En el tema de portada de Omega TV “Sujet à la Une” (Burkina Faso) hablamos de los países de la Alianza de Estados del Sahel (AES), la actualidad de Senegal, la postura de la CEDEAO y la cooperación internacional. En el curso de este programa contamos con Alex Anfruns como invitado internacional. Alex Anfruns es profesor en Casablanca y autor del libro “Níger: ¿Otro golpe de Estado o la Revolución Panafricana? presentado oficialmente por el Presidente de Venezuela Nicolás Maduro.
Dice usted que los presidentes de Malí, Burkina Faso y Níger cuentan con el apoyo de sus pueblos. ¿Cómo valoraría esta dinámica entre los líderes militares y sus poblaciones, y en qué se diferencia de los regímenes anteriores, sobre todo en lo que respecta al apoyo popular?
En la situación particular e histórica que viven los países del Sahel, hay que decir que los golpes de Estado no fueron el resultado de un puñado de“golpistas aventureros”. Años de protestas y agitación social se han cristalizado en la acción decidida de unos pocos hombres pertenecientes a los ejércitos nacionales, que plantearon la necesidad de darle un giro de 180 grados a la estrategia militar y la política de cooperación con el socio tradicional, Francia. El contexto bélico había puesto a estas naciones en peligro de muerte. Animado por la iniciativa de los ejércitos, el pueblo se pone a asumir la defensa de la nación. Desde la independencia, ciertos estratos sociales en el Sahel, en particular el campesinado, habían permanecido aislados del destino de la nación.
Los capitalistas rentistas se apoyaron en una alianza con los caciques tradicionales y conservadores, en beneficio de un sistema neocolonial que mantenía la pobreza extrema. Con la Alianza de Estados del Sahel (AES), la población se moviliza para luchar por la descolonización cultural y económica, consciente de que es su tarea histórica. Es una oleada de unidad popular, que no es lo mismo que unanimidad… Se ha pedido a los capitalistas rentistas a contribuir a la producción nacional. Se ha llamado a los bandidos armados tras la bandera del fanatismo religioso o del separatismo a abandonar las armas y unirse al redil nacional. A otros actores se les ha pedido que pongan fin a las divisiones, abandonen sus privilegios y apoyen el proceso de construcción de la soberanía popular.
La propaganda contra los actuales gobiernos de la AES ha presentado a estos militares como si sólo contaran con el apoyo de unos pocos manifestantes en las grandes ciudades y carecieran de apoyo en las zonas predominantemente rurales de estos países. Sin embargo, es en las zonas rurales, especialmente en las afectadas por el azote del terrorismo, donde los militares cuentan con un apoyo significativo, procedente, por ejemplo, de los desplazados internos.
La percepción desde las grandes ciudades no es completa ni representativa de la situación en el resto del país, existe una visión condicionada por la comodidad de ciertas clases sociales, que no se corresponde con las prioridades de la mayoría de la población. Como explicó claramente el capitán Ibrahim Traoré, el apoyo a los regímenes anteriores estaba distorsionado por la corrupción y la compra de votos. Lo que ocurre hoy es exactamente lo contrario: se pide a la población que contribuya mediante donaciones al Fondo por la Salvaguardia de la Patria (Niger) o el Fondo de Solidaridad Patriótico (Burkina Faso).
En su libro destaca el tema de las relaciones con Francia, insistiendo en la necesidad de que los países africanos diversifiquen sus socios comerciales. ¿Por qué cree que Rusia puede ser un socio fiable, sobre todo en los ámbitos tecnológico y armamentístico, y cómo podría influir esto en la dinámica regional?
No cabe duda de que, en estos dos ámbitos, Rusia es un socio importante para África. El padre de la liberación de la patria cubana, José Martí, señaló con razón que un país que no quiera seguir siendo esclavo de otro económicamente más fuerte debe diversificar sus socios comerciales. Históricamente, Rusia ha ayudado a construir presas y otros proyectos de infraestructura en algunos países africanos. Pero los acuerdos neocoloniales impidieron que los países del Sahel alcanzaran una verdadera independencia en beneficio de sus poblaciones. Hoy, Rusia está en condiciones de ayudar a los países africanos a construir centrales nucleares. Este es el deseo expresado por muchos países africanos, no sólo del Sahel: de Marruecos a Egipto, pasando por Uganda, Etiopía, Malí y Burkina Faso, estos países podrían dar un salto cualitativo en la producción de electricidad. En Níger, el acceso a la electricidad sólo alcanza al 13% de la población a nivel nacional (pero al 1% en las zonas rurales, donde vive el 80% de la población). En Burkina Faso, el acceso es del 19% a nivel nacional, según cifras del Banco Mundial. El 70% de la población vive en zonas rurales, y sólo el 3% tiene acceso a la electricidad. 60 años después de la independencia, ¿quién puede negar al pueblo de Burkina Faso su derecho a los beneficios de la modernidad a través de la electrificación?
Del mismo modo, ¿quién puede negar el derecho de los ejércitos del Sahel a adquirir el material militar adecuado para hacer frente a la amenaza de los grupos armados que desestabilizan sus países? Si Rusia, Turquía o Irán les dan acceso a la tecnología que sus socios tradicionales les han negado, los Estados africanos dependerán menos de operaciones militares externas que han demostrado ser un fracaso.
Les recuerdo que un jefe de Estado Mayor del ejército imperialista francés anunció que tendrían que permanecer en el Sahel hasta 2050 para garantizar suseguridad. La visión europea de la seguridad puede no corresponderse con la visión de la seguridad panafricana. Contrariamente a lo que repite la propaganda, Rusia no está detrás de los golpes de Estado militares ni de las manifestaciones “antifrancesas”; está al lado de los pueblos y de sus nuevos dirigentes en la búsqueda de su soberanía nacional.
