La neutralidad de la India en relación con el conflicto bélico en Ucrania se constata en su abstención en las diversas votaciones en el ámbito de las Naciones Unidas. Esto, sumado al mantenimiento de las relaciones comerciales con empresas petroleras rusas, generó sorpresa en algunos analistas que imaginaban un alineamiento más inmediato con la política externa de Estados Unidos y la OTAN.
Si la salida de Afganistán y la relativa pasividad militar en relación con Ucrania señalan que el foco de atención externa de los EE.UU. hoy se ancla en la contención de China, el espacio del Indo-Pacífico pasa a tener una importancia central para Occidente. Por ello, India enfrenta presiones que le exigen una calibrada política externa.
A continuación, se presentan algunos elementos que ayudan a contextualizarla.
China, EE.UU. y el Indo-Pacífico. La expansión económica, militar y territorial de China, con quien India comparte una extensísima frontera sobre los Himalayas no exenta de disputas limítrofes, es un aspecto primordial para la política exterior india del Siglo XXI. Grosso modo, la competencia por recursos, territorios y proyección geopolítica configura la relación entre los dos gigantes asiáticos. Como antecedente, China e India tuvieron un enfrentamiento bélico en 1962, con China como vencedora, que impactó de lleno los círculos militares indios generando el debate en torno al desarrollo de tecnología nuclear con fines militares en India. China es a su vez uno de los principales proveedores de bienes industriales de la India, lo que refuerza cierta sensación de vulnerabilidad. En Nueva Delhi, por su parte, saben que la “suerte geográfica” ha posicionado a la India en un lugar clave: más del 2/3 de las importaciones de combustible de China pasan por el Océano Índico, el único océano que lleva en su nombre una asociación tan fuerte con un país.
Con la secular disputa con China como telón de fondo, en el marco de sus esfuerzos militares y de alianzas en torno al Indo-Pacífico, Estados Unidos empuja asociaciones de contención militar como el QUAD (Quadrilateral Security Dialogue) con Australia, Japón e India, y el AUKUS, con el Reino Unido y Australia, orientado a proveer de submarinos de propulsión nuclear y tecnologías de telecomunicación e información a Australia.
Vale recordar que el Reino Unido aún usufrutua los frutos imperiales, controlando la Isla Diego García, ubicada en el corazón del Océano Indico, en donde comparte una base militar con los EUA de prima importancia para cualquier operación militar a desarrollarse en el Índico orientada a Medio Oriente y/o el Sudeste Asiático.
Así, India pasa a ser gravitante como parte de la constelación geopolítica que pretende armar EE.UU. de cara a lo que resta del Siglo XXI.
Esto se ve reforzado por lazos comerciales, tecnológicos y migratorios entre ambos países: los Indio-Americanos se han convertido en el grupo étnico más rico de EE.UU. a partir de su inserción en el Silicon Valley, al tiempo que ambos países comparten fuertes intercambios de capital y conocimiento vinculados al software y las telecomunicaciones, la energía nuclear y el real estate, entre otros sectores.
Rusia & fuels. Desde su independencia, India ha desarrollado una relación comercial y de cooperación con Rusia principalmente orientada a la energía y la siderurgia. La propia construcción del Estado en India se hizo mirando elementos de la URSS como los planes quinquenales, el énfasis en la industrialización pesada y el rol destacado de las empresas públicas. Y si bien desde el desmantelamiento del bloque soviético se han incrementado los lazos con Occidente, hoy India le compra armas y reactores nucleares a Rusia, comparte con Rusia la propiedad de Brahmos, empresa orientada al diseño y fabricación de misiles de alta precisión y las relaciones entre las empresas energéticas y siderúrgicas de ambos países son fluidas.
El conflicto bélico en Ucrania ha impactado de lleno sobre la oferta y los precios de los alimentos y los combustibles a nivel global. Para India (como para Argentina) este no es un hecho menor.
Algo más de un tercio de las importaciones de la India están relacionadas al petróleo y sus derivados mientras que las exportaciones de cereales indias son tomadoras de precio en el mercado internacional. Ambas dinámicas impactan de lleno en el plano interno, a través del incremento en el precio de los combustibles y los alimentos: la inflación minorista de abril en India se aproximó al 8%.
La centralidad del precio y la disponibilidad de alimentos y combustibles ha sido un tema neurálgico a lo largo del desarrollo de la India. Si bien cuenta con reservas de petróleo, se trata de crudo pesado, debiendo importar y refinar crudo liviano. De hecho, en el actual contexto internacional, el gobierno indio ha decidido frenar la privatización parcial de la estatal Bharat Petroleum para mantener jugadores de peso en la compra, el refino y la fijación de precios internos.
