Nuestra América

Colombia. Crónica de un terremoto anunciado

Por Víctor Jeifets*
Los resultados de las elecciones presidenciales colombianas del 29 de mayo fueron en parte predecibles. La intriga no radicó en el primer lugar del líder del izquierdista “Pacto Histórico”, el exguerrillero Gustavo Petro (lideró durante toda la campaña).

Lo intrigante fue que un candidato de izquierda pudiera actuar tan poderosamente, quizás por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial. La izquierda en Colombia, con sus raíces en la década de 1920, creció desde las filas del Partido Socialista Revolucionario (más tarde, el Partido Comunista), experimentó muchos altibajos, escisiones e intentos de una nueva unificación, y la severa represión por parte del estado y los “paramilitares” de derecha. Una parte significativa de la izquierda fue destruida físicamente durante décadas, votar por sus candidatos más de una vez resultó ser simplemente una amenaza para la vida. Pero los propios izquierdistas solían realizar “fuego amigo”, viendo a los competidores de una ideología similar como más enemigos que la derecha. Una vez, hablando en un importante congreso sobre estudios iberoamericanos en San Petersburgo (2015), el entonces senador Gustavo Navarro Wolff dijo: “No moriré hasta que un político de izquierda sea elegido presidente en Colombia”. Hoy, su sueño está más cerca que nunca de realizarse.

Pero más interesante aún fue la lucha por el segundo puesto, cuyo ganador fue Rodolfo Hernández, quien en el último momento superó al exalcalde de Medellín, Federico (Fico) Gutiérrez. El populista de derecha Hernández se ha ganado con éxito las voces de la derecha vacilante, desconfiada del avance de la izquierda y desilusionada con el establishment. Por Gutiérrez apostaban los uribistas y el actual presidente Iván Duque, y ahora tendrán que ajustar esquemas y posturas políticos.

El terremoto político en Colombia comenzó años antes de la actual campaña presidencial. Una llamada de atención para las élites fue la negativa de los votantes a aprobar un acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC en un referéndum de 2016. Esto no sólo fue una demostración de descontento por la “connivencia” con los “izquierdistas” y “terroristas” (los traumas infligidos por décadas de guerra civil, Colombia tendrá que restañarlos por más de una generación), sino también una señal abierta de descontento. con la decisión tras bambalinas de las élites.

En 2019-2020 el país fue barrido por una ola de protestas, similar a las manifestaciones que sacudieron otros países sudamericanos. Por supuesto, no se pueden equiparar bajo el mismo pincel las marchas opositoras de Venezuela, las protestas de Chile, Ecuador, Perú y Colombia, pero tienen los mismos rasgos genéricos. Los ciudadanos mostraron claramente el cansancio por los partidos políticos “sistémicos”, la irritación por la corrupción, los bajos niveles de vida, la falta de seguridad y la incapacidad de las autoridades para encontrar respuestas adecuadas a los desafíos que enfrenta el país. El éxito de Petro está relacionado no sólo con la escisión del campo tradicional de derecha, sino también con cambios en el estado de ánimo de los colombianos en general. Si en 2014 más del 70% de los votantes se pronunció por candidatos de los partidos tradicionales, en 2022 solo lo hizo menos de la cuarta parte de la población. La abrumadora mayoría de los colombianos optó por votar por candidatos (Gustavo Petro y Rodolfo Hernández), quienes, aunque no son del todo nuevos en la política, todavía no son percibidos como parte del fastidioso establishment.

Gustavo Petro – Rodolfo Hernández

Petro, un político de izquierda moderada, propone una mejora en los mecanismos de distribución y proteccionismo en la economía, un claro alejamiento de la línea de una alianza casi incondicional con EE.UU. en América Latina. Sin embargo, es demasiado pronto para que se alegre el venezolano Nicolás Maduro. Diga lo que diga la derecha colombiana al respecto, el “castrochavismo” en Colombia no tiene muchas perspectivas aunque la izquierda gane en la segunda vuelta. Gustavo Petro está mucho más cerca de la Nueva Izquierda chilena y del Partido de los Trabajadores de Brasil. Su victoria por primera vez en la historia podría llevar al cargo de vicepresidente a una representante de la minoría afrocolombiana. El eventual triunfo de Petro no debe verse como parte de un giro a la izquierda continental. La izquierda latinoamericana se ha vuelto demasiado diferente y es poco probable que puedan construir un frente común. Pero no descartaría la formación de una especie de cadena progresista del Pacífico desde Chile hasta México.

En la plataforma del rival de Petro, Rodolfo Hernández, a pesar de sus contornos bastante vagos, el ultraconservadurismo y el populismo son claramente visibles. La racha anticorrupción de su campaña y el hábito de tildar de “corrupto” a cualquiera que no se atreviera a compartir el punto de vista de Hernández recuerdan visiblemente el ascenso al poder de Jair Bolsonaro en Brasil y Nayib Bukele en El Salvador. Hernández ha proclamado en repetidas ocasiones su disposición a impedir que los “castrochavistas” se precipiten al olimpo político y restrinjan las libertades personales de los colombianos. Pero en realidad, esto es solo una consigna política conveniente para el candidato, el tema de los derechos humanos no es para nada la piedra angular del programa de Hernández. Es un “tecnócrata” en el espíritu del italiano Silvio Berlusconi, y no tiene sentido buscar rasgos liberales en su programa.

Colombia lo ha dejado claro: los habitantes no quieren vivir a la antigua. Quieren cambios, aunque aún no han decidido de qué tipo. Es demasiado pronto para hacer predicciones sobre los resultados de la segunda ronda. Una cosa está clara: el ganador de la primera vuelta lo pasará mal en las próximas semanas. Los candidatos de derecha, por la suma matemática de los votos, superan significativamente al vencedor del 29 de mayo. Para el exguerrillero y exalcalde de Bogotá, Petro, no será suficiente “pasarse al centro”: los colombianos ya han demostrado un rechazo a las tradiciones.

La oportunidad (indiscutible) de Petro de ganar radica en la movilización de aquellos votantes cansados ​​de los partidos del establishment que no acudieron a votar en absoluto, pero que temen una ola populista de derecha. Este increíble resultado es el que logró el chileno Gabriel Boric. A ver si el colombiano Petro puede seguir sus pasos.

Notas:

* Director del Centro de Estudios Iberoamericanos de la Universidad de San Petersburgo, editor en jefe de la revista “Latinskaya Amerika”

Fuente: Colaboración Periodista Hernando Kleimans

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