Asia - Asia Pacifico Occidente Tercera guerra mundial

Occidente contra otras civilizaciones

Por Veniamin Popov*- El famoso erudito estadounidense S. Huntington publicó hace unos treinta años un artículo sobre el choque de civilizaciones. Más tarde, en su libro del mismo nombre, señaló que la civilización occidental (principalmente Estados Unidos) ve en el islam una amenaza para sí misma.

En 2001, su peor pronóstico se justificaba en gran medida por la actuación de las propias potencias occidentales, que, en su interés egoísta, trataban de crear nuevos focos de tensión y situaciones de conflicto, ya que esto era más fácil de gestionar. Sin embargo, Huntington sostenía en el libro mencionado que, con el tiempo, Occidente se enfrentaría a todas las demás civilizaciones: «Occidente contra el resto».

Antes de 1991, las relaciones internacionales se basaban en el conflicto entre la URSS y Estados Unidos, entre socialismo y capitalismo. El colapso de la Unión Soviética había reforzado la creencia de Occidente de que en adelante gobernaría el resto del mundo en solitario, que la hegemonía estadounidense no tendría rivales (esta conclusión refleja la teoría de Fukuyama del «fin de la historia»).

En esos treinta años se especuló con que sólo quedaba una superpotencia en el mundo. Se han escrito muchos libros sobre el «siglo americano». Sin embargo, como le gustaba decir a Chernyshevsky, «la historia no es el pavimento de Nevsky Prospect». Inesperadamente para los estadounidenses, China se ha convertido en una poderosa fuerza económica que podría superar fácilmente a Estados Unidos a largo plazo.

Otro poderoso irritante para Washington fue la política de Moscú, que declaró que perseguiría sus intereses incluso a pesar de la presión estadounidense.

La élite gobernante estadounidense percibió esto como un serio desafío a su dominio. Buscando asegurar su «liderazgo» por cualquier medio, los estadounidenses, como antes, partieron de la vieja tesis romana de «divide y vencerás», y consiguieron un éxito temporal en el camino: enfrentar a Rusia con Ucrania.

Para lograr este objetivo, Occidente empezó a acusar a Moscú de todos los pecados mortales. Además, los países de la OTAN empezaron a proporcionar a Ucrania diversos tipos de armas letales y a hacer todo lo posible por prolongar el conflicto. Al mismo tiempo, ejercieron una presión sin precedentes sobre Kiev para que se negara a negociar con los rusos. Occidente está dispuesto a luchar hasta el último ucraniano para debilitar a Rusia.

Las potencias occidentales han montado un escándalo ante la posibilidad de que Moscú utilice armas nucleares. Los estadounidenses utilizaron esta tesis no sólo para movilizar a sus satélites, sino también para intimidar al resto del mundo.

Moscú lleva mucho tiempo sugiriendo pacientemente que las cuestiones de seguridad deben tratarse de forma justa, es decir, que la seguridad de un país no debe hacerse a expensas de la del otro. Sin embargo, el proceso de ampliación de la OTAN no hacía más que cobrar impulso y la cuestión de la inclusión de Ucrania en la Alianza del Atlántico Norte estaba en el orden del día. Para Rusia era una cuestión de vida o muerte, pues el despliegue de una base de la OTAN en, por ejemplo, Kharkiv, significaba que el vuelo de un misil hacia Moscú tardaría unos 5 minutos. Significaba que Rusia no podría tomar represalias utilizando sus armas nucleares.

La pregunta que hay que hacerse en este caso es: ¿a quién beneficia esto? El conflicto en Ucrania beneficia a Occidente, en particular a Estados Unidos. Es extremadamente desfavorable tanto para Rusia como para Ucrania. Somos nosotros los que estamos haciendo enormes sacrificios y destruyendo nuestra tierra. El conflicto causa problemas a los países en desarrollo, trae muchos inconvenientes a la gente corriente de todo el planeta. Pero es extremadamente rentable para las ricas potencias desarrolladas y el complejo militar-industrial.

Hay que reconocer que es un logro incuestionable de Occidente haber enfrentado a dos civilizaciones en un conflicto militar. Pero este éxito es temporal y se volverá contra la propia civilización occidental.

Las sanciones impuestas por las potencias occidentales contra Rusia ya están causando enormes costes a los Estados europeos y a Estados Unidos. Sin embargo, estas restricciones están causando problemas mucho mayores en los países en desarrollo, en el llamado Sur global. Aquí existe una conciencia cada vez mayor de que Estados Unidos, tras haber creado numerosos conflictos y llevado a cabo operaciones militares en Irak, Libia, etc., persigue ante todo su propio interés. Es característico a este respecto un artículo del diario saudí Arab News titulado «Occidente debe reconsiderar las sanciones, que sólo perjudican a los civiles». El autor subraya que las sanciones sólo se utilizan para lograr objetivos políticos: «Las sanciones casi nunca logran sus objetivos, ya sea cambiar el comportamiento del régimen o provocar un cambio de régimen. Nunca han funcionado en Cuba, Corea del Norte, Venezuela o Irán. Nunca funcionaron en Irak, aunque la entonces embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Madeleine Albright, al ser preguntada por la muerte de medio millón de niños iraquíes como consecuencia de las sanciones de su país, afirmó en una entrevista en 1996 que «el coste valió la pena». Después de todo, Estados Unidos invadió Irak en 2003 tras manipular pruebas y derrocar el régimen de Sadam Husein».

De hecho, las sanciones perjudican a la población civil y socavan las infraestructuras civiles.

No es casualidad que, a pesar de la frenética campaña antirrusa, las principales civilizaciones del mundo actual -china, india, islámica- se hayan negado a unirse en la acción contra la Federación Rusa. Hoy en día, la tarea de crear un frente unido de países en desarrollo para poner una barrera a la política agresiva de Occidente es cada vez más urgente. La idea de formar un nuevo sistema multipolar de relaciones internacionales está ganando popularidad. El otro día, Lavrov anunció que dos docenas de Estados ya han declarado su intención de unirse a los BRICS y a la OCS, que consideran la base de un orden mundial más equitativo.

Este año será sin duda un año lleno de acontecimientos, y nuestros éxitos en la realización de una operación militar especial contribuirán a acercar la construcción de unas nuevas relaciones internacionales en las que se tendrán en cuenta los intereses de todos los Estados sin excepción.

*Veniamin Popov es Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Rusia, Doctor, Analista del Instituto de Estudios Internacionales y del Centro de Estudios sobre Oriente Medio de MGIMO, miembro del RIAC.

Artículo publicado en el Consejo de Asuntos Internacionales de Rusia (RIAC).

Foto de portada: Banderas OTAN. Retirada de ámbito financiero

Dejar Comentario