Europa

El fracaso en Afganistán profundiza el quiebre del consenso de la OTAN

Por Misión Verdad* –
La dependencia de Europa y otros países de la Alianza de lo que determine Washington ha funcionado como arma de doble filo.

La llamada Alianza Atlántica u Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) debió dejar de existir luego de que desapareciera la supuesta amenaza que justificaba sus acciones: el bloque socialista euroasiático encabezado por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

De hecho, uno de los artífices de la «Doctrina de la contención» de la Guerra Fría, George F. Kennan (1904-2005), manifestó que «si la Unión Soviética se hundiera mañana bajo las aguas del océano, el complejo industrial-militar estadounidense tendría que seguir existiendo, sin cambios sustanciales, hasta que inventáramos algún otro adversario».

Y así ocurrió: se fabricó el «terrorismo yihadista universal» justo después de la desintegración del Pacto de Varsovia para seguir con el negocio de la guerra, que incluyó también disponer lugares como Afganistán, Yugoslavia e Irak para deshacerse de las armas viejas, probar las nuevas, traficar con drogas, personas, órganos…

En particular, la intervención de la OTAN en Afganistán fue impulsada por los supuestos ataques del 11 de septiembre de 2001 dirigidos por Al-Qaeda contra Estados Unidos. Fue la primera y única vez que la alianza invocó su principio de defensa colectiva del Artículo 5, según el cual un ataque contra un aliado se considera un ataque contra todos.

Ningún ataque se dirigió a Arabia Saudita, aun cuando 15 de los 19 secuestradores eran de ese país y se encontró una relación entre la familia real saudita con grupos de beneficencia que financiaron a Al-Qaeda y a una rama fundamentalista del islam acogida por los extremistas.

Hoy la Alianza se encuentra en estado de conmoción debido a la retirada de Estados Unidos de territorio afgano, el hecho ha generado reacciones internas y promete secuelas incalculables.

Cuando no es suficiente tener propósitos o enemigos comunes

Pasadas dos décadas sobran las fisuras en la Alianza, sobre todo respecto al cómo se ha puesto fin a «la guerra más larga de Estados Unidos» en la que participaron 10 mil personas de 36 países. Las estimaciones más conservadoras la sitúan en un costo de cerca de un cuarto de millón de muertos y más de 2 billones de dólares, que alcanzarán los 6,5 billones cuando se devuelvan los intereses de los préstamos contraídos para financiarla.

Mientras el Talibán rodeaba Kabul, el secretario de Defensa del Reino Unido, Ben Wallace, revelaba que este año había tratado de formar una coalición de países de la OTAN «afines» que mantendrían algunas tropas en Afganistán.

La que hoy es el brazo armado del Norte Global, en su estrategia para 2030 se propuso a sí misma una coordinación política más profunda y un compromiso renovado de sus miembros con el objetivo del 2% de gasto en defensa, pero los recientes eventos han removido las aguas del disenso por la falta de enfoque estratégico.

El grupo de expertos que elaboró el informe definió a la OTAN como «la alianza más exitosa de la historia», que ha «puesto fin a dos guerras», a saber: la guerra contra Yugoslavia y la guerra contra Libia. Ambos conflictos fueron desatados e intensificados por la Alianza.

La Alianza Atlántica se ha jactado de poner fin a guerras que ella misma ha desatado e intensificado (Foto: John Moore / Getty Images)

El informe destila cierto despecho respecto a «la agresión en el área euro-‎atlántica» con la que ha respondido Rusia a su «mano amistosa» violando los acuerdos, ya que «provocó el fin del Tratado sobre las Fuerzas Nucleares ‎de Alcance Intermedio (INF)», convirtiéndose en «la principal amenaza que la OTAN ‎tiene ante sí en este decenio».

Coincidiendo con lo declarado por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, el informe define a Rusia como el enemigo principal de la organización militar y el caso Navalny sirvió para apuntalar la cancelación del proyecto gasífero Nord Stream 2, pero fracasó. El sistema se está construyendo bajo el mar Báltico para transportar gas desde la región rusa del Ártico hasta el país germano y, aunque Estados Unidos se ha opuesto, alcanzó en julio pasado un acuerdo con Alemania en el que este país prometió «tomar medidas» a nivel nacional y convencer a Rusia de no utilizar la energía «como arma» o cometer «actos agresivos» contra Ucrania mediante el plan.

