Varios soldados yemeníes izaron las banderas de Yemen y Palestina en el barco y lo dirigieron hacia el puerto yemení de Hodeida. La operación militar, dijeron, se llevó a cabo porque la compañía naviera que había fletado el barco era israelí.
Israel negó la noticia y afirmó que el barco era «de propiedad británica y operado por japoneses».
Sin embargo, lo cierto es que la compañía naviera era propiedad del multimillonario israelí Rami Ungar, que goza de conexiones muy estrechas con la élite política de Tel Aviv.
El otro hecho ocurrido el mismo día, el 19 de noviembre, se produjo a cientos de kilómetros del Mar Rojo, en Teherán, donde el Líder de la Revolución Islámica, el Ayatollah Seyyed Ali Khamenei, en un acto público, instó a los países musulmanes a cortar todo control económico, vínculos con Israel para ayudar a salvar vidas palestinas.
Desde el 19 de noviembre, algunas compañías navieras han comenzado a cambiar de ruta, evitando el Mar Rojo, aunque eso signifique alargar el viaje unos diez días con costes económicos adicionales.
El volumen total de carga que pasa por el Canal de Suez ha disminuido en un 45 por ciento, mientras que en el caso de los portacontenedores la cifra es mucho mayor.
El mejor ejemplo del impacto del bloqueo yemení y del llamamiento del ayatolá Jamenei se refleja en la situación actual del puerto de Eilat, el único puerto que la colonia sionista tiene en el Mar Rojo.
Este puerto se ha visto gravemente afectado por el bloqueo impuesto por el Eje de Resistencia. La importación de vehículos, que constituye la principal carga del puerto, prácticamente se ha paralizado por completo.
La situación en Eilat sirve para demostrar cómo una estrategia conjunta, tanto política como militar, puede ser eficaz para paralizar uno de los puertos más importantes de Israel.
Políticamente, el llamamiento al boicot hecho por el Líder de la Revolución Islámica en su discurso del 19 de noviembre está dando resultados. En Malasia, el gobierno ordenó a sus operadores portuarios que negaran el atraque de barcos destinados a los territorios palestinos ocupados o de propiedad de la compañía naviera Zaim, que tiene estrechos vínculos con los servicios de inteligencia sionistas.
Sin embargo,
Este bloqueo económico contra la entidad sionista no está siendo implementado en letra y espíritu por algunos países árabes, en particular Jordania, los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita.
Según informes publicados por el canal de televisión israelí Canal 13, estos países están ayudando activamente a Israel a romper el bloqueo impuesto por los yemeníes en el Mar Rojo.
El informe menciona cómo cientos de camiones viajaban desde Arabia Saudita y Jordania, llegando finalmente al puerto de Haifa en los territorios ocupados a través de Dubai en los Emiratos Árabes Unidos.
La relación especial entre estos tres países e Israel no es ningún secreto. Han estado tratando tanto públicamente como entre bastidores con el régimen israelí mientras pretenden preocuparse por los palestinos.
En 1994 se firmó el llamado «acuerdo de paz» entre Jordania y la entidad sionista. Sin embargo, fue rechazada por una abrumadora mayoría de la población jordana.
Por ejemplo, según datos de una encuesta realizada por el Instituto de Estudios de Washington, un think tank estadounidense prosionista, en 2023, más del 84 por ciento de la población del país árabe rechazaba cualquier tipo de relación con el régimen israelí.
Por otro lado, Emiratos Árabes Unidos firmó la llamada “normalización” con Israel en 2020 como parte de los llamados “Acuerdos de Abraham” impulsados por la administración estadounidense de Donald Trump.
Ambos países han establecido una cooperación estratégica en diversos campos, incluido el militar. En enero de 2022, la empresa de armamento israelí Elbit Systems anunció que había firmado un contrato por valor de 53 millones de dólares para suministrar los sistemas de defensa necesarios para la Fuerza Aérea de los EAU.
Finalmente, las relaciones entre Arabia Saudita e Israel están estancadas, lo que, desde un punto de vista estratégico, representa una victoria para la causa palestina, especialmente en el contexto del genocidio en Gaza.
Hace más de un año, el ayatolá Jamenei, en uno de sus discursos, advirtió que la normalización entre Arabia Saudita e Israel podría provocar problemas internos al régimen saudí debido a la «traición a la causa palestina» y la oposición interna del pueblo saudita a la decisión tomada por sus líderes.
Sin embargo, el liderazgo saudita ha continuado la diplomacia secundaria con Israel e incluso se ha especulado sobre la normalización de Riad con Tel Aviv una vez que se calmen los ánimos.
Los funcionarios sauditas tampoco han descartado la posibilidad de una normalización con el régimen de Tel Aviv, a pesar de que el público saudí está vehementemente en contra de la idea.
Una encuesta reciente publicada por el Centro de Análisis Político Al-Maqreez Al-Arabi, con sede en Qatar, mostró cómo el 89 por ciento de los encuestados en Arabia Saudita expresaron preocupación por la situación en Palestina una vez que se formalizara la normalización con Israel.
Mientras tanto, la administración de Joe Biden ha continuado con el proyecto de «normalización» iniciado bajo Trump, centrándose en los esfuerzos diplomáticos para forjar acuerdos entre los estados del Golfo Pérsico e Israel, en lugar de abordar la cuestión palestina y poner fin al genocidio en Gaza.
Todo esto pone de relieve la existencia de una división política en la región: por un lado, el discurso político, representado por los llamamientos de boicot de Irán a los sionistas y las operaciones militares yemeníes en el Mar Rojo, que ven a Palestina como un punto central de la Ummah que merece todo el apoyo.
Por otro lado, hay un grupo de países árabes cuyos gobiernos prefieren renunciar a la obligación ummática de liberar Palestina ayudando a la ocupación israelí a romper su bloqueo.
Xavier Villar* Ph.D. Doctor en Estudios Islámicos e investigador afincado en España.
Este artículo ha sido publicado en el portal presstv.ir/
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