Durante las últimas semanas las noticias alrededor de la temática de “multipolaridad” ocuparon un gran lugar en la agenda mediática y diplomática, en especial a partir de la Cumbre BRICS realizada en Johannesburgo, Sudáfrica, en donde el bloque invitó a 6 países a unirse como miembros plenos.
Cuando se piensa en multipolaridad se lo asocia a la entente Rusia-China, a los BRICS, a los mecanismos de cooperación, a la desdolarización en el comercio mundial, a proyectos como la Franja y la Ruta de la Seda China o el Collar de Perlas chino, a la Organización de Cooperación de Shanghai, al Sur Global.. incluso podemos asociarlo a Estados Unidos en tanto que es el principal actor que batalla contra la transición del orden mundial. Pero, ¿y Europa?.
¿Cuál es la relación de Europa con la multipolaridad?, ¿Macron pidiendo participar en la Cumbre BRICS?, ¿Algunos puertos chinos en territorio europeo? Y aunque parezca improbable, existe una relación de Europa con la multipolaridad y también tiene sus consecuencias.
La relación de Europa con la multipolaridad es desde una posición de vasallismo y servilismo al bloque del “occidente colectivo” liderado por EEUU/OTAN, en defensa del “orden internacional basado en normas y valores” y de la “democracia” frente a las “autocracias”. Estos dos puntos son retóricas construidas específicamente para hacer frente al nuevo bloque multipolar, expresando de esta manera que el bloque multipolar supone un peligro a ese “orden internacional basados en normas” y a las democracias. Con un posicionamiento colonial se creen los abanderados de decir y decidir qué países son los democráticos y cuáles no, y qué países son autocráticos, personificando la problemática en los líderes políticos, por ejemplo Putin o Jinping.
El término multipolaridad no es nuevo, se trata de un proyecto, que quizás no con ese nombre, pero si con ese espíritu, se viene construyendo desde hace largos años por las potencias emergentes, en especial por China. Pero ¿por qué recién ahora se comenzó a hablar más sobre multipolaridad? En 2022 sucedió un hecho que aceleró profundamente el advenimiento de la multipolaridad: la guerra en Ucrania.
La guerra en Ucrania fue el punto de inflexión que aceleró el proceso de transición del unipolarismo al multipolarismo. El enfrentamiento indirecto entre la OTAN y Rusia en territorio ucraniano -y europeo- tuvo repercusiones y consecuencias internacionales en diferentes escalas para los distintos países del mundo. Europa en particular fue la región más afectada y no porque la guerra estuviera sucediendo en su territorio, sino por las decisiones adoptadas por sus líderes.
El actual vínculo europeo con la multipolaridad la podemos pensar desde tres etapas. Una etapa previa a Donald Trump en donde veíamos a una Rusia incluída en el proyecto de desarrollo europeo, en especial en las relaciones energéticas, comerciales y diplomáticas, aunque tenían sus complejidades y algunas disputas, existían puertas de diálogo y acuerdos bilaterales. Mientras la Comunidad Europea apoyaba a EEUU en sus cruzadas militares en Asia occidental.
Otra etapa durante el gobierno de Trump que se focalizó en la rivalidad con China y desarrolló un tipo de políticas exterior nacionalista y proteccionista, bajo el lema “make america great again”. Trump descartó, o puso en un segundo plano, a Europa como región de interés geopolítico, terminó de romper la confianza entre la gran alianza atlántica UE-EEUU con las sanciones al comercio, las disputas entre Boeing y Airbus e incluso reclamó que EEUU le dio mucho a Europa. Llegó a amenazar con reducir el apoyo de EEUU a la OTAN si Europa no gastaba más en la Alianza, porque consideraba que EEUU los estaba manteniendo, los llegó a calificar de “delincuentes” a los países que no aumentaban su presupuesto para la OTAN.
En esa etapa se comenzó a calificar a la OTAN de “inservible” o con “muerte cerebral”. En Europa se reflotó y potenció el discurso de “la autonomía estratégica europea” y se avivó el debate entre europeístas y atlantistas.
Durante esta etapa, la idea de autonomía estratégica fue ganando terreno dentro de la UE, aunque no todos los países estaban de acuerdo y la división se manifestaba muy tajante, dificultando a la Comunidad a establecer prioridades comunes, tener consenso y tomar decisiones en política exterior.
