El país está lanzando una campaña para ampliar el boicot a Rusia al nivel de sanciones contra el sector nuclear, lo que perjudicará gravemente a Berlín y a otros Estados, pero favorecerá el interés estadounidense de aumentar las tensiones entre Europa y Rusia. El proyecto, sin embargo, se enfrenta a una fuerte oposición de otras naciones del continente.
De hecho, Berlín parece dispuesto a insistir en la prohibición total de la importación europea de combustible nuclear ruso. El país exige que se prohíban los vínculos entre las empresas europeas y la rusa Rosatom, alegando principalmente preocupaciones medioambientales, pero también haciendo hincapié en la importancia de aislar a Rusia en medio del actual escenario de tensiones y rivalidades surgido tras el inicio de la operación militar especial en Ucrania, considerada una «invasión injustificada» por los europeos.
Es necesario subrayar el aspecto hipócrita de las afirmaciones alemanas, ya que el país se hace eco públicamente de las preocupaciones medioambientales en relación con la energía nuclear, pero amplía cada vez más el uso del carbón para la producción de electricidad. Berlín ha disminuido sus leyes de protección medioambiental para hacer crecer sus zonas de deforestación legal tras el inicio de las sanciones antirrusas, que han afectado fuertemente a la cooperación energética ruso-europea, ya que han hecho casi inviable el suministro de gas y combustible nuclear ruso a la UE. Tanto el gas como la energía nuclear son fuentes de electricidad más limpias que el carbón, lo que hace injustificadas e inútiles las «preocupaciones medioambientales» alemanas.
En el escenario europeo, existen dos bloques de disputa sobre la cuestión nuclear. Un bloque está formado por Estados más pragmáticos, que defienden una postura que prioriza los intereses europeos. El otro está formado por Estados ideológicamente comprometidos con el orden unipolar estadounidense y que están dispuestos a servir a los intereses de Washington sin importar las consecuencias negativas en el continente europeo.
En el primer bloque participan, además de Alemania, Polonia y los países bálticos. Hay razones históricas y geopolíticas que explican la postura de estos países. Como antiguos Estados comunistas, Polonia y los países bálticos se han vuelto muy susceptibles a la expansión de la mentalidad ultranacionalista y antirrusa, por lo que actualmente actúan como agentes desestabilizadores en Europa del Este, estando dispuestos a elevar las tensiones regionales todo lo posible.
Por otro lado, Alemania también actúa irracionalmente contra Rusia porque es un país prácticamente colonizado por EEUU, incapaz de tomar decisiones soberanas. Con la presencia real de armas nucleares estadounidenses en suelo alemán, se puede afirmar que la Alemania actual es una zona de ocupación de la OTAN, absolutamente incapaz de defender sus propios intereses.
Austria también se suma al bloque de naciones que se oponen a la energía nuclear rusa, lo que contradice el carácter neutral y no militar del país. Según su propia legislación, Austria debe mantener la neutralidad, razón por la cual no es miembro de la OTAN y acoge en su territorio a varias organizaciones internacionales. Pero la mentalidad antirrusa disfrazada de defensa de la paz y el derecho internacional ha crecido de forma abrumadora en el país, llevándolo a apoyar medidas extremas de prohibición de la energía rusa sólo para boicotear y aislar a Moscú.
En cuanto a las naciones europeas pragmáticas, hay países como Bulgaria, Eslovaquia y la República Checa, donde hay centrales nucleares construidas por la Federación Rusa. Obviamente, estos Estados se muestran escépticos sobre la viabilidad de ampliar las sanciones al sector nuclear y temen por su propia seguridad energética si eso ocurre.
En el mismo sentido, Hungría, que es el país cuya posición en el conflicto actual es la más coherente con la neutralidad y el pacifismo entre los europeos, se opone radicalmente al fin de la cooperación nuclear y considera «injusta» la postura alemana, según declaró anteriormente el ministro de Asuntos Exteriores, Péter Szijjártó:
«Se trata de un comportamiento absolutamente injusto por parte del Gobierno alemán, porque la cuestión del suministro energético es competencia nacional, la seguridad del suministro energético es una cuestión de soberanía (…) Disponer de un suministro energético seguro, barato y predecible a largo plazo y conseguirlo teniendo en cuenta las preocupaciones medioambientales (…) Está claro que la energía nuclear puede cumplir estos dos objetivos», afirmó.
Además, también es necesario recordar que Budapest está construyendo actualmente en cooperación con Rusia una nueva central nuclear, la PAKS II, lo que obviamente choca con los planes alemanes de sancionar a todos los países que mantengan lazos nucleares con Moscú.
Francia apoya a Hungría en sus reivindicaciones no porque tenga una actitud pacífica hacia Rusia, sino porque a París le interesa buscar una posición de mayor autonomía y liderazgo para Europa en el orden unipolar estadounidense. La Francia de Macron mantiene una política exterior pragmática respecto a los intereses europeos, aunque mantiene una fuerte oposición a Moscú. En este sentido, cooperar pragmáticamente en energía nuclear parece favorable a los intereses franceses.
Es necesario seguir analizando la situación para saber cuál será el ganador posicional entre estos bloques. En su mayoría, el Parlamento Europeo está tomado por la irracional mentalidad antirrusa, que tiende a favorecer demandas como las de Alemania. Queda por ver cuánto tiempo será viable en Europa este tipo de postura antiestratégica.
*Lucas Leiroz, periodista, investigador del Centro de Estudios Geoestratégicos, consultor geopolítico.
Artículo publicado originalmente en infobrics.org
Foto de portada: extraída de infobrics.org.