“…el mundo unipolar ha llegado a su fin…los estadounidenses ya no son los dueños del planeta Tierra”
Ex -Presidente Ruso Dmitry Medvédev, entrevista RT, 24 marzo 2022
“60 millones de personas murieron entre 1900 y 1946. Y desde entonces, hemos establecido un orden mundial liberal, y eso no había ocurrido en mucho tiempo. Mucha gente moría, pero ni de lejos [había] un caos…Y ahora es un momento en que las cosas están cambiando. Va a haber un nuevo orden mundial y tenemos que liderarlo. Y tenemos que unir al resto del mundo libre para hacerlo».
Presidente Joseph Biden, Reunión de la OTAN, 21 marzo de 2022
«¿Puedes ayudarme a luchar contra tu amigo para que pueda concentrarme en luchar contra ti después?»,
Presentadora de noticias china en su cuenta de Twitter
En referencia a las conversaciones Biden-Xi Jinping,
19 de marzo de 2022
Hace pocos días, sostuve una conversación con un venezolano en las calles de Caracas. El ciudadano insistía en que Putin es la única causa de esta guerra, porque él salió a buscar lo que no se le había perdido, y se le “levantó el mundo encima”. Le pregunté si él sabe quienes son los verdaderos adversarios en este conflicto geopolítico global, y me informó que es Putin contra todo el “Mundo Pacífico”. No logró indicar qué escenario final pudiera considerarse como un “triunfo” para este “Mundo Pacífico” que acababa de salir de Afganistán después de 20 años, y aún sigue enterrado en Irak.
El ciudadano no le gustó mi método “socrático” de responderle. En términos generales, le pregunté si efectivamente él estaba convencido de que el Satánico Señor Putin intervino malignamente en los procesos electorales estadounidenses a favor de la candidatura del Señor Donald Trump, y en contra de la Señora Hillary Clinton, hace unos cinco años. Naturalmente, me respondió de manera afirmativa. El ciudadano igualmente comparte los criterios del Partido Demócrata estadounidense, alegando que el Señor Trump es un “asset” (la palabra significa un “activo”, pero en la terminología de inteligencia, significa un “agente”) del Satánico Señor Putin, y por eso “no demostró la adecuada postura agresiva contra el malvado ruso, como debería haberlo realizado durante su presidencia. ¿Correcto?”.
Continuando con mi argumento socrático, establecí lo siguiente: “Lo de Ucrania inició en el 2014, y la guerra de baja intensidad en la región de Donbass inició poco después, entre 2015 y 2016, y el Señor Zelensky (actual presidente de Ucrania) asumió el poder en el 2019, justo cuando el supuesto “asset” del Satánico ruso estaba en el poder en la Casa Blanca. ¿Correcto, o me equivoqué con las fechas?”. El ciudadano consideró todo esto como “temas secundarios e irrelevantes”, y me hizo recordar de cómo las narrativas conservadoras suelen descontextualizar el tema de interés para avanzar sus argumentos.
No obstante, el ciudadano no objetó lo indicado. “Entonces, estimado”, continué explicando, “la situación actual en Ucrania es producto de la agresión del Satánico Señor Putin, por su deseo de incorporar toda Ucrania a Rusia, y finalmente “reconstruir la Unión Soviética, ¿verdad? Ahora bien, a pesar de lo diabólico y malvado que es el Señor Putin, podemos por lo menos asumir que no es una persona “estúpida”, o de poca experiencia en la política y la geopolítica, ¿correcto?”. Al ver una señal afirmativa en el rostro del ciudadano, decidí finalizar: “Me puedes explicar entonces, ¿por qué será que el malévolo Putin decidió reconstruir su “Unión Soviética” e invadir a Ucrania, justo durante el periodo presidencial de sus peores enemigos – los Demócratas – en vez de aprovechar la presencia de su supuesto “asset” en la Casa Blanca, y así avanzar su aventura con gente en Washington que sea menos hostil hacia él y su país?”
