El detonante de esta crisis ha sido la controvertida decisión del Tribunal Superior de restablecer un sistema de cuotas en el empleo público que reserva un porcentaje significativo de puestos para ciertos grupos, principalmente familiares de veteranos de la guerra de independencia de 1971. Esta medida, que ya había sido abolida en 2018 tras protestas similares, ha reavivado el descontento de amplios sectores de la población, especialmente entre los jóvenes y estudiantes universitarios.
Los manifestantes argumentan que este sistema es injusto y limita sus oportunidades laborales, beneficiando principalmente a los partidarios del gobierno de la primera ministra Sheikh Hasina, hija del fundador de Bangladesh, Sheikh Mujibur Rahman. Las protestas, que comenzaron de forma pacífica, han ido escalando en intensidad y violencia, extendiéndose por todo el país y provocando enfrentamientos con las fuerzas de seguridad.
La respuesta del gobierno ha sido contundente, con un despliegue masivo de la policía que ha utilizado métodos de dispersión como gases lacrimógenos y balas de goma. Estas acciones, lejos de calmar la situación, han exacerbado la tensión, resultando en un número alarmante de heridos y fallecidos.
La crisis ha alcanzado tal magnitud que el gobierno se ha visto obligado a tomar medidas extraordinarias, como la imposición de un toque de queda, el cierre de universidades y la restricción de los servicios de internet y telefonía móvil en gran parte del país. Estas medidas, si bien buscan contener la violencia, también han sido criticadas por limitar las libertades civiles y dificultar la comunicación entre los ciudadanos provocando prácticamente un estado de sitio a nivel nacional.
Conflicto político ampliado.
El conflicto ha puesto de manifiesto las profundas divisiones que existen en la sociedad bangladesí y ha planteado serias dudas sobre la estabilidad del gobierno de Sheikh Hasina. La primera ministra, que lleva en el poder desde 2009, se enfrenta al mayor desafío de su mandato y su gestión de la crisis está siendo objeto de un intenso escrutinio tanto a nivel nacional como internacional.
La situación actual en Bangladesh es el resultado de una compleja interacción de factores políticos, sociales y económicos. El sistema de cuotas, originalmente concebido como una forma de reconocimiento a quienes lucharon por la independencia del país, se ha convertido en un símbolo de las desigualdades y el favoritismo político que muchos jóvenes bangladesíes perciben como un obstáculo para su futuro.
El debate sobre el sistema de cuotas en Bangladesh no es nuevo. Introducido en 1972, ha sufrido varias modificaciones a lo largo de los años. Antes de su abolición en 2018, reservaba el 56% de los puestos gubernamentales para diversos grupos, incluyendo mujeres, personas con discapacidad y comunidades tribales. Sin embargo, la mayor parte de esta cuota beneficiaba a las familias de los luchadores por la libertad.
La crisis actual representa un desafío significativo para el gobierno de Sheikh Hasina, quien ha estado en el poder durante cuatro mandatos consecutivos. Los críticos argumentan que el sistema de cuotas se ha convertido en una herramienta para recompensar la lealtad política, en lugar de promover la igualdad de oportunidades.
A medida que la crisis se prolonga, crece la preocupación por sus posibles consecuencias a largo plazo para la estabilidad y el desarrollo de Bangladesh. El país, que en las últimas décadas ha logrado importantes avances económicos y sociales, se enfrenta ahora a un momento crucial que podría determinar su trayectoria futura.
Consecuencias económicas.
Bangladesh, con una población de más de 165 millones de habitantes, se ha convertido en un actor económico cada vez más relevante en el escenario global. Como uno de los principales exportadores mundiales de prendas de vestir y productos textiles, el país ha experimentado un crecimiento económico sostenido en las últimas décadas, logrando reducir significativamente sus niveles de pobreza, aunque la desigualdad sigue siendo apremiante.
Su estratégica ubicación geográfica entre el sur y el sudeste asiático lo posiciona como un puente crucial para el comercio regional. Sin embargo, una desestabilización prolongada, como la que podría derivarse de las actuales protestas, amenaza con socavar estos logros económicos.