Sobre el caso Navalny, Alemania y Francia, principales potencias de la Unión Europea (UE) denunciaron a Rusia tras las detenciones de los manifestantes en apoyo del opositor ruso. Ello propició cierto consenso dentro de la OTAN y de la UE pero ninguno de los países europeos parecieron estar dispuestos a dejarse arrastrar más allá de obligadas declaraciones de censura y «sanciones» menores.

Volviendo a la OTAN: el informe sostiene que la Alianza se encuentra además frente a crecientes «desafíos contra la seguridad ‎que plantea China»; según sus redactores las actividades económicas y desarrollo tecnológico del país asiático pueden «tener un impacto sobre la defensa colectiva y la preparación militar en el área de responsabilidad ‎del Comandante Supremo Aliado en Europa».

El documento recomienda «cimentar la centralidad del ‎vínculo transatlántico», es decir, el vínculo de Europa con Estados Unidos en el seno de la alianza ‎militar y reforzar el Consejo del ‎Atlántico, órgano principal de la Alianza. Esto equivale en la práctica a debilitar ‎los parlamentos europeos en temas militares y de política exterior frente a lo que se decida en Washington.

¿Qué motoriza a la OTAN?

El paper propone reforzar las fuerzas de la OTAN dotándolas de «capacidades militares nucleares adecuadas» debido a las secuelas creadas por Estados Unidos al anular el fin del Tratado sobre las Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF).

La Alianza entra y sale de donde Estados Unidos dice y esto ha creado incomodidad en su seno, al punto que, en 2019, Macron declaraba que «ha entrado en coma por la falta de cooperación tanto entre Estados Unidos y Europa como entre los aliados», al referirse a la retirada de las tropas norteamericanas de Siria y las acciones de Turquía contra kurdosirios.

Es sabido que la «libertad» que defiende Estados Unidos responde a las ganancias del complejo industrial-militar, que moviliza numerosas empresas contratistas y decenas de miles de mercenarios a su servicio. Dicho poder supraestatal impidió que el ex presidente Donald Trump retirara las tropas estadounidenses de Siria, Afganistán e Irak, el magnate declararía:

«Los altos mandos del Pentágono probablemente no [me quieran], porque ellos solamente quieren librar guerras para hacer felices a todas esas maravillosas compañías que fabrican bombas y aviones».

En 20 años el Congreso de Estados Unidos dio 2 billones de dólares a las 5 principales corporaciones armamentistas durante la guerra en Afganistán (Foto: @stephensemler / Twitter)

En el presupuesto de 2020, el Congreso estadounidense (de mayoría demócrata) le aprobó a Trump:

  • 738 mil millones de dólares para que el Pentágono retomara la creación de la Fuerza Espacial y reorganizara la «Guerra de la Galaxias» con armas nucleares.
  • 323 mil millones de dólares a la compañía Lockheed Martin para fabricar 2 mil 443 aviones F-35.
  • Las 16 agencias de inteligencia recibieron 70 mil millones y el Departamento de Seguridad Nacional otros 70 mil millones.
  • La sección militar del Departamento de Energía otros 30 mil millones y la Organización de Veteranos 200 mil millones.
  • Equipó a los submarinos de Estados Unidos con una nueva ojiva nuclear de «bajo rendimiento», la primera nueva arma nuclear en décadas.
  • Concedió a la Fuerza Aérea un contrato de 13 mil millones de dólares para reemplazar a los 400 misiles balísticos intercontinentales.
  • Para 2021 solicitó 46 mil millones de dólares para programas de armas de destrucción masiva existentes.

La relación Trump-OTAN fue tortuosa. Pasó de llamarla obsoleta a declarar que pretendía hacerla más grande, exigiendo a los aliados pagar a Estados Unidos por su protección.

Luego, pensó sacar a su país de la organización y hasta expulsar a los socios que no pagasen. El magnate ex presidente personalizó al máximo el manejo de sus relaciones internacionales. Esto incluía a la OTAN, cuyos aliados en Europa han puesto su influencia, dinero, personal, y hasta se han autodenominado «comunidad internacional» para dar legitimidad a los ataques militares decididos en la Casa Blanca.

Por otra parte, recientemente un comité del parlamento británico concluyó que todos los argumentos en los que se basaron quienes lideraron la coalición internacional que atacó a Libia eran mentiras y exageraciones infundadas.

En Europa unos aspiran y otros se conforman

Trump había planeado reducir las 12 mil tropas estadounidenses en Alemania; ello causó alarma en Berlín debido a que prefiere esa protección a confiar en la «autonomía estratégica» europea que propugna Macron. Entretanto, el ahora ex presidente amenazaba las exportaciones alemanas y exigía a la canciller de ese país, Angela Merkel, una implicación financiera mayor en el presupuesto de la OTAN, un 2% del Producto Nacional Bruto, que no será alcanzado por Alemania sino hasta 2031.