El punto principal está ahí formulado en este último interrogante, pero pocos lo abordan, ya que requiere pensar en el pasado, contextualizar, asumir una postura crítica, cuestionar lo oficial y lo oficioso, examinar motivaciones que nunca se anuncian, pero tampoco se pueden ocultar, y, finalmente pero más importante que todo lo demás, buscar los hilos del poder, adonde y como sea que se manifiesten estos. El Presidente ruso, por más maligno que sea, no es tan autodestructivo como para lanzar esta ofensiva – la cual supuestamente él siempre ha querido realizar por su megalomanía y todo lo demás – durante el peor momento geopolítico para este emprendimiento, con una administración demócrata y altamente hostil en la Casa Blanca, y un odio visceral por parte de los partidarios de la Señora Clinton.
Si el Presidente ruso corre el inmenso riesgo que está corriendo en la actualidad – con una Casa Blanca altamente hostil y deseosa de destruir a su gobierno (en realidad, lo que quieren destruir es a Rusia) – es porque algo bastante urgente y poderoso lo motivó a tomar estas medidas drásticas, algo que igualmente debe haber sido drástico. Esta motivación drástica, a la vez, debe haberse materializado entre los años 2021 y 2022, ya que durante el periodo presidencial del señor Trump – cuando era mucho mas conveniente para Moscú hacer esto – no existió señal alguna, ni siquiera por parte de los escandalosos de los medios pro-demócratas y hasta los voceros de ese mismo partido político estadounidense, de que el malvado Putin invadirá a sus vecinos y buscará reimponer la Unión Soviética y que todo el planeta estará en peligro de las agresiones de Putin. Solo necesitamos regresar en el tiempo al 2020, con una pequeña investigación, podemos ver que nadie estaba señalando los diseños rusos de “tragarse” a toda la región oriental de Europa, como una verdadera posibilidad.
Entonces, ¿qué es esta “motivación drástica” que se evidencia tan marcadamente en el 2021, pero que estaba ausente (o reducida) en el 2020? Pues la expansión de la OTAN, naturalmente. También, paralelamente, tenemos una retorica y una postura igualmente agresiva, provocadora, y nueva (o antigua, pero con mucha más intensidad) en la isla de Taiwán, y alrededor del Mar de la China Meridional. ¿Coincidencia? De la misma manera que el rol estadounidense en derrocar a Viktor Yanukovych en el 2014 en Ucrania, fue toda una mera “coincidencia”.
Quien desea tener una memoria truncada y limitada, junto a una visión miope, y oídos que se cierran y se abren de acuerdo a quien es su interlocutor, pues de nada le sirve recordarse claramente del pasado reciente, y de aplicar un poco de sentido común, para buscar motivaciones reales en vez de ciegamente tragarse lo que los medios globales regurgitan, sin preguntarse si estos tienen una razón (o varias) para mentir. Esperamos aquí no tomar este camino.
Actualmente, estamos evidenciando una atroz guerra de atrición, entre la China y Rusia, por un lado, y Estados Unidos y los miembros de la OTAN/Unión Europea/Australia, quienes entre ellos demuestran una escala variante de lealtades hacia el liderazgo estadounidense. Hablamos de una escala variante porque efectivamente, por más que pretende el Señor Biden argumentar que “la OTAN nunca ha estado más fuerte o más unida en toda su historia de lo que lo está hoy”, la lealtad de Gran Bretaña a la hegemonía estadounidense no es la misma que la de Alemania, por ejemplo.
Hablamos de una guerra de atrición porque existe actualmente una situación que nadie – ninguno de los participantes – puede aguantar por mucho más tiempo. Obviamente, estamos hablando del tema energético, y, más importante, el alimentario. En las actuales condiciones, la salida de Rusia y Ucrania de los mercados globales, con la fragilidad del sistema por la pandemia del COVID-19 y otros factores de antes del 2019 pero que fueron exacerbados por la pandemia, es catastrófica para todo el sistema internacional, y no puede extenderse en el tiempo. Es impresionante observar cómo el precio del pan en Egipto avecina una violenta ruptura social, a raíz de la ausencia del trigo ucraniano y ruso, en los mercados globales.
