Poco importa que ya no haya un mundo con dos bloques enfrentados, la construcción del enemigo concierne hoy a todas las entidades estatales y a las Resistencias populares juzgadas como una amenaza para la pax estadounidense e israelí, a los movimientos que defienden sus territorios para impedir su saqueo por las multinacionales.
El uso de la inteligencia artificial por parte de Israel no causó revuelo y no debería sorprendernos que la OTAN lleve tiempo avanzando en la misma dirección.
Desde hace años, existe una alianza y una estrecha cooperación entre el aparato industrial militar tradicional y las industrias de doble uso o de doble vía del mundo de la seguridad y los servicios comerciales.
El año 2021 verá la adopción de la Estrategia de Inteligencia Artificial de la OTAN con la presencia activa de empresas (fabricantes de doble uso) y también de start-ups innovadoras de IA, pero en años anteriores ya se habían tomado decisiones importantes para el uso de la IA:
201201-Reflection-Group-Final-Report-Uni.pdf (nato.int)
Estos son los objetivos de la OTAN
- Proporcionar una base para que la OTAN dé ejemplo y fomente el desarrollo y uso de la IA de forma responsable con fines de defensa y seguridad;
- Acelerar e integrar la adopción de la IA en el desarrollo y la prestación de capacidades, mejorando la interoperabilidad aliada;
- proteger y vigilar las tecnologías que explotan la IA y la capacidad de investigación y desarrollo;
- identificar y proteger a los aliados de las amenazas derivadas del uso «malintencionado» de la IA por parte de agentes estatales y no estatales.
La inteligencia artificial (IA) no es una ciencia neutra ante la que haya que inclinarse en nombre del progreso; su creciente uso en el ámbito militar está previsto desde hace tiempo y ya se está aplicando para adquirir ventajas tecnológicas que se emplearán tanto en el ámbito civil como en el militar. El papel de las start-ups es de especial relevancia y sería interesante investigar la relación emprendida con las universidades públicas para la investigación y el desarrollo de procesos innovadores que se destinen tanto a la esfera civil como a la militar.
Una vez más, estos proyectos bélicos se ocultan tras la necesidad de defender intereses nacionales e internacionales, principios falsamente éticos o la simple necesidad de proteger la última tecnología blindándola contra la piratería informática.
Ya en octubre de 2021, la OTAN y los aliados establecían relaciones continuas con empresas tecnológicas para desarrollar proyectos de investigación y uso de la inteligencia artificial, promoviendo (irónicamente) su uso responsable «de acuerdo con nuestros valores, normas y derecho internacional».
Los documentos de la OTAN hacen un amplio uso de recomendaciones formales para promover la legalidad de la investigación en el ámbito militar con un amplio uso de tecnologías de inteligencia artificial, haciendo un uso responsable, transparente y ético de las mismas para garantizar «una adecuada interacción hombre-máquina; la capacidad de detectar y evitar consecuencias no deseadas; y la capacidad de tomar medidas, como desconectar o desactivar los sistemas, cuando dichos sistemas muestren un comportamiento no deseado».
El desarrollo de la IA resultará crucial en un futuro próximo para las tareas de la Alianza y será a la vez una amenaza y una gran oportunidad para apoyarlas. De hecho, la IA plantea retos complejos tanto por sí sola como en combinación con la biotecnología, el Big Data y la automatización. La OTAN quiere estar a la vanguardia de estas ambiciones y, para ello, cuenta con la colaboración entre aliados comprometiéndose a acelerar las inversiones.
Así pues, la IA está adquiriendo rápidamente importancia estratégica porque representa una de las tecnologías de doble uso más prometedoras de los últimos años y su desarrollo ha permitido revolucionar numerosos sectores: desde la agricultura hasta el militar.
La aparición de la Estrategia de Inteligencia Artificial de la OTAN representa un gran paso adelante en el campo de la defensa.
Las nuevas y variadas tecnologías (big data, inteligencia artificial, autonomía, tecnologías cuánticas, tecnologías espaciales, biotecnología y mejora humana, tecnologías hipersónicas) son, por tanto, el terreno de inversión preferido, como también se desprende de los documentos oficiales:
NATO – Testo ufficiale: Sintesi della strategia NATO sull’intelligenza artificiale, 22-ott.-2021
Pero la cuestión afecta también a la producción de semiconductores que hasta hace unos años se fabricaban en países asiáticos. La crisis pandémica no ha sido más que la cortina de humo tras la que se oculta un reposicionamiento de las multinacionales occidentales; la intervención del gobierno estadounidense para reinternalizar la producción está vinculada no sólo a estrategias de mercado y a la autonomía de suministro de componentes esenciales para la industria, sino también a la necesidad de desarrollar nuevas tecnologías para su utilización en los ámbitos civil y militar con el fin de afirmar la intervención pública y adquirir una supremacía tecnológica indispensable para el mantenimiento del actual equilibrio de poder.
La Unión Europea, aunque con retraso respecto a Estados Unidos, se ha movido en la misma dirección al adoptar la normativa europea sobre semiconductores Chips Act – Comisión Europea (europa.eu), para reducir la dependencia exterior en el mercado de los semiconductores por motivos de «seguridad regional». Sin embargo, el objetivo es bien distinto, a saber, dotarse a la par que Estados Unidos de empresas sinérgicas para producir semiconductores en los países del viejo continente, y son precisamente las multinacionales americanas las que ven con recelo estas opciones debido a la posibilidad de que las empresas asiáticas creen patentes con las europeas, de ahí el interés de la taiwanesa TMSC por abrir varias fábricas en Alemania, poniendo a su disposición las últimas tecnologías y las competencias consolidadas adquiridas sobre el terreno.
En cambio, gestionar la producción de semiconductores bajo la égida de la OTAN podría permitir a las multinacionales norteamericanas controlar el sector, impidiendo que sus competidores aliados (como las empresas de Corea del Sur y Taiwán) se hicieran con parte de este mercado estratégico de tecnologías de semiconductores de doble uso.
*Federico Giusti, delegado del CUB en el sector público, colabora con los periódicos Cumpanis, La Città futuro, Lotta Continua y participa activamente en cuestiones de derecho laboral, anticapitalismo y antimilitarismo.
Artículo publicado originalmente en giuliochinappi.com.
Foto de portada: extraída de giuliochinappi.com.