No es un descubrimiento el hecho de que, sin Estados Unidos, el resto de la Alianza no habría podido permanecer muchos días en Afganistán. Europa esperaba ansiosa que Joe Biden la sacara de la «parálisis cerebral» que sufre, no que la sacara derrotada de una guerra.

Desde la sede de la OTAN en Bruselas, también sede de la UE, llovían felicitaciones de todo tipo al nuevo inquilino de la Casa Blanca. Ningún funcionario pudo ocultar el júbilo por la desaparición política de Trump pero tampoco la condición de apéndice gringo que ocupa Europa en el juego geopolítico.

Altas autoridades de la OTAN y la UE no ocultan su decepción por la intempestiva y caótica retirada estadounidense de Afganistán (Foto: Telemundo)

Luego de que Biden ascendiera a la Casa Blanca, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, declaró: «La UE tiene un nuevo amigo en la Casa Blanca tras cuatro largos años. Los Estados Unidos están de vuelta en Europa», mientras que el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, sobreactuaba: «Hago hoy un llamamiento para un pacto fundador, nuevo, por una Europa más fuerte, por unos Estados Unidos más fuertes, por un mundo mejor».

A lo interno ha persistido la tensión respecto al grado de autonomía que la UE debe tener dentro de la OTAN. Macron protagonizó un enfrentamiento verbal a través de la prensa con la ministra alemana de Defensa, Annegret Kramp-Karrenbauer, conocida como AKK, ya que el francés opina que Europa no será respetada por Estados Unidos si no es soberana en materia de defensa, mientras AKK consideraba «ilusoria» la idea de una autonomía estratégica europea.

Aunque los funcionarios de la administración Biden habían consultado con los aliados sobre la retirada, estos se quejaron de que Washington les presentó un hecho consumado. Un funcionario vinculado al proceso declaró al Financial Times: «Esto se discutió largamente, y Estados Unidos escuchó, pero Biden había tomado una decisión política».

Una vez que se formalizó la decisión, el Reino Unido, Turquía e Italia estaban dispuestos a encontrar una manera de mantener las fuerzas en su lugar para ayudar a estabilizar Afganistán, pero esto se considera imposible sin la vasta infraestructura militar proporcionada por los Estados Unidos, en particular el apoyo de la base aérea de Bagram al norte de Kabul.

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, insistió en que no había «ninguna voluntad» de otros aliados europeos o de Canadá para reemplazar a Estados Unidos una vez que anunciara su plan de retirada.

El mismo funcionario ha rechazado una mayor autonomía europea en asuntos militares; opinó en febrero pasado que «la unidad europea no puede reemplazar a la unidad transatlántica», y aclaró que el 80% de los gastos de la organización militar provienen de países ajenos a la UE: Estados Unidos, Canadá, Islandia, Noruega, el Reino Unido (tras el Brexit) y Turquía.

Borrell reconoce errores, fracaso… y desconcierto

La caída del gobierno títere afgano y la toma de Kabul por el Talibán antes de la esperada retirada de los últimos soldados estadounidenses, el 31 de agosto, obligó a la OTAN a organizar operaciones para evacuar rápidamente a sus ciudadanos y colaboradores afganos. El viernes 20 de agosto varios Estados aliados pedían a Estados Unidos que retrasaran su salida definitiva del país.

La UE, a través de su canciller Josep Borrell, se ha quejado de que «las medidas de vigilancia y seguridad impuestas por Washington son muy estrictas», y que estas «obstaculizan el paso de nuestros empleados». «Quieren evacuar a 60 mil personas entre ahora y fines de este mes», dijo, agregando que «es matemáticamente imposible».

Tras una reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la UE efectuada el martes 24 de agosto, el diplomático declaraba que no puede haber «ningún pago de ayuda al desarrollo hasta que aclaremos la situación» con los líderes del Talibán. Se refería a los 1 mil 200 millones de euros destinados a Afganistán para el periodo 2021-2024.

Agregó que «la ayuda humanitaria continuará, y tal vez tengamos un aumento», dado el número de afganos desplazados, la sequía en curso y el impacto de la pandemia de covid-19. Manifestó que el bloque «tendrá que hablar» con el Talibán «tan pronto como sea necesario» porque el grupo «ha ganado la guerra» en Afganistán, aclarando que el diálogo no implica el reconocimiento formal del nuevo gobierno por parte de Bruselas en un futuro.

