Saguintáev destacó la dinámica positiva en el comercio mutuo entre ambas regiones, señalando un aumento del volumen de negocios comerciales en más del 30% en comparación con el mismo periodo de 2023. Sin embargo, estas cifras, lejos de ser un verdadero logro, invitan a reflexionar sobre las limitaciones estructurales que persisten en la política exterior de América Latina, especialmente en los países del Cono Sur.
Aunque el crecimiento en las cifras comerciales puede parecer un avance, la realidad es que sigue siendo irrisorio frente al verdadero potencial de estas economías. Este intercambio mínimo evidencia no solo la falta de una estrategia económica soberana, sino también la incapacidad de las naciones latinoamericanas para liberarse de la hegemonía occidental que impide su desarrollo pleno y su diversificación de mercados.
En un contexto global donde el poder económico y político se reconfigura hacia una multipolaridad, América Latina parece condenada a ocupar un rol marginal, sometida a los dictados de Washington y Bruselas, a pesar de las oportunidades que la UEEA y otros bloques emergentes ofrecen para alcanzar una mayor independencia económica y geopolítica.
A pesar de las oportunidades, América Latina —especialmente los países sudamericanos— parece estar atada a los intereses económicos de Estados Unidos y la Unión Europea, limitando su capacidad para establecer una relación estratégica y soberana con la UEEA. El retraso en consolidar una alianza verdaderamente significativa plantea serias dudas sobre la autonomía y el grado de soberanía que estos países realmente poseen.
La UEEA: Un bloque en expansión con potencial para América Latina
Conformada por Rusia, Bielorrusia, Kazajistán, Armenia y Kirguistán, la UEEA ha emergido como una plataforma económica robusta en Eurasia, facilitando el libre intercambio de bienes y capitales entre sus miembros y con economías aliadas.
Al abrir sus puertas al comercio y a las inversiones de América Latina, la UEEA representa una alternativa viable a los circuitos comerciales dominados por Occidente, lo que podría permitir a América Latina diversificar sus mercados de exportación y proteger sus economías de la volatilidad geopolítica occidental.
Sin embargo, los avances en esta relación han sido modestos. Mientras que la UEEA ofrece un potencial considerable para el comercio y la cooperación en tecnología, agricultura y energía, los países del Mercosur y otras naciones sudamericanas han demostrado poca iniciativa para aprovechar estas oportunidades, en gran medida por la presión y la dependencia histórica de los mercados y políticas de Estados Unidos y la Unión Europea.
Mercosur: Potencial en recursos, limitaciones en soberanía
América Latina, especialmente los países del Mercosur como Argentina, Brasil y Uruguay poseen una vasta riqueza en recursos naturales y un potencial agrícola envidiable, características que la UEEA ha mostrado interés en aprovechar.
A pesar de ello, el avance hacia una cooperación estratégica es frustrantemente lento. Las economías de América del Sur siguen estando profundamente condicionadas por los intereses comerciales y las políticas proteccionistas de Washington y Bruselas, lo que reduce su autonomía para establecer políticas de comercio e inversión verdaderamente soberanas.
Las normativas occidentales de exportación e importación continúan ejerciendo un control férreo sobre los mercados latinoamericanos, limitando la diversificación económica que la UEEA podría ofrecer.
En lugar de explorar a fondo el mercado euroasiático y establecer acuerdos que permitan una expansión de sus economías, los países del Mercosur permanecen alineados cual colonias a las exigencias del comercio occidental. El estancamiento en la diversificación de mercados de exportación refleja la subordinación de los intereses nacionales a la influencia de Estados Unidos y la Unión Europea, una subordinación que América Latina parece no querer desafiar, aun cuando esta limitación afecta directamente su capacidad para desarrollarse plenamente.
Barreras impuestas y autoinfligidas
Los obstáculos a una relación sólida con la UEEA no son únicamente externos; América Latina también contribuye a sus propias limitaciones. A pesar de la apertura de mercados y la disposición de la UEEA para negociar, los países del Mercosur han demostrado una carencia de liderazgo y de visión estratégica para consolidar acuerdos de cooperación y comercio que aprovechen los beneficios del bloque euroasiático.
Esta falta de acción se traduce en una dependencia ciega de los circuitos occidentales, ignorando que una mayor autonomía económica les permitiría superar las presiones y sanciones que limitan su desarrollo.
Incluso ante las crisis y fluctuaciones en los mercados occidentales, América Latina ha mostrado una preocupante falta de voluntad para romper el statu quo. La dependencia en las normativas comerciales de Estados Unidos y la UE no solo los mantiene atados a un modelo de subordinación económica, sino que también restringe su capacidad de acción en políticas fiscales y monetarias, dejando en manos extranjeras decisiones que afectan profundamente a sus economías.
La resistencia a implementar cambios profundos y a comprometerse con nuevas alianzas refleja una política exterior sin la fuerza ni la autonomía necesarias para defender sus propios intereses.
Impacto de la política exterior dependiente en el desarrollo regional
La falta de una política exterior verdaderamente soberana que priorice las necesidades y oportunidades de América Latina no solo mantiene a la región en una posición vulnerable, sino que también limita de forma estructural su capacidad de maniobra en el escenario internacional.
