Multipolaridad Nuestra América

El Estado Continental Latinoamericano desde el rincón Oriental del Sur del Mundo

Por Diego Roselli González*. – Pensar y escribir desde Uruguay requiere una mirada alternativa sobre los asuntos de integración. Ubicado al sur del Sur Global, entre los países que componen el “núcleo aglutinante” de nuestro continente y con escaso tamaño relativo, estas cuestiones, en general, nos quedan lejos, por la ubicación de los centros de decisión y por la evidente asimetría de poder.

Desde mi perspectiva, la integración latinoamericana y caribeña es un fin en sí mismo si interpretamos que somos una nación que se encuentra deshecha o balcanizada. A su vez, desde la izquierda latinoamericana, nuestros principales objetivos, que siguen siendo: reducir la desigualdad, acabar con la pobreza y el hambre, reducir los niveles de violencia, ordenar las migraciones e incrementar los niveles de desarrollo, entre otros, no los podremos cumplir si los abordamos cada quien por su cuenta.

Dado que hay una extensa biblioteca de estudios desde diversas ópticas sobre estos temas, en este ensayo me propongo reunir algunas “viejas” miradas para provocar la atención e intentar así buscar algunas nuevas respuestas para nuestro tiempo que es incierto, cambiante y en disputa.

Augusto Zamora plantea que “los mapamundis representan toda la superficie del planeta dividida en dos hemisferios, tras su aparente inocencia, esconden construcciones ideológicas cuyo origen se remonta al siglo XVI y a la era de los imperialismos”. Además, agrega que “la escala de un mapamundi determina la representación que hacemos sobre el mundo.”[1]

Es por esto que, para pensar en este tiempo, donde los organismos multilaterales están debilitados, la inseguridad alimentaria y energética son temas recurrentes, y hay diversos espacios continentales que se están consolidando, la primera sugerencia que me gustaría realizar es mirar mapas distintos a los que estamos acostumbrados y así trascender la hegemonía visual[2] del pensamiento internacional actual.

En primer lugar, y a nivel global, propongo pensar en un mapa que contenga al Indopacífico (o Asia-Pacífico) en el centro. La gran mayoría de los documentos geoestratégicos que se han publicado en este último tiempo describen esa zona como de principal interés en múltiples aspectos. En ellos, resaltan las características poblacionales, económicas, científicas y militares, entre otras. Es sobre este mapa que Uruguay queda en el rincón oriental del sur del mundo y, tanto Europa, América, como África, se ven periféricos.

Por otra parte, si ponemos en el centro a nuestra región, dejando el Heartland[3] en los extremos, se verá claramente la interconexión de nuestro continente, a través de los dos grandes océanos, con África y la zona de influencia más relevante para el siglo que transcurre. Este mapa, a su vez, le otorga centralidad a la vasta cuantía de recursos estratégicos que dispone la región latinoamericana y que serán elementos de disputa, presión y demanda por parte de diversos actores en el futuro inmediato.

Decía Marco Aurelio García[4]:

«Tanto América del Sur como América Latina poseen el mayor número de reservas energéticas globales –si se toman en cuenta recursos como el petróleo, el gas, el potencial hídrico, solar, eólico o la fabricación de biocombustibles–. Se tiene, asimismo, una diversificada producción de alimentos, y una agricultura moderna basada en el incremento científico-tecnológico –contrario al modelo agrícola primario-exportador–. Existen grandes yacimientos de minerales como: oro, plata, cobre, nióbio, uranio y litio que poseen una alta demanda. La región es sumamente vasta a nivel territorial, y abriga una biodiversidad sin parangones»

En el mismo sentido, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sostiene que nuestra región concentra una parte importante de los recursos naturales del mundo que, aunque se distribuyen de forma desigual entre los países, pueden desempeñar un papel relevante a la hora de transformar nuestra estructura productiva. Para ello, deberíamos establecer un nuevo modelo de gobernanza “multinivel, multipartito, transparente, democrático y eficaz”,[5] con una gestión que prevenga la volatilidad de precios y los desequilibrios macroeconómicos.