En ese momento definíamos a los atlantistas como defensores del proyecto de defensa europea bajo el ala de la OTAN, mientras que los europeístas planteaban que la defensa no dependa de EEUU, la OTAN o ningún país exterior. Esto último, no significaba la desintegración de la OTAN, sino establecer un nuevo papel de la UE dentro de la Alianza. Tampoco estaba clara la forma en que pretendían llegar a esa autonomía. A grandes rasgos, identificabamos a Francia y Alemania a la cabeza de las ideas europeístas, y a Polonia liderando a los atlantistas, seguidos por países bálticos y República Checa, fuertes opositores rusos. En los próximos párrafos veremos cómo resultó cada propuesta.
Una tercera etapa comenzó cuando asumió Joe Biden en EEUU que, bajo el lema “America’s back” se presentó en la Conferencia de Seguridad en Múnich y anunció a Europa que EEUU volvería a ser su aliado y socio confiable.
Por supuesto, la OTAN no estaba dispuesta a que prosperaran los discursos europeístas. El secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, lo dejó muy claro durante esa Cumbre también, “la defensa de Europa depende de estrechos vínculos transatlánticos y no de la búsqueda de la autonomía estratégica del continente”.
“La Unión Europea no está en condiciones de defender el Viejo Continente y no debe debilitar a la OTAN con su deseo de autonomía, ya que la seguridad de Europa está garantizada por países que no son miembros de la Unión Europea (UE)”, refiriéndose particularmente a Estados Unidos, Inglaterra y Turquía.
Desde allí el debate por la autonomía estratégica europea se empezó a achicar y a ser cooptada por la línea atlantista bajo la idea de que Europa debía asumir una mayor responsabilidad por su seguridad sin que eso significara que los líderes europeos no esten comprometidos con la OTAN.
Las verdaderas intenciones y trato de EEUU sobre Europa no se hicieron esperar, Biden (EEUU) Morrison (Australia) y Johnson (Gran Bretaña) firmaron el acuerdo AUKUS, una alianza de cooperación militar que no sólo dejó afuera a Europa de la estrategia del bloque en Asia sino que provocó que Australia cancelara abruptamente el acuerdo de 43.000 millones de dólares que tenía con Francia para la construcción de submarinos nucleares. Francia lo calificó de traición y puñal en la espalda. No podemos dejar de mencionar la decisión unilateral de EEUU de retirar sus tropas de Afganistán sin discutirlo con su socio europeo que también participaba en el conflicto apoyando a EEUU.
Durante esta etapa se reactivó el conflicto ucraniano, el presidente ruso Vladimir Putin marcó sus líneas rojas y EEUU/OTAN decidieron no negociar con Rusia. La guerra en Ucrania supone el primer conflicto armado directo en donde se deja ver la disputa por esta transición del orden mundial unipolar a uno multipolar, y se dio en el territorio europeo.
Las consecuencias de la guerra en Ucrania para Europa son la victoria más palpable para EEUU/OTAN ya que logró cortar todo tipo de vínculo entre Europa y Rusia; la OTAN se expandió hacia el Este europeo consolidando una gran barrera de contención rusa pero también de contención al avance del proyecto de la franja y la ruta china; se reactivó la OTAN y la región se hipermilitarizó; las sanciones contra Rusia funcionaron como boomerang contra Europa y la afectó gravemente causando múltiples crisis (energética, migratoria, económica, financiera, divisa, desabastecimiento, desindustrialización, inflación, desempleo, recesión…); y desactivó a las principales potencias europeas como Alemania y Francia que eran las principales competidoras europeas para EEUU.
Otro golpazo que recibió Europa por parte de EEUU, incluso cuando la situación ya se estaba volviendo desesperante e insostenible para la población europea, fue la promulgación de la IRA.
La Ley de la Reducción de la Inflación (IRA por su sigla en inglés) promulgada en agosto de 2022 por Estados Unidos ofrece alrededor de 400 mil millones de dólares para la reducción de las emisiones de carbono, la reducción de los costos de atención médica, la financiación del servicio de Impuestos Internos y la mejora del cumplimiento de los impuestos de los contribuyentes. Estos fondos serán entregados como incentivos fiscales, subvenciones, rebajas y garantías de préstamos.
“Con el IRA, algunos fabricantes europeos que deseen beneficiarse de las subvenciones podrían trasladar su producción a EEUU o, al menos, desarrollar cadenas de suministro integradas en EEUU”, anunciaba el Parlamento Europeo. Y así fue, el proceso de desindustrialización de Europa es una realidad lamentable, en especial para la gran locomotora europea, Alemania.
Por supuesto no podemos dejar de mencionar el atentado contra los Nord Stream, los dos principales gasoductos ruso-alemanes, que también proveían a Europa, que tanto les había costado levantar (política y económicamente), y el silencio cobarde y cómplice de las élites europeas y de la Alianza ante un atentado contra uno de sus aliados claramente planificado habilitando el ataque a infraestructuras internacionales claves en el enfrentamiento.
