No obstante, en el caso de El Salvador, al estar el país inmerso en un complejo (y viciado) proceso electoral general, que culminará en menos de 90 días, es previsible que toda actividad oficial relacionada con fin de año adopte un carácter proselitista.
Quizás por ello se esfuerzan en hacernos creer que estamos a las puertas de una especie de lanzamiento de El Salvador a los brazos de un primer mundo, moderno y desarrollado, que nos aguarda como el nuevo vecino en el barrio. Por supuesto, eso es falso, pero es la narrativa que día con día, desde hace cuatro años pretenden vender desde el poder. No pocos lo compran hoy, como parte de una estrategia de reelección ilegal e inconstitucional, sobre todo desde la diáspora, que ve el país a través del prisma que el gobierno le pone enfrente todos los días en las redes sociales.
En medio de esa bien planificada campaña de manipulación masiva, en esta semana recién concluida El Salvador vivió algunas escenas francamente surrealistas, que parecían salidas de alguna película de ciencia ficción.
Después de semanas de agobiante propaganda electorera, originada desde el titular del Ministerio de Obras Públicas, Romeo Rodríguez, insistiendo en que las reformas en la carretera que lleva desde San Salvador al aeropuerto Internacional Monseñor Oscar Arnulfo Romero, abrían la puerta a tecnologías inteligentes incorporadas en los postes de alumbrado público, por fin empezaron a instalar las luminarias.
Con su habitual obsesión por presentar sus obras como si fueran caminos abiertos a la transformación del empobrecido y dependiente El Salvador en un engendro de primer mundo, el ministro y los voceros gubernamentales aseguraron que se trataba de un inusual salto de calidad, con postes que cambiarían de color según las situaciones que se reportaran (accidentes, etc.).
Sin embargo, cuál no sería la sorpresa cuando comenzaron a aparecer el miércoles pasado en la televisión y en las redes sociales, las imágenes de una sucesión de “postes inteligentes” caídos, atravesando la moderna carretera. Al menos 12 postes se contaban a lo largo de varios centenares de metros de la importante vía, impidiendo el acceso a la capital desde el aeropuerto; uno cayó sobre un automóvil que avanzaba en ese momento por la carretera. Otros vehículos generaron una larga congestión vial en una arteria de velocidad controlada pero fluida.
Todo esto vino a cuestionar la supuesta eficiencia que desde el gobierno pretenden vender, y pone en ridículo una gestión sustentada en propaganda, sin elementos fácticos que la respalden.
Sin duda el inesperado incidente conmocionó al aparato de propaganda oficial, cuya reacción, en materia de respuestas fallidas por parte del ministro responsable, en primer lugar, y luego por los habituales canales de repetición y reproducción de contenidos, volvieron a fracasar. En primer lugar, porque lo primero que se les ocurrió fue mentir. Negar los hechos, hablar de un supuesto “accidente” atribuible a una empresa.
El desconcierto oficial fue tan evidente al recurrir al argumento de un accidente de una grúa, que en modo alguno podría haber causado la caída de 12 (¡!) postes consecutivamente, que la versión ministerial fue rápidamente superada por las pruebas aportadas por los mismos usuarios de redes y medios de prensa en general. Y es que en las imágenes de los postes caídos solo se aprecia el desprendimiento del tubo con la base, probablemente a causa de las fuertes rachas de viento que se registraron a la hora del incidente, y que demostraría la debilidad de los anclajes y construcción utilizados.
Podemos preguntarnos, ¿qué necesidad tenía el gobierno de mentir ante un hecho fortuito como este? La respuesta debe buscarse en la esencia del régimen que persiste en El Salvador.
Un gobierno que subsiste políticamente a base de un solo hecho registrado como positivo por la población a lo largo de toda la administración, más allá de las durísimas y justificadas críticas de diversos sectores nacionales e internacionales por la sistemática violación de derechos humanos, esto es, la percepción popular de avances en materia de seguridad y la reducción de los hechos de violencia a manos de pandilleros. El resto ha sido y sigue siendo materia de propaganda y manipulación, de apariencias presentadas como realidades.
En ese contexto, un fallo de este calibre, expuesto a la vista del público, en medio de una carretera construida como ventana de entrada al país, como un instrumento de propaganda más que de transporte, resultó una afrenta demasiado alta para ciertos egos sobrevalorados. Por eso, en la lógica del ministro, una crítica a un hecho objetivo no podía tener otro origen y fin que la malévola actividad de una oposición con fines electorales. Así, el titular del MOP culpó al contexto próximo de elecciones por las críticas que el ministerio recibió tras el percance de las luminarias.
Mientras caen los postes
Mientras los postes caen, el gobierno sigue sin aclarar cómo salió el famoso criminal pandillero conocido como el Crook, de las supuestamente infranqueables cárceles salvadoreñas, para finalmente ser capturado en México y extraditado a EEUU para ser interrogado y juzgado.
Mientras esos postes caen, el gobierno no puede explicar cómo es posible que solo en este año casi seis mil salvadoreños pidieron refugio en México para huir del país de la seguridad absoluta y de las incontables maravillas.
