Dado que el sistema político que ha dinamizado la democracia desde la dictadura cívico militar de 1973, es básicamente el que opera hoy en día. Lo que no quiere decir que el sistema político previo no funcionara en la bipolaridad, lo que sucedió es que sucumbió a la división internacional del trabajo en razón a la geopolítica de EEUU hacia la región. Bastaron estas variables para que la sociedad de clases en Chile se radicalizara y la clase nacional, la burguesía, hiciera uso y abuso de los medios políticos y militares a su alcance, con el apoyo económico, político y militar de EEUU para imponer en la excepción jurídica los hechos que cambiarían para siempre la fisonomía de la sociedad chilena y su democracia basada en un sistema electoral de tres tercios (Izquierda, centro y derecha).
La emergencia de estos cambios impuso lo que de manera pionera se ensayó en Chile, en cuanto al modelamiento de las políticas neoliberales se refiere. Junto a otros países de la región Chile pasó del subdesarrollo de una economía industrializada con 8 millones de habitantes, a una economía desindustrializada con 18 millones de habitantes. Al igual que otros países sudamericanos su relación se volvió más periférica con las economías centrales. La ausencia de planificación económica postergó el desarrollo, con la pérdida de casi todas las empresas del Estado. Una regresión a ciertas condiciones propias del enfoque rentista de la economía posterior a la guerra civil de 1891, lo que por cierto reeditó la espuria presencia del bando congresista hasta el presente. La prioridad en la inserción macroeconómica generó niveles inauditos en la desigualdad de la riqueza, beneficiando en el crecimiento económico a un pequeño sector y el desarrollo en la medida que dejó de ser un propósito planificado por el Estado, depreció la vida y el bienestar de la población en la salud, trabajo, vivienda y educación.
Por lo tanto, en la actual multipolaridad relativa hasta donde la evidencia lo demuestra, son los sistemas remanentes de estas dislocaciones de la bipolaridad, sin posibilidad de transformación política y bajo décadas de despolitización en la región, como el caso chileno. Los sistemas que mayormente carecen de respuesta para un presente demandante en el cambiante tablero geopolítico del sistema mundo. Un corolario de estallidos sociales en la región que expresa claramente la correlación política y la pobreza de los aliados de EEUU. Solo por mencionar Ecuador, Colombia, Brasil, Chile, Perú, etc. Lo que no solo hace manifestar la violencia política de su represión en la experiencia estatal y paraestatal, sino que como en el caso chileno promueve la permanencia de la oligarquía en sus beneficios económicos, pactando con la clase política al mismo tiempo la unidad basada en el abstencionismo, para sobrerepresentar como en el caso chileno el consenso bipartidista entre el centro y la derecha.
Por lo tanto, en las elecciones de Chile, cumplen un propósito legitimador del monopolio de la violencia, ya que el devenir democrático en Chile solo se sustenta en la lógica de un sistema binominal que ejerce presión en el centro político, como mecanismo de negociación donde el centro si contamos los cambios de gobiernos siempre estuvo en la derecha y un par de veces en el centro socialdemócrata. Y donde también a fin de cuentas el consentido (consenso) fue siempre el modelo económico. Por tanto, el sistema político que ya lo hizo todo, coloca como respuesta presente los recursos de la bipolaridad e instala un modelo de transición ejecutado en el plebiscito de 1988. Que constituyó de un estado de la lucha de clases, como argumento la peregrina idea del “mal menor”. O sea, como ayer la misma lógica irresoluta de llevar un candidato directo (Gabriel Boric) para el centro político de la socialdemocracia y el mismo candidato de manera indirecta para la derecha, completando la estrategia ensayada del sistema político en la experiencia del gobierno de P. Aylwin.
Como el abstencionismo se ha mantenido constante en todas las elecciones desde el plebiscito de 1988, lo lógico es que éste fenómeno permanezca (Ceteris paribus). Así que cualquier hipótesis en torno a los resultados de estas elecciones, no puede superar un análisis realista en torno a las bases materiales de lo que es la política en Chile. El financiamiento indirecto de los partidos y sus campañas, colocó los contenidos en la perspectiva de los nichos y el clientelismo político de quienes participan en el sistema político. Desde la administración pública, hasta las expectativas que puede generar el asistencialismo de los gobiernos que politizan en las micro realidades. La izquierda puede hacer una diferencia en estas elecciones, aumentando la cantidad de votantes ajenos al exitismo electoral. Pues si bien aparece relacionada con los movimientos sociales, carece aún de la posibilidad de articular un programa electoral en torno a un movimiento popular, que por cierto siempre fue suspicaz de las empresas electorales desde la muerte de S. Allende. Pues, además, no están ciertamente las bases materiales del siglo XX presentes. El imaginario de lo pasado siempre será una apuesta sin futuro, no por la persuasión ideológica, sino porque la narrativa de la izquierda se hace desde una realidad que le es dada por la burguesía en el Estado liberal. Pues hasta la experiencia colonial del Estado de Israel tiene izquierda y de hecho la tuvo Francia en su experiencia colonial en Indochina y África a modo de ejemplo.
A modo de conclusión podemos señalar que no obstante lo anterior, la izquierda tiene la ventaja de poder ofrecer una inserción en el mundo multipolar, que por cierto es el único que funciona dado que está presente en la permanencia de sus aliados y el carácter antiimperialista que hay implícito en la soberanía de cada uno de ellos. No así el bipartidismo del centro y la derecha que permanece como remanente de la política hemisférica de EE.UU principalmente. Las variables del sincretismo civilizatorio siguen presentes en los pueblos de la región y son un puente para la multipolaridad. El mundo cambió y Chile deja atrás la dictadura Constitucional de 1980, el dogma de la transformación local de la realidad cae por su propio peso. La ideología no logró ser más verdad que los pueblos de sangre. De hecho, es un guiño para el conocimiento civilizatorio de las sociedades fundadas en los monoteísmos. Y un serio llamado de atención para quienes vieron un crédito en el colonialismo protestante, al simular alguna virtud política al ofrecer la plurinacionalidad de las sociedades multiculturales, como una alternativa decolonial al racismo y la pobreza de las sociedades de clase del siglo XXI.
Notas:
*Cientista Político
Fuente: https://spanish.alahednews.com.lb/