A su vez, para avanzar en el largo proceso de consolidación de nuestra soberanía latinoamericana, los corredores de integración (no solo los económicos) aparecen como una posible solución. En palabras de Marco Aurelio[6], “sería trascendental brindarle mayor importancia tanto a la integración logística como a la energética. Unir Atlántico y Pacífico coadyuvaría a una más prolija articulación comercial, y crearía las condiciones propicias para alcanzar una mejora sensible de la productividad.”

En este contexto, con la Integrated Deterrence[7] —como versión actualizada de la Doctrina Monroe—, el nearshoring[8] que se avecina y las palabras de la Generala del Comando Sur, Laura Richardson[9], sobre la importancia de nuestros recursos naturales, cobran relevancia los asuntos de defensa colectiva para el control y decisión, por nuestros propios medios, sobre cuál será el uso y destino de los mismos.

No olvidemos que en nuestro continente se cultiva, procesa, acopia, transporta y exporta otro recurso estratégico: la hoja de coca. Lejos de querer militarizar el asunto, ya que el factor militar es sólo una parte de la defensa colectiva, y asumiendo que es un problema que nos atañe como continente, los mecanismos de articulación y cooperación deben acentuarse.

Los dilemas migratorios, la protección y el control de recursos naturales e infraestructuras, así como la violencia criminal organizada transnacional, son elementos que aparecen en todos los documentos sobre defensa nacional en nuestra región. En cambio, las pandemias y epidemias, los incendios, inundaciones y demás desastres naturales, así como la protección de nuestra biodiversidad no se visibilizan de la misma manera.

Al mismo tiempo, América Latina es Zona de Paz. Los esporádicos conflictos entre Estados han tenido soluciones políticas donde la comunidad ha intentado colaborar. Nuestro continente es, también, Zona Libre de armas nucleares. Estos elementos, en este contexto de fuertes cuestionamientos al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas por su incapacidad para resolver los conflictos actuales y por la nula representatividad en el balance de poderes, hacen que, en un nuevo orden, podamos aspirar a los asientos permanentes para promover una mirada latinoamericana sobre los asuntos globales.

A todo esto hay que sumar que volvieron los de siempre, los Kissinger, Brzezinski, Mackinder, Ratzel, Mahan y todos. Volvió la crisis del petróleo, la inflación, Bretton Woods, la posguerra y la Guerra Fría. Decía Perón[10], en el año 1974, “Vivimos tiempos tumultuosos y excitantes. Lo que antes aparecía como una simple hipótesis y, generalmente, como teoría negada o discutida, es hoy una realidad universal que está determinando el curso de la historia.”

Aunque ya pasaron cincuenta años, parece que hablara de la multipolaridad en ciernes y viene a colación porque había afirmado con anterioridad que “[…] el año 2000 nos va a sorprender o unidos o dominados”.[11] En este sentido, entiendo que diversos avances se han realizado. El Mercosur, la Comunidad Andina, CARICOM, el Tratado de Cooperación Amazónica, la Unasur y la CELAC, como último estadio superador, son algunos ejemplos de unidad que hemos transitado.

Asimismo, tanto la CELAC como la Unasur, dos espacios distintos y complementarios, podrían establecerse como ámbitos permanentes de consulta y articulación para enfrentar diversas agendas, urgencias y necesidades que precisan múltiples miradas, esfuerzos conjuntos y pensamiento estratégico. Es en estos espacios donde se reflejan mejor todas las visiones latinoamericanas, donde varios pueden hablar libremente de sanciones y bloqueos de hace años, y podemos reivindicar a las Malvinas Argentinas como nuestras.

