Las informaciones afirmaban que la multitud se había congregado para protestar contra las condiciones de vida en Cuba, contra la falta de atención médica, el precio de insumos básicos, entre otras razones que la prensa mundial esgrimía como prueba irrefutable de la “inminente caída del régimen”.
La ola mediática lo envolvía todo y resultaba casi imposible en las redes sociales pretender responder con razonamientos a las huestes de usuarios fanatizados que, desde Miami y otros centros de concentración de opositores al gobierno legítimo de Cuba, dedicaba sus mayores esfuerzos a difundir aquello que querían creer con todas sus fuerzas.
Cuando el polvo y el humo mediático empezó por fin a asentarse, la racionalidad fue retornando, junto a la desilusión de quienes vienen apostando desde hace décadas al fracaso de la revolución y a la derrota de los pueblos en lucha.
Hasta entonces, de nada había servido a los numerosos periodistas independientes y a los críticos de la manipulación mediática ejercida desde los grandes centros de poder imperial, demostrar con pelos y señales que las fotos tan ampliamente difundidas, no correspondían al famoso paseo habanero sino que se trataba de tomas nocturnas de la llamada primavera árabe, particularmente de El Cairo, de febrero de 2011.
El objetivo de aquella manipulación era canalizar hacia el exterior de Cuba la falsa de idea de amplias movilizaciones de masas populares en contra de su gobierno. El plan consideraba que esas mismas imágenes, ya comentadas y editadas por los grandes medios en sus ediciones estelares, y canalizadas finalmente hacia el interior de la Isla a través de las redes sociales, deberían generar un efecto de agitación y movilización hacia sectores sociales que Washington consideraba, en sus propias palabras encontradas en los manuales operativos de organismos de desestabilización para la Isla, “neutrales o pasivamente desleales” al gobierno.

Lo cierto es que, desde todo punto de vista, lo que estaba sucediendo en Cuba se ajustaba con precisión a las tácticas propuestas por Gene Sharp acerca de los golpes blandos, que no son otra cosa que golpes contrarrevolucionarios destinados a modificar la correlación de fuerzas en aquellos lugares del mundo donde el imperio y las fuerzas locales aliadas o dependientes de Washington han perdido su poder hegemónico.
En el caso de Cuba resulta esencial establecer claramente que hace un año las maniobras imperiales y contrarrevolucionarias, que buscaban explotar las condiciones de extrema dificultad económica que afectaban las condiciones materiales de vida del pueblo cubano como producto principalmente del criminal bloqueo a que viene siendo sometido ese pueblo por seis décadas, fracasaron.
Ese fracaso se demostró en diversos aspectos, de los que cabe destacar que, ante violentas acciones de provocación e intentos de movilización y saqueos, con consignas antigubernamentales y contra la revolución, la reacción popular, genuina y combativa, fue lanzarse a las calles de forma masiva.
Un nuevo fracaso imperial
Lo cierto es que un imperio cuya hegemonía se ve confrontada y amenazada a nivel global se sigue aferrando con uñas y dientes a lo que considera su retaguardia estratégica, su particular patio trasero. Hace un año, en diversos puntos de América Latina, de los que podemos destacar particularmente Chile, Colombia, Perú y Ecuador, sin que sean los únicos, se percibía un estado de tensión y movilización permanente, que preludiaba convulsiones sociales y amenazaba la estabilidad de un continente que EEUU necesitaba “pacificado y en orden”.
Hoy, en retrospectiva, con la cruda realidad de la guerra en el este europeo y la dramática crisis del sistema mundial, se comprende con más claridad aquellas urgencias imperiales por reconquistar o poner orden en el único territorio del mundo que pretende considerar, falsamente, libre de disputa.
Aquellas movilizaciones de hace un año en Cuba, representaban la puesta en escena culminante de un proyecto de reconquista sobre la Mayor de las Antillas, que buscaba explotar las dificultades y frustraciones provocadas por el asedio a una sociedad a la que esperaban doblegar por hambre y asfixia económica.
El componente mediático como instigador y reproductor de una narrativa afín a los objetivos contrarrevolucionarios montados desde la Florida, Washington y otros centros de concentración de fuerzas anti cubanas, representaban otra arista del montaje bélico de nuevo tipo expresadas en las estrategias de dominación de espectro completo. El pueblo cubano no enfrentaba otra cosa que una nueva estratagema bélica adaptada a los tiempos. Si los primeros planes imperiales hubieran funcionado, ya estaba en la recámara la operación de intervención ante una “crisis humanitaria”.
Se equivocaron al confiar en que el largo periodo de “ablandamiento” podía también minar la moral y determinación de la sociedad cubana para que ,a cambio de arriar sus históricas banderas de lucha, y abandonar su decisión adoptada con Fidel desde 1959 de caminar con sus propios pies, de pensar con su propia cabeza, de decidir su propio destinos, podía intercambiarse por una falsa promesa de “progreso y felicidad de mercado” retornando al reino del consumo, de la dependencia y el oprobio. Los estrategas contrarrevolucionarios se volvieron a equivocar como lo vienen haciendo desde el día uno de la revolución Siguen sin conocer la esencia de un pueblo insobornable, decidido a defender su revolución.

Cuba defiende la Paz
Frente a ese esfuerzo bélico el pueblo y el gobierno cubano respondieron al unísono, saliendo a las calles a defender su revolución con honestidad y sin eludir los problemas. El presidente Miguel Díaz-Canel , caminando las calles con la gente, platicando con el pueblo, escuchando y reconociendo los problemas, fue un símbolo de una sociedad madura que no elude ni evade sus dificultades, que no culpa de todo al bloqueo como excusa, como pretenden hacer creer desde sus medios los eternos agoreros de la derrota de los pueblos. Lejos de ello, el pueblo cubano enfrenta valientemente sus responsabilidades y con una alta conciencia crítica y revolucionaria, se une como un solo puño para enfrentar, marchando pacíficamente en las calles, los intentos de la contrarrevolución de explotar el hambre que ellos mismos causan, para tirar abajo el más grande sueño de un pueblo, construido a escasas millas del centro de poder imperial.
Hace un año de aquella derrota de la contrarrevolución, porque eso y no otra cosa fue lo sucedido aquellos días en La Habana. Su estrategia de guerra chocó contra el muro infranqueable de la voluntad de paz cubana. A un año de aquellos hechos, el mundo sigue viendo una Cuba insumisa y altiva, a la que solidariamente se le unen los pueblos de Nuestra América, como sucedió recientemente, ante la torpeza del presidente Biden de convocar una Cumbre de las Américas, excluyendo países como Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Hoy, frustrados exponentes de una supuesta sociedad civil en Cuba inspirada desde Washington, busca recrear aquellas condiciones realizando acciones de calle en La Habana, a modo de “institucionalizar” la memoria de ese movimiento fallido. Desde los pueblos del mundo, y desde la Patria de Martí y Fidel, si algo se debería conmemorar es que aquel 11 de julio de 2021 el imperialismo sufrió una nueva derrota en Nuestra América, y fue Cuba y su pueblo el encargado de doblarle nuevamente el brazo al guerrerismo, reafirmando sin duda aquello que sostenía el presidente Díaz Canel en noviembre de 2021, «Tranquilos, atentos y seguros. En paz en el presente y en el futuro, Cuba vive y vivirá».
Notas:
*Periodista y comunicador. Militante internacionalista. Miembro del FMLN.
Fuente: Colaboración