Si lo tuviéramos que hacer en una línea, diríamos que Rodolfo Hernández llegó a donde está vendiendo casas a los pobres y hablando mal de los políticos.
De los tradicionales, habría que aclarar, porque él es parte de la política desde 2015, cuando llegó de manera inesperada a la alcaldía de Bucaramanga, una ciudad mediana y la capital del departamento de Santander, en el noreste del país. Unos días antes de aquellas elecciones las encuestas lo daban en cuarto lugar. Ni siquiera se había molestado en armar un bunker: la noche en que ganó estaba de viaje en Nueva York con sus hijos. Ese fue el primer asalto.
Para entonces ya era un rostro conocido en todo el departamento. Rodolfo, como lo llaman los medios, nació en Piedecuesta, en la periferia de Bucaramanga, hace 77 años. Su padre era el sastre del pueblo y su madre gestionaba una fábrica de tabaco. Fue por el empuje de ella que estudió Ingeniería en la Universidad Nacional, en Bogotá. A su regreso se metió a trabajar en la gobernación de Santander, en la parte de Obras Públicas. Su carrera burocrática duró poco, más precisamente hasta que la administración cambió de manos y Rodolfo se refugió en el sector privado. Ya tenía conocimiento suficiente en el mercado de la construcción, así que escaló rápido: comenzó a construir viviendas con dos pequeños empresarios que luego se convirtieron en socios de un estudio.
A los tres años quedaba solo él. El primer socio lo abandonó a causa de su temperamento; el segundo murió de cáncer. Hernández siguió construyendo, primero en su territorio natal y siempre con foco en segmentos de bajos recursos. Construía desde viviendas particulares hasta barrios enteros. Muchos de estos fueron bautizados en homenaje a Argentina, un país que Hernández admira por su arquitectura. Así, el municipio de Piedecuesta está poblado con los barrios Palermo, Junín, Buenos Aires y Bariloche, entre otros.
El vínculo de Hernández con Argentina no termina ahí. Tres argentinos fueron protagonistas en su breve carrera política, en distintos momentos.
Los primeros dos se llaman Hugo Vásquez y Guillermo Meque y trabajan en publicidad. Hernández los contactó a mediados de los noventa, para que lo ayudaran a superar un periodo de estancamiento de ventas. Como lo lograron, el constructor los dejó cerca, y fueron ellos los responsables de su campaña para la alcaldía de Bucaramanga, veinte años después. Todo esto lo cuenta Ana León, la periodista que más conoce a Hernández, en uno de los perfiles que escribió para La Silla Vacía. Allí también figura el hecho de que el empresario no siempre fue enemigo de la clase política regional y de alguna manera la integró, cuando fue electo para el Concejo en dos oportunidades, en los noventa, por el tradicional Partido Liberal. Era apenas un sello: Hernández no se molestaba en ir a las sesiones.
En el 2011 apoyó y contribuyó a la campaña a la alcaldía del liberal Luis Francisco Bohórquez, otra figura tradicional. Rompieron cuando el propio Rodolfo decidió candidatearse en 2013, dos años antes de las elecciones. Eso le permitió construir la propuesta con tiempo, bajo el comando de los dos publicistas argentinos y con fuerte presencia de su hermano, uno de los pocos integrantes de su mesa chica. “Rodolfo es él solo. Su proyecto siempre ha sido unipersonal y no tiene asesores a los que atienda. Se mueve por lo que escucha y lo que le interesa”, me dijo Ana León. La única excepción son sus asesores en comunicación. De ahí provenía el primer mantra para la campaña: Rodolfo no podía parecer un político. Sería El Ingeniero Hernández.
La principal estrategia que lo convirtió en el ganador de las elecciones se combina con su currículum: Hernández se impuso en la recta final luego de entregar 40 mil cartas en barrios vulnerables, en las que prometía viviendas y trabajos para jóvenes. No cumplió con la mayoría de sus propuestas, pero sí consiguió sanear parte de las prácticas políticas que había denunciado en campaña. Su principal logro fue haber resuelto el déficit que tenía el municipio antes de su llegada, que superaba los 220 mil millones de pesos colombianos, para dejarlo con superávit. “Con esa bandera sí tuvo éxito”, me dijo León, que también es de Santander y cubre a Hernández desde su periodo en la alcaldía. Las principales carteras fueron para figuras técnicas, con algunas excepciones. Hernández dejó la gestión municipal con amplia popularidad.
