El lunes por la noche, el choque entre Zelensky y Zaluzhny pareció llegar a su punto álgido, con la prensa sufriendo, por segunda ocasión en menos de una semana, de la carencia de fuentes fiables y dando por confirmado un cese o dimisión que finalmente no se produjo. Todo ello vino provocado por una situación confusa y que lleva meses gestándose, pero también por la dependencia de ciertas fuentes de información que filtraron la noticia (o la noticia que no fue) en busca de objetivos políticos o personales. La frenética noche de las redacciones ucranianas, con los medios occidentales dando por buena una especulación que era, en realidad, un juego político, terminó de forma abrupta e inesperada para quienes optaron por creer que las filtraciones con las que había comenzado la tarde eran información verídica y no parte la estrategia de uno de los bandos. El desmentido de la presidencia por medio del secretario de prensa de Zelensky fue definitivo para enterrar, al menos de momento, la esperada noticia. Sin embargo, la virulencia con la que la especulación se tornó confirmación y posterior desmentido indica elcierre en falso de un enfrentamiento que, sin duda, va a continuar.
El episodio muestra también la dificultad de los medios a la hora de distinguir entre las fuentes puramente informativas y aquellas que están utilizando el desarrollo de la guerra para conseguir ciertos intereses. El artículo publicado por El País, que resume brevemente lo ocurrido el lunes por la noche, es buen ejemplo de ello. En él, Cristian Segura menciona las tres fuentes citadas por todos los medios. Curiosamente, su artículo olvida a la persona que, por medio de las redes sociales, confirmó el inminente cese de Valery Zaluzhny, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y elevado a héroe nacional por la prensa ucraniana y occidental: Borislav Bereza.
El exdiputado y exmiembro del Praviy Sektor, del que fue portavoz, es una figura perfectamente conocida del nacionalismo ucraniano. No es la primera ocasión en la que sus filtraciones son parte de una determinada estrategia política para presionar al Gobierno. En 2016, filtró el acta de la primera reunión del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa de Ucrania tras la pérdida de Crimea, cuando Kiev se planteaba qué hacer. Con ello buscaba mostrar la parálisis del Gobierno en ese momento. Y, como buen halcón nacionalista, Bereza siempre ha sido partidario de las alas más beligerantes y no ha dudado en mostrar su odio. Hace siete años, dirigiéndose a la población de Donbass, escribió en las redes sociales: “Rusia no os quiere. El futuro está claro y no es bonito. Esos charlatanes como Pushilin o el gordo de Zajarchenko ya han saqueado y se han llevado el dinero a Rusia y saben que están a tope. ¿Y qué será de vosotros? Sin una casa, sin una patria y tachados de traidores. ¿Entonces qué seréis? Pensad. Y podéis estar seguros de que pronto, muy pronto, Ucrania recuperará el control de Donbass. No será fácil ni barato, pero lo recuperaremos. Y entonces llegará el momento de que todos rindan cuentas. No es venganza, es retribución. Así que pensad en el futuro, en un futuro que aún no tenéis pero que llegará pronto”. Las palabras del lunes de Bereza, que fueron tomadas como un hecho prácticamente consumado, nunca debieron ser entendidas de otra forma que como parte de la presión al Gobierno para salvar a Zaluzhny.
El artículo de Segura sí menciona a la otras tres fuentes principales de las que se nutrieron el lunes todos los medios. La primera es Oliver Carroll, el periodista de The Economist conocido en Donbass por alegar, según sus fuentes sobre el terreno, que el ejército ucraniano esperaba refuerzos para seguir luchando por mantener el control del aeropuerto de Donetsk en 2015. El aeropuerto había caído ya en manos de la RPD, que el día anterior a los comentarios del periodista británico, había comenzado a realizar visitas con la prensa para mostrar el lugar. Carroll seguía insistiendo en que la batalla continuaba. La segunda fuente es Yuri Butusov, periodista de Censor.net, una fuente inicialmente muy cercana al Gobierno de Yatseniuk y que en los últimos tiempos ha explotado, y en ocasiones exagerado, la situación desesperada de las tropas ucranianas para presionar a Zelensky. La tercera fuente mencionada por Segura es Oleksiy Goncharenko, un nombre que debió encender todas las alarmas. No se trata únicamente de que su información sea, de forma clara y evidente, parte de la estrategia política de Poroshenko en su intento de volver a la relevancia política, sino de la propia credibilidad de quien ha hecho del oportunismo su carrera política. La antigua figura emergente del Partido de las Regiones se paseó por la Casa de los Sindicatos de Odessa antes incluso de que fueran retirados los cuerpos calcinados y ha hecho de la provocación, ya como miembro del Bloque Poroshenko, su herramienta favorita. En ese juego, es veterano de las noticias falsas.
