El periodista ganador del Pulitzer Seymour Hersh publicó recientemente una investigación en la cual acusa a la administración de Joe Biden de elaborar un cuidadoso plan de destrucción de los gasoductos que abastecen a Europa de gas natural ruso. El objetivo de dicho sabotaje sería aumentar la dependencia de los países de la región de Estados Unidos, tanto en cuestiones energéticas como en decisiones políticas.
El informe fue publicado por Hersh en su blog y posteriormente desmentido por autoridades de la Casa Blanca. Allí el autor explica cómo se llevó adelante la iniciativa, cómo fue la participación de la CIA y el Pentágono además de la colaboración existente con el gobierno de Noruega y el desarrollo de una tecnología que permitiera activar los explosivos a la distancia.
A lo largo de 9 meses entre finales de 2021 y principio de 2022, autoridades de EEUU elaboraron el plan de acción de forma cautelosa para evitar filraciones. Dicho plan requirió la utilización de buzos de la marina y no del Mando de Operaciones Especiales de Estados Unidos, cuyas operaciones encubiertas deben ser comunicadas al Congreso e informadas con antelación a los líderes del Senado y la Cámara de Representantes.
Según explica Hersh, el presidente Joseph Biden consideraba que los gasoductos representaban un vehículo para que Vladimir Putin utilice el gas natural como arma para imponer sus ambiciones políticas y territoriales. La administración también evaluó que con la puesta en funcionamiento del Nord Stream 2 y el comienzo de la operación militar rusa en Ucrania, Alemania y el resto de Europa Occidental podrían priorizar el abastecimiento de gas natural de bajo coste suministrado por Rusia, y, con ello, disminuir tanto la influencia de Estados Unidos en los gobiernos europeos como una negativa conreta al impulso de sanciones contra Rusia.
Un miembro del Departamento de Estado llegó a admitir antes del comienzo de la guerra que intentar detener el gasoducto mediante sanciones y diplomacia «siempre había sido una posibilidad remota».
El 7 de febrero, menos de tres semanas antes del comienzo de la operación militar en Ucrania, Biden se reunió con el canciller alemán Olaf Scholz. Posteriormente, en la rueda de prensa, Biden afirmó desafiante: «Si Rusia invade… ya no habrá Nord Stream 2. Le pondremos fin. Le pondremos fin». La subsecretaria de Estado Victoria Nuland también llegó a declarar algo parecido.
Veinte días antes, Nuland había transmitido esencialmente el mismo mensaje en una reunión informativa del Departamento de Estado, con escasa cobertura de prensa. «Quiero ser muy clara con ustedes hoy», dijo en respuesta a una pregunta. «Si Rusia invade Ucrania, de un modo u otro Nord Stream 2 no seguirá adelante». Varios de los que participaron en la planificación de la misión del oleoducto estaban consternados por lo que consideraban referencias indirectas al ataque.
Según el autor de la investigación, en el mes de junio, los buzos de la Armada, que operaban al amparo de un ejercicio de la OTAN a mediados de verano ampliamente publicitado, conocido como BALTOPS 22, colocaron los explosivos activados por control remoto que, tres meses después, destruyeron tres de los cuatro gasoductos de Nord Stream, según una fuente con conocimiento directo de la planificación operativa.
Consultados sobre la veracidad de dichas acusaciones, Adrienne Watson, portavoz de la Casa Blanca, dijo en un correo electrónico: «Esto es falso y una completa ficción». Tammy Thorp, portavoz de la Agencia Central de Inteligencia, escribió de forma similar: «Esta afirmación es completa y totalmente falsa».
Sin embargo, los datos hablan de que las sospechas tienen fundamento. La ruta directa por el Mar Báltico, que evitaba tener que pasar por Ucrania, había sido una bendición para la economía alemana, que disfrutaba de abundante gas natural ruso barato, suficiente para hacer funcionar sus fábricas y calentar sus hogares, al tiempo que permitía a los distribuidores alemanes vender el gas sobrante, con beneficios, por toda Europa Occidental.
Nord Stream 1 ya era suficientemente peligroso, en opinión de la OTAN y Washington, pero Nord Stream 2, cuya construcción finalizó en septiembre de 2021, duplicaría, si lo aprueban los reguladores alemanes, la cantidad de gas barato que estaría disponible para Alemania y Europa Occidental. El segundo gasoducto también proporcionaría gas suficiente para más del 50% del consumo anual de Alemania.
A pesar de la negativa de la Casa Blanca de reconocer su participación en el sabotaje a los gasoductos Nord Stream, las consecuencias del mismo lograron aumentar la dependencia europea de Estados Unidos, principal objetivo del imperialismo norteamericano desde la vuelta de los demócratas al poder.
FOTO DE PORTADA: Danish Defence Command.