Un mes después, el 18 de agosto, el Alto Consejo de Seguridad de Argelia (HCS) anunció una “revisión completa de las relaciones” y el fortalecimiento de la vigilancia en las fronteras con Marruecos.
Lo ocurrido hace 27 años no es comparable en nada con los acontecimientos de las últimas cuatro semanas. En el apogeo de la violencia terrorista en Argelia, las autoridades marroquíes se apresuraron tras un atentado en Marrakech e impusieron visados a argelinos e incluso a franceses de origen argelino.
Argelia reaccionó con fuerza y firmeza y decidió, entre otras medidas, cerrar la frontera terrestre entre los dos países. La medida sigue en vigor a pesar de los incesantes llamamientos de Marruecos para abrirla.
Las relaciones entre los dos países casi nunca han sido buenas desde entonces, pero lo que ha estado sucediendo desde al menos mediados de julio va mucho más allá de la imposición de un visado de entrada a los nacionales de un país vecino.
El 14 de julio, Marruecos, a través de su misión diplomática en Naciones Unidas, apoyó formalmente un movimiento que opta por la desintegración de Argelia, en este caso el Movimiento por la Autodeterminación de Cabilia (MAK), clasificado como “organización terrorista” por la Autoridades argelinas dos meses antes.
Otras acciones confirmarán que este no fue un simple intento de contrarrestar el apoyo argelino al Frente Polisario. En el proceso, la prensa mundial revela la participación de Marruecos en una vasta operación de espionaje gestionada por Israel y dirigida principalmente contra Argelia y algunos de sus altos funcionarios políticos y militares.
La provocación marroquí
Marruecos empeoró aún más la situación cuando el primer ministro israelí eligió su territorio para designar a Argelia como fuente de «preocupación» para su país y su nuevo aliado. La acusación de «acercamiento» con Irán es una amenaza casi explícita que no puede dejar a Argel sin una firme reacción.
Al aliarse con Israel, que está tratando de llevar a una aventura «suicida» contra Argelia, para usar los términos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Argelia, Marruecos ha quemado sus barcos y ha dejado muy pocas posibilidades de que las relaciones entre los dos países se recuperen, al menos a su nivel de hace unos meses.
El 18 de agosto, el Alto Consejo de Seguridad de Argelia acusó a Marruecos de haber prestado “ayuda y apoyo” a dos organizaciones argelinas acusadas como de perpetrar los últimos incendios que asolaron determinadas regiones del país, y dejó saber que todo esto “requería revisión completa de relaciones» con Marruecos.
Para los observadores, es casi seguro que las cosas no se detendrán ahí y no son los melosos discursos del rey Mohamed VI los que cambiarán nada, sus bonitas palabras se toman muy poco en serio porque se contradicen con los actos de su diplomacia y sus servicios secretos.
Argelia no solo tiene la frontera cerrada como palanca. El sábado 21 de agosto, al desmentir las declaraciones de una funcionaria marroquí, fuentes argelinas sugirieron que el contrato del gasoducto Magreb-Europa que transporta gas argelino a España vía Marruecos no se renovará al final de su vencimiento el 31 de octubre.
El débil papel de la mediación árabe
En el frente diplomático, Argelia llamó a su embajador en Rabat el día después de las declaraciones hostiles del embajador marroquí en Nueva York, Omar Hilale, hace un mes. El siguiente paso debería ser lógicamente la reducción de la respectiva representación diplomática a nivel de encargado de negocios, pero los observadores no excluyen que Argel, dada la gravedad de la situación, llegue directamente al extremo de la ruptura total de las relaciones con Marruecos.
Según nuestras fuentes (TSA), todas las opciones están ahora sobre la mesa, incluida la ruptura total de las relaciones diplomáticas entre los dos países. Las relaciones entre Argelia y Marruecos casi han llegado a un punto sin retorno. En Argel, algunos incluso piensan que la era del rey Mohamed VI ha terminado.
Este inexorable deterioro de las relaciones entre los dos vecinos se ve acentuado por el contexto regional, marcado por la fragilidad de la mediación árabe, que previamente intervino para paliar los efectos de declaraciones hostiles sobre las relaciones entre Argelia y Marruecos.
Hoy, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, las dos grandes potencias árabes, están gobernados por príncipes que tienen una visión diferente de las relaciones interárabes, y especialmente para este último, que se ha convertido en uno de los principales defensores de la normalización entre los países árabes e Israel, a diferencia de Argelia, que expresó su rechazo hacia tal proyecto. Y esta normalización que ha precipitado al abismo las relaciones entre Argel y Rabat.
*Ryad Hanadi es periodista especializado en la región árabe islámica.
Artículo publicado en Ecsaharaui y fue editado por el equipo de PIA Global