Mientras los postes caen, el 18% de estudiantes de entre 15 y 16 años en El Salvador no comió al menos una vez a la semana por falta de dinero en sus familias. Son los datos que arroja el Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA), ofrecidos recientemente por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
El nivel socioeconómico promedio de los estudiantes salvadoreños evaluados ocupó el lugar 75 entre 79 de las 147 economías cubiertas por PISA. Es decir que El Salvador presenta el quinto nivel socioeconómico más bajo en ese grupo, superando solo a Guatemala, Indonesia, Marruecos y Camboya.
Podemos mencionar datos aún más preocupantes, porque dentro de ese 18% hubo jóvenes que enfrentaron una situación más crítica que otros. El 8% de los estudiantes dijo que dejó de comer una vez a la semana, y el 5% aseguró que le ocurría todos los días o casi todos los días. Otro 3% sostuvo que dejó de comer dos o tres veces por semana y el 1%, de cuatro a cinco veces a la semana.
A pesar de sus graves carencias, el 10.2% logra buenos resultados en matemáticas, producto de la aplicación de estudiantes que podrían brillar si El Salvador contara con un gobierno sensible a las necesidades de su pueblo, y no uno empeñado en acumular toda la riqueza posible en el menor tiempo posible en favor de los grupos económicos que conforman el círculo íntimo del clan familiar en el poder.
La propaganda oficial o la atención prestada a buscar culpables de los postes que caen no puede ocultar los fracasos sistémicos del esquema educativo nacional, como que el 90% de los alumnos de 15 años no alcance las competencias mínimas para esa edad en matemáticas, o que el 70% no alcance las competencias mínimas en ciencias.
Como señalaba un reciente editorial de la UCA, “los bajos resultados en comprensión lectora dejan en ridículo a todos aquellos que piensan que con el aprendizaje del inglés y del chino, junto con el uso de computadoras, El Salvador encontrará el camino del desarrollo”.
Los postes caen y miles de escuelas prometidas siguen sin ser construidas ni reparadas, el proyecto de construcción del hospital Rosales duerme el sueño de los justos y la lujosa biblioteca nacional construida por China, sigue siendo el lugar preferido de “selfies”, en lugar de ser un centro de estudio, lectura y reflexión.
Así funciona este país de fantasía, donde lo importante es el “look” y no el hambre del pueblo, donde lo importante son las afirmaciones presidenciales acerca de falsos éxitos de su cripto-especulación y no de una canasta básica alimentaria disparada al cielo y sin retorno, que deja a cada vez mayores porciones de la población en profunda miseria.
Esas son las verdaderas navidades que tendrá nuestro pueblo. Este será el hambre que volverán a pasar las familias pobres en estas fiestas, porque las lucecitas de colores, los desfiles y los arbolitos gigantes levantados en cada alcaldía dominada por el oficialismo, podrán divertir y distraer, pero no les darán de comer.
Mientras los postes caen, el gobierno prepara el fraude de su continuidad, a base del control ilegal sobre el Tribunal Electoral, el manejo discrecional del padrón electoral y de los mecanismos de voto en el exterior; permite el uso de identificaciones vencidas y, en general, se lucra de la oscuridad impuesta y del monopolio del control institucional en todos sus aspectos. Tampoco se debe olvidar el hecho de que casi con seguridad la ciudadanía salvadoreña asistirá a votar bajo un régimen de excepción arbitrario e ilegal que la condiciona.
Pero, ¿acaso este gobierno tiene dudas acerca de la efectividad de sus métodos de control sobre la población, que necesita recurrir al fraude para asegurar su triunfo? ¿Acaso la tan mentada popularidad presidencial es tan falsa como las campañas de propaganda que montan desde CAPRES?
No. La popularidad presidencial es un hecho constatable. Lo que no dice el oficialismo es que se trata de una popularidad en declive permanente, y además, resulta evidente en cada encuesta que ya no actúa como un efecto de goteo residual para sus candidaturas a la Asamblea Legislativa, o en las batallas electorales municipales.
Por eso afloran las dudas en el régimen, porque ya no hay seguridad de retener territorios que fueron muy mal gobernados, o directamente abandonados por quienes creyeron que estar bajo las alas protectoras del autócrata les garantizaría la continuidad. Ya van comprendiendo que en estos regímenes la consigna es “sálvese quien pueda”, y que no deben esperar jamás apoyo de quienes forman el clan familiar del poder, a menos que sea de entera conveniencia para sus objetivos.
Por esas dudas, que surgen desde las entrañas del régimen, seguramente arreciarán también las campañas de juicios de carácter publicitario contra funcionarios de anteriores gobiernos, en especial contra el FMLN, real y único enemigo conta el régimen desde el punto de vista del desafío que representa para las aspiraciones oficialistas de refrendar su control total y absoluto del aparato del Estado. Por eso, seguramente veremos al aparato judicial aún más descaradamente al servicio del gobierno en materia electoral, jugando como un vil poder mercenario, tal como lo viene demostrando desde el 1 de mayo de 2021.
¡Feliz Navidad!
Raúl Larull* Periodista y comunicador. Militante internacionalista. Miembro del FMLN.
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