La celebración del 12 de octubre, Día del Niño en Brasil, me hizo recordar y revisar el documental Nacido en Gaza (Born in Gaza, 2014, 78 min.), del corresponsal de guerra, escritor y cineasta de origen ítalo-argentino Hernán Zin, que puede verse en la plataforma Netflix. El documental fue rodado durante la ofensiva sobre la Franja de Gaza en 2014, y muestra la vida cotidiana de diez niños entre las bombas y la destrucción causada durante y después de los ataques terroristas de Israel.
Lo que llevó al director Hernán Zin a realizar el documental fueron las aterradoras imágenes de uno de los ataques aéreos en una playa de Gaza, que provocó la muerte de cuatro niños de una misma familia (Mohamed, Ismail, Zakariya y Ahed) mientras jugaban al fútbol. Estos casos son los llamados «efectos secundarios» del «ejército más moderno del mundo», que no puede distinguir entre niños y combatientes militares.
Nacido en Gaza traduce el esfuerzo de los palestinos por superar los traumas tras los ataques, de forma contundente y a través de testimonios como los de Mohamed, un niño que busca cosas en los vertederos para venderlas y mantener a su familia, ya que su padre no puede trabajar; Udai, que presenció la muerte de Mohamed, su hermano mayor de 22 años; y Mahmud, hijo de un agricultor palestino al que los ataques sionistas destruyeron sus cultivos y mataron corderos y camellos.
En el documental también se recogen los discursos de Sondos, una niña que aún llevaba las marcas expuestas de su herida en el hígado; Rajaf, el hijo de un conductor de ambulancia que fue asesinado mientras se dedicaba a salvar vidas; Malak, una niña que presenció el bombardeo de la escuela para niñas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en el campo de refugiados de Jabalia; Hamada, uno de los cuatro niños que sobrevivieron al ataque en la playa de Gaza; y Bisan, la niña cuyos padres murieron en el bombardeo y que necesita una cirugía estética en su ojo fuera de Gaza.
Los testimonios son conmovedores y relatan claramente la trágica experiencia y los efectos de la ocupación israelí en sus vidas, como cuando Mahmud dice: «no tenemos misiles ni tanques. Cultivamos verduras, no bombas»; así como en la escena en la que Rajaf y sus amigos rinden homenaje a su padre muerto rociando agua sobre su tumba con una botella de plástico; o en el discurso de Motasem, que sufre estrés postraumático y necesita ayuda psicológica fuera de Gaza, lo que no está permitido por Israel, en el que relata que ve el fantasma de su hermano muerto cada noche.
La obra utiliza el recurso de mostrar a veces a los niños a cámara lenta mientras caminan entre los escombros para convertirlos en individuos, en víctimas concretas del terrorismo israelí, y no en meras estadísticas de un conflicto en el que la responsabilidad de Israel en la destrucción y las muertes es minimizada por los medios de comunicación y la historiografía occidental.
La película retrata la dura realidad de cómo esos niños y sus familias sufren y luchan por superar el trauma y normalizar sus vidas ante la situación de destrucción de sus hogares, escuelas y hospitales. Entre el 7 de julio y el 26 de agosto de 2014, el terrorismo israelí asesinó a 2.200 palestinos, entre ellos 550 niños, el 70% menores de 12 años, y fue responsable de más de 11.000 heridos, 3.358 de ellos niños, y más de 100.000 desplazados durante los ataques de ese año, según el informe anual de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU[1]. Por parte del agresor israelí, murieron 73 personas, entre ellas 67 soldados.
Los hechos de destrucción y muertes relatados en el documental forman parte de la historia de Gaza, donde el ocupante israelí lleva a cabo una cruel agresión permanente como forma de legitimar la ocupación colonial sionista y ampliar ilegalmente el territorio asignado a Israel. Los ataques con aviones de combate y bombas de última generación suministrados por Estados Unidos tienen como objetivo destruir la infraestructura de Gaza, generar el caos, promover la limpieza étnica y debilitar así la resistencia palestina.
A pesar de todo el aparato militar moderno, Israel no ha podido doblegar a las fuerzas de la resistencia ni impedir la celebración de gigantescas manifestaciones de solidaridad con el pueblo palestino, que denuncian los crímenes del Estado judío en las principales capitales del mundo, así como manifestaciones antiisraelíes en varias ciudades de los territorios asignados a Israel, en las que residen judíos y palestinos de Israel.
La Franja de Gaza, de 365 kilómetros cuadrados y habitada por más de dos millones de palestinos, es una de las zonas más densamente pobladas del mundo, con unos 6.000 habitantes por kilómetro cuadrado, de los cuales más del 70% son niños o jóvenes, sin derecho a agua potable, electricidad o medicamentos. Desde 2007, Israel ha impedido la entrada en Gaza de cientos de tipos de mercancías y materias primas, así como la exportación de muchos productos industriales y agrícolas, debido al cierre de la mayoría de los accesos comerciales.
Israel ha convertido la Franja de Gaza en un lugar insoportable, ya que el asedio la ha convertido en la mayor prisión al aire libre del mundo, que recuerda a los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial, tan utilizados por los sionistas como forma de chantajear al mundo y encubrir sus crímenes. Israel practica un genocidio a cámara lenta contra los palestinos de Gaza, donde, sumado al sufrimiento diario de la vida bajo asedio, las repetidas agresiones no hacen más que empeorar las condiciones de vida de sus residentes.
Al robar la infancia de los niños palestinos, Israel es coherente con su política iniciada en 1948 de limpieza étnica continuada del pueblo palestino. Mientras que muchos niños reciben regalos por su día, el regalo que quieren los niños palestinos es el derecho a jugar como cualquier otro niño y a correr libremente por las calles de Palestina, sin tanques de guerra ni bombardeos, sin velatorios ni prisiones diarias.
[1] OCHA: «2014 FUE DEVASTADOR PARA LOS PALESTINOS EN LOS TERRITORIOS OCUPADOS». Noticias de la ONU, [2021]. Disponible en: https://news.un.org/pt/story/2015/03/1506391-ocha-2014-foi-arrasador-para-palestinos-nos-territorios-ocupados. Acesso em: 10 out. 2021.
*Sayid Marcos Tenório es historiador. especialista en Relaciones Internacionales y colaborador de PIA Global. Es vicepresidente del Instituto Brasil-Palestina (Ibraspal) y autor del libro Palestina: del mito de la tierra prometida a la tierra de la resistencia (Anita Garibaldi/Ibraspal, 2019. 412 p). Correo electrónico: sayid.tenorio@uol.com.br – Twitter: @HajjSayid