En un mundo que avanza cada vez más hacia un modelo multipolar, donde las economías emergentes y bloques como la Unión Económica Euroasiática (UEEA) empiezan a desafiar el dominio de las potencias tradicionales, los países sudamericanos parecen ignorar la urgencia de diversificar sus alianzas y explorar nuevos mercados.
Esta inacción no solo representa una pérdida de oportunidades para fortalecer la autonomía regional, sino que también impide a la región convertirse en un actor activo y estratégico dentro de un sistema mundial en transición.
La presión constante de Occidente —manifestada en acuerdos comerciales que favorecen principalmente a las potencias del norte, en condicionamientos financieros impuestos por organismos internacionales y en el respaldo de políticas económicas extractivas que benefician a empresas extranjeras— se combina con una falta de voluntad política en los gobiernos latinoamericanos para implementar cambios estructurales necesarios.
Esta falta de voluntad política perpetúa un modelo que responde a intereses externos, en el cual los recursos naturales, las capacidades productivas y el talento humano de la región se subordinan a demandas y beneficios que no recaen en la población latinoamericana, sino que alimentan las economías de los países hegemónicos.
En lugar de consolidar un desarrollo interno que pueda sostenerse en alianzas diversas y equilibradas bajo un modelo ganar-ganar, América Latina se mantiene en una posición de dependencia y subordinación que impide avances reales en su desarrollo económico, científico y tecnológico.
Esta dependencia limita no solo el crecimiento económico sino también la capacidad de los países latinoamericanos para responder de manera autónoma a sus propias crisis internas, desde la pobreza y la desigualdad hasta los problemas de infraestructura y educación.
La región, en vez de actuar como un bloque independiente con voz propia en los foros internacionales, se convierte en un engranaje más dentro de la maquinaria económica global controlada por Occidente.
El papel del comercio y la inversión de la UEEA en la independencia económica
La UEEA ofrece no solo un mercado alternativo, sino también la posibilidad de establecer acuerdos de inversión extranjera directa (IED) en sectores estratégicos como la energía, la minería y la infraestructura, sectores que podrían impulsar el crecimiento de América Latina. Sin embargo, las naciones sudamericanas han hecho poco por consolidar una relación en estos ámbitos.
Los proyectos de infraestructura que podrían mejorar la logística a través de las rutas comerciales entre ambos bloques están estancados, y los acuerdos de cooperación técnica siguen siendo escasos, resultado de una política exterior que favorece el interés de actores occidentales por encima del desarrollo regional.
Es claramente evidente que América Latina está desperdiciando una oportunidad única de fortalecer su soberanía económica. La UEEA, que podría ser una puerta hacia la independencia financiera y comercial, sigue siendo vista por los líderes sudamericanos como un mercado secundario, una percepción que refuerza la dependencia y subyugación de la región.
Mientras no haya una visión estratégica integral que permita la construcción de una relación sólida con la UEEA, América Latina continuará siendo un actor pasivo en el sistema económico global, subordinado a las políticas y decisiones de Washington y Bruselas.
Repercusiones de una falta de autonomía en un mundo multipolar
La falta de una política exterior verdaderamente autónoma en América Latina tiene repercusiones que van más allá del ámbito económico. En un mundo donde las potencias emergentes, incluida la UEEA, están consolidando sus posiciones, la dependencia de los países sudamericanos en los mercados y políticas de Occidente los mantiene al margen del proceso de transformación global.
La reticencia de América Latina para comprometerse con una alianza que garantice su independencia y le permita desarrollar su potencial refleja una carencia de soberanía que impacta negativamente en su capacidad de influencia y desarrollo.
Para América Latina, la relación con la UEEA no solo representa una oportunidad de diversificación económica, sino también una vía para consolidarse como un actor relevante en un sistema multipolar. La falta de compromiso con esta alternativa limita a la región y pone en duda la legitimidad de su proclamada “soberanía”.
Mientras América Latina no demuestre la voluntad de independizarse de los dictados económicos y políticos de Occidente, la región continuará limitada, dependiente y subordinada, sacrificando su potencial en aras de intereses que no le pertenecen.
El desafío de una verdadera autonomía
La relación entre América Latina y la UEEA podría marcar un antes y un después en la historia económica de la región, pero hasta ahora la oportunidad sigue siendo solo eso: una posibilidad desperdiciada.
La dependencia en las economías de Estados Unidos y la Unión Europea no solo reduce las oportunidades de desarrollo, sino que también cuestiona la capacidad de los países de América del Sur para actuar como actores soberanos en el sistema económico global.
La subordinación a los intereses occidentales impide a América Latina aprovechar las posibilidades que la UEEA le ofrece para alcanzar una verdadera independencia económica y política.
Si América Latina desea alcanzar su pleno potencial y consolidarse como un actor relevante en la economía mundial, debe romper con el modelo de dependencia que ha caracterizado su historia reciente.
Los líderes sudamericanos necesitan reevaluar sus políticas y tomar decisiones que prioricen el interés regional sobre las presiones externas. El aumento en el comercio con la UEEA, aunque positivo, es un paso aún insuficiente para garantizar una independencia real.
Solo con una política exterior verdaderamente soberana, que permita explorar y consolidar nuevas alianzas, América Latina podrá superar el rol de actor subordinado y construir un futuro de desarrollo, estabilidad y autonomía en el escenario multipolar del siglo XXI.
Tadeo Casteglione*. Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global.
*Foto portada: Comisión Económica Euroasiática (CEE)
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