En primer lugar, el protagonismo social político de la sociedad civil popular en toda su diversidad, que contó con la promoción y aceptación del propio gobierno entrante. Primero, fue la posesión frente a los pueblos originarios, luego frente a los movimientos sociales resistentes y, finalmente, frente a una multitud plena de emociones que demostró un nivel de consciencia política inédito para este tipo de ceremonias y muy superior al que anunciaba Antonio Negri.
Una larga revancha -que no es venganza- se venía preparando en la historia colombiana desde las luchas anticoloniales de los Comuneros del Socorro, hasta los estallidos y levantamientos que marcaron los 3 años anteriores. No conozco un caso similar en este siglo, donde la historia de las resistencias haya sido el eje de la reflexión y la acción reivindicatoria y reparadora de un cambio de gobierno. De lo cual no solo fueron parte el emocionante regreso a la lucha por la paz de la espada de Bolívar y los profundos discursos oficiales, sino que sorprendió el protagonismo de las decenas de miles de participantes, quienes con una “espontanea”, justa y adecuada orientación política aplaudieron y abuchearon a las autoridades extranjeras visitantes, de acuerdo a lo que se merecían. El rey de España y el presidente de Ecuador -ganadores por meritocracia negativa- estaban perplejos y sintiéndose en el lugar equivocado, y los más aplaudidos, presidenta de Honduras y presidentes de Bolivia, Chile y Argentina, sonreían y reflexionaban -tal vez autocríticamente- frente a un escenario donde la política integraba a gobernantes y gobernados, pero con primacía de la voz popular. Faltó la delegación de alto nivel de EE.UU. que, seguramente, habría logrado el primer lugar en abucheos, y la de Cuba, que triunfaría en los aplausos. La democracia de excepción que caracterizó Hugo Moldiz como una versión autoritaria de la democracia liberal que tenía su mejor ejemplo en Colombia, encontraba una excepcional ampliación directa y consciente, que hace parte de una consciencia continental en desarrollo.
Pasado ya este histórico momento largamente luchado y esperado por sus víctimas sociales y políticas, quedan planteados 10 grandes ejes que se pueden ensamblar con los 10 puntos del Comité Nacional de Paro. Para lograrlos, como planteó el presidente en su posesión frente a los movimientos y organizaciones sociales, no bastarán las bellas acciones simbólicas. Cada uno de ellos tendrá que potenciar su construcción concreta como sujetos sociales empoderados que los impulsen y concreten, para que así sea posible convertirlos en las reformas y transformaciones que se han exigido y acumulado en más de 200 años de dominación neocolonial.
El imperio está confundido, manda saludos y luego no asiste con una delegación de jerarquía, los gobiernos de Europa no tienen tiempo para observar a América Latina pues se están mirando el nuevo ombligo al que los han conectado. Mientras que la integración de los pueblos y gobiernos progresistas y de izquierda del continente, tiene hoy nuevas propuestas para abordar los desafíos comunes, las que habrá que pensar y enriquecer abriendo el debate al conjunto de la sociedad de los de abajo. Ellas y ellos ya hablaron en la Plaza Bolívar de Bogotá y seguirán actuando para lograr sus pequeños y grandes sueños.
Notas:
*Investigador social colombo-argentino. Colaborador de PIA Global