Rusia no puede sostener la situación de separación de una gran parte de la economía global por mucho tiempo, tampoco le conviene que una guerra extensa tipo Afganistán se desarrolle en Ucrania, lo que sin duda alguna la desangrará en ese país. Las medidas coercitivas unilaterales del Mundo Occidental contra Rusia han sido las más fuertes y violentes que se han aplicado contra cualquier país (aun contra Venezuela, Irán y Cuba) en la historia moderna (quizás con la excepción del Japón, poco antes de la guerra del Pacífico de la Segunda Guerra Mundial), y estas en la actualidad aún no han llegado a ser más severas y agresivas, simplemente porque 25% del petróleo y 40% del gas natural que consume el continente europeo – considerando que actualmente es invierno en ese continente – proviene de Rusia (sin contar lo que suministra Kazakstán, aliado de Rusia). Alemania recibe más de la mitad de su gas natural de Rusia, por ejemplo.
Adicionalmente, en el año 2018, hubo informes de que Rusia se había deshecho de casi toda su deuda del Tesoro estadounidense. Las estadísticas del Departamento del Tesoro estadounidense en ese momento mostraron que las tenencias de Rusia bajaron de $ 96 mil millones a $ 15 mil millones en solo dos meses. No obstante, la reducción de la tenencia rusa de deuda estadounidense no implica necesariamente que Rusia vendió 81 mil millones de dólares en deuda estadounidense. Es posible que Rusia movió los bonos del Tesoro fuera de Estados Unidos, como por ejemplo en centros extraterritoriales como las Islas Caimán y el banco custodio internacional “Euroclear” en Bélgica, el cual mantiene valores en nombre de los depositantes. Muchos países, efectivamente, “estacionan” bonos del tesoro estadounidense en instituciones como Euroclear y otras a lo largo del sistema internacional, justo con la finalidad de evadir las medidas coercitivas unilaterales
Ahora bien, es muy posible que Rusia posee ciertas reservas de moneda extranjera en estos “corredores oscuros” del sistema financiero global (Euroclear), los cuales se encuentran fuera de las manos de los Occidentales. Si existen, como muy probable que sea el caso, estas reservas de divisas fueron acumulándose paulatinamente desde el 2014, cuando el Presidente Putin entendió claramente que el enfrentamiento militar con el Occidente es inevitable, a raíz de la agresiva expansión de la OTAN que nunca cesará hasta que, o la paralicen desde afuera (lo que efectivamente está tratando de realizar Putin) o logre llegar hasta las fronteras rusas e imponerse como una amenaza existencial para el país euroasiático.
No obstante, estas reservas no pueden sostener a Rusia por años. Rusia simplemente no posee una economía que le permita aislarse del sistema financiero internacional por una cantidad extensa de tiempo, y, paradójicamente, si logra separarse del señalado sistema, quedará “neutralizada” geopolíticamente, justo lo que desea Estados Unidos. Tarde o temprano, Rusia debe salir de su situación actual, y tratar de que parte de las medidas coercitivas de los europeos (las estadounidenses serán suspendidas cuando Vladimir Putin muera y Rusia se rinda incondicionalmente) sean “relajadas”, asunto que es factible, pero solo después del fin de las batallas en el territorio ucraniano.
Adicionalmente, por los momentos, las potencias más significativas del mundo fuera de este conflicto – China y la India – no han asumido posturas agresivas contra Rusia. Arabia Saudita y su liderazgo dentro de la OPEP, igualmente, no han asumido estrategias para ayudar a estrangular a Rusia. Pero todo esto puede cambiar, si las batallas en Ucrania se transforman en una guerra de guerrillas adonde la atrición del enemigo es la clave de la victoria.
Dando la vuelta a los otros contrincantes de esta guerra entre Rusia y Estados Unidos, la que se está gestando sobre territorios de terceros – como cualquier “Guerra Fría” debe darse, obviamente – los europeos son los últimos que pueden aguantar esta situación por mucho tiempo más. Muchos argumentan que la debilidad europea es de carácter energético, pero los problemas para Europa son mucho más serios que este: la comida misma se está despareciendo de todo el mundo, y las consecuencias se sienten ya marcadamente en países como Gran Bretaña y varios países de la Unión Europea.