Con todo, es necesario mantener la vista en que los propósitos de la izquierda siguen siendo la vida digna, feliz, libre y plena de las grandes mayorías de nuestra gente. Para alcanzar estos objetivos debemos gravitar a nivel internacional con mayor firmeza, determinación y cohesión, aunando nuestras energías como para poder participar en este nuevo concierto internacional que se está estructurando.[12]

Finalmente, quizás sirva de ayuda el poner los mapas en otra perspectiva, pero es la conciencia de una nación latinoamericana de inmensa riqueza espiritual y material, que interprete y contemple las distintas particularidades nacionales, la que podrá darnos el sustento ideológico necesario para llegar a conformar un Estado Continental realmente integrado.

En este interregno que estamos viviendo, donde la incertidumbre y la policrisis son rasgos característicos, se abrió una nueva ventana para consolidar la Patria Grande.

Está en nosotros, y nosotras, fortalecer los espacios suprarregionales existentes para responder a las emergencias globales de la energía, los alimentos y el clima, a través de la consolidación de nuestros intereses comunes.

Es por eso que vengo a plantearles, desde el rincón oriental del Sur del Mundo, que miremos este nuevo mundo, este nuevo orden, desde distintas perspectivas, poniendo a las necesidades de las distintas comunidades en el centro, con la esperanza de que la construcción de la Patria Grande y el desarrollo de nuestros pueblos es posible, sí y solo sí, seguimos trabajando incansablemente para alcanzar los niveles de integración necesarios y estar a la altura de estos tiempos.

Diego Roselli González* Licenciado en Economía, Maestrando en Estrategia Nacional. Integrante de la Comisión de Asuntos y Relaciones Internacionales del Frente Amplio de Uruguay.

Este artículo fue presentado como ponencia en el XXVII Seminario «Los partidos y una Nueva Sociedad» organizado por el Partido del Trabajo de México

Foto de portada:

Referencias:

[1] Augusto Zamora, 2016. Política y geopolítica para rebeldes, irreverentes y escépticos.

[2] Ibid.

[3] Corazón Continental. Concepto acuñado por Halford Mackinder en su conferencia “El Pivot geográfico de la Historia”, 1904.

[4] Marco Aurelio García, 2014. “Las nuevas caras de la integración regional”. En Línea Sur. Revista de política exterior del Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana del Ecuador, N°8, May-Ago 2014, pp. 26.

[5] CEPAL, 2023. Panorama de los Recursos Naturales en América Latina y el Caribe. Resumen Ejecutivo. Santiago de Chile.

[6] Ibid. pp. 27.

[7] The White House, Octubre 2022. National Security Strategy. Disuasión Integrada. “Nuestra estrategia de defensa nacional está basada en la disuasión integrada: la perfecta combinación de capacidades para convencer a nuestros potenciales adversarios de que los costos de sus actividades hostiles superarán los beneficios”. (p.22).

[8]El nearshoring es la estrategia de externalización por la que una empresa transfiere parte de su producción a terceros que, a pesar de ubicarse en otros países, están localizados en destinos cercanos y con una zona horaria semejante”. Thomson Reuters México, sf. Enlace.

[9] Página 12, 24 de enero de 2023. Litio, petróleo y agua dulce: Estados Unidos ni disimula sus intereses en América latina. Discurso transmitido al Atlantic Council el 19 de enero de 2023. Enlace con subtítulos en español.

[10] Juan Domingo Perón, 2019. Parte del texto del discurso del Presidente de la Nación ante la Asamblea Legislativa reunida con motivo de la iniciación del 99° período ordinario de sesiones del Congreso Nacional (1974). En América Latina ahora o nunca, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Punto de Encuentro, pp. 115.

[11] Juan Domingo Perón, 2019. La hora de los pueblos (1968). En América Latina ahora o nunca, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Punto de Encuentro, pp. 19.

[12] Alberto Methol Ferré, 2015. Los Estados Continentales y el Mercosur. Montevideo, HUM, 2a. Ed. p. 119.

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