Además de esto, León destaca el protagonismo que tuvo la comunicación en su gobierno. Se hicieron frecuentes las transmisiones de Facebook en las que el alcalde aparecía junto a su madre, no tanto para resaltar los logros de su gestión sino para denostar a la oposición, a la que englobaba bajo la etiqueta de clase política. Hernández arremetía contra todos sus antecesores. También tuvo fuertes intercambios con el Concejo. Uno de los videos virales de la campaña de este año, de hecho, es un episodio en el que Hernández le pega un bife a un concejal en plena discusión.
El otro episodio recordado durante su alcaldía ataca directamente a su bandera anticorrupción. Hernández intentó –sin éxito– cambiar el manejo de la basura en el municipio para otorgarle la gestión a una empresa tecnológica llamada Vitalogic. Tiempo después se reveló que su hijo había sido contratado por la empresa para hacer lobby a su favor, a cambio de una comisión de 1,5 millones de dólares. El expediente de la causa vincula directamente al candidato, con pruebas de que fue parte del entramado. El juicio se espera para después de la campaña.
El tercer argentino que se destaca en el entorno de Hernández se llama Ángel Becassino y viene también de la comunicación. Se sumó a la campaña en marzo, cuando Hernández no aparecía en las encuestas, y es el cerebro detrás del batacazo. “La llegada de Rodolfo a la segunda vuelta confirma su planteo de que el país está harto de la clase política. La mitad de la población pasa hambre. Él le habla a esa gente que está dispuesta a darle un tortazo a los políticos”, me dijo. Una de las claves, agregó, fue la autenticidad que transmite su figura. “Rodolfo se mostró desnudo y sin maquillaje, se mostró como lo que es, un hombre cercano a la gente en su forma de expresarse, en tono y en modos”.
Ana León le dice chabacanería: hablar sin escatimar en groserías. “Habla como hablamos los santandereanos: de manera golpeada, alzando la voz y gesticulando mucho para enfatizar. En los últimos años ha cambiado su imagen y ahora se parece más a la de un político, pero todo eso salta cuando comienza a hablar. Se nota en el lenguaje, sus dichos, inclusive en esa forma de sabiduría criolla. A nosotros nos dicen que hablamos regañando”, me explicó. Además de arrasar en su Santander natal, Hernández cosechó una buena cantidad de votos en la región central y en el oriente, según análisis poselectorales. Se trata de zonas alejadas de las grandes urbes, pero más prósperas que el Caribe, el Amazonas y la costa del Pacífico, que se fueron con Petro. Un voto, de todos modos, más cercano a la clase media-baja que a los estratos altos, aunque los patrones no se ven de forma clara.
Más claro es el hecho de que Hernández se impuso dentro de sectores que no se identifican bajo el eje ideológico y transmiten una marcada desafección con el sistema político, un tema que subrayó Facu en su último correo. Becassino me dijo que lograron disputarle el voto joven a Petro con una campaña muy agresiva en Tik-Tok, donde Hernández destacaba por su perfil irreverente. Se hizo conocido como el viejito de Tik-Tok.
“Hay una desconfianza al lenguaje de izquierda en estratos bajos”, dijo Becassino. “La figura y el mensaje de Rodolfo generan más confianza que la de Gustavo”, agregó. A Petro también le dice por el nombre de pila, lo conoce: trabajó en su campaña en 2018. “Gustavo es un tipo más exhibicionista de lo intelectual. Transmite un mensaje más cerrado y dogmático”.
Pero Becassino me dijo que fueron las propuestas de Hernández las que más resonaron en sus votantes. El núcleo de su programa también es la lucha contra la corrupción. El ex alcalde propone financiar muchas de sus propuestas con un agresivo recorte en la estructura estatal. Ofrece incluso recompensas para los ciudadanos que “denuncien prácticas corruptas”. También propone una renta básica de un millón de pesos (poco más de 250 dólares) que concentre todos los subsidios vigentes, pensiones para todos los mayores (hoy solo una cuarta parte de los adultos tiene acceso a una pensión), suspender las deudas estudiantiles, aumentar la cobertura universitaria y construir viviendas para la población rural de forma masiva.
Más allá de las preguntas por su viabilidad (Hernández propone también bajar el IVA a mitad, lo que implicaría una merma importante en la recaudación), un vistazo rápido a su programa alcanza para identificar algunas coincidencias con el de Petro. Hernández también propone repensar el enfoque del país con las drogas, legalizando el cannabis y creando un programa de recuperación de adictos a otras sustancias dándoles dosis controladas. Pero también hay huecos y contradicciones: ahora dice, por ejemplo, que está en contra del fracking y del uso de glifosato cuando antes se mostraba a favor. También elogió las propuestas de reforma rural y de suplantación de cultivos que aboga el acuerdo de paz con las FARC, y dijo que lo respetaría, pero votó en contra en 2016.