Usted describe a los actuales líderes de Burkina Faso, Malí y Níger como la vanguardia de la revolución panafricana. ¿Teme que esto pueda animar a otros países de la CEDEAO a adoptar caminos similares, lo que podría conducir a una proliferación de golpes de Estado en la región?
Para mí, no es una posibilidad que haya que temer, sino esperar. No hay más que ver la situación en Senegal para darse cuenta de que la democracia ha sido despojada de su sustancia. En mi opinión, lo que el pueblo africano debe temer no es la llegada de golpes de Estado militares soberanistas, sino el statu quo de una clase dirigente que prolonga la miseria de millones de personas empujándolas al éxodo o abandonando a parte de su juventud para que caiga presa de los grupos armados en una lógica nihilista y autodestructiva.
En mi libro planteo claramente la hipótesis de que otros países de África Occidental seguirán los pasos de los Estados sahelianos. ¿Qué país será el próximo en unirse a la revolución panafricana? Pero comprendo la preocupación de algunos: un ejército panafricano es difícil de corromper. Su visión del desarrollo regional y autocentrado amenaza la lógica del capitalismo internacional, las ONG occidentales y el sistema de la “ayuda internacional”. El fortalecimiento de los Estados africanos, que consiguen diversificar sus socios para que sus poblaciones puedan beneficiarse de los recursos nacionales, es una mala noticia para quienes han practicado el saqueo ilimitado y despreciado el derecho de África al desarrollo.
El anuncio de la retirada conjunta de Malí, Burkina Faso y Níger de la CEDEAO es un punto clave en su libro. ¿Cómo interpreta esta decisión y cómo cree que puede contribuir a la unidad panafricana que defiende en sus escritos?
En primer lugar, la unidad panafricana no consiste en repetir discursos huecos a favor de la alternancia democrática. La alternancia en un sistema político donde hay cientos de partidos, pero donde el poder económico permanece siempre en manos de una élite dirigente, no es verdadera democracia. En este sentido, los valores propugnados por la CEDEAO parecen una abstracción desconectada de las realidades de los pueblos africanos. La crisis de Senegal es una nueva demostración de estas contradicciones, al igual que las declaraciones del Presidente Patrice Talon, que ha cambiado de opinión sobre la política de sanciones contra Níger y ha afirmado que ahora hay que pasar a otra política de la CEDEAO.
Pero no olvidemos la segunda parte de su frase, cuando afirma que la CEDEAO debe escuchar lo que quieren Malí, Níger y Burkina Faso en cuanto a su periodo de transición, porque eso impediría a estos países perseguir su sueño en la AES limitándolo a una declaración de intenciones. Patrice Talon no parece comprender que es demasiado tarde: ¡los Estados del Sahel han declarado que su anuncio de retirada es irreversible! Y la población de Níger no está dispuesta a olvidar el sufrimiento infligido por la CEDEAO, mediante las sanciones y el bloqueo que le han impedido acceder a los medicamentos o a la electricidad. Los dirigentes de la CEDEAO han demostrado ser traidores a la causa panafricana.
La unidad panafricana es una visión de desarrollo a medio y largo plazo en beneficio de las poblaciones dejadas atrás por décadas de sufrimiento impuesto por la obediencia al FMI. Es la entrada en escena de una población que recupera el orgullo y la confianza en su futuro en África, en lugar de ser expulsada por los caminos del desierto y la travesía mortal del Mediterráneo, que se ha convertido en el cementerio marino de la juventud africana. La revolución panafricana es una ruptura total con una situación marcada por las políticas neocoloniales. El panafricanismo es también la fuerza de un sueño, el sueño de millones de niños y jóvenes africanos que tienen derecho a vivir, a crear y a desarrollarse con vistas a un horizonte de felicidad y dignidad.
Ha mencionado que la escritura de su libro estuvo motivada por el golpe de Estado en Níger en 2023. Podría explicar con detalle qué despertó específicamente su interés por este acontecimiento y cómo le llevó a escribir «Níger: ¿otro golpe o la revolución panafricana»?
Me indignó el anuncio de un ultimátum por parte de la CEDEAO y el apoyo de potencias extranjeras como Francia a la intervención militar en Níger.
Siempre he analizado la realidad social y política de Europa estableciendo el vínculo con la situación de los antiguos países colonizados. Siempre he denunciado los mecanismos neocoloniales y las guerras imperialistas. Por eso me tomé muy en serio las reacciones al golpe de Estado que derrocó a Mohamed Bazoum el 26 de julio de 2023.
Al principio observé el apoyo popular al CNSP y las exigencias diarias de que se marcharan las tropas francesas. Esto me llevó a formular la hipótesis de que no se trataba simplemente de un putsch. Analizando la historia de Níger, me di cuenta de que se daban todos los elementos para una situación revolucionaria. En particular, investigué el papel y el impacto de las políticas del FMI en el país, que han contribuido a debilitar el Estado y a favorecer los intereses de la antigua potencia colonial a través de sus multinacionales. Esta investigación, además de los análisis aportados por mi experiencia como antiguo periodista, alimentaron mi escritura.
Concebí mi libro “Níger: ¿Otro golpe de Estado o la Revolución Panafricana? como un manual de contrapropaganda para responder a los pseudoargumentos destinados a desmoralizar al pueblo africano en su lucha por la soberanía.