Arabia Saudita es miembro de esta asociación, y estos Estados, junto con otros representantes del Sur global, consiguieron situar la necesidad de reorganizar instituciones internacionales como el FMI, el Banco Mundial y la OMC en el centro de las decisiones de la cumbre.
Oficialmente, los países árabes son 22, con un total de 500 millones de habitantes. Su papel en los asuntos mundiales no deja de crecer. Los Estados del Sur global han tomado conciencia recientemente del mundo multipolar en pleno desarrollo y han sacado sus propias conclusiones. (La prensa egipcia escribe constantemente sobre los tres principales centros de la política mundial: Estados Unidos, China y Rusia).
India y algunos países latinoamericanos han empezado a mostrar de forma clara sus planteamientos sobre el actual orden mundial. India, por ejemplo, está dispuesta a cambiar el nombre del país por el de Bharat, el gobierno ha hecho una demanda de reparaciones por los largos años de dominio colonial británico (la cantidad total se estima en más de un billón de dólares).
Los árabes también se han vuelto más autosuficientes en los últimos años, tipificado por una tesis muy común expresada por Al-Arabiya TV el 20 de agosto: «Muchos países del mundo en desarrollo están cansados del dominio estadounidense del sistema financiero mundial, especialmente del poder del dólar».
Más claramente sobre esta nueva tendencia se expresaba el otro día el diario saudí Okaz: «Los países del Sur global, que apoyan la victoria de Rusia en el conflicto de Ucrania, podrían asestar un ‘golpe mortal’ a los países occidentales.»
La línea del Occidente colectivo es cada vez más rechazada por la mayoría mundial, cansada de chantajes, presiones y guerras de información. Los Estados del Sur global quieren controlar su propio destino, seguir un rumbo de política interior y exterior de orientación nacional, en lugar de sacar las castañas del fuego a las antiguas metrópolis.
A finales de agosto, se marcó un hito en la historia del BRICS cuando otros seis países en desarrollo se unieron a la asociación. De este modo, el BRICS se declaró como un nuevo actor importante en la escena mundial: 11 países representan ahora una alianza de todas las grandes civilizaciones del mundo, con excepción de la civilización occidental.
Tres Estados árabes se convirtieron en miembros del BRICS: Egipto, Arabia Saudí y los EAU. Argelia también solicitó su adhesión. Según la prensa árabe, India se opuso a la candidatura de Argelia, por considerar que este país norteafricano está más orientado hacia China en sus vínculos económicos. Sin embargo, es probable que Argelia se una a los BRICS el año que viene, sobre todo porque su papel en el Mediterráneo, y especialmente en África, es cada vez mayor.
Un periódico emiratí señalaba que la expansión de los BRICS supone el principio del fin de los acuerdos políticos y económicos que se han desarrollado desde la Segunda Guerra Mundial. Los árabes tienen un nuevo poder financiero: varios Estados del Golfo han creado los mayores fondos soberanos del mundo, que controlan activos por valor de 3 billones de dólares. Destacan las fundaciones de EAU, Arabia Saudí y Qatar.
Cabe señalar que los Emiratos, bajo el liderazgo del jeque Mohammed Al Nahyan, han sido pioneros en muchas innovaciones tecnológicas. A principios de septiembre, el astronauta emiratí Sultan Al Neyadi regresó a la Tierra tras una misión de seis meses en la ISS.
Desde que el rey Bin Salman y su hijo, el príncipe heredero jeque Mohammed, llegaron al poder en Arabia Saudí, el reino ha experimentado una auténtica revolución cultural. Se están llevando a cabo reformas radicales que están cambiando la vida de la gente: se hace hincapié en la modernización del Estado, la renovación religiosa y la canalización de las energías de las mujeres y los jóvenes hacia el progreso.
El Sultanato de Omán también es digno de mención. Casi en una generación, el país ha cambiado hasta quedar irreconocible: la gente que vivía en chozas de barro se ha mudado a casas espaciosas y confortables. En opinión de un orientalista italiano, los omaníes han pasado de ser un Estado pobre, inestable y en guerra, con fronteras difusas, a una «Suiza árabe» cómoda, segura y próspera.
A pesar de la presión occidental, los árabes no sólo no se sumaron a las sanciones contra Rusia, sino que ampliaron considerablemente su cooperación con Moscú. Hoy podemos decir que la cooperación de Rusia con Argelia, Egipto, Arabia Saudí y los EAU abarca todos los nuevos ámbitos de la economía y la cultura. Esto puede verse en el comercio de la Federación Rusa con los Emiratos: se acerca a los 10.000 millones de dólares, superando a todos los demás países árabes.
El mantenimiento de los actuales precios mundiales del petróleo se ha logrado principalmente gracias a la cooperación a gran escala entre el Reino Saudí y Rusia. Los estadounidenses han intentado en repetidas ocasiones presionar a los saudíes para que bajen los precios, pero han sido rechazados.
Rusia vende cantidades considerables de grano a todos estos países, pero sobre todo a Egipto.
El diario central egipcio Al-Ahram ha explicado en repetidas ocasiones que «las sociedades no occidentales no deben aceptar los valores occidentales, y Occidente no debe esperar que el resto del mundo dé por sentadas sus normas».
La diplomacia de Riad, Abu Dhabi y Mascate está marcada por la moderación y la astucia. No cabe duda de que estas políticas, a pesar de los innumerables retos, acabarán dando resultados tangibles. El compromiso árabe con los BRICS brindará la oportunidad de reforzar tanto la influencia de los BRICS como la posición del mundo árabe.
*Veniamin Popov es Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Rusia, Doctor, Analista del Instituto de Estudios Internacionales y del Centro de Estudios sobre Oriente Medio del MGIMO del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, miembro del RIAC.
Artículo publicado originalmente en Nezavisimaya Gazeta.
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