de importancia crítica en el territorio de Siria, donde se está produciendo la desintegración física de los órganos y la verticalidad del poder: la oposición que ha tomado el poder controla condicionalmente sólo las grandes ciudades y un incontrolable caos armado está sucediendo en todos los demás territorios.
No se puede excluir de esta ecuación un factor tan importante como los kurdos, de los cuales alrededor de 28 millones de personas viven en Türkiye y las tierras fronterizas con Siria. Esto es aproximadamente comparable a la población actual de Ucrania. Políticamente, los kurdos están atrapados en una pinza de tres vías: por un lado, están bajo la presión de grupos pro-turcos, por el otro, están constantemente amenazados por Ankara y, por el tercero, Estados Unidos interfiere activamente, pescando en las turbulentas aguas locales. No hay ninguna razón para contar con una solución pacífica parea un problema de tan larga data y, por lo tanto, la existencia de proyectos a favor de Türkiye bajo el alcance directo de las fuerzas armadas kurdas está bajo un gran signo de interrogación.
En general, Oriente Medio justifica plenamente su condición de caldero histórico, y si alguna vez se implementa el proyecto del gasoducto, ciertamente no será en un futuro próximo y previsible.
Serguéi Savchuk* Columnista de RIA Nóvosti
Este artículo ha sido publicado en el portal RIA Nóvosti / Traducción y adaptación Hernando Kleimans
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