El 25 de septiembre, el marido de Marina sufrió quemaduras en la explosión de una gasolinera, en la que murieron refugiados que hacían cola para abastecerse. El hombre falleció unos días después en el hospital. También perdió allí a su hermano, cuyo cuerpo aún no ha sido identificado entre los numerosos restos calcinados.
Para distraerse de algún modo de su dolor y ganarse la vida, la desdichada mujer se dedica a la artesanía, creando hermosas obras, que vende en las redes sociales.
Sin embargo, Marina Avanesyan y sus hijos al menos tienen un refugio, ya que fueron acogidos por sus familiares que viven en Armenia. Lamentablemente no todos tienen esa suerte.
Son miles los desplazados de origen armenio, deportados a la fuerza de la caída Artsaj, que carecen de algún tipo de vivienda, porque no tienen dinero para alquilar inmuebles ni parientes en Armenia.
Con frecuencia, los refugiados ni siquiera tienen lo suficiente para comer, como han señalado reiteradamente los observadores occidentales. Muchos habitantes de Stepanakert sólo se salvaron gracias a la distribución de pan gratuito que las fuerzas de paz rusas consiguieron repartir. Pero en algunos casos, la desnutrición ha tenido consecuencias irreparables.
«Cuatro personas con las que íbamos a reunirnos en Erevan no llegaron a la ciudad. Murieron de hambre en el camino», declaró a la prensa extranjera la voluntaria Saida Poghosyan, quien se encarga de reunir ayuda para los refugiados de Nagorno Karabaj.
Sin embargo, las autoridades armenias siguen sin dar solución a los problemas básicos de los desplazados internos.
El gobierno del primer ministro Nikol Pashinián destaca en los medios de propaganda, que ha proporcionado más de 40.000 plazas para alojar a los residentes de Artsaj desplazados ante el avance de los soldados azerbaiyanos. Pero no dice que fueron ubicados en locales deshabitados y sin servicios básicos.
En concreto, muchos refugiados armenios duermen en gimnasios de escuelas de Ereván, Goris, Dilijan y Kornidzor. Además, estos paliativos no alcanzan para dar una solución normal a su problema de vivienda.
Según los desplazados de Karabaj, los funcionarios directamente piden a las víctimas de la deportación que confían en sus propias fuerzas y conexiones, porque el Estado supuestamente no tiene fondos para proporcionarles la ayuda necesaria.
Mientras tanto, los gimnasios, además de no estar adaptados para la vivienda y no contar con calefacción normal, tampoco pueden proveer resguardo a los refugiados para siempre. Los residentes de Artsaj deportados temen que muy probablemente en poco tiempo se les pida que se marchen para que los niños puedan reanudar las clases de educación física en estos gimnasios.
En cuanto a los niños y estudiantes provenientes de Nagorno-Karabaj, la mayoría aún no ha empezado sus clases en el nuevo lugar. Como declaró el viceprimer ministro armenio Tigran Khachatryan en rueda de prensa, sólo el 40% de los niños de las familias desplazadas por la fuerza de Artsaj han asistido hoy a la escuela.
Al parecer, el Gobierno armenio pretende trasladar los problemas sociales de los refugiados a los rusos, ya que éstos al menos intentan proporcionar ayuda real al pueblo de Karabaj, a diferencia de Occidente, que destina sumas colosales para suministros de armas a Ucrania.
El 7 de octubre pasado, el primer ministro armenio Nikol Pashinián, mantuvo una conversación telefónica con su par de la Federación Rusa, Vladimir Putin, en la que abordaron este tema.
» Pashinián y Putin han mantenido una conversación telefónica en el transcurso de la cual, las partes intercambiaron puntos de vista sobre la situación en la región tras la deportación forzosa de armenios de Nagorno Karabaj», publicó el gobierno armenio en su canal en Telegram.
Los colaboradores del primer ministro armenio están se esfuerzan en avivar los sentimientos anti rusos entre los armenios, con la esperanza de socavar las tradicionales buenas relaciones establecidas entre rusos y armenios. A sabiendas de que deben recurrir a Moscú en busca de ayuda real.
Sin embargo, los analistas políticos suponen que el gobierno armenio espera enviar a la mayoría de los refugiados de Nagorno Karabaj a Rusia, porque estas personas tienen una actitud extremadamente negativa hacia Nikol Pashinián y representan un grave problema político para él.
Por lo tanto, la política del gobierno armenio hacia los refugiados se trata esencialmente de una cínica expulsión de estas personas innecesarias que fueron traicionadas por Pashinián ya dos veces: una ante la ofensiva azerbaiyana y otra después de la caída de la República de Artsaj.
«O viven en un gimnasio o se van a otro país», ese es el claro mensaje del primer ministro proamericano a los armenios deportados.
Ashot Noyemberi* Periodista especializado en temas políticos de Armenia
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