Como todo en la economía global, un pequeño “sismo” en un sector causa secuelas y ondas destructivas a lo largo de todo el sistema, con replicas en zonas que nunca consideramos que pudieran ser afectadas, hasta que se nos impone en la realidad. Si nos recordamos de nuestra pandemia favorita, el COVID-19 causó (y sigue causando) impactos adversos en áreas de la economía global y las sociedades humanas que nunca nos hubiéramos imaginado que pudieran suceder. Igualmente, la salida de Ucrania y Rusia del mercado global, tanto por la guerra como por las “brillantes” medidas coercitivas unilaterales de Estados Unidos y sus aliados, tienen y seguirán teniendo impactos adversos que, aunque afecten a todo el planeta, sus peores impactos se sienten y se profundizarán en Europa, antes del resto del mundo.
Todo esto le aplica igualmente a Estados Unidos, razón por la cual los emisarios del Señor Biden fueron hasta la puerta de los “malvados” Maduro y Jamaeni en Caracas y Teherán para ofrecer “regalos” que logren “calmar” las enfurecidas aguas de los mercados energéticos mundiales. El propósito no era permitir a Caracas o Teherán que vendan más petróleo, sino calmar los mercados con señales falsas.
En Estados Unidos, como en Europa, se sienten las llamas de las medidas coercitivas unilaterales, como una forma de justicia divina o “karma”, como la denominan los indios: las medidas violentas y represivas que tanto causaron agonía a los pueblos cubano, venezolano, sirio, turco, persa y otros más, ahora se regresan como un bumerang contra las poblaciones que eligieron los artífices de estas mismas. Con elecciones del congreso pronto en Estados Unidos, el Señor Trump se mueve “ágilmente” para destruir toda oposición a él dentro del Partido Republicano para que solo sus agentes logren recuperar el órgano legislativo federal estadounidense de los demócratas, y lo interesante es que lo puede realizar, a raíz del malestar general que sufren los estadounidenses en la actualidad.
Finalmente, están los ucranianos. Estos son los que menos pueden sostenerse por más tiempo en esta situación. Kiev, en la actualidad, está rodeada. Nadie sabe exactamente cómo finalizará esta situación, pero es de muy poca probabilidad que sea con el colapso de las fuerzas rusas en las propias puertas de Kiev, y la reversión de la invasión hacia Moscú (como efectivamente fue el caso – aunque al revés – durante la Operación “Barbarroja”, durante la Segunda Guerra Mundial). Salvo que la intervención militar directa de la OTAN (es decir, de los gringos) se materialice en Kiev, es difícil imaginarnos a esta altura una victoria militar ucraniana. Simplemente, como todos los otros actores de este drama internacional – pero con muchísima más urgencia que todos los demás – Ucrania no puede sostener esto por mucho tiempo más.
Por eso es que hablamos de una guerra de atrición en el seno de esta Guerra Fría, la cual tiene como sitio de batalla militar la zona de Ucrania, y como sitios de batalla económica, mediática y diplomática, el propio sistema internacional. Anteriormente, en otros artículos elaborados por quien suscribe (“El Síndrome de Troya y la Soberanía Ucraniana” y “La Guerra “No Tan Fría” sobre Ucrania”), habíamos señalado cómo se pretende emplear el “frente” ucraniano de esta Guerra Fría para desangrar a Rusia en Ucrania, y luego “dar la vuelta” y dedicarse a exterminar el verdadero enemigo de Estados Unidos, la gran potencia asiática del “Reino o País del Centro”. La idea es crear una llamada “trampa afgana” para Rusia en Ucrania, con la finalidad de desangrarla y “sacarla del juego”.
Efectivamente, no estamos en la actualidad muy lejos de estas observaciones. Por un lado, las armas, los mercenarios y la pura presión psicológica y diplomática por parte de la OTAN, es lo que mantiene a Ucrania aun en la guerra, y este país ha logrado causar daños que hasta el liderazgo en el Kremlin no se esperaba. Por el otro lado – y este es el que efectivamente importa – las medidas coercitivas unilaterales han causado notables daños a la economía y la sociedad rusa, con secuelas para todos los rusos en el Mundo Occidental, asunto que nos ha permitido percibir una vez más el odio visceral y perro rabioso que suele surgir de estas sociedades contra ciertos países o pueblos del mundo, y sus criterios torcidos sobre los “derechos humanos” y los derechos de libre expresión, libertad de prensa, etc.