En materia alimentaria, India ha experimentado hambrunas durante todo el período colonial que solo han podido ser superadas a partir de la revolución verde implementada hacia fines de la década del 60. No obstante, sigue estando expuesta a shocks agrícolas: la ola de calor que experimentó a inicios de mes impactó sobre la disponibilidad de cereales y fue una de las causantes del reciente cierre de las exportaciones de trigo, que busca atender el abastecimiento interno y evitar el incremento de precios.
Si bien dos tercios del petróleo que importa la India provienen de Medio Oriente, a partir de la guerra de Ucrania, las importaciones de petróleo ruso a precios de descuento se incrementaron hasta alcanzar un 6% de las importaciones petroleras de abril (llegando a más del 10% si se le suman las de Azerbaiyán y Kazajistán). Esta tendencia podría acentuarse de seguir las sanciones (y los descuentos) sobre el petróleo ruso. Asimismo, la posibilidad que grupos económicos indios profundicen su inserción en la economía rusa es real.
“No-alineamiento”, “multi-alineamiento” y la “calibrada” política exterior. Una caracterización usual que se hace desde las relaciones internacionales sobre la evolución de la política exterior de la India señala el desplazamiento desde la postura de “no-alineamiento” externo adoptada por el primer Primer Ministro de la India, Jawaharlal Nehru, al “multi-alineamiento” del actual Primer Ministro Narendra Modi. Se enfatiza así en el viraje desde una política de corte “ailacionista” hacia una de mayor pragmatismo y plena inserción global, que iría de la mano de la entrada de India en la globalización.
El “no-alineamiento” de Nehru se basaba en buena medida en un diagnóstico crudo, pero certero sobre los primeros años de vida de la India post-colonial: siendo una de las democracias más jóvenes, pobladas y pobres del mundo, India enfrentaba riesgos no menores de balcanización. India nacía en 1947, al igual que Pakistán, a partir de un proceso de partición que dejaba cerca de 1 millón de muertos en uno de los conflictos religiosos más importantes de los tiempos modernos.
Continuando con una larga historia de fragmentación del subcontinente indio entre poderes territoriales y externos, la India postcolonial aún presentaba territorios gobernados por príncipes, otros gobernados por otros Estados, como Goa, bajo control portugués, y así. Un desafío no menor para Nehru fue consolidar lo que sería la mayor democracia del mundo, buscando evitar entrar en conflictos externos impulsados tanto por EE.UU. como por la URSS, que la joven democracia india no estaba en condiciones de afrontar.
Pero el “no-alineamiento” externo no necesariamente implicó aislacionismo. Durante las décadas del ’50 y ’60, India realizó cooperación internacional con EE.UU., principalmente en materia espacial y agrícola y con la URSS en materia siderúrgica y petroquímica. Las relaciones que hoy se mantienen con la URSS en materia energética, con Estados Unidos en materia espacial y con ambos, en materia de defensa, encuentran un hilo conductor en la cooperación internacional de las primeras décadas de conformación democrática de la India. Por ejemplo, no puede entenderse la “revolución verde” en India sin dar cuenta del rol que cumplió de la Fundación Rockefeller en materia de transferencia de tecnología agrícola.
El “multi-alineamiento” posterior a la guerra fría, a su vez, no ha implicado un alineamiento automático hacia las potencias occidentales. Es decir, si bien desde la caída de la URSS, y fundamentalmente ante la re-emergencia y expansión global de China, India ha reforzado sus vínculos con EE.UU. y los estados de la OTAN, esto no implica el seguidismo inmediato de las posturas atlantistas.
En suma, entre el “no-alineamiento” y el “multi-alineamiento” existe una línea de continuidad en la política exterior de la India que busca balancear lo que demanda el momento nacional y la época global, evitando entrar en disputas importadas, injerencismos y retóricas inconducentes (Argentina tiene mucho para observar en este sentido).
Subrahmanyam Jaishankar, hábil Ministro de Relaciones Exteriores, calibra así la neutralidad india consciente del privilegiado pero exigente lugar que ocupa su país en el marco del Indo-Pacífico y de la histórica relación con Rusia en materia energética y de defensa. La historia diplomática de la India y la coyuntura internacional lo avalan y muestran más líneas de continuidad que de ruptura.
*Artículo publicado originalmente en Asia Infonews editado por el equipo de PIA Global.
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