Tal escenario podría ahuyentar la inversión extranjera, interrumpir las cadenas de suministro globales, especialmente en la industria textil, y potencialmente desencadenar una crisis migratoria regional. Además, dada la densidad poblacional del país y su vulnerabilidad, cualquier inestabilidad prolongada podría exacerbar los desafíos socioeconómicos existentes, con repercusiones que se extenderían mucho más allá de sus fronteras, afectando la estabilidad y el crecimiento económico de toda la región del sur de Asia.
Afectaciones a la India.
La desestabilización de Bangladesh plantea serios desafíos para India en términos económicos y geopolíticos. Económicamente en caso de profundizarse la actual situación de inestabilidad, podría interrumpir el importante flujo comercial bilateral, afectando sectores clave como el textil y la agricultura. Las inversiones indias en Bangladesh estarían en riesgo, y proyectos conjuntos de infraestructura y energía podrían verse comprometidos. Un potencial aumento de refugiados ejercería presión sobre las regiones fronterizas indias.
Geopolíticamente, la situación es aún más compleja. Bangladesh es crucial para el equilibrio de poder en el sur de Asia, y su inestabilidad podría alterar la dinámica regional. India podría verse obligada a aumentar su presencia militar en la frontera, desviando recursos de otras prioridades estratégicas. Existe el riesgo de que China aproveche la situación para aumentar su influencia en Bangladesh, lo que preocuparía a India. La cooperación regional a través de organizaciones como SAARC (Asociación Sudasiática para la Cooperación Regional) podría verse afectada.
La inestabilidad también podría propiciar el fortalecimiento de grupos extremistas en Bangladesh, representando una amenaza para la seguridad regional. Los acuerdos de tránsito energético y proyectos compartidos podrían verse comprometidos, afectando la estrategia energética de India. Diplomáticamente, India deberá maniobrar con cuidado para mantener su influencia sin ser percibida como intervencionista.
La gestión de recursos hídricos compartidos podría complicarse en un escenario de inestabilidad política. India se enfrentaría al desafío de equilibrar sus intereses económicos, preocupaciones de seguridad y objetivos diplomáticos en un entorno regional cada vez más complejo.
La forma en que India maneje esta crisis potencial tendrá implicaciones significativas para su posición como potencia regional y sus relaciones con otros países del sur de Asia. La estabilidad de Bangladesh es, por tanto, un factor crítico para los intereses estratégicos de India a largo plazo en la región.
Negociaciones a última hora.
La crisis actual en Bangladesh ha puesto de manifiesto las profundas tensiones sociales y políticas que subyacen en el país. A pesar de la gravedad de la situación, hay indicios de una posible resolución en el horizonte. El gobierno ha expresado su disposición a entablar negociaciones con la oposición y los manifestantes, lo que podría abrir un camino hacia una solución pacífica del conflicto. Esta voluntad de diálogo es un paso positivo que podría conducir a una evolución favorable de la crisis.
Sin embargo, es importante reconocer que, independientemente del resultado inmediato, los eventos recientes han dejado al descubierto la frágil cohesión social y la latente conflictividad que persisten en Bangladesh. Estos desafíos estructurales requerirán atención y esfuerzos a largo plazo para ser abordados de manera efectiva. La forma en que el país maneje esta crisis y las reformas que implemente en el futuro serán cruciales para fortalecer su tejido social y asegurar una estabilidad duradera.
Mientras Bangladesh avanza hacia una posible resolución en medio de la tensión interna, la comunidad internacional y los propios ciudadanos del país observan con cautela, esperando que este momento de crisis pueda transformarse en una oportunidad para el diálogo constructivo y el cambio positivo. El futuro de Bangladesh dependerá en gran medida de la capacidad de sus líderes y su pueblo para encontrar un terreno común para abordar las diferentes cuestiones políticas, económicas y sociales.
Tadeo Casteglione* Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global
Foto de portada: AFP