Nuestra América

In-democracia chilena

Edgardo Carabantes Olivares*. – A falta de la categoría adecuada para designar al sistema político chileno, se le sigue denominando como Democracia, por parte de la derecha y la centro derecha (sectores cupulares de la concertación), o como Democracia protegida, o Democracia a ser profundizada, por sectores “progresistas”.

Incluso aquí mismo en Politika, han aparecido artículos, donde las referencias a la realidad chilena parten de la premisa éste es un sistema democrático. ¿Nadie osa decir que esto no es Democracia, porque…, si así fuera, significaría que vivimos en una Dictadura?

Pareciera ser entonces que el problema se reduce a una dicotomía: o se vive en Democracia o se está en Dictadura.

Un sistema democrático, para ser tal debe cumplir con diversos indicadores, según los organismos internacionales dedicados a ranquear a los países de acuerdo a sus grados de democracia. Esto significa que no sólo la realización de elecciones periódicas libres e informadas, bastan para caracteriza a una sociedad como democrática, sino también, sus niveles de igualdad, el control del aparato militar por el mundo civil, inexistencia de una oligarquía cerrada, pluralismo informativo, bajos niveles de corrupción, existencia de un ethos democrático, entre otros.

Si cada uno de estos indicadores se aplica al caso chileno, no será difícil descubrir que ninguno se cumple. Incluso en lo referente a elecciones libres e informadas. En apariencia pareciera que cuando asistimos a sufragar, lo hacemos desde una posición original, citando a Rawls, que nos permite decidir con absoluta libertad.

Lamentablemente, eso no es así, dada la manipulación cognitiva que ejercen los medios informativos, pertenecientes a los grandes poderes económicos de Chile.

Esto implica que, al momento de marcar el voto, ya estamos condicionados, por las categorías conceptuales que al grupo dominante le interesa que, actuando como lentes a través de los cuales miramos la realidad, sean las que utilicemos para ello.

Pero además de lo anterior, para que podamos hablar de Democracia con adjetivos, por ejemplo, de baja intensidad o imperfecta, se requiere una intencionalidad de alcanzarla. No es el caso chileno, porque en el diseño original elaborado principalmente por Jaime Guzmán, su propósito no era construir un espacio democrático.

He puesto el siguiente ejemplo, si a un lutier se le pide que construya una guitarra y él en vez de acceder a lo solicitado, construye un violín, no se podría decir que el resultado es una guitarra imperfecta, porque claramente su intención fue otra. Distinto sería que el lutier fuera inexperto y construyera una guitarra imperfecta, allí cabría la posibilidad de hablar de una guitarra de baja intensidad.

A raíz de lo anterior he venido hablando de Indemocracia chilena, es decir, un sistema que niega la democracia, porque en realidad es una Hibridocracia, a saber, un sistema donde coexisten espacios democráticos con fuertes espacios autoritarios. Situación que en ningún caso corresponde a la “imperfección humana” para, en este caso, alcanzar una sociedad democrática, sino que, a un propósito consciente y deliberado, porque el plan trazado para el futuro de Chile durante la dictadura, nunca fue la recuperación de un sistema democrático.

En el mejor de los casos, lo que se pretendió era legitimar y perpetuar el modelo refundacional dictatorial, bajo la pantomima de gobiernos elegidos “democráticamente”. Se evidencia de lo anterior la diferencia entre sistema y gobierno. Sin embargo, se busca confundir, a través de una especie de metonimia o sinécdoque. Permitiendo de esta forma, que la realidad lingüística se imponga al mundo social, político, económico y cultural.

Edgardo Carabantes Olivares* Sobreviviente de la Dictadura, Doctor en Educación, Magister en Psicología en Educación, académico (docente e investigador) en temáticas de Derechos Humanos

Este artículo fue publicado en el portal.surysur.net

Foto de portada: D/W

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