Europa celebró en 2021 la retirada de Trump, a quien consideraban que quería debilitar a la región, pero no advirtieron que el “America’s back! Diplomacy’s back! NATO’s back!” con el que asumió Biden fue el comienzo del verdadero y efectivo debilitamiento europeo.
Por supuesto la región europea es grande, está compuesta por muchos países y por la Unión Europea con sus propias lógicas, lo que implica que la lectura es más compleja que este breve repaso y si bien hay algunas particularidades de los vínculos o posiciones de los países sobre el proceso histórico en desarrollo, la tendencia y lectura general que se desprende de la relación entre Europa y la multipolaridad es desde una posición de vasallismo respondiendo a los designios de EEUU/OTAN.
Actualmente podemos observar a grandes rasgos una distinción más amplia que involucra por un lado a Europa occidental sumida en una profunda crisis política, económica y probablemente estratégica, que si bien continúa debajo de las alas del águila también la cuestiona y le exige otro trato y lugar a EEUU. Una Europa occidental en donde las consecuencias de la guerra en Ucrania y el trato adrede (objetivo) de EEUU le ha afectado a un nivel que ha implicado la decadencia en picada de sus dos máximas potencias: Francia y Alemania.
Por otra parte, podemos observar a una Europa del Este defendiendo con uñas y dientes al bloque atlantista, pidiendo la colocación de militares y bases en sus territorios, “agradecidos” por ser el territorio de contención ruso. La región del este europeo, con enormes desafíos y complejidades, también afectada por la guerra en Ucrania y sumida en crisis, apuesta por una salida atlantista (con excepción de algunos países como Hungría o Bielorrusia).
El bloque atlantista se consolidó en el báltico, se proyecta hacia el Ártico; Polonia se disputa con Alemania quién va a liderar el vasallismo; Ucrania se convirtió en una guerra proxy y en un territorio ya controlado por los principales actores que se alimentan de la guerra, la muerte, el hambre y la devastación; y el Mar Negro continúa en el centro del interés geoestratétigco norteamericano. Las garras del águila presionan con fuerza el este europeo.
Pero si hay algo que nos quedó claro es que EEUU persigue sus propios intereses, así que es muy probable que cuando el este europeo ya no sirva a sus proyecciones estratégicas simplemente los abandonará, si corren con suerte, o los hundirá si la estrategia cambia, como está sucediendo en Europa occidental.
Como explica el analista Leonardo Sinigaglia, “el destino de Alemania y las sombras sobre el futuro francés deberían alarmar a Italia y Polonia, dos países cuyos gobiernos parecen haberlo apostado todo a la adhesión militante a la ortodoxia atlántica. Por mucho que parezca que el servilismo atlántico resulta rentable en la medida en que debilita a dos adversarios regionales, un día, muy pronto, sólo puede conducir a que se ofrezcan en holocausto al Moloch estadounidense, ya sea mediante una intervención militar suicida contra Rusia, la depredación económica o una combinación de ambas. Cualquier concesión a las fuerzas del imperialismo nos debilita y aleja la posibilidad de un país libre e independiente”.
Sinigaglia también dice que “la crisis del imperialismo estadounidense, comprometido cada vez con mayor intensidad en varios frentes y dotado ya de sólidas bases económicas y productivas, conducirá necesariamente a la agudización de las contradicciones entre Washington y sus aliados subordinados”.
No obstante, no es el fin de Europa, las contradicciones y discusiones al interior de la Comunidad europea se profundizan, lo que implica que aún están a tiempo de desarrollar un tipo de política exterior que responda a sus intereses ya que tarde o temprano deberán ajustarse a los cambios estructurales que están aconteciendo a nivel internacional. Evidencia de esto es que aún no han resuelto el tipo de relación que tendrán con China, son conscientes de que romper con el gigante asiático será el último gatillazo para el suicidio.
Con esto no quiero sonar altamente optimista o ingenua porque es evidente que las cúpulas de decisiones europeas pasan por élites que actúan desde posiciones coloniales, que no son elegidas por los ciudadanos europeos y por ende no responden a sus intereses, pero no estoy planteando aquí ningún proceso de transformación como podemos observar en África, ni siquiera pensar en el ascenso de gobiernos europeístas, sino que Europa, con todas sus complejidades y contradicciones, debe darse la discusión de replantear la proyección de sus intereses acorde, en principio a su supervivencia y luego al desarrollo de sus relaciones internacionales en mundo en transición hacia el multipolarismo.
Constantini Micaela, periodista y parte del equipo de PIA Global.
Foto de portada: diseño de PIA Global.