El Foro Económico Mundial (FEM), que se celebró este año del 22 al 26 de mayo en Davos (Suiza), reunió a cargos electos y ejecutivos de empresas de todo el mundo para abordar los problemas globales. La reunión anual se retrasó, primero dos años debido a la pandemia del COVID-19, y luego cinco meses más debido a la operación militar rusa en Ucrania.
El foro se autodenomina «organización internacional independiente comprometida con la mejora del estado del mundo». Los asistentes al FEM son representativos de las élites mundiales que ejercen el poder político y económico y, a la manera de los superhéroes, parecen haber adoptado una actitud benefactora de «un gran poder conlleva una gran responsabilidad».
La última vez que el grupo de élites se reunió fue en enero de 2020, justo al comienzo de la pandemia, cuando el profesor Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del FEM, dijo: «La pandemia representa una rara pero estrecha ventana de oportunidad para reflexionar, reimaginar y reiniciar nuestro mundo.»
Como la mayoría de las palabras de los oradores del FEM, este sentimiento, que refleja las profundas preocupaciones de la sociedad civil, se usó como capa para disfrazar el origen de muchos de los problemas del mundo: la especulación y la obscena redistribución de la riqueza desde la base de la sociedad hacia la cima.
La organización Oxfam, que todos los años puede enviar representantes a las reuniones anuales del FEM, publica regularmente informes que ponen de manifiesto estas obscenidades y reflejan a los asistentes la culpabilidad de los políticos y los directores ejecutivos en la desigualdad, ya que conspiran habitualmente para desplumar al mundo.
Irit Tamir, directora del departamento del sector privado de Oxfam América, compartió en una entrevista los resultados del informe de este año relacionado con el FEM, que demostró que, en lugar de utilizar la pandemia como una forma de reajustar las prioridades -como Schwab había afirmado en 2020 que era su intención-, las élites ricas la utilizaron como trampolín para acumular niveles de riqueza hasta ahora inimaginables.
«La desigualdad», dijo Tamir, es «uno de los principales problemas que buscan resolver» en Davos, «lo cual, por supuesto, es bastante irónico porque muchas de las razones por las que tenemos desigualdad hoy en día se deben a la influencia de estas mismas personas».
Aun así, los medios de comunicación han retratado el sentimiento de Davos como una profunda preocupación por la situación actual. «La reunión de Davos se ve ensombrecida por las preocupaciones económicas mundiales», decía un titular de Associated Press, mientras que el Washington Post titulaba su cobertura con las palabras: «La incertidumbre económica y la guerra en curso arrojan una nube sobre Davos». Pero, según Tamir, «Los que se reúnen en Davos esta semana tienen mucho que celebrar porque lo están haciendo muy, muy bien«.
Según el informe de Oxfam, titulado «Profiting from Pain», un millón de personas de todo el mundo se ven abocadas a la «pobreza extrema» cada 33 horas durante la pandemia. Y, aproximadamente en ese mismo periodo de tiempo, «se ha acuñado un nuevo multimillonario».
«La pandemia ha sido muy buena para la clase multimillonaria», dijo Tamir. Oxfam concluyó en su informe que los 10 hombres más ricos del mundo poseían más riqueza que el 40% más pobre de la humanidad. Esta absurda distribución mundial de la riqueza debería ser el clavo en el ataúd de nuestro actual sistema económico.
Las áreas clave de la especulación pandémica que Oxfam destaca en su informe son la alimentación, la medicina, la energía y la tecnología, todas ellas necesidades humanas básicas.
Por ejemplo, tomemos el caso de James Cargill II y su familia, que son accionistas mayoritarios de una empresa mundial de comercio de alimentos que lleva su nombre y que sólo el año pasado obtuvo unos ingresos de casi 5.000 millones de dólares. Los precios de los alimentos en todo el mundo han subido mucho, lo que ha contribuido a la riqueza de la familia Cargill.
Moderna, la empresa farmacéutica cuyo director general, Stéphane Bancel, estaba en la lista de oradores del FEM de este año, ha tenido, según Oxfam, «un éxito inmenso a la hora de convertir la financiación pública en riqueza privada». Además, «la empresa ha creado cuatro nuevos multimillonarios de las vacunas que tienen un valor combinado de 10.000 millones de dólares».
En el sector de la energía, vemos un nivel similar de codicia desenfrenada, ya que los costes de la energía han subido, lo que a su vez ha significado que, según Oxfam, «los márgenes de beneficio de las grandes petroleras se han duplicado durante la pandemia.»
Y, por último, el sector tecnológico ha sido una bendición para los multimillonarios. Oxfam informa de que «siete de las diez personas más ricas del mundo hicieron su dinero con la tecnología», incluido Elon Musk, que superó al fundador de Amazon, Jeff Bezos, para convertirse en el hombre más rico del mundo.
Si el capitalismo de mercado ha reorganizado la riqueza para que fluya desde la mitad inferior de la humanidad hacia las manos de individuos cada vez más ricos, o bien hay un fallo de diseño crítico en un sistema que se suponía justo, o bien el sistema está funcionando precisamente como fue diseñado para funcionar. Los asistentes al FEM se han convencido de que es lo primero. Otros, como el senador de Vermont Bernie Sanders -famoso por su afirmación de que la economía está «amañada» a favor de los ricos- creen lo segundo. En cualquier caso, la conclusión innegable es que ha llegado la hora de un nuevo sistema.
No es necesario el tipo de paneles de introspección profunda que convoca el FEM mientras las élites fingen rascarse la cabeza, haciéndose preguntas como: «¿Cómo pueden los líderes tomar decisiones éticas en tiempos de crisis para mantener la cohesión social y la confianza de los ciudadanos?» o «¿Cómo podemos incluir a todos en la conversación por la igualdad de género?»
Oxfam señala que la solución más obvia a la obscena desigualdad mundial, que no requiere análisis complejos ni discusiones entre líderes de opinión, es ésta: Si hay demasiado dinero en la cima, es hora de redistribuir ese dinero hacia la base.
Eso es.
En Estados Unidos, donde se encuentran muchas de las personas y empresas más ricas del mundo, ya existen leyes bien elaboradas, como el impuesto mínimo para los multimillonarios del presidente Biden o las disposiciones fiscales del proyecto de ley Build Back Better, que no han sido aprobadas por el Congreso.
«No es un concepto nuevo», dijo Tamir sobre un impuesto a los ricos en tiempos de crisis. «Ya lo hemos hecho antes en tiempos de guerra. Otros países también lo han hecho con gran éxito. Es hora de que obtengamos ingresos del exceso de beneficios que se obtienen de las crisis».
Los asistentes al FEM no convocaron ningún panel para discutir cómo los líderes políticos -con los que se codearon toda la semana en Davos- podrían hacer realidad la legislación fiscal. Aunque la mayoría coincide en que la desigualdad es mala para el mundo, su solución, según Tamir, es la filantropía, no los impuestos.
«La filantropía está al albur de la voluntad del individuo. Es aquello a lo que deciden donar, y cuando deciden donar, y cómo deciden donar».
En otras palabras, los filántropos multimillonarios no sólo tienen más dinero del que el resto de nosotros puede imaginar tener, sino que también tienen el poder de decidir qué debe o no recibir financiación.
«Tenemos que cambiar las reglas», dijo Tamir. «Necesitamos que los gobiernos intervengan, y que lo hagan inmediatamente».
*Sonali Kolhatkar es la fundadora, presentadora y productora ejecutiva de «Rising Up With Sonali», un programa de televisión y radio que se emite en Free Speech TV.
FUENTE: Economy for All