Entre armas, mercenarios, medidas y presiones diplomáticas, Estados Unidos no busca finalizar las batallas ucranianas de su Guerra Fría con Rusia, sino finalizar a la propia Rusia. El objetivo, y lo hemos señalado anteriormente, es “regresar” a Rusia en el tiempo: regresar a los gloriosos tiempos del Señor “Boris Yeltsin”, cuando se celebraba en Washington la irrelevancia total de Rusia en su propio ámbito regional – y más aún el los asuntos globales. También se festejaba el derrumbe económico del país euroasiático del año 1998. Solo que ese derrumbe de finales del Siglo XX es prácticamente imposible de replicar en este momento histórico – veinticuatro años más tarde – sin causar múltiples tsunamis financieros, económicos y políticos en un sistema internacional que ya no es, para nada, “unipolar”. Es interesante cómo cada “ladrón juzga por su condición”, cuando Estados Unidos acusa a “Putin” de querer regresar a Rusia a los tiempos de la Unión Soviética, cuando en realidad es el propio Señor Biden (o quienes lo controlan a él) quien desea llevar a Rusia en un “viaje en el tiempo”, hacia los buenos tiempos de la Rusia pos-soviética.
¿Qué está haciendo Rusia en Ucrania? Luchando contra Estados Unidos, no Ucrania, tampoco la Unión Europea. Para efectos de la narrativa estadounidense, Putin se volvió loco y decidió sin provocación alguna y en el peor tiempo para él “recrear” la Unión Soviética, y para poder “procesar” esta narrativa, es muy conveniente retroceder solamente a comienzos del año 2021. Justo así es que el conflicto se narra, por parte de los medios de comunicación globalistas y los millones que acríticamente absorben esta narrativa.
Pero si buscamos explicaciones reales para el comportamiento supuestamente “irracional” ruso, tenemos que recordarnos que existió un pasado más allá del año 2021. Caso en punto, la guerra de Osetia del Sur del 2008. Invito al lector a que realice una breve investigación de los sucesos de ese año – catorce años atrás – para que así pueda observar los paralelismos entre esa guerra, y la versión actual – mucho más grande y amplia – que se manifiesta en Ucrania.
La Guerra Fría estadounidense es una en donde la expansión de la OTAN – elemento clave de la rivalidad geopolítica – se manifiesta justo en las antiguas republicas de la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia. Bien lejos del norte del Océano Atlántico, la OTAN no busca expandirse en países como Marrueco y Mauritania (con costas que dan al Atlántico), o en otra parte del mundo, sino justo en lo que anteriormente era el Pacto de Varsovia, ya que poco a poco los estadounidenses regresan a su eterna “containment policy” y su “Largo Telegrama”, de George Keenan. El asunto es que esta expansión se está gestando con la colaboración activa de países del oriente europeo, los cuales no aceptan una política de neutralidad geoestratégica, sino de ofrecer el espacio necesario para la circunvalación de Rusia, en una postura clara y activamente anti-rusa. Si no es Georgia en el 2008, pues es Ucrania en el 2014, cuando pretendían quitarle a Rusia el puerto de Sebastopol, aprovechándose de un terrible error cometido por el Señor Nikita Jrushchov en 1954. Para que el venezolano pueda comprender las consecuencias de esto, imagínense perder el puerto de la Guaira por un error histórico y los deseos de una potencia de destruir el comercio venezolano.
Y si no es Ucrania en el 2014, pues es la Ucrania del 2021-22. Si Rusia no reacciona a la expansión de la OTAN ahora en Ucrania, entonces será Polonia en el 2025, quizás. Polonia es otro país que posee un gobierno que está completamente dispuesta a prestarse a lo mismo que Ucrania se prestó, en la actualidad. Desde que Putin asumió una postura crítica de Estados Unidos y su rol en el escenario internacional – circa 2007 – todas las piezas que han actuado contra Rusia, fueran desplazadas por Estados Unidos, y la mayoría de estas están en Europa Oriental. Si Rusia no hace lo que hace ahora, en pocos años tendrá que enfrentarse con este mismo problema, pero entonces será en Polonia, o el próximo aliado estadounidense que busque con sus “tácticas de rebanadas”, finalmente circunvalar a Rusia, y “castrarla” geopolíticamente.