La agenda incluyó una discusión sobre las circunstancias del «repentino colapso» de las fuerzas afganas ante la ofensiva relámpago del Talibán, ante lo cual Borrell opinó que «tenemos que reconocer que se han cometido errores, especialmente sobre la evaluación de la capacidad militar del ejército afgano para resistir la ofensiva de los talibanes».

Ante la retirada de las tropas estadounidenses, la UE y la OTAN han criticado la decisión diciendo que ha debilitado a la organización transatlántica y plantean dudas sobre su dependencia de Washington (Foto: Luke Sharrett / AFP)

Enfatizó que «si los estadounidenses se van el 31 de agosto, los europeos no tendrán la capacidad militar para controlar y asegurar el aeropuerto militar y los talibanes lo controlarán».

Hizo hincapié en que «lo que está pasando en Afganistán es una tragedia», preguntándose: «¿Por qué sucedieron las cosas de esta manera? Lamento mucho cómo fueron las cosas. Pero nadie pidió a los europeos su opinión». Dejó colar su incomodidad afirmando que «algunos países plantearán preguntas sobre el aliado estadounidense, que, como dijo Joe Biden, ya no quiere pelear las guerras de otros». A este respecto reflexionó: «No hay alternativa para los europeos. Debemos organizarnos para enfrentar el mundo tal como es y no como lo soñamos».

Sugirió «proporcionar una primera fuerza de entrada de 50 mil soldados, capaces de operar en condiciones como las que vivimos en Afganistán… El proyecto se está debatiendo entre los ministros de defensa de la UE».

El declive en frases

Varios funcionarios de defensa y seguridad de la UE han criticado la decisión de Estados Unidos de enviar a casa a sus 2 mil 500 soldados, diciendo que ha debilitado a la OTAN y planteado preguntas sobre la dependencia de seguridad de Europa de Washington.

Artis Pabriks, ministro de defensa de Letonia, declaró:

«Este tipo de retirada de tropas causó caos. El caos causa sufrimiento adicional».

«Esta era ha terminado. Por desgracia, Occidente, y Europa en particular, están demostrando que son más débiles a nivel mundial».

Ben Wallace, secretario de defensa del Reino Unido, dijo entre lágrimas:

«Algunos no regresarán».

«Es triste. Veinte años de sacrificio es lo que es».

Armin Laschet, candidato conservador de Alemania para suceder a la canciller Angela Merkel, afirmó que:

«Es la mayor debacle que la OTAN ha experimentado desde su fundación».

Lord Peter Ricketts, ex asesor de seguridad nacional del Reino Unido, no dudó en decir que:

«Parece que la OTAN ha sido completamente superada por las decisiones unilaterales estadounidenses».

«En primer lugar, la decisión de Trump de comenzar a hablar con los talibanes sobre irse y luego la decisión de Biden de establecer un calendario».

Jens Stoltenberg, el secretario general de la OTAN, preguntó de manera retórica:

«Por qué entrenamos, equipamos y apoyamos a las fuerzas durante tantos años . . . ¿no es capaz de hacer frente a los talibanes de una manera más fuerte y mejor de lo que lo hicieron?”

Lord Mark Sedwill, ex embajador y alto representante de la OTAN en Afganistán, prosiguió con una línea guerrerista:

«La alianza debe centrar sus esfuerzos en reconstruir las capacidades prácticas para intervenir cuando sea necesario, evitando el exceso de alcance e impaciencia que resultó fatal para la campaña afgana».

Por último, Lord George Robertson, ex secretario general de la OTAN (durante los hechos del 11S):

«Si esto es una llamada de atención a los europeos -que en el futuro tendrán que salvaguardar su propia seguridad mucho más que antes porque el policía global estadounidense no necesariamente va a estar alrededor todo el tiempo- entonces habrá servido a un propósito».

La dependencia de Europa y otros países de la Alianza de lo que determine Washington ha funcionado como arma de doble filo, les ha permitido disfrutar de la «tranquilidad» de estar alineados a las determinaciones imperiales pero la han pagado con la inestabilidad que significa tener que dejar personal abandonado en suelo afgano y salir derrotados de una guerra que es «de otros» (Biden dixit).

*Misión Verdad, grupo de investigadores independientes.

Artículo publicado en Misión Verdad.

Foto de portada: Luego de 20 años de ocupación del territorio afgano, la derrota de la Alianza Atlántica, brazo armado del Norte Global, ha cimbrado sus bases políticas de manera incalculable (Foto: DarwelShots / Shutterstock)

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