Desde la fase inicial, especialmente al observar la limitada credibilidad de las fuentes que daban por confirmada la noticia, las filtraciones parecieron una forma de presión al Gobierno para obligarle a manifestarse públicamente a favor o en contra el héroe de guerra Zaluzhny. Sin embargo, la posibilidad de un cese del comandante de las Fuerzas Armadas no solo es creíble, sino que es también probable. El enfrentamiento entre el presidente Zelensky y la única figura que actualmente le hace sombra en popularidad es notorio y conocido, aunque durante meses fue negado por las autoridades ucranianas, que, como es habitual, alegaron que todo se trataba de “propaganda rusa”.
Son conocidas las diferencias tácticas entre Zelensky y Zaluzhny, por ejemplo, en la defensa de Donbass. Mientras que Zaluzhny defendía la opción de retirarse a una segunda línea desde la que defenderse y evitar avances rusos sin necesidad de luchar por todas y cada una de las localidades del frente más disputado de esta guerra, Zelensky y la Oficina del Presidente ordenaron la defensa a ultranza de fortalezas simbólicas como Artyomovsk, con las implicaciones que tuvo en términos de desgaste de las tropas semanas antes del inicio de la contraofensiva de Zaporozhie. El entorno de Zaluzhny ha sido también muy crítico, en ocasiones de forma pública, con la táctica elegida -no solo por Kiev sino especialmente por Washington- para esa gran operación terrestre, en la que eran conscientes de que las Fuerzas Armadas no contaban con el armamento (especialmente la aviación) necesario. Pero el punto determinante de esta disputa político-militar fue el artículo publicado por The Economist, en el que Zaluzhny contradecía abiertamente el discurso del Gobierno y admitía que la guerra se encontraba “en punto muerto”.
Desde ese momento, negar el enfrentamiento ha sido únicamente un ejercicio de ocultación de una realidad perfectamente conocida por la población nacional y el público internacional. El episodio más reciente, el de la movilización, con ambas partes tratando de hacer que fuera la otra la que cargara con la responsabilidad de la decisión, ha sido uno más en una escalada acompañada de rumores sobre el inminente cese del general. Todo partió de la alegación de Zelensky de que Zaluzhny había exigido el reclutamiento de medio millón de hombres más, algo que Zaluzhny intentó desmentir mientras el presidente se presentaba abrumado por la idea. La realidad es que hace tiempo que la movilización dejó de ser popular y ambas figuras tratan de evitar ser acusadas de enviar a centenares de hombres más a las trincheras sin siquiera relevar a quienes llevan casi dos años combatiendo. In crescendo, el enfrentamiento ha estado acompañado por ceses de personas del entorno de Zaluzhny e incluso el asesinato de uno de sus colaboradores y, ante todo, de los rumores sobre quién sustituirá al aparentemente sentenciado comandante. Dos son los principales candidatos: el comandante de las fuerzas terrestres, Syrsky, un candidato de continuidad y el disruptivo Budanov, que supondría un cambio generacional, de estilo y de táctica.
El lunes por la noche, recapitulando el desarrollo de una noticia que no lo fue, Zerkalo Nedeli, una de las fuentes más fiables de la prensa ucraniana, afirmaba que se había producido una reunión cara a cara entre Zaluzhny y Zelensky en la que se había planteado el cese del general. Zaluzhny, por su parte, no ofreció su dimisión ni se le ofreció otro cargo, sino que simplemente constató que es prerrogativa del presidente nombrar o cesar a quien ocupa su cargo. Con ello, Zaluzhny ha querido dejar claro que trata de mantener su puesto -las filtraciones sobre su inminente cese han de entenderse de esa forma- y que no está dispuesto a aceptar un cargo como premio de consolación. La momentánea retirada de Zelensky puede indicar dudas, ausencia de buenas alternativas de sustitución, temor a pérdida de confianza entre los cuadros militares, en los que posiblemente serían precisos más cambios que el de su superior, pero también necesidad de considerar la opinión de sus socios extranjeros. Aunque Zaluzhny ha quedado señalado por los medios estadounidenses como posible responsable último del comando al que se acusa de haber hecho explotar el Nord Stream, todo indica que Washington es más favorable al general que a alternativas como Budanov, al que filtraciones del Pentágono han acusado de cruzar líneas rojas y planear operaciones que han sido vetadas por Estados Unidos.
El desmentido de Zelensky al cese de Zaluzhny, que los medios ya daban como hecho consumado, cerró el lunes por la noche el capítulo del enfrentamiento, pero no hizo sino abrir más la brecha entre las dos figuras. Aunque actualmente la situación parece insostenible, no es descartable que la falta de alternativas -ya sea por temor a pérdida de confianza entre la tropa o por carencia de hombres fiables para cumplir con el cargo- o las recomendaciones externas alarguen aún más un choque en el que todo indica que solo puede quedar uno.
*Nahia Sanzo Ruiz de Azua, periodista, especialista en Ucrania/Donbass.
Artículo publicado originalmente en Slavyangrad.
Foto de portada: extraída de Slavyangrad.