Dice también que se acercaría a dialogar con ELN, la última gran guerrilla activa tras la disolución de las FARC, pero rechaza un acuerdo. Este es un tema espinoso para la biografía de Hernández. El grupo secuestró a su hija en 2004 y el candidato ya la da por muerta. Es que se negó a pagar por su rescate, pese a que había pagado uno diez años antes por su padre, en ese caso a las FARC. El argumento que desliza en entrevistas es que pagarlo solo iba a acentuar la lógica, y otros miembros de su familia podrían ser luego secuestrados.
Otro tema espinoso son los derechos sexuales y reproductivos. En un hilo de Twitter reciente, dedicado a marcar sus diferencias con el uribismo, un sector que ya le declaró su apoyo para la segunda vuelta, dice que apoya “la diversidad sexual y de género”, incluyendo el matrimonio igualitario y el aborto en los tiempos estipulados por la ley vigente. “La que tiene el derecho a decidir si aborta o no es la mujer”, escribió. Pero durante la campaña ha tenido manifestaciones machistas de manera permanente. La última fue hace unos días, cuando dijo que “el ideal sería que las mujeres se dedicaran a la crianza de los hijos”.
El contexto fue una pregunta acerca del rol de la Primera Dama en su gobierno, luego de que la semana anterior haya declarado algo similar: “Es bueno que hagan comentarios y que apoyen desde la casa. La mujer metida en el Gobierno, a la gente no le gusta”, dijo. Esta vez insistió con una idea parecida, pero tamizada con el eje de la austeridad presidencial. “En la presidencia hay una oficina que le ponen primera dama, le ponen como 20 carros, guardaespaldas, choferes, tamales, arepas de huevo, a llevar a las amigas allá a joder, a perturbar, eso para qué. Ella me puede ayudar desde aquí [desde la casa]”.
Cuando el periodista Will Freeman le preguntó por referencias internacionales, el primer líder que mencionó Rodolfo Hernández fue el mexicano Andrés Manuel López Obrador, de orientación progresista. Sus ideas sobre política exterior son escuetas, aunque propone reabrir relaciones diplomáticas con Venezuela y continuar con la acogida de migrantes. Pero la admiración a AMLO no es la única señal que aparece. Hernández también elogió a Nayib Bukele, el presidente de El Salvador del cual hablamos hace poco y cuya estela comienza a calar cada vez más fuerte en la región.
“Un presidente con un 90% de apoyo, eso no es un invento”, le dijo Hernández a Freeman. “La gente está reconociendo que hay un presidente que finalmente los reconoce a ellos”. También le contó que había viajado a El Salvador para ver el fenómeno de cerca. Incluso defendió la maniobra de Bukele de irrumpir en el Parlamento con militares, luego de que la oposición rechazara una iniciativa del gobierno. “Logró su trabajo”, le reconoció Hernández.
El espejo, que refiere a un momento en el que Bukele no tenía mayoría parlamentaria, es particularmente relevante en un escenario en el que Hernández podría llegar a la presidencia con apenas dos diputados propios. Si la experiencia como alcalde de Bucaramanga nos sirve de algo, una presidencia de Hernández dedicaría mucho tiempo en comunicar mensajes contra “la clase política” que no lo dejaría actuar. Pero va a estar obligado a llegar a algún tipo de acuerdo con la maquinaria si quiere avanzar con su gestión.
Esa es una de las preguntas que se hacen ahora en Colombia: cómo gobernaría Hernández. Hay algunos que se preguntan también si Hernández, como Santos en un primer momento, como Iván Duque después, no va a ser una reversión más del viejo Uribe, un uribismo por otros medios. Cuando se lo pregunté a Becassino, su respuesta fue tajante. “Uribe está muerto”, dijo. “Ya no es un factor predominante en la relación con la ciudadanía”.
Ana León, la periodista que sigue a Hernández desde hace años, fue incluso más allá.
“Yo me atrevería a decir no solo que Rodolfo no es uribista sino que puede ser otra figura como él, con esa capacidad de aglutinar gente y de movilizarlas en función de un discurso, en este caso el de la anticorrupción”.
Notas:
*Periodista
Fuente: https://cenital.com/