Desplazados y refugiados Norte América

Las raíces del problema que arroja a miles de personas hacia la frontera con EEUU

David Brooks*- Los desplazados que hoy huyen de Guatemala, así como de El Salvador y Honduras, entre otros países, tienen algo en común más allá de la violencia, el hambre y la falta de empleo de la cual escapan.

Kamala Harris visitó la semana pasada la frontera en El Paso, donde reiteró que el enfoque del gobierno Biden es atender las “causas de raíz”, o los problemas de fondo, de la migración de Centroamérica y México a Estados Unidos, pero la amnesia oficial –para ponerlo diplomáticamente– al parecer les oculta algunas de las raíces del “problema”. Tal vez porque no están allá, sino aquí en el norte.

Por ejemplo, este domingo 27 de junio fue aniversario del golpe de Estado promovido y auspiciado por la CIA contra el gobierno democráticamente electo de Jacobo Árbenz en Guatemala en 1954. Eso detonaría más de cuatro décadas de una de las guerras sucias más sangrientas de América Latina, casi siempre apoyadas por Washington.

Árbenz ganó la elección en 1951 y se atrevió a promover una reforma agraria en un país donde 2 por ciento de los terratenientes concentraba más de 70 de la tierra arable. Entre las tierras que confiscó, estaban las de la poderosa United Fruit Company. Aunque ofreció compensación igual al valor de esas tierras según los mismos contadores de la empresa estadunidense, United Fruit rehusó, pidiendo casi 15 veces más. Cuando Árbenz rechazó esa demanda, el secretario de Estado John Foster Dulles y su hermano, Allen Dulles, director de la CIA –ambos ex abogados de United Fruit, recuerda Stephen Kinzer en su libro Los hermanos– convencieron al presidente Eisenhower de que Árbenz representaba una “amenaza”, y con ello se autorizó la llamada Operation Success de la CIA para derrocar a Arbenz con un golpe de Estado militar. Was-hington financió y supervisó la capacitación de las tropas golpistas en la Nicaragua de Anastasio Somoza y el golpe fue respaldado por aviones de la CIA.

Washington reconoció el nuevo gobierno y otorgó asistencia. El líder del golpe, coronel Carlos Castillo Armas, de inmediato respondió anulando la reforma agraria, retornando las tierras a United Fruit y con ello se impuso “un terror gubernamental sin igual en la historia moderna de América Latina”, resume Juan González en su libro Cosecha de imperio.

El golpe en Guatemala se realizó con la justificación de la guerra fría, y entonces, como otra vez hoy en día, la “amenaza” a Estados Unidos y la “democracia” eran la Unión Soviética y China, justo lo mismo que se escucha ahora (sólo sustituyendo el nombre de la URSS con Rusia) para justificar la “nueva” política exterior de Estados Unidos más de seis décadas después.

Guatemala sería sede de los preparativos del siguiente atentado estadunidense para derrocar a un gobierno que se atrevía a desafiar a Washington: el nuevo gobierno revolucionario de Cuba, proyecto que fue ordenado por Eisenhower en 1960 bajo mano de Allen Dulles y su subordinado Dick Bissell, quien había estado a cargo de los aviones de la CIA en el golpe en Guatemala. De hecho, los oficiales que juntó Bissell para la operación contra Cuba fueron veteranos de la llamada “campaña de Guatemala”. Se empezó a preparar una invasión de Cuba con los estadunidenses capacitando un ejército de exiliados cubanos en Guatemala. Aviones de la CIA transportaron a estas tropas desde Guatemala el 17 de abril de 1961 para iniciar la rápidamente derrotada invasión de Cuba en Playa Girón.

Los desplazados que hoy huyen de Guatemala, así como de El Salvador y Honduras, entre otros países, tienen algo en común más allá de la violencia, el hambre y la falta de empleo de la cual escapan. En todos, Estados Unidos tiene larga historia de más de un siglo de intervenciones –y muy frecuente complicidad– con terroristas, torturadores, corruptos y narcotraficantes en las cúpulas de esos países.

“Nunca nos enseñan en la escuela que la enorme presencia latina aquí (en Estados Unidos) es resultado directo de las acciones de nuestro propio gobierno en México, el Caribe y Centroamérica a lo largo de muchas décadas, acciones que forzaron a millones emigrar de esa región y dejar sus hogares y viajar hacia el norte”, comenta González.

*David Brooks es colaborador de La Jornada, donde fue publicado este artículo.

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