Su paso por la vida de miles de personas en tiempos de lucha, con la palabra justa cargada de pueblo seguirá su derrotero de “verdad verdadera” alumbrando reflexiones y esperanzas.
Desde aquí nuestro reconocimiento, nuestro respeto y nuestro homenaje a través de uno de sus innumerables relatos.

Por Raúl Blanco (Teodoro Boot) 1950-2022
Me fui consciente, expresa y manifiestamente del peronismo en el año 90. O el peronismo se fue de mí, vaya uno a saber. La cosa es que, al cabo de los años, empecé a sospechar que sólo se puede dejar de ser peronista de la misma manera que se puede dejar de ser alcohólico.
Esta tarde, en el baño, leía una de las entregas del folletín de (José Pablo) Feinman sobre el peronismo. Feinman suele decir mucha pavada fruto de su pedantería y de que ha mirado las cosas desde afuera, para peor, creyendo que estaba en el carozo del asunto. Me gusta, sí, y mucho, la calidad que tiene para transmitir sensaciones y el espíritu de una época pasada. Es un gran novelista, además.
En uno de sus delirios, Feinmann habla de Favio, burlándose o ridiculizando el título de su película: Sinfonía de un sentimiento. Y me puse a pensar que, en realidad, es Favio el que tiene razón, y Feinman involuntariamente lo demuestra: lleva cientos de miles de palabras escritas para tratar de explicar o explicarse el peronismo. Y sigue MUY lejos de conseguirlo.
Si me tocara a mí dar esa explicación sólo atinaría a recurrir a metáforas y sé que jamás podría explicarlo apelando a la razón: es posible arrimar el bochín considerando al peronismo como fenómeno histórico, sociológico, político, pero tomando en cuenta que no se trata de un ente orgánico, ni de un rígido cuerpo doctrinario, o un recetario revolucionario. Teniendo claro de antemano que es imposible explicar racionalmente por qué se es peronista. Y en tanto se es y se sigue siendo, aun en la abstinencia, ese sólo hecho, la existencia de peronistas, basta para que el peronismo exista.
A diferencia de otros fenómenos políticos o intelectuales, en la pertenencia al peronismo no hay un proceso previo de estudio, reflexión y adhesión. Yo al menos, nacionalista de ínfulas libertarias, primero me sentí peronista y después me puse a ver de qué se trataba.
Para dar un ejemplo: desde que tuvo que estudiar la teoría del valor, mi hijo más chico se hizo marxista. O socialista, según me dijo. Traté de diferenciar las cosas argumentando que el de socialismo, es un concepto amplio, dentro del cual entran los movimientos libertarios, la socialdemocracia, el comunismo, el troskismo, el villismo, el chavismo y el peronismo (no armen debate: la cosa era que no se le fuera a ocurrir meterse al partido socialista, quise evitar la tentación de estrangularlo mientras duerme). Pero a la vez, y muy seriamente, él me explica que tiene “un corazón justicialista”.
Al mayor, quien dice haber entendido por qué “nosotros” (yo, su madre, mi actual mujer y la totalidad de mis amigos) somos peronistas leyendo “Qué es esto” de (Ezequiel) Martínez Estrada, nunca lo escuché definirse como peronista, aunque en realidad lo es, por más que lo haya votado a Pino. O acaso será que lo votó por peronista. ¿Y por qué? Si yo nunca les bajé línea ni nada parecido. Y durante casi 15 años no hablé de peronismo, excepto para pelearme con la fanática de mi mujer.
El año pasado en una fiesta o reunión familiar (que son multitudinarias) mi hijo mayor llevó música en su pendrive. Entre todos los temas, llevó 9 versiones de la marcha en distintos ritmos y La descamisada, por Nelly Omar. Y cada tanto se ponía a boludear pasando cachitos de ellos. La jeta de mi gorila madre era de antología, de manera que me arrimé a mi hijo y le dije: mira, capaz que los peronistas somos una especie en extinción, pero los gorilas… esos son eternos. “Ya me di cuenta”, me dijo.
Para Gonzalo Chávez, “a los cabecitas los gorilas no nos perdonan los diez años de fiesta que tuvimos con Perón”.
Por más que históricamente no parezca haber sido así, hay muchas más pistas para sospechar que el gorilismo es previo al peronismo. Y hasta lo explica, de manera que doy una vuelta de tuerca a la tesis y afirmo categóricamente: mientras haya gorilas habrá peronistas, como bien lo muestran estos tiempos de “protesta rural”: nadie hizo tanto por peronizar a los pibes de hoy como la mesa de enlace.
A mí me basta con eso y coincido con la visión “ecléctica” de Martín, y aclaro: el horizonte no es el país de Perón y Evita de hace 60 años sino el espíritu movimientista, la conciencia de que no se trata nomás de ganar elecciones sino de organizar a la sociedad y (re) construir el movimiento nacional, aislando y desnudando al enemigo.
En todo caso, como dijo Marechal: “La de Perón y Evita es una de las encarnaciones del pensamiento nacional”.
Digresión sarcástica: los otros días, supongo que, en broma, (Gerardo) Yomal me preguntaba cómo tenía que hacer para hacerse peronista. Le dije, en el mismo tren (no hay nada más ridículo que hablar en serio cuando los demás pelotudean… cosa de la que debería tomar nota el gobierno) que el primer paso consistía en señalar infiltrados.
Es un sarcasmo que sabrá muy amargo a algunos compañeros. Pero tiene un fondo de razón. Y éste es que nadie me va a andar enseñando qué es ser peronista, ni me va a dar la autorización para serlo, porque no se trata de afiliarse, ni de leer una cartilla ni de firmar abajo. Uno es peronista porque lo es, y ahí está todo.
Lo demás, que lo explique Feinman.
De manera que mi opinión es: a las cosas y a las discusiones objetivas, que tengan propósitos prácticos.