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La ayuda militar occidental a Ucrania (II): Preguntas obvias, respuestas incómodas

Por Francisco Palomares* –
El ejército ucraniano y organizaciones auxiliares están siendo nutridas con armas de calidad desigual y procedentes de no menos de 15 países, con una coordinación basada en objetivos políticos más que militares.

¿Por qué y para qué se envían esas armas?

Toda vez que se firmaron los Protocolos de Minsk el 5 de septiembre de 2014, el tándem EEUU / Unión Europea hipotecó buena parte de sus bazas diplomáticas con respecto al control de la geopolítica rusa en Europa. Ocho años más tarde, la abulia de los actores occidentales ante la necesidad de hacer cumplir lo acordado, combinada con un apoyo material a Kiev intermitente en la vorágine de escalada diplomático/militar y toda una batería de sucesos en clave rusa y ucraniana, propiciaron una reacción en cadena de sucesos que empezaron a materializarse de forma masiva con el incremento de tropas rusas en la frontera con Ucrania. En cuanto Rusia lanzó el primer misil Kalibr, Moscú decidió comprobar de cuánta “liquidez” disponía Occidente. El resultado es una operación de RRPP de un tamaño gigantesco, alimentada por una narrativa exacerbada en cuanto a los motivos y resultados de la misma, englobado en las palabras (y sentencia) del secretario general de la OTAN Stoltenberg:

Continuaremos haciendo lo que sea necesario para proteger y defender cada centímetro del territorio de la OTAN.

Al margen de los gestos y ruedas de prensa, hay una cuestión que parece pasar de soslayo en la prensa, salvando excepciones como el artículo de Forbes “Ukraine’s Use Of Stinger And Javelin Missiles Is Outstripping U.S. Production” y es: puesto que nosotros (Occidente) no vamos a luchar por Kiev, hagamos negocio. Un trato que podríamos dividir en dos partes, siendo la primera el vaciado de arsenales cuyos inventarios no sirven a los países tenedores, se han vuelto obsoletos y cuyo coste por donarlos es inferior al de destruirlos. La segunda deviene del hecho de que, descartada la transferencia de material medio y pesado y la certeza de que con armamento como las ametralladoras Ameli no se puede alimentar a un ejército amigo lo suficiente como para sostener la campaña de lavado de imagen, así que añadimos al pack ciertos sistemas actuales que además generan una demanda en los países que donan el material para la causa. Cuantos más envíos y más heterogéneos tecnológicamente sean, mejor para los complejos industrial-militares occidentales.

¿Qué influencia tangible tiene y tendrá el armamento occidental enviado en la guerra?

El primer filtro para responder a esta pregunta es hacernos otra: ¿De cuánto material “prescindible” disponen los países que apoyan a Kiev y, si su ritmo de producción no cumple la demanda sobrevenida, podrían incrementarla? El ejército ucraniano y organizaciones auxiliares están siendo nutridas con armas de calidad desigual y procedentes de no menos de 15 países, con una coordinación basada en objetivos políticos más que militares e incapaces de producir más en el corto plazo; entre otras razones, porque buena parte del material ya no se fabrica. Cuando se agoten los inventarios, el dilema político será: ¿Ayuda militar de línea, o ayuda humanitaria?

Lo que Kiev está recibiendo hasta el momento es, en esencia, armamento y protección ligera para infantería, con el objetivo militar occidental de que esta sea capaz de ralentizar o detener temporalmente a las puntas de lanza rusas. Considerar siquiera la perspectiva de que el ejército ucraniano, rearmado con Panzerfaust 3 o Stinger por ejemplo, pueda tener el plus necesario de cara a contraofensivas de nivel superior al local es absurdo. Nadie ha garantizado un suministro ilimitado y salvando los nueve obuses D-30, el armamento pesado es una fantasía de moralidad, así que en cuanto el cordón umbilical se corte, bien por agotamiento material bien por acción rusa, los ucranianos se verán obligados a exprimir hasta la última bala en su territorio y ese “efecto dopante” se disipará.

¿Ucrania paga por esas armas?

Desde una visión simplista, no se ha hecho declaración alguna en la cual Ucrania tenga que pagar por el armamento que recibe en donaciones, pero lo cierto es que se le han abierto numerosas vías de crédito con objeto de que pudieran rearmarse tanto en tiempos de paz como de invasión. ¿Quiénes las han facilitado? Los mismos países que revisten todo su apoyo a Kiev en donaciones. La jugada es la siguiente: Occidente presta dinero y material a Ucrania – Ucrania compra armas a Occidente con ese dinero – Occidente estimula su industria militar.

¿Qué material militar necesita Ucrania en realidad?

Puesto que el objeto de asistencia es un ejército equipado en más de un 75 por ciento con material soviético, la solución más racional y rentable en términos logísticos y doctrinales para las tropas ucranianas sería la recolección, clasificación, reparación en talleres cercanos a la frontera ucraniana y entrega de cada bidón de combustible, ración, bala, fusil de asalto, camión, pieza de artillería, tanque y aeronave proveniente de países ex-Pacto de Varsovia y bajo la cúpula de la OTAN. Ello requeriría un órgano militar rector con plenos poderes en la esfera OTAN, de tal forma que los países tenedores del material, previamente filtrado en base a criterios racionales como la compatibilidad y cantidad de repuestos, requerimientos de combustible y municiones, equipos occidentales auxiliares susceptibles de ser entregados o su uso actual entre las fuerzas ucranianas, los enajenen con la seguridad de que los “desvestidos” reciban a cambio armamento occidental y el despliegue de tropas que cubran el vacío material temporal. Un escenario favorable con la cesión de los MiG-29 polacos hubiera sido un ejemplo palmario de este rumbo, pero los cortapisas políticos hacen imposible su realización.

*Francisco Palomares, escribe en Descifrando la Guerra.

Artículo publicado en Descifrando la Guerra.

Foto de portada: Envíos de equipo y munición estadounidense a Ucrania. Vía New York Post.

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