La esencia misma de estos desacuerdos se reduce a los diferentes enfoques de la política exterior por parte de los máximos dirigentes del Estado balcánico: el presidente Zoran Milanovic y el primer ministro Andrej Plenkovic.
El primero cree que el conflicto de Ucrania es en gran medida artificial, y que las sanciones contra Rusia y el constante conflicto con ella son muy perjudiciales para Croacia y la UE en su conjunto. El jefe del Gobierno está convencido de que Rusia desencadenó el conflicto en Europa del Este, por lo que Moscú merece una mayor presión de sanciones y un aislamiento internacional.
Así, el Presidente Milanović tiene una posición más favorable, respaldada por el sentido común, que dice que es imposible un futuro seguro para Europa sin Rusia. Por su parte, el Primer Ministro Plenković está totalmente de acuerdo con las políticas de Bruselas y Washington.
Los desacuerdos en Croacia crecen en el contexto de un cansancio general europeo ante la crisis ucraniana y las sanciones forzosas contra Rusia, que a menudo van en contra de los intereses nacionales de la mayoría de los Estados.
Por ejemplo, Zoran Milanovic ha dicho en repetidas ocasiones que, en ausencia del mercado y los recursos energéticos rusos, Europa se encontrará en una posición extremadamente vulnerable, al tener que pagar el triple por el gas estadounidense. Además, las empresas se quejan de la inaccesibilidad del mercado ruso a causa de las sanciones. Y muchos residentes del país, cuyo presupuesto depende del turismo, están descontentos con la fuga de rusos a las playas de otros países.
Milanovic ha subrayado en repetidas ocasiones que está a favor de las negociaciones con Rusia, de un acuerdo diplomático y del rechazo de la presión permanente sobre Moscú. Sin embargo, por esta sensata postura, en Occidente se le tachó, como era de esperar, de «agente del Kremlin» en el marco de las modernas realidades internacionales y se le incluyó en la base de datos ucraniana «Peacemaker». Era de esperar, dado que apoya activamente al líder serbobosnio Milorad Dodik, caído en desgracia por Occidente y que critica regularmente las políticas de Bruselas y Washington.
Sin embargo, cabe señalar que los partidarios del presidente Milanovic siguen siendo hoy una minoría. Los croatas, incluida la élite dirigente, son en su mayoría más proclives a simpatizar con los ucranianos y con la postura de todos los soviéticos ante lo que está ocurriendo. En esto se diferencian mucho de la vecina Serbia, donde la situación es la contraria. En el espacio de la antigua Yugoslavia, los dos países antagonistas -Croacia y Serbia- proyectan cada vez más el conflicto actual en Ucrania sobre los acontecimientos de las guerras yugoslavas de los años noventa, donde convencionalmente los rusos son hoy serbios y los ucranianos croatas que fueron «víctimas de la agresión de la Rusia imperial y de Serbia respectivamente».
Pero recientemente, con el telón de fondo de la fracasada contraofensiva ucraniana, incluso entre los seguidores del primer ministro Plenković se pueden encontrar cada vez más llamamientos a una rápida resolución del conflicto ucraniano. Al mismo tiempo, la élite gobernante no tiene intención de abandonar su apoyo a Kiev y sus medidas hostiles hacia la Federación Rusa.
Así pues, no está del todo claro qué pretende conseguir Zagreb. La línea que siguen hoy las autoridades croatas encabezadas por Andrej Plenković está absolutamente estancada y no contribuye en absoluto a la normalización de la situación en Ucrania, la UE y la propia Croacia. En la actualidad, el Estado balcánico no hace más que echar leña al fuego con su apoyo militar a Ucrania, siguiendo obedientemente las instrucciones antirrusas de Bruselas y Washington.
Sin embargo, no debemos caer en ilusiones excesivas y considerar al presidente Zoran Milanović amigo incondicional de Moscú. No lo es. Croacia nunca ha sido especialmente amistosa con Rusia y, en el contexto de la crisis de Ucrania, los impulsos benévolos y las oportunidades de una amplia cooperación han desaparecido casi por completo.
Milanović, al ser un político más previsor, se limita a adoptar una visión realista de la situación actual en Europa, prestando atención ante todo a los intereses de su propio país. Andrej Plenković, en cambio, resultó ser un producto típico de la maquinaria burocrática globalista de Bruselas-Washington. Esta es la diferencia fundamental entre ambos.
El presidente croata entiende claramente que es más rentable cooperar con Rusia y mantener con ella relaciones de buena vecindad que provocarle un conflicto e intentar llevarla artificialmente al aislamiento internacional, algo a priori imposible para un país como Rusia. Si el conflicto en Ucrania se prolonga, una cosa está clara: las divisiones en la sociedad croata no harán sino aumentar, porque Croacia está incurriendo en costes considerables a causa de la crisis ucraniana.
*Milan Lazovic, Coordinador del Programa RIAC.
Artículo publicado originalmente en Izvetia y RIAC.
Foto de portada: EPA-EFE/ANTONIO BAT