La vicepresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner sobrevivió por poco a un intento de asesinato llevado a cabo por un pistolero fascista frente a su residencia personal el jueves 1 de septiembre. Este acto de terrorismo iba dirigido a todo el movimiento progresista y de la clase trabajadora de Argentina, ya que la derecha del país intenta hacerse con el control del gobierno del país por cualquier medio.
Increíblemente, el arma del asesino se encasquilló cuando apretó el gatillo a escasos centímetros de la cabeza de Fernández de Kirchner. El presidente del país Alberto Fernandez declaró en cadena nacional pocas horas después que se suspendería la jornada laboral normal del día viernes para que la ciudadanía expresara su rechazo a este acto de violencia política, que calificó como la situación más grave desde el fin de la dictadura militar en 1983.
Cristina Fernández de Kirchner fue presidenta de Argentina entre 2007 y 2015. Durante este tiempo, alió al país con la tendencia más amplia de los gobiernos latinoamericanos de izquierda que estaban afirmando su independencia de Estados Unidos y del modelo económico neoliberal antiobrero que había impuesto en la región durante décadas. Es muy odiada entre los sectores conservadores de la élite del país por sus reformas destinadas a mejorar la vida de los pobres y los trabajadores. Sucedió a su marido, Néstor Kirchner, y el «kirchnerismo» sigue siendo una potente tendencia en la política argentina, despreciada por la derecha.
El intento de asesinato se produce poco después de un proceso penal por motivos políticos contra Fernández de Kirchner, en el que un fiscal anunció el 22 de agosto que solicitaba una condena de 12 años de prisión por acusaciones de corrupción. Este tipo de acusaciones infundadas han sido utilizadas por la derecha en toda América Latina en un fenómeno conocido como «lawfare», especialmente en busca de ex presidentes populares a los que esperan marginar políticamente. El ex presidente brasileño Lula da Silva y el ecuatoriano Rafael Correa también fueron objeto de esta táctica.
En respuesta, miles de partidarios de Cristina se concentraron ante su residencia personal en la capital del país, Buenos Aires. La semana pasada, la policía de Buenos Aires, controlada por el alcalde derechista de la ciudad Horacio Rodriguez Larreta, aspirante a candidato a presidente en las próximas elecciones previstas para 2023, construyó barricadas para impedir que los manifestantes entraran en su barrio. A continuación, lanzaron un feroz ataque físico para dispersar a los que consiguieron entrar. Está claro que los sectores clave de la élite política y de seguridad del país no se preocupan por su seguridad, sino todo lo contrario.
El presunto asesino está detenido. Su ideología fascista es evidente: era seguidor de muchas páginas neonazis en las redes sociales y tenía un símbolo nazi tatuado en el brazo. Pero aún no está claro cómo se planeó el ataque, con quién estaba en comunicación el atacante y muchos otros detalles. Todos los implicados de alguna manera en este atentado contra la vida de Fernández de Kirchner deben ser llevados ante la justicia. Ciertamente, la élite de la derecha del país ha creado una atmósfera política de odio violento contra la izquierda que envalentonó al fascista ahora detenido.
La clase capitalista estadounidense siempre ha considerado a América Latina como suya para controlarla y explotarla, de la misma manera que pretende controlar y explotar a la población dentro de Estados Unidos. Este enfoque imperial continúa hasta el día de hoy, y como una de las mayores economías de la región, Argentina es clave. Los trabajadores de Estados Unidos deben apoyar al pueblo de Argentina en su intento de liberarse de nuestro enemigo común, y condenar cualquier acto de terrorismo político que pretenda revertir este proceso.
FUENTE: Liberation News.