Mientras mucho se enfocan en la batalla ucraniana de la actualidad, quien suscribe se preocupa más por la guerra misma, la cual continuará, sin importar la manera en la cual se le de una “pausa” a la batalla en Ucrania. Las citas que ofrecemos en el comienzo del artículo no son meramente decorativas, sino preocupantemente reveladoras. Efectivamente, los señores Biden y Medvedev están en lo correcto: se está formando un nuevo orden mundial, uno en el cual o Estados Unidos se impone como única potencia hegemónica (es decir, revierte el multipolarismo de la actualidad), o quemará el orden existente en sus esfuerzos para lograrlo.
Ahora bien, los europeos, por un lado, no le gustan que esta guerra – como tantas otras desde la Primera Guerra Mundial – sea otro ejercicio bélico estadounidense que se desarrolle en su continente, pero por el otro, están claros que el declive estadounidense implica la transferencia del poder global, desde sus bases históricas y socioculturales europeas, a nuevos ámbitos asiáticos en los cuales los europeos ya no serán privilegiados, como lo han sido por los últimos tres siglos (desde la “Gran Guerra Turca” que finalizó en 1699).
Desde el Siglo XVIII, la potencia dominante ha sido Francia, o Rusia, o los prusios, o los británicos, pero siempre una potencia europea, y desde la derrota alemana de los británicos durante la Segunda Guerra Mundial (Gran Bretaña no ganó la Guerra Mundial, solo se “agarró” de los dos victoriosos), la hegemonía se traslado al otro lado del Atlántico, pero quedándose aun dentro del espacio sociocultural europeo. Ahora, por primera vez desde la derrota de los otomanos, los indios y los chinos, la potencia que desafía la hegemonía de turno no es occidental, sino el dragón chino, recordándonos que el mismo Napoleón indicó durante el cenit de su poder, que cuando se despierte la China, temblará el mundo (él se refería a su mundo, el mundo occidental). Países como Gran Bretaña y Francia poseen una representación desproporcionada en el ámbito internacional y multilateral, en función de sus verdaderos tamaños en el sistema internacional, a raíz de que la hegemonía se encuentra en manos de los estadounidenses. Nada de esto quedará de esta manera, cuando la capacidad de dictar – y a la vez violar – las reglas del sistema internacional, pasen a manos asiáticas.
Ucrania es una batalla en un contexto más amplio que es el de una Guerra Fría, una que su misma existencia es evidencia de que el orden internacional pos-Guerra (II Guerra Mundial) ya no puede continuar, a raíz de que su principal autor no puede imponer su hegemonía única y absoluta, como era su intención desde 1918 (fin de la Primera Guerra Mundial). En esta Guerra Fría actual, la guerra contra Rusia es una antesala de una guerra mucho más feroz que se avecina, una guerra entre Estados Unidos y el resto de quienes le hacen guerra a Rusia en la actualidad, pero contra el verdadero contrincante, el verdadero peligro para la hegemonía global en manos europeas: La República Popular China.
La visión estadounidense dicta – implícitamente, claro – que la “tranquilidad” en el sistema internacional se encontrará solamente cuando la Rusia de Putin regrese a ser la Rusia de Yeltsin, para que así sea inútil cuando los occidentales – bajo el liderazgo estadounidense, sea este el de un presidente senil u otro altamente xenófobo – finalmente decidan ir con todo contra China, su poder económico y su proyección no-bélica en el ámbito global. Hoy en día, Putin es el sangriento, el malévolo, el tirano y el asesino. En poco tiempo, el Señor Xi será todo esto y hasta mucho más, a raíz de una acción de su parte que se dará, alarmantemente “sin provocación alguna” (en el mejor estilo de “tira la piedra y esconde la mano), pues este también “se volvió loco”, como el ruso antes de él. Y bueno, cada uno se deja engañar como más se le hace cómodo para su existencia, sus prejuicios y su consciencia.
Notas:
*Internacionalista y Profesor de relaciones internacionales en la Universidad Bolivariana de Venezuela. Ex Diplomático Bolivariano en Honduras expulsado en el 2019 por la dictadura golpista